desde 1900 hasta 1992
neutralidad en el Plata
 
 

En previsión de los acontecimientos que se avecinan, Estados Unidos procura alinear tras de sí a los países americanos. Tal propósito, cuyo objetivo final consiste en que esos países actúen de consuno con la Unión en caso de guerra, se basa en un “panamericanismo†cuyas líneas se han trazado en Washington y que allí se denomina “política del buen vecino†o “de buena vecindadâ€.


Para cimentarla, se llevan a cabo varias conferencias internacionales: en Buenos Aires (1936), en Lima (1938) y en Panamá (1939). En la de Buenos Aires, representa a la Argentina el canciller Saavedra Lamas y a los EE.UU. el secretario de Estado Cordell Hull; en la de Lima, nuestro representante es el ministro de Relaciones Exteriores, José María Cantilo, mientras el mismo Cordell Hull actúa por los yanquis; a Panamá van Leopoldo Melo, enviado por Cantilo, y el diplomático Summer Wells, por Hull.


Expresada de distintas maneras a lo largo de tales conferencias, se pone de manifiesto una divergencia fundamental entre los Estados Unidos y la Argentina: mientras aquéllos intentan por todos los medios obtener una aprobación unánime de documentos que anuden la suerte de los países americanos a la suya, los argentinos defienden con uñas y dientes la facultad de resolver conforme a sus propios intereses y conveniencia, manteniéndose neutrales llegado el caso. Nuestro país es líder en esta posición independiente –que ya ha sostenido cuando la Primera Guerra Mundial–, mientras que Brasil secunda decididamente a Washington, por medio de la actuación de su canciller Osvaldo Aranha. Se acentuaron a partir de entonces los desencuentros entre la Argentina y los Estados Unidos, que reaparecerán pese al correr del tiempo, otorgando un carácter peculiar a sus relaciones.


Luego de liberado el Alcázar de Toledo, heroicamente defendido de sus sitiadores “rojos†por el coronel Moscardó; de concluida en favor de los “nacionales†la enconada batalla del Ebro y de ser coronada con éxito la ofensiva en Cataluña, las fuerzas de Franco ocuparon Madrid durante marzo de 1939, finalizando así la Guerra de España.


El 1º de septiembre de ese año, los alemanes cruzaron la frontera polaca. Dos días después tuvo formal comienzo la Segunda Guerra Mundial. El 4 de aquel mismo mes, la Argentina se declaraba neutral en el conflicto.


Pronto el Río de la Plata sería testigo de las acciones bélicas. En diciembre del 39, el “acorazado de bolsillo†alemán “Graf Spee†combate contra 3 buques ingleses, en las proximidades de Punta del Este. Averiado, busca refugio en el puerto de Montevideo, ya que su comandante –capitán Hans Langsdorf– confía en efectuar allí las reparaciones necesarias y adquirir suministros, pues el Uruguay también se ha declarado neutral en la guerra. Sin embargo, Langsdorf no logra aprovisionarse ni obtiene suministros ni permiso para reparar la nave. Fuera del puerto, en aguas jurisdiccionales uruguayas, lo esperan los buques británicos. De modo que, imposibilitado para proseguir la batalla, pone a salvo la tripulación y hunde su barco. Una vez en Buenos Aires, confinado en el Hotel de Inmigrantes con los suyos, el comandante alemán se pega un tiro. La muerte del marino conmueve a los porteños y un acompañamiento numeroso sigue el ataúd de Langsdorf, cubierto por la bandera de guerra germana.