desde 1492 hasta 1800
expediciones tierra adentro
 
 

Ayolas explorando navega por los ríos

 

 

 

Mendoza, que había resuelto regresar a España, se deja seducir por los relatos de Ayolas y –confiando el “real” a la custodia de un puñado de hombres– emprende viaje con el resto de la gente, conducidos por aquél. La travesía es penosa, el hambre vuelve a cundir y los yacarés devoran los cadáveres que son arrojados por la borda.

Llegados a Corpus Christi, encuentran a la guarnición alborotada por los relatos fabulosos que ha traído Jerónimo Romero, un sobreviviente de la incursión de César. Tanto fue así, que Ayolas decide continuar la navegación hacia las regiones descriptas por Romero, acompañado por la mayoría de los pobladores del fuerte. Mendoza, cuya enfermedad se ha agravado, queda en un campamento que establece cerca de Corpus Christi. Pero no aguanta mucho tiempo y opta por poner punto final a su desgraciada estadía americana. Arriba a Buenos Aires, dicta un testamento dejando el adelantazgo a Ayolas y embarca en la “Magdalena”, rumbo a Europa. No alcanza sus costas con vida, pues muere en alta mar, el 23 de junio de 1537.

 

 

 

 

 



Tres huellas perdurables quedaron tras las andanzas desafortunadas de don Pedro: el “real” sobre el cual se fundaría más tarde Buenos Aires; la marcha emprendida por Ayolas río arriba, de la que derivarían importantes consecuencias; y la dispersión de algunos caballos y yeguas, traídos en la expedición que organizara, los cuales se multiplicarían notablemente en las llanuras aledañas a aquel Riachuelo de los Navíos, donde el Adelantado se detuviera para reparar aquellos que lo trajeran a estas tierras lejanas.