desde 1800 hasta 1851
misiones diplomáticas
 
 
Los gobiernos que se sucedieron desde la Primera Junta enviaron algunas misiones diplomáticas al extranjero, cuyos propósitos fueron variando según variaban las circunstancias en América y Europa. A fines de 1813, el Segundo Triunvirato comisiona a Sarratea para que lo represente en Londres, luego de hacer escala en Río de Janeiro a fin de negociar con Lord Strangford, embajador británico ante la corte del Brasil que influyó poderosamente en la política de esta parte del mundo, mientras se prolongó su larga gestión.

Eran tiempos malos para la revolución. Belgrano había sido derrotado en Vilcapugio y Napoleón en Vitoria. De manera que la misión de Sarratea consistió en procurar un arreglo que reconociera autonomía al gobierno de Buenos Aires, reconociendo éste, por su parte, a Fernando VII como soberano. Contando para ello con la aprobación inglesa, pues los puertos del Plata permanecerían abiertos a las mercaderías de esa procedencia. Strangford se muestra conforme con la propuesta y Sarratea sigue viaje a Londres. Allí se lo recibe con frialdad, pues la corona se ha acercado a Fernando VII, quien se propone liquidar los levantamientos registrados en América, enviando una poderosa expedición militar. El gobierno inglés prohibe la venta de armas a los insurrectos americanos, fracasando así otra de las intenciones que abrigaba Sarratea, pues confiaba en adquirirlas y pertrechar así las tropas porteñas. Promediaba el año 1814.

Corrían los últimos días de aquel año, cuando el Director Posadas despacha otra misión a Europa, con la consecuente escala en Río para tratar con lord Strangford. Los comisionados son Belgrano y Rivadavia, luego de renunciar Pedro Medrano a raíz de disentir con las instrucciones recibidas. Tales instrucciones consistían en felicitar a Fernando VII por su reposición en el trono y negociar un acuerdo con España. Dicho acuerdo tendería a paralizar la partida de aquella expedición que se preparaba con destino a América y a lograr alguna solución concertada, que contuviera el reconocimiento de un margen de autarquía para el antiguo virreinato, sobre la base de coronar en él a un infante español o a un príncipe de otro origen, que gobernarían sujetos a una constitución liberal, análoga a las vigentes en Europa. Las conversaciones con Strangford no resultaron conducentes, pues éste estaba a punto de ser relevado en sus funciones. Al llegar nuestros delegados a Londres, el panorama internacional había variado de manera abrupta: Napoleón avanzaba hacia París, luego de fugar de la isla de Elba, negándose a combatir contra él las fuerzas que se enviaran en su contra.

Se establecieron contactos con Carlos IV, padre de Fernando VII, interrumpidos por la derrota final de Napoleón en Waterloo, el 18 de junio de 1815. Pero, antes de conocerse esa noticia, los poderes de Belgrano y Rivadavia fueron cancelados desde Buenos Aires.