desde 1800 hasta 1851
la Independencia
 
 
El 24 de marzo de 1816 quedó inaugurado, en Tucumán, el Congreso que proclamaría nuestra independencia. Lo presidía el porteño Pedro Medrano. Como la presidencia era rotativa, luego lo hicieron José María Serrano, diputado por Charcas; el canónigo Pedro Ignacio Castro Barros, diputado por La Rioja; Teodoro Sánchez de Bustamante, diputado por Jujuy; Francisco Narciso Laprida, diputado por San Juan; y el canónigo José Ignacio Thames, diputado por Tucumán.

A fines de mayo el Congreso aprobó un plan, al cual se ajustaría para tratar las distintas materias sobre las que tendría que resolver. Sin embargo, dejándolo de lado, a principios de mayo se decidió tratar el tema de la independencia.

Solamente los diputados por Tucumán y Jujuy contaban con instrucciones para declararla. Pero la intención de hacerlo flotaba en el aire, pues ya hacía tiempo que los argentinos se sentían argentinos. San Martín, Belgrano, Güemes y Artigas presionaban en favor de ella. Durante la sesión del día 9 de julio, el asunto fue sometido a consideración de los congresales. Propuesta la fórmula del voto, “puestos en pie los señores diputados en sala plena aclamaron la independencia de las Provincias Unidas de América del Sud de la dominación de los reyes de España y su metrópoli, resonando en la barra la voz de un aplauso universal con repetidas vivas y felicitaciones al Soberano Congresoâ€. El acta respectiva fue firmada por Francisco Narciso Laprida, presidente, y Mariano Boedo, vicepresidente, siendo refrendada por los secretarios en funciones.

Días después, a instancias del diputado Medrano, quedó aprobado que la independencia declarada no lo sería tan solo “de los reyes de España y su metrópoliâ€, sino también “de toda otra dominación extranjeraâ€.

Tal como lo afirmaban las estrofas de la canción patriótica, compuesta por Vicente López y Planes, se levantaba “a la faz de la tierra una nueva y gloriosa Naciónâ€.

Inmediatamente después de proclamada la independencia, el Congreso se abocó a resolver otra ardua cuestión: cuál sería la forma de gobierno para las Provincias Unidas.

Prácticamente la totalidad de los diputados se inclinó por una monarquía constitucional. Y, dentro de esa abrumadora mayoría, la opinión más extendida consistió en que se ungiera rey a un descendiente de los incas. Solamente se pronunciaron en favor de la forma republicana el diputado por Buenos Aires, Tomás Manuel de Anchorena, y el diputado mendocino Godoy Cruz. Los diarios porteños ridiculizaron la idea, denominando al futuro monarca como “el rey patas suciasâ€.

Sin embargo, el debate sobre la forma de gobierno pasó pronto a segundo plano pues, el 23 de julio, los congresales recibieron noticias de la Junta de Observación, respecto a que se consideraba inminente una invasión portuguesa. Tan grave amenaza vino a transformarse en la mayor preocupación del Congreso, que envió instrucciones para encarar la situación.

En noviembre de 1816 aprobó un Reglamento Provisorio que, en líneas generales, se pareció al de 1815. El 17 de enero de 1817 tuvo lugar la última sesión en Tucumán, trasladándose luego su sede a Buenos Aires.