Camperadas
Antiguas Hierras
 
 
Volviendo a los trabajos de hacienda, antiguamente las hierras se hacían a lazo y «volteando a la uña». Siendo chico alcancé a presenciar alguna de éstas y me quedó grabado el cuadro de esos grandes rodeos que aturdías con su balerío, el ir y venir de los enlazadores, el alarido de los volteadores cuando el animal volaba por el aire y la tremenda polvareda que se levantaba envolviendo toda la escena.

Se encerraba el rodeo en la ensenada, se desterneraba a puerta de corral y luego se iban sacando los terneros enlazados. Entraban dos o tres enlazadores y las yuntas de volteadores los esperaban en la puerta.

En ese entonces las peonadas eran en su mayoría correntinas, de ahí que se impusiera el sistema de voltear a la uña y que aún se mantiene hasta el presente.

Cuando el enlazador trasponía la puerta del corral, ya el «colero» venía prendido y haciendo pie para que el animal no disparara; no bien éste salía afuera, el «cabecero» se corría por el lazo y se le afirmaba abrazándolo por el cogote con la mano derecha, mientras con la izquierda le sacaba la armada; a la voz de «aura» y a un mismo tiempo el cabecero le trancaba las manos con la pierna o el brazo derecho, mientras el colero lo levantaba de la cola perpendicularmente; el ternero daba una voltereta en el aire y caía sobre el flanco derecho. Inmediatamente era apretado en el suelo, sentándose el cabecero sobre sus costillas y recogiéndole la mano izquierda para que no intente incorporarse; mientras el colero, sentado en el suelo, pegado a la cola para que no lo coceara, le tomaba la pata izquierda fuerte hacia atrás y afirmándose con los dos pies en el garrón de la pata derecha. De esta forma quedaba totalmente inmovilizado y podían proceder quienes estaban a cargo de la tarea, a capar, descornar, señalar y marcar.

Era un trabajo aparentemente bruto y salvaje, pero difícilmente se estropeaba o quebraba algún ternero, como suele suceder a menudo cuando se voltea a pial.

Las hierras se hacían en los meses de Mayo o Junio, de manera que la ternerada estaba desarrolladita y vigorosa, alcanzando los diez u once meses de edad.

Para voltear a la uña no hace falta fuerza sino baquía; el colero cumple la parte más importante, sujetando primero al animal para que no se vaya encima del cabecero y luego levantándolo de la cola en el momento preciso en que pega el brinco. Debe haber perfecta coordinación en la yunta y entendimiento, para que simultáneamente con la acción del colero, el cabecero tranque las manos del ternero y así solito, llevado por su mismo impulso, se dé vuelta en el aire y caiga de lomo en el suelo.

El secreto reside en saber aprovechar el ímpetu del animal que brinca por soltarse cuando se siente tomado de la cola y de la cabeza. Por eso, mientras más arisco es el vacuno, más fácil se lo voltea.

He visto y se ve aún, aunque se va perdiendo esta costumbre, voltear vacas grandes a la uña, por hacer una chacota.