desde 1800 hasta 1851
reconquista de Buenos Aires
 
 
El domingo 1º de julio, Liniers asiste a misa en Santo Domingo y promete a la Virgen del Rosario empeñarse en reconquistar la ciudad.

Se pone Liniers en contacto con álzaga, para actuar coordinadamente. El 16 de julio está en Colonia, luego de escapar a la vigilancia de los buques británicos, navegando en un lanchón por los riachos del Delta. Allí organiza, con Ruiz Huidobro, una fuerza para volver a Buenos Aires.

El 31 de julio se dispone a hacerlo. Pero el paso del río ofrece grandes dificultades, ya que lo patrulla la flota enemiga. El tiempo, sin embargo, colabora con Liniers. Comienza un violento temporal y la sudestada agita las aguas. Nubes negras encapotan el cielo, retumban los truenos y las olas rompen contra los toscales de la orilla. Permanecen anclados los navíos invasores, proa a la borrasca y sin un trapo en sus mástiles. Durante la noche del 3 de agosto, la flotilla encabezada por el experimentado marino francés elude el bloqueo impuesto a Colonia, burla el patrullaje y, en la madrugada del 5, desembarca con su gente cerca del Tigre. Mientras tanto, ha habido un pequeño combate en la chacra de Perdriel –1º de agosto–, al norte de Buenos Aires. Allí estaban depositadas las armas de los conjurados y éstos realizaban reuniones en el lugar. Enterados los ingleses, enviaron una columna para aprisionar a unos y apoderarse de las otras. Pueyrredón y sus húsares acudieron en auxilio de los atacados, muriendo en la refriega 3 criollos y 10 ingleses. Pueyrredón, luego de ese choque, pasó a Colonia, se encontró allí con Liniers y regresó unido a las fuerzas de éste.

Consistían tales fuerzas, al iniciar el cruce, en 1300 hombres. Pero nuevos combatientes se suman al ejército que inicia la Reconquista, entre ellos 600 equipados y adiestrados por álzaga, amén de los jinetes de Pueyrredón. Hasta mujeres y chicos se presentan voluntarios.

Los caminos han quedado intransitables por el temporal. Beresford no puede mover sus piezas de artillería para dar batalla en campo abierto, optando por fortificarse en la ciudad.

Liniers avanza chapaleando barro. La población ayuda a empujar los cañones, que se empantanan en aquel fangal. El viento sigue soplando y mantiene inmovilizada a la flota adversaria.

Se resuelve atacar la Plaza Mayor el día 12 a las 12, llegando a ella con 3 columnas. Pero debe cambiarse el plan, ya que una patrulla entra prematuramente en combate y pide auxilio. Los choques se generalizan y la plaza es atacada simultáneamente desde 5 calles. En la recova que cruza aquélla se encuentra atrincherado el regimiento 71, bajo las órdenes directas de Beresford.

Liniers entra por la calle hoy llamada Reconquista, con su uniforme rasgado por un balazo. El gentío invade la plaza, junto a soldados y milicianos. Retroceden los escoceses del 71 y se encierran en el Fuerte. Pronto ondea allí una bandera blanca.

Envía Liniers a Hilarión de la Quintana, para exigir que Beresford se rinda “a discreciónâ€. éste no tiene otro camino que aceptar. Salen juntos, mientras de la Quintana grita: “¡pena de la vida al que insulte al general inglés!â€. Liniers los aguarda, bajo un arco del cabildo. Abraza al vencido y le devuelve la espada que el mismo le ofrece.

Vuelve el brigadier al Fuerte y sale encabezando sus tropas derrotadas, a las cuales se les ha permitido marchar con banderas desplegadas y al son de tambores. Pasan entre la multitud que guarda silencio, dejando frente a Liniers armas y estandartes.

Buenos Aires ha sido reconquistada, cumpliendo don Santiago la promesa hecha a Nuestra Señora del Rosario, ante cuya imagen quedan las banderas enemigas.

El triunfo fue festejado con enorme alborozo. Un prestigio inmenso –el prestigio del jefe militar victorioso– rodeó la figura de Liniers. Todo lo contrario sucedió, en cambio, respecto al virrey Sobremonte, pues su actuación resultó objeto de acerbas críticas. Críticas quizá no muy justas ya que, juzgado más tarde en España, resultó absuelto y continuó su destacada carrera.

El día 14 de agosto se reunió un Congreso General, convocado por el cabildo. Formaban parte de él los representantes más caracterizados de la población, eclesiásticos, funcionarios, militares, comerciantes, propietarios y profesionales. Una muchedumbre llenaba la Plaza Mayor.

A poco de comenzadas las deliberaciones, la multitud entró al cabildo, situándose tras la puerta del salón donde tenían lugar las sesiones. A su frente estaba Pueyrredón, los abogados Joaquín Campana y Juan José Paso y el poeta Manuel José de Lavardén, quienes piden se le quite a Sobremonte el mando de las tropas, entregándoselo a Liniers.

Como la exigencia popular coincide con el sentimiento que abrigan los congresistas mayoritariamente, se otorga a Liniers aquella jefatura que ha ejercido de hecho en la Reconquista.








Mientras los ingleses ocupaban Buenos Aires, antes de su reconquista, se urdieron diversos planes para expulsarlos de ella. El más novelesco de tales planes fue el propuesto por los catalanes Felipe Sentenach y Gerardo Esteve y Llach, que consistía en volar el Fuerte y el cuartel de la Ranchería, donde se hallaban los británicos, cavando al efecto sendos túneles desde casas vecinas, alquiladas con ese propósito. El plan fue aceptado por don Martín de álzaga, las casas se arrendaron y se comenzó la excavación de los túneles. éstos llegaron a tener bastante extensión y ya estaban bajo sus objetivos al desembarcar Liniers en el Tigre, pero el proyecto se abandonó ante el curso acelerado de los acontecimientos.

Hace algún tiempo, cuando algunos investigadores exploraban parte de la red de túneles coloniales que aún existe en Buenos Aires, descubrieron uno cuya factura difería del resto. Era más estrecho y parecía haber sido excavado con apuro, advirtiéndose en él las huellas dejadas por palas y picos utilizados nerviosamente. Se supone, con fundamento, que ese pasadizo era uno de los que perforaron Sentenach y Esteve y Llach, en 1806.