desde 1900 hasta 1992
libertad y constitución
 
 

Un hecho nimio desencadenará graves acontecimientos. Los militares, aunque no quieren abandonar el poder precipitadamente, tampoco son inmunes al ambiente de franca oposición a Perón que impera en la sociedad donde ellos y sus familias se mueven. Campo de Mayo no resulta ajeno a ese estado de ánimo. Y ocurrió que el jefe de la Escuela de Comunicaciones, teniente coronel Rocco, aspiraba a ocupar el cargo de director del Correo. Perón, no obstante, nombra en ese puesto a un empleado de la repartición, Oscar Nicolini. Para peor, trasciende que lo ha hecho por pedido de Eva Duarte –cuñada del flamante funcionario–, una actriz de cinematógrafo, teatro y radio con la cual convive desde tiempo antes. Los militares se indignan y comisionan al comandante del acantonamiento, general ávalos, para que Perón deje sin efecto el nombramiento. éste da largas al asunto y ávalos propone una reunión con los oficiales de Campo de Mayo. Perón acepta, pero amplía el número de oficiales invitados a ella, logrando que la mayoría de los asistentes no acompañe en su planteo a los descontentos, cuyo disgusto aumenta por tal motivo.


Campo de Mayo se subleva de hecho y exige a Farrell el alejamiento de Perón, a lo cual agrega dos puntos: inmediata convocatoria a elecciones y que las mismas sean absolutamente libres. Farrell va a Campo de Mayo y enfrenta una asamblea numerosa, que tiene lugar en el comedor del comando. Pide un plazo para que Perón se retire voluntariamente. Los presentes, encabezados por Avalos, insisten respecto a que el retiro sea inmediato. Ese mismo día, 9 de octubre de 1945, Perón lo solicita y renuncia a los cargos de vicepresidente, ministro de Guerra y secretario de Trabajo y Previsión. ávalos ocupa el ministerio vacante.


La expulsión de Perón es recibida con júbilo por casi todos aquéllos que conforman los sectores más significativos del país y que, semanas antes, han cobrado conciencia de su importancia y número, al desfilar en la “Marcha de la Libertad y la Constituciónâ€. Los vivas a la democracia y el grito de ¡ya se fue! inundan las calles.


Pero un fermento oculto comienza a hervir en las profundidades de la sociedad argentina. Los obreros se sienten solidarios con aquel oficial que desempeñaba la Secretaría de Trabajo y Previsión, entendiendo que su alejamiento los ha dejado desamparados. Algunos dirigentes gremiales visitan el departamento de Perón, en la calle Posadas, y se ponen a su disposición. El dueño de casa los despacha pues, por el momento, sólo piensa en casarse con Eva y radicarse en un campo de la Patagonia, considerando concluida su actuación pública.


Los opositores a Perón cometen un grave error pues, junto con la alegría que expresan por la liquidación del hasta ayer poderoso coronel, manifiestan un fuerte encono contra el Ejército en general, que se traduce en estribillos agraviantes y en el reclamo perentorio de que vuelvan a sus cuarteles, entregando el gobierno a la Corte. De modo que a la desazón obrera se suma cierta intranquilidad militar, alentada por los oficiales –ya “peronistasâ€â€“ que se mueven en las guarniciones. Cabe mencionar entre ellos al general Juan Filomeno Velazco, desplazado de la jefatura de policía, y al coronel Domingo A. Mercante.


Mientras, la Plaza San Martín es lugar de cita para quienes, no contentos con la caída de Perón, reclaman ahora que sea encarcelado y que el gobierno se transfiera sin dilación a la Corte. Una muchedumbre elegante se agolpa frente al Círculo Militar y reitera a gritos tales reclamos, junto con denuestos dirigidos al Ejército. Algunos oficiales son insultados y agredidos, respetándose tan sólo a los que visten uniforme naval. La policía interviene: hay tiros y dos muertos.


Una delegación compuesta por los generales Peluffo, Guglielmone y Quiroga; los almirantes Mc Lean, Clarizza y Smith; los civiles Saavedra Lamas, Alfredo Palacios, Justiniano Allende Posse y Horacio Rivarola, entrevista a Farrell para urgir una decisión. Como los resultados del encuentro no son los buscados, una segunda embajada, que incluye a Manuel V. Ordóñez, Tiburcio Benegas, Bernardo Houssay y Alejandro Lastra se reúne con ávalos en pos de una capitulación incondicional, que sigue sin llegar.


En la madrugada del 13 de octubre, Perón es conducido preso a la Isla de Martín García.