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1815 - Solicitud del Director Supremo del protectorado británico
 
 

Pliego secreto dirigido por el Director Supremo don Carlos de Alvear al embajador de Gran Bretaña en Río de Janeiro, Lord Strangford, pidiendo el protectorado británico



El Supremo Director don Carlos Alvear al Lord Strangford


Muy señor mío: D. Manuel García, mi consejero de Estado instruirá a V. E. de mis últimos designios con respecto a la pacificación y futura suerte de estas provincias.


Cinco años de repetidas experiencias han hecho ver a todos los hombres de juicio y opinión, que este país no está en edad ni en estado de gobernarse por sí mismo, y que necesita una mano exterior que lo rija y lo contenga en la esfera del orden, antes que se precipite en los horrores de la anarquía.


Pero también ha hecho conocer el tiempo la imposibilidad de que vuelva a la antigua dominación, porque el odio a los españoles, que ha excitado el orgullo y opresión desde el tiempo de la conquista, ha subido de punto con los sucesos y desengaños de su fiereza durante la revolución. Ha sido necesario toda la prudencia política y ascendiente del gobierno actual, para apagar la irritación que ha causado en la masa de los habitantes el envío de Diputados al Rey. La sola idea de composición con los españoles los exalta hasta el fanatismo, y todos juran en público y en secreto morir antes que sujetarse a la metrópoli.


En estas circunstancias solamente la generosa nación británica puede poner un remedio eficaz a tantos males, acogiendo en sus brazos a estas provincias que obedecerán a su gobierno y recibirán sus leyes con el mayor placer: porque conocen que es el único medio de evitar la destrucción del país, a que están dispuestos antes de volver a la antigua servidumbre, y esperan de la sabiduría de esa Nación una existencia pacífica y dichosa.


Yo no dudo asegurar a V. E. bajo mi palabra de honor, que este es el voto y el objeto de las esperanzas de todos los hombres sensatos, que son los que forman la opinión real de los pueblos, y si alguna idea puede lisonjearme en el mando que obtengo, no es otra que la de poder concurrir con autoridad y poder a la realización de esta medida toda vez que se acepte por la Gran Bretaña.


Sin entrar en los arcanos de la política del gabinete inglés, he llegado a persuadirme que el proyecto no ofrece grandes embarazos en su ejecución. La disposición de estas provincias es la más favorable, y su opinión está apoyada en la necesidad y en la conveniencia, que son el estímulo más fuerte del corazón humano.


Por lo tocante a la Nación Inglesa no creo que puede presentarse otro inconveniente, que aquel que ofrece la delicadeza del decoro nacional por las consideraciones a la alianza y relaciones con el Rey de España.


Pero yo no veo que este sentimiento de pundonor haya de preferirse al grande interés que puede prometerse la Inglaterra de la posesión exclusiva de este continente, y la gloria de evitar la destrucción de una parte considerable del nuevo mundo, especialmente si se reflexiona que la resistencia a nuestras solicitudes, tan lejos de asegurar a los españoles la reconquista de estos países, no haría más que autorizar una guerra civil interminable, que los haría inútiles para la metrópoli en perjuicio de todas las naciones europeas. La Inglaterra que ha protegido la libertad de los negros en la costa de áfrica, impidiendo con la fuerza el comercio de la esclavatura a sus más íntimos aliados, no puede abandonar a su suerte a los habitantes del Río de la Plata en el acto mismo en que se arrojan a sus brazos generosos. Crea V. E. que yo tendría el mayor sentimiento, si una repulsa pusiese a estos pueblos en los bordes de la desesperación, porqué veo hasta que punto llegarían sus desgracias, y la dificultad de contenerlas, cuando el desorden haya hecho ineficaz todo remedio. Pero yo estoy muy distante de imaginarlo, porque conozco que la posesión de estos países no es estorbo a la Inglaterra para expresar sus sentimientos de adhesión a España, en mejor oportunidad, y cuando el estado de los negocios no presenta los resultados funestos que tratan de evitarse.


Yo deseo que V. E. se digne escuchar a mi enviado, acordar con él lo que V. E. juzgue conducente, y manifestarme sus sentimientos, en la inteligencia que estoy dispuesto a dar todas las pruebas de la sinceridad de esta comunicación y tomar de consuno las medidas que sean necesarias para realizar el proyecto, si en el concepto de V. E. puede encontrar una acogida feliz en el ánimo del Rey y de la Nación. Dios guarde etc. Buenos Aires 25 de enero de 1815.


Carlos de Alvear. Excmo. Sr. Vizconde Strangford, embajador de S. M. B. en la corte de Brasil.



Mayo en Ascuas desde 1814, Documentos. Federico Ibarguren. Ediciones Teoría, Bs. As. – 1961.