Camperadas
Indumentaria del gaucho
 
 
Tanto la vestimenta del hombre como los arreos del caballo, fueron sufriendo modificaciones durante el transcurso del tiempo, según las modas de la época y los elementos con que contaba más a mano para su uso.

Durante los primeros tiempos, cuando el gaucho recién comenzaba a perfilar su personalidad peculiar y diferente, conservó gran parte de la indumentaria propia de los españoles. Lo más característico de esa época, que lo diferencia principalmente de las posteriores, fue el uso del «calzón» o pantalón, que así describe Fernando Assuncao: «La cintura sin pretina, muy ajustado en las caderas y muslos, sin pinzas, ni raya, ni bolsillos, la abertura de adelante se cubría con una pinza de forma de pentágono invertido cosida sólo en los dos lados de abajo, que se cerraba como una tapa -la verdadera bragueta-, con dos botones que abrochaban en sus ojales de los dos ángulos superiores. Las piernas llegaban justo al borde inferior de la rodilla. A los costados y hasta casi el medio muslo tenían un corte que se podía cerrar con botones pero que el hombre de campo siempre usó abierto, por donde salía el calzoncillo. Este corte y el borde inferior, a veces llevaba bordados.»11

En las magníficas y detallistas ilustraciones del Padre Paucke, se observa perfectamente este calzón o pantalón, tal como lo describe Assuncao; ello ocurre en el grabado donde aparece el fuerte de Pergamino y su guarnición de blandengues; todos los soldados usan este calzón como también la bota de potro.

Por debajo del calzón asomaba el calzoncillo largo; según Assuncao también fue una herencia española. Dicho calzoncillo terminaba en flecos, o en un bordado que constituia el llamado calzoncillo cribado. En un principio cubría comúnmente la bota y sólo llegaba hasta la mitad de la pierna, posteriormente se alargó hasta alcanzar los tobillos.

La bota de potro se confeccionaba con el cuero de las patas posteriores sacadas en bolsa, bien descarnadas y sobadas hasta dejarlas como un trapo; el garrón del animal hacía las veces de talón y la punta podía usarse abierta, dejando asomar los dedos o cerrada con una costura de tientos. La primera era conocida como «bota de medio pie» y permitía usar los dedos para tomar el estribo: «estribar entre los dedos».

Según Martiniano Leguizamón, en un comienzo estas botas se sacaban de las patas traseras de las vacas, pero dio lugar a una matanza tan indiscriminada de vacunos que las autoridades hubieron de prohibirlas, permitiéndose sólo las de yeguarizos. Con todo, aunque en mucho menor escala, las de vaca continuaron confeccionándose y, como algo excepcional y de lujo, también se hicieron botas de gato montés.12

Otras prendas de ascendencia española fueron la chaqueta y el chaleco. La chaqueta «primero fue bastante larga, ceñida a la cintura, con cuello y amplios faldones y dos grandes bolsillos con tapa y botón. Se cerraba al frente con una larga serie de botones y a veces se dejaba abierta, doblados los frentes, formando solapas.»13Con el tiempo esta chaqueta se fue acortando hasta no sobrepasar la cintura. Lo mismo ocurrió con el chaleco que también se acortó hasta dejar al descubierto la faja y el cinto o tirador, donde se atravesaba el cuchillo o facón.

Hay una prenda de la indumentaria gaucha que se usó en todas las provincias del Río de la Plata, en los países vecinos de Bolivia, Paraguay, sur de Brasil, Uruguay y Chile, que además permaneció durante las distintas épocas que se sucedieron en el tiempo y que aún continúa usándose en el presente: me refiero a nuestro conocido «poncho».

Según Assuncao ya se lo conocía en Europa antes del descubrimiento, bajo distintas denominaciones. Pero lo cierto es que, cuando los españoles llegaron a América, los indígenas del nuevo mundo también lo tenían en uso.

En la Argentina el poncho se fabricaba en los telares criollos de Salta, Tucumán, Córdoba y Santiago del Estero. En Santa Fe no tenemos noticias de que se hayan tejido ponchos, seguramente los que se usaban provenían de algunas de las provincias mencionadas. También fueron famosos los ponchos «pampas», tejidos por los aborígenes araucanos que vivían en ambas vertientes de la cordillera. Seguramente estos pochos se usaron en el sur de la provincia, hasta donde llegaban aquellos aborígenes en sus invasiones.

El poncho fue la indumentaria más generalizada. Cualquiera fuera la categoría social, el oficio o profesión, todos usaban poncho; unos de mejor clase y confección, otros más bastos u ordinarios llamados «calamacos»; el rico y el pobre, el militar y el civil, el clérigo y el laico; en la campaña al gaucho podía faltarle la chaqueta o el chaleco, incluso podía faltarle el calzón, pero seguro que no le faltaba el poncho con que se cubría todo el cuerpo.

