1813 - mensaje de Artigas al Congreso de las Tres Cruces
Ciudadanos: El resultado de la campaña pasada me puso al frente de vosotros por el voto sagrado de vuestra voluntad general. Hemos recorrido diecisiete meses cubiertos de la gloria y la miseria, y tengo la honra de volver a hablaros en la segunda vez en que hacéis uso de vuestra soberanía. En ese período yo creo que el resultado correspondió a vuestros designios grandes. El formará la admiración de las edades. Los portugueses no son los señores de nuestro territorio. De nada habrían servido nuestros trabajos, si con ser marcados con la energía y constancia no tuviesen por guía los principios inviolables del sistema que hizo su objeto. Mi autoridad emana de vosotros y ella cesa ante vuestra presencia soberana. Vosotros estáis en el pleno goce de vuestros derechos: ved ahí el fruto de mis ansias y desvelos y ved ahí también todo el premio de mi afán. Ahora en vosotros está el conservarla. Yo tengo la satisfacción honrosa de presentaros de nuevo mis sacrificios y desvelos, si gustáis hacerlo estable. Nuestra historia es la de los héroes. El carácter constante y sostenido que habéis ostentado en los diferentes lances que ocurrieron, anunció al mundo la época de la grandeza. Sus monumentos majestuosos se hacen conocer desde los muros de nuestra ciudad, hasta las márgenes del Paraná. Cenizas y ruinas, sangre y desolación, he ahí el cuadro de Para facilitar el acierto en la resolución del primer punto es preciso observar que aquellas pretensiones fueron hechas consultando nuestra seguridad ulterior. Las circunstancias tristes a que nos vimos reducidos por el expulso Sarratea después de sus violaciones en el Ayuí, eran un reproche tristísimo de nuestra confianza desmedida, y nosotros cubiertos de laureles y de glorias retornábamos a nuestro hogar llenos de la execración de nuestros hermanos, después de haber quedado miserables, y haber prodigado en obsequio de todos quince meses de sacrificios. El ejército conocía que iba a ostentarse el triunfo de su virtud, pero él temblaba la reproducción aquellos incidentes fatales que lo habían conducido a la precisión del Yí: él ansiaba por el medio de impedirlo y creyó a propósito publicar aquellas pretensiones. Marchó con ellas nuestro diputado. Pero habiendo quebrado la fe de la suspensión el señor de Sarratea, fue preciso activar con armas el artículo de su salida. Desde este tiempo empecé a recibir órdenes sobre el reconocimiento en cuestión. El tenor de mis contestaciones es el siguiente: Ciudadanos, los pueblos deben ser libres. Ese carácter debe ser su único objetivo, y formar el motivo de su celo. Por desgracia, va a contar tres años nuestra Revolución, y aún falta una salvaguardia general al derecho popular. Estamos aún bajo la fe de los hombres, y no aparecen las seguridades del contrato. Todo extremo envuelve fatalidad; por eso la desconfianza desmedida sofocaría los mejores planes. ¿Pero es acaso menos temible exceso de desconfianza? Toda clase de precaución debe prodigarse cuando se trata de fijar nuestro destino. Es muy veleidosa la probidad de los hombres, sólo el freno de Orientales: sean cuáles fuesen los cálculos que se formen, todo es menos temible que un paso de degradación, debe impedirse hasta el que aparezca su sombra. Al principio todo es remediable. Preguntaos a vosotros mismos si queréis volver a ver crecer las aguas del Uruguay con el llanto vuestras esposas, y acallar en sus bosques el gemido de vuestros tiernos hijos. Paisanos, acudid sólo a la historia de vuestras confianzas. Recordad las amarguras del Salto, corred los campos ensangrentados de Betlem. Yapeyú, Santo Tomé y Tapeyú; traed a la memoria las intrigas del Ayuí, el compromiso del Yí, y las transgresiones del Paso de A cuatro de abril de mil ochocientos trece. Delante de Montevideo. —José Artigas Es copia. Artigas. Archivo General de |
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