José Artigas
1817 - carta de José Artigas al Director Juan Martín de Pueyrredón
 
 
Excelentísimo señor don Juan Martín de Pueyrredón.

Excelentísimo señor:

¿Hasta cuándo pretende V. E, apurar mi sufrimiento? Ocho años de Revolución, de afanes, de peligros, de contrastes y miserias deberían haber bastado á justificar mi decisión y rectificar el juicio de ese gobierno; él ha reconocido en varias épocas la dignidad del pueblo oriental: él debe reconocer mi delicadeza por inalienabilidad de sus derechos sagrados ¿y V. E. se atreve á profanarlos? ¿V. E. empeñado en provocar mi moderación? Tiemble V. E. sólo al considerarlo. Por especiosos que sean los motivos á garantir esta conducta, ella es incompatible con los intereses generales. Promovida la agresión de Portugal, V. E. es un criminoso en repetir los insultos con que los enemigos creen asegurada su empresa. En vano será que V. E. quiera ostentar la generosidad de sus sentimientos: ellos son desmentidos por el orden mismo de los sucesos, y éstos convencen que V. E. es más escrupuloso en complicar los momentos que en promover aquella energía, que reanima los libres contra el poder de los tiranos.

De otra suerte ¿cómo podría V. E. haber publicado en el último diciembre el pretendido reconocimiento de la Banda Oriental? Crimen tan horrendo pudieron solamente manejarlo manos muy impuras ¿V. E. se atrevió á firmarlo? pero es perdonable. Era conforme á los misteriosos planes de V. E. derribar al mejor coloso contra la iniquidad de sus miras. Los pueblos entusiasmados por su libertad debían ser sorprendidos: los peligros se encarecieron por instantes, y el reconocimiento en cuestión era el mejor apoyo de las ideas de V. E. Apresuró este paso, y empezó á descubrirse el curso majestuoso de sus reservas por nuestra común perdición. Efectivamente conocía V. E. la dignidad de mi genial, y que' un justo reproche era todo el resultado debido á su perfidia, sin embargo este era el pedestal, en que decía V. E. asegurarse contra las invectivas de una neutralidad la más vergonzosa, ella jamás podía cohonestar delitos tan manifiestos: por ella ha permitido V. E. trillar el paso con la exportación de trigos á Montevideo, al tiempo mismo que nuestras armas afligían aquella plaza por el asedio, es un hecho y lo es igualmente (aunque pese á su decoro) que sólo con tasa y mengua ha permitido transportarlos á los pueblos orientales; por ella se autorizó V. E. para disponer la escuadrilla de mar y promover la insurrección de la Banda Oriental: por ella formó V. E. el triste proyecto de repetir tercera expedición sobre Santa Fe, y animar las intrigas del Paraná. Por ella protegió V. E. los portugueses que fugaron de Soriano, se autorizó para devolverlos al general portugués, ¿y cómo no se acordó V. E. de practicar igual generosidad, con el jefe de los orientales devolviéndome las armas y útiles de guerra que llevaba á su bordo el buque en que fugaron? Por ella, en fin, logró V. E. mezclarse á tiempo oportuno, avivar la chispa de la discordia, completarse con los portugueses, tramar la deserción del regimiento de libertos á la plaza, franquearles el paso y recibirlos V. E. en ésa como en triunfo. Un hecho de esta transcendencia no puede indicarse sin escándalo, ¿y V. E. es todavía el supremo director de Buenos Aires? Un jefe portugués no hubiese operado tan descaradamente. Cualquiera imparcial mirara con degradación unos excesos que sólo pueden merecer aprobación en el descalabro de V. E. Ellos reconocen un origen más negro que la fría neutralidad: continuarla, empero, es un crimen. Por más que se quiera figurar el mérito de nuestras desgracias, la sana razón dicta que su discusión es importuna á presencia del extranjero ambicioso. Yo mismo he dado á V. E. más de una vez el ejemplo. ¡Oh, y como es cierto, que es muy dulce el nombre de la patria y áspero el camino de su virtud! No se ocultó á la penetración de V. E. aquel rasgo de filantropía: sin traicionar a su propio conocimiento no podía V. E. ser indiferente a la detestable incursión del general Lecor en nuestro territorio: lo requirió por conducto del coronel Vedia. ¿Y cómo desconoce ahora V. E. la obra de sus manos? ¿No son los portugueses de este año los del año pasado? ¿Ahora y entonces no subsistirían las mismas diferencias? ¿No acababa V. E. de ultrajar la dignidad del pueblo de Santa Fe, y en él la de los demás? Confiese V. E. que sólo por, realizar sus intrigas puede representar en público el papel ridículo de un neutral. Por lo demás el supremo director de Buenos Aires ni debe, ni puede serlo. Profiero esta verdad para que V. E. no haga tan vana ostentación de su debilidad. V. E. mismo es su mejor acusador: ¿no reconvino V. E. al general portugués por la conminatoria proclama contra los orientales? ¿Por qué precipitó tal requirimiento siendo V. E. un neutral, ó un indiferente á nuestras desgracias? Pero sea V. E. un neutral, un indiferente ó un enemigo, tema justamente la indignación ocasionada por sus desvaríos, tema y tema con justicia el desenfreno de unos pueblos que sacrificados por el amor á la libertad, nada les acobardará tanto como perderla. Desista V. E. de concebir el pobre pensamiento que sobre los juramentos de su ruina, podrá algún día levantarse el alto capitolio de su gloria, y de nuestra