Tito Saubidet en su Vocabulario describe así el poncho: «Prenda gaucha de vestir, consistente en una pieza rectangular de lana, vicuña, paño u otro tejido, con abertura al centro para pasar la cabeza, de modo que descanse sobre los hombros y caiga más abajo de las rodillas. Hace de sobretodo, sirve de todo para su dueño, así en la paz como en la guerra; lo mismo es abrigo contra la intemperie, que cobija en el sueño, o hace de escudo arrollado en el brazo para parar los golpes del enemigo en los duelos a cuchillo.»14

El gaucho difícilmente andaba en cabeza, si no tenía sombrero se ataba un pañuelo cubriéndosela con un nudo en la nuca. No así el indio quien usaba comúnmente una vincha, para que la melena no se volara y se le viniera sobre los ojos; con el tiempo éste también asimiló mucho de la vestimenta gauchesca, entre ellas el sombrero.

En aquel entonces y también en Santa Fe, se usaron distintos tocados: «desde los comienzos mismos de la colonización, usóse por parte de nuestros hombres, de ciudad y de campo, como herencia cultural de añejo cuño europeo, transmitida en igual grado por campesinos y militares, un sombrero redondo, blando, de fieltro de lana u otro pelo de mejor calidad (castor, nutria), de anchas alas y copa regular, generalmente con un largo barbijo, que se denominó gacho o chambergo.»15Es el que vemos en uso por parte de los blandengues de la frontera, en la ilustración que mencionamos del P. Florián Paucke.

También tuvo difusión un sombrero llamado de pajilla, fabricado «con finas hojas de palma, secas y blanqueadas, cortadas en delgadas tiras entretejidas siguiendo un entramado circular, desde el centro de la copa hasta el borde del ala.»16Estos sombreros venían del Perú y del Ecuador, y los traían de allí los troperos que iban en los arreos de mulas.

Otro tocado usado comúnmente fue el llamado de «panza de burro». «éste se obtenía cortando en redondo el cuero de la barriga de las burras» (o burros), normalmente de color blanco o blanquizo. Luego, este redondel de cuero con pelo, de forma naturalmente abombada, se colocaba sobre el extremo de un poste, estirándolo y moldeándolo, hasta darle la forma cópnica, y se le ataba un tiento redondo, para mantener esa forma, y se le doblaba el borde de manera de formarle el ala, que siempre era angosta e irregularmente cambrada».

También se usó el conocido como «gorro de manga», «consistente en una especie de cono o tronco de cono, de tela gruesa y basta (lana, tripe, bayeta, punto) de un color fuerte (rojo, azul, verde) y ribeteado o forrado en contraste vivo».16

Además de los mencionados, el gaucho usó otras variedades de tocados o sombreros, echando mano a lo que le ofrecieran en el comercio o estuviera más a su alcance. No es de extrañar pues, que se lo viera adornado de algo tan exótico como la galera, de uso eminentemente pueblero y aparentemente reñido con los hábitos y costumbres camperas.

Ocurrió que, en un cargamento proveniente de Europa, llegó una partida de galeras en cantidad desmesurada, que excedía la demanda normal de las poblaciones del Río de la Plata; tal era la cantidad de esa mercadería que fue necesario ponerlas en venta en toda clase de comercios minoristas, incluso las pulperías de la campaña y a precios de liquidación.

Así fue que paisanada que caía en la pulpería a tomar unas copas, o a hacer algunas compras en esos negocios surtidos de gran variedad de mercaderías, seguro que salía con una galera puesta en la cabeza.

Por eso en los grabados e ilustraciones de la época, es común ver al gaucho vestido de chiripá, bota de potro y calzoncillo cribado, y con algo aparentemente tan contradictorio y poco tradicional como la galera.

Hasta el General Urquiza, después de la batalla de Caseros, hizo su entrada triunfal en Buenos Aires vestido de poncho y galera.

El pañuelo al cuello era otra prenda que difícilmente faltaba en su vestido; dijimos al comienzo que con él se cubría la cabeza en caso de carecer de sombrero. También lo usaba debajo de éste, cubriendo la cabeza y anudado bajo el mentón o detrás de la nuca; su función en este caso, era protegerse del viento, la tierra y sobre todo del «sereno» de la tarde o la noche, de ahí su nombre.17Pero la forma más común de emplear el pañuelo era tendido al cuello y atado con un nudo «galleta», modalidad que se mantuvo a través del tiempo y perdura hasta nuestros días.

El pañuelo, además de servir de protección contra la tierra y las inclemencias del tiempo, se utilizaba para secarse las manos y la cara en caso de carecerse de otra prenda, para vendar una herida, para repasar el mate al cebarlo y en muchos casos más.

El calzón o chiripá se sujetaba con una faja que daba varias vueltas a la cintura, como las que aún se empleaban en nuestra campaña. Encima de la faja se ajustaba un cinto de cuero o tela fuerte, con bolsillos de tipo fuelle atrás y a los costados y cerrado con abotonaduras de monedas. Este cinto o tirador, que aún lo vemos lucir entre los criollos del campo, se ajustaba adelante en el medio con monedas unidas entre sí por cadenas de chapa, al estilo de los gemelos que se usa en los puños de la camisa, pero de mayor tamaño. Se usaban una o dos de estas abrochaduras que, con el tiempo, se fueron perfeccionando en la «rastra», tan en boga todavía. El tirador era una expresión de la capacidad económica de su propietario, pues el gusto de los paisanos consistía en adornarