Lecciones de Historia Rioplatense
El Carlotismo
 
 
Frustrado el intento napoleónico de seducir a las autoridades platenses, Inglaterra volvió a insistir, pero con otro método más hábil y sutil. El ultimátum lusitano había resultado contraproducente y hasta peligroso. Era necesario obrar con mayor cautela y tacto diplomático.

El sistema de intimidación fue abandonado; convenía no levantar tantas resistencias. Y para ello, Lord Strangford dióse a la tarea de fomentar las pretensiones políticas de la pricesa Carlota —esposa del regente Juan de Braganza y hermana mayor de Fernando VII— respecto a Hispanoamérica. El legitimismo borbónico (los famosos “derechos eventuales”) obraría como señuelo; en resguardo, sobre todo, de una posible invasión francesa al nuevo continente.

Doña Carlota Joaquina —mujer ambiciosa y vehemente— no congeniaba mucho con su marido. Esto, y el gran orgullo por las tradiciones de su casa, le atrajeron las simpatías de muchos españoles reaccionarios y de no pocos criollos contemporizadores, partidarios en política del “mal menor”. Valiéndose el embajador británico de algunos porteños amigos, militantes en la causa “mirandista”, y por intermedio del almirante Sidney Smith y Diego Paroissien —sus agentes—, lanzó la candidatura fundándola en la abolición de la ley sálica, en la abdicación del padre y en el cautiverio del hermano; rehén de Napoleón. Con el apoyo inglés, Carlota podía aspirar legítimamente al trono que algunos nativos le ofrecían en bandeja. Fue inducida por ellos, y el grupo de legistas anglófilos le hizo el juego en Buenos Aires.

Entre los principales promotores de la maniobra estaba Saturnino Rodríguez Peña: hermano de Nicolás y socio capitalista de Hipólito Vieytes. Saturnino —ex-libertador de Berresford— era corredor de los asuntos comerciales de su hermano. Tenía fama de inescrupuloso en los negocios y había emigrado por causas políticas a Río de Janeiro, donde trabó relación con Lord Strangford. Desde allí escribió a Buenos Aires y convenció a algunos —como a Belgrano, por ejemplo—, haciéndoles servir intereses ájenos que él no controlaba.

Inglaterra trató de conseguir, a las buenas, lo que con anterioridad no pudo hacer a las malas. Utilizando las condiciones y audacia de Rodríguez Peña, Strangford intentó dividir a los patriotas en beneficio propio. Mas ocurrió que sus agentes trabajaban a dos puntas. “Dícese que los portugueses le pagaban (al joven Saturnino) una pensión de 500 pesos —reza un comentario glosado por Jules Mancini en su obra sobre “Bolívar”— lo que le hacía gozar de dos pensiones servidas por dos gobiernos (cobraba a los portugueses y a los ingleses)”.

El propio implicado, demostrando cola de paja, escribía; a su hermano Nicolás que: “jamás se había envilecido”, y que “tuviera la seguridad que el subsidio que recibía del gobierno inglés era simple adelanto para ser reembolsado no bien mejorara su situación, como Miranda se lo había manifestado explícitamente al Ministro Pitt”. 11

Tal, la duplicidad del “facotum” del carlotismo entre nosotros. Empero los ingleses, después de la reacción española en Bailén, resolvieron sabotear la candidatura de marras. Ya no convenía darle alas a la princesa. Era peligroso fomentar la posibilidad que ocupara el trono, haciéndose fuerte en el Río de la Plata con el apoyo de Portugal.

Inglaterra se opuso resueltamente a la intriga, llegando a impedir el embarque de aquella para Montevideo, en la fragata “Prueba”, el 28 de Diciembre de 1808. “Que de los ingleses poco se puede esperar —anota el maquiavélico Saturnino en carta a Manuel Aniceto Padilla, fechada en Río de Janeiro el 29 de Enero de 1809— especialmente cuando el intrigante Sir Sidney Smith ha declarado que la Inglaterra en las presentes circunstancias no sólo no favorecerá nuestras intenciones, sino que él mismo tiene órdenes de su Corte para oponerse a cualquier resolución nuestra que sea contrario a los intereses de la España, o a los de los Borbones, cierto tal, que habiendo yo mandado a Parosín a Buenos Aires con una bien meditada instrucción para que se entendiera con nuestros amigos, y les manifestase el precipicio en que estaban próximos a despeñarse, y mandando diferentes cartas que contenían los planos del Almirante Smith, en consulta con Roxas, que está constituido un vil soplón de Smith, obligaron a su soñada Emperatriz la Princesa Doña Carlota a que pasase órdenes a Buenos Aires y Montevideo para que se sorprendiese a, Parosín, se le quitase su correspondencia e intereses; y en efecto se cumplió a la letra, y hoy se halla Parosín preso en Montevideo, y aún lo estuvo mi hermano en Buenos Aires...”