degradación). La grandeza de los orientales sólo es comparable á sí misma. Ellos saben desafiar los peligros y superarlos: reviven á presencia de sus opresores. Yo á su frente marcharé adonde primero se presente el peligro. V. E. ya me conoce, y debe temer la justicia de la reconvención. V. E. no hace más que repetir insultos, con que ofende nuestra modestia: cada día se renuevan con descrédito de la común felicidad y V. E. no debe creerme insensible; yo en campana y repitiendo sangrientas escenas contra los injustos invasores, y V. E. debilitando nuestra energía con la mezcla de unos negocios que no dejan de excitar fundadas sospechas. Yo empeñado en el contrarresto de los portugueses y V. E. en favorecerlos. ¿En mi lugar, V. E. mismo habría mirado con rostro sereno estas desgracias? Confieso á V. E. que haciendo (alarde de toda mi moderación he tenido que violentarme para no complicar los preciosos instantes en que la patria reclamaba la concentración de sus esfuerzos. Por lo mismo brindé a V. E. con la paz, y V. E. provocándome á la guerra. Abrí los puertos que debía mantener cerrados por razones poderosas; devolví á V. E. los oficiales prisioneros que aun no habían purgado suficientemente el delito de sus agresiones y violencias sobre la inocencia de los pueblos. V. E. no puede negar ni desmentir estos hechos de mi generosidad, sin que V. E. haya podido igualarlos, después de las continuas promesas de reconciliación. Es verdad que V. E. franqueó algunos armamentos al sitio y Paraná, pero sin darme el menor conocimiento, esa doble intención de V. E. descubre el germen fecundo de sus maquinaciones, convenía á las ideas de V. E. ponerse á cubierto de la responsabilidad de su inacción ante el tribunal severo de los pueblos. ¿Y cree V. E. eludirla con remisión tan rastrera? ¿No acabamos de tocar sus resultados en las convulsiones del sitio y Paraná? ¿Podrá ocultarse á los pueblos que siendo distribuidas las armas sin el conocimiento de su jefe esos debían ser los efectos? Deje V. E. de ser generoso, si han de experimentarse tan terribles consecuencias. Deje V. E. de servir á la patria, si ha de obscurecer su esplendor con tan feos borrones. No, excelentísimo señor, no es V. E. quien ha de oponerse a la ambición del trono de Brasil, y de no, ¿por qué renueva á cada momento nuestras desgracias, debilitando los esfuerzos que deberían escarmentarla? De suerte que V. E. puede gloriarse no de haber servido á la patria sino de haber apurado mi constancia hasta tocar el extremo de la desesperación. He sufrido ¿y V. E. ha tenido la osadía de acriminar mi comportamiento en público y en secreto? ¿Soy yo por ventura como V. E. que necesita vindicarse con el público y asalariar á apologistas? Hechos incontrastables son el mejor garante de mi conducta ¿y los de V. E.? Los que refiere el cronista argentino y otros tantos que deben esperarse. A mí toca expresar uno sólo. V. E. no ha perdonado afectación por manifestar sus deseos así á nuestra reconciliación, yo haciendo un paréntesis á nuestras disenciones, invite a V. E. por el deber de sellarla, ó al menos la sanción de un ajuste preciso para multiplicar nuestros esfuerzos contra el poder de Portugal, tal fue mi propuesta en junio de este año: pedí al efecto diputados á V. E. adornados con plenos poderes para estrechar mas y más los vínculos de la Unión. V. E. no pudo desconocer su importancia y se comprometió á remitir los diputados. Obra en mi poder la respuesta de V. E. datada en 10 del mismo junio; en consecuencia anuncié á los pueblos el feliz resultado de mi proposición. Todos esperábamos con ansias ese iris de paz y de la concordia ¿ni cómo era posible esperarse que V. E. dejase desairado el objeto de mis votos? pero es un hecho, sin que hasta el presente otro haya sido el resultado, que un desmayo vergonzoso con que se cubre de ignominia el nombre de V. E. contra las tentativas del pueblo de Buenos Aires. De aquí la vulgaridad que yo había ofertado á V. E. diputados, que se esperaban con el propio fin, es muy poca dignidad en V. E. negarse tan abiertamente á los intereses de una conciliación, y después calumniarme es el último insulto con que V. E. me provoca. ¿Y quiere V. E. que calle? Tal impostura es perjudicialísima á los intereses de la reciprosidad; V. E. negándose á conciliar los intereses de una y otra banda es un criminal, é indigno de la menor consideración. Pesará á V. E. el oír estas verdades, pero debe pesarle mucho más haber dado los motivos bastantes á su esclarecimiento. Ellas van estampadas con los caracteres de la sinceridad y de la justicia: V. E. no ha cesado de irritar mi moderación y mi honor reclama por su vindicación. Hablaré esta vez, y hablaré para siempre: V. E. es responsable ante las aras de la patria por su inacción ó su malicia contra los intereses comunes; algún día se levantará ese tribunal severo de la nación, y él administrará justicia. Entretanto desafío á V. E. al frente de los enemigos para combatir con energía y ostentar todas las virtudes que harán glorioso el nombre americano.

Tengo el honor de saludar á V. E. y reiterarle con toda cordialidad mis afectuosas consideraciones.

Purificación, 13 de noviembre de 1817.

José Artigas.




Mayo en Ascuas desde 1814, Documentos. Federico Ibarguren. Ediciones Teoría, Bs. As. – 1961