desde 1900 hasta 1992
orillando la guerra
 
 

Durante 1902, las relaciones argentino-chilenas se volvieron a deteriorar, hasta el punto de orillarse la guerra. Se supo que efectivos militares chilenos abrían caminos en la zona que había sido sometida al arbitraje británico, violando el acuerdo de no innovar allí. Protestó la Argentina y, aunque Chile restó importancia a los trabajos realizados por sus zapadores, recomenzaron los aprestos bélicos. Los chilenos compran 9 destructores, un crucero y 2 acorazados; los argentinos, 2 nuevos acorazados y estudian la posibilidad de encargar otros dos. El flamante ministro de Guerra, coronel Pablo Riccheri (que ha reemplazado al general Campos en el gabinete) establece la conscripción obligatoria, propiciando el dictado de la ley respectiva.


La Nación adopta una actitud pacifista; La Prensa, belicista. Escribe en aquélla Emilio Mitre, pues el general se ha retirado a la vida privada, aunque su prestigio sigue siendo grande. En La Prensa –propiedad de José C. Paz, primo de Roca y enfrentado con él– lo hace Estanislao Zeballos, un hombre con ideas nacionalistas que, en su posición, incluye la necesidad de apoyar la reivindicaciones de Bolivia y Perú, vencidos en la Guerra del Pacífico.


Cuando la escalada alcanzaba su punto máximo, es firmado en Santiago de Chile un acuerdo, mediante el cual las partes se comprometen a someter en el futuro sus divergencias a la decisión de árbitros y a concluir la carrera armamentista. Tal acuerdo fue muy resistido en Buenos Aires. Pero el Congreso lo aprobó, a mediados de año.


El 20 de noviembre de 1902, la corona británica se expidió sobre la controversia limítrofe sometida a su decisión. Sin pronunciarse respecto al principio aplicado –â€altas cumbres†o “divorcio de aguasâ€â€“ partió más o menos por mitades los 94.000 kilómetros cuadrados en discusión, adjudicando 54.000 a Chile y 40.000 a la Argentina.


Por iniciativa de la señora Angela Oliveira César de Costa y del obispo de Cuyo, monseñor Marceliano Benavente, se pone en marcha el proyecto de erigir una gran estatua de Cristo Redentor en los Andes, sobre la frontera entre los dos países, como expresión de gratitud y prenda de paz duradera. Se encomienda la obra al escultor Mateo Alonso y es inaugurada el 13 de marzo de 1904, ante tropas argentinas y chilenas que rinden honores.


Mientras el país dirimía su entredicho fronterizo, buques de guerra despachados por Inglaterra, Alemania e Italia atacaron Venezuela, con el propósito de obtener por la fuerza que ésta pagara las deudas que mantenía con ellas. A raíz del incidente, el canciller argentino, Luis María Drago, envió una nota al gobierno de los Estados Unidos, solicitando que adhiriera al principio que en ella sostenía, opuesto al cobro compulsivo de las deudas. Este principio es conocido como “Doctrina Dragoâ€. Los Estados Unidos no se pronunciaron al respecto aunque, años antes, enunciaran la llamada “Doctrina Monroe†que, desde otro ángulo, también podía invocarse en el caso a favor de Venezuela. Dicha doctrina expresaba: “América para los americanosâ€. No faltando quien observara que, en realidad, debió redactarse de otro modo: “América para los norteamericanosâ€. Sospecha que resultaría confirmada cuando, en 1982, Inglaterra atacó las Islas Malvinas, recuperadas por los argentinos, y los EE.UU. se aliaron con Gran Bretaña contra la Argentina –un país americano–, olvidando por completo la “Doctrina Monroeâ€.