desde 1900 hasta 1992
nuevas ideas
 
 

La postguerra europea se vio acosada por una depresión económica en alza, que repercutía en la situación social. Ya que incidían en ésta los bajos salarios y la desocupación, agravada por la presencia de numerosos ex combatientes sin empleo y por la acción de agitadores, que procuraban por todos los medios expandir la revolución triunfante en Rusia. Ello daba lugar a huelgas violentas que, en tanto inspiradas por la internacional bolchevique, se oponían con análogo empeño al capitalismo económico y al sentimiento patriótico. Pero ocurría, asimismo, que el caos imperante daba lugar a una gran apetencia de orden. Y sucedía, además, que la aplicación del Tratado de Versalles humillaba a los países vencidos, acentuando en ellos un patriotismo ascendente. La necesidad de buscar remedio a las injusticias sociales, restableciendo a la vez el orden y dando cauce al sentimiento patriótico, dio origen a los movimientos nacionalistas, que hallaron en Europa un terreno abonado para que se desarrollaran velozmente, pues configuraban una intención de respuesta a los problemas que la aquejaban. Nacen así el fascismo en Italia, cuya figura máxima fue Benito Mussolini, y el nacional-socialismo alemán, creado por Adolfo Hitler. Al mismo tiempo, aparecieron variantes de estas ideologías novedosas en España, con José Antonio Primo de Rivera; en Portugal, con Antonio de Oliveira Salazar; y en otros países del Viejo Mundo.


Por cuanto la agitación marxista se fundaba en la “lucha de clases†y tenía por fundamento filosófico el “materialismo dialéctico†propuesto por los comunistas, el nacionalismo europeo levanta consignas que tienden a neutralizar ambos postulados. Al primero, opone el concepto de Nación, que ha de aglutinar sin distingos a los estamentos sociales que componen cada una, en pos de su grandeza; al segundo, una idealización de la raza, las tradiciones épicas compartidas y el espíritu guerrero. Propone asimismo que el Estado, como expresión tangible de la Nación, sea la herramienta destinada a alcanzar las metas propuestas, desmesurando su competencia y entrando así en colisión frontal con los principios de la teoría liberal. Hitler incluye un ingrediente antisemita en su plataforma, soslayado en los hechos por Mussolini. En cuanto al totalitarismo estatal, explícitamente presente –y con papel destacado– en el nacionalsocialismo y en el fascismo, aparece algo atenuado en el falangismo de Primo de Rivera y en el corporativismo de Oliveira Salazar, empeñados en compatibilizar sus ideas con el catolicismo que profesan.


El fermento de la irrupción ideológica que nos ocupa, está presente en las “nuevas ideas†de Uriburu y en la prédica de los nacionalistas argentinos, influidos también, de modo muy especial, por la lectura de autores franceses que, antes de estallar la Primera Guerra Mundial, promovían el patriotismo y exaltaban las virtudes guerreras para sacar a sus compatriotas de la postración, consiguiente al descalabro sufrido a manos de los prusianos en 1870. Con el único propósito de citar algunos nombres, en forma incompleta, cabe consignar que entre aquellos jóvenes de entonces, fundadores del nacionalismo local, se contaban dos hijos de Ibarguren, Carlos (h) y Federico; el ya mencionado Roberto de Laferrére, Julio y Rodolfo Irazusta, Ernesto Palacio, Lizardo Zía, Alberto Ezcurra Medrano, Ramón Doll, Eduardo Muñiz, Alberto Contreras, Alberto V. Tedín, Juan E. Carulla, José María Rosa, Mario Lassaga, Héctor Sáenz Quesada, Santiago Díaz Vieyra. Todos ellos se interesan por reinterpretar el país y, en busca de su definición, estudian el pasado nacional, descubriendo en él la figura del Restaurador, a la cual reivindican. Surgirá así el “revisionismo históricoâ€, que se apoyará en los escritos de Adolfo Saldías, abrevará en los libros de Carlos Ibarguren y será origen de un pujante movimiento intelectual, a partir de la creación del Instituto de Investigaciones Históricas Juan Manuel de Rosas.


Y, dado que hemos hablado de los grupos nacionalistas que se consolidaban durante esta década y de las manifestaciones del pensamiento católico en el plano cultural, cabe citar también otra expresión de las inquietudes intelectuales del momento, correspondiente al campo político en este caso. Se trató de FORJA (Fuerza de Orientación Radical de la Joven Argentina), una agrupación juvenil, fundada a mediados de 1935, que se propuso devolver al radicalismo su sentido nacional y renovador, diluido por las malas prácticas de los comités partidarios. Aunque no pasará de ser un núcleo reducido, tendrá definida influencia ideológica, tal como ocurrió con los nacionalistas. Militarán en FORJA Raúl Scalabrini Ortiz, Arturo Jauretche, Homero Manzi, Atilio García Mellid y Gabriel del Mazo, entre otros.