desde 1852 hasta 1899
Buenos Aires contra el resto
 
 

En mayo de 1859, Buenos Aires declara la guerra a la Confederación.


Bartolomé Mitre es designado general en jefe de las tropas porteñas, que aparecen como seguramente victoriosas si se practica un balance de fuerzas. Pero, pronto, un hecho aparentemente menor comienza a torcer el rumbo de los acontecimientos.


Urquiza carece de barcos. Buenos Aires, en cambio, los posee. Y dos vapores porteños se hallan cerca de Paraná: el “Pinto†y el “Buenos Airesâ€. En la noche del 7 de julio de 1859, un sargento de marina, Ramón Ortega, con la colaboración del cabo Felipe Salguero se apodera del “Pintoâ€, apresa a su comandante José Murature y a la oficialidad, dando muerte a Alejandro Murature, hijo de aquél, que comanda el “Buenos Airesâ€. Este último buque logra huir, pero el “Pinto†pasa al bando federal y Urquiza comienza a utilizarlo, para que sus hombres crucen el río.


Mitre demora su entrada en acción y la tardanza le costará cara.


Naves federales, llegadas desde Montevideo, se agregan al “Pinto†–que a la sazón se llama “9 de Julioâ€â€“, tomando amarras en el puerto de Rosario, con soldados y pertrechos.


En octubre, los porteños alcanzan Cepeda, la misma cañada donde un día Estanislao López y Pancho Ramírez derrotaran a Rondeau. Mitre, aficionado a la Historia, resuelve borrar con una victoria suya el recuerdo de aquel triunfo federal y allí espera a Urquiza.


Con los ejércitos a la vista desde horas antes, la batalla no se traba hasta las 5 de la tarde. Mitre ensaya sin fortuna algunas tácticas, que ha estudiado en los manuales europeos y que revelan su ineficacia ante los jinetes criollos. Cree incluso haberse impuesto, hasta advertir tardíamente que ha sufrido un descalabro, del cual sólo se salva la división que manda el coronel Conesa. Urquiza ni se propone sacar mayor partido de su éxito, permitiendo que, en una larga retirada nocturna, los restos de las tropas porteñas alcancen San Nicolás, tras 15 horas de marcha.


Si bien, en un primer momento, nace el temor en Buenos Aires, la prensa local ofrece una versión del combate acorde con la primera impresión de Mitre, presentando la derrota como un triunfo. Ello explica que Mitre, al volver, fuera recibido con entusiasmo, tal como ocurriera después de ser vencido por Calfucurá en Sierra Chica. La ilusión no duró mucho, sin embargo, ya que la presencia del ejército federal en las cercanías de Buenos Aires se encargó de desvanecerla.


El 11 de noviembre de 1859 se firma un pacto mediante el cual concluyen las hostilidades, declarándose Buenos Aires “parte integrante de la Confederación†y aceptando jurar la Constitución Nacional, previo introducírsele algunas reformas que propondría. Suscripto el mismo, Urquiza se retira otra vez hacia sus pagos entrerrianos, mientras Mitre queda dueño de la ciudad.


Mientras aquí pujaban Buenos Aires y la Confederación, estallaba en Europa la Guerra de Crimea. Se enfrentaron en ella Rusia, por una parte, y por la otra Turquía, aliada con Francia e Inglaterra. Un oficial argentino tendría destacada actuación en esa lucha y vale la pena relatar brevemente su vida aventurera.


Se trató de Benigno Villanueva, nacido en Buenos Aires el año 1815. Comenzó su carrera militar como soldado raso, siendo pronto ascendido a teniente de caballería. Combatió por los federales, con Oribe y Pacheco; por los unitarios, con Paz. A raíz de un duelo, en el que mató a su rival de un sablazo, debió dejar el país para eludir la justicia. A las órdenes de López de Santa Ana, peleó contratado en Méjico contra los norteamericanos. Pasó luego a California, donde hizo fortuna en los negocios. Pero, soldado al fin, estuvo junto al general español Prim en la guerra de Oriente y se presentó como voluntario al ejército ruso, cuando la de Crimea.


Con el grado de teniente coronel, fue destinado a una unidad de cosacos, ya que era consumado jinete. Y les enseñó a sus hombres el criollo manejo del lazo, que utilizaron para enlazar los cañones y llevárselos a la rastra, luego de cargar contra las baterías enemigas, obteniendo aquella unidad gran prestigio con motivo de tan singular habilidad.


Se casó Villanueva, en 1857, con la viuda del coronel Polekkine y, transformado en el “general Villanokoffâ€, perteneciente a las fuerzas imperiales del Zar, murió en Rusia cuando corría el año 1872.







Mientras aquí pujaban Buenos Aires y la Confederación, estallaba en Europa la Guerra de Crimea. Se enfrentaron en ella Rusia, por una parte, y por la otra Turquía, aliada con Francia e Inglaterra. Un oficial argentino tendría destacada actuación en esa lucha y vale la pena relatar brevemente su vida aventurera.


Se trató de Benigno Villanueva, nacido en Buenos Aires el año 1815. Comenzó su carrera militar como soldado raso, siendo pronto ascendido a teniente de caballería. Combatió por los federales, con Oribe y Pacheco; por los unitarios, con Paz. A raíz de un duelo, en el que mató a su rival de un sablazo, debió dejar el país para eludir la justicia. A las órdenes de López de Santa Ana, peleó contratado en Méjico contra los norteamericanos. Pasó luego a California, donde hizo fortuna en los negocios. Pero, soldado al fin, estuvo junto al general español Prim en la guerra de Oriente y se presentó como voluntario al ejército ruso, cuando la de Crimea.


Con el grado de teniente coronel, fue destinado a una unidad de cosacos, ya que era consumado jinete. Y les enseñó a sus hombres el criollo manejo del lazo, que utilizaron para enlazar los cañones y llevárselos a la rastra, luego de cargar contra las baterías enemigas, obteniendo aquella unidad gran prestigio con motivo de tan singular habilidad.


Se casó Villanueva, en 1857, con la viuda del coronel Polekkine y, transformado en el “general Villanokoff”, perteneciente a las fuerzas imperiales del Zar, murió en Rusia cuando corría el año 1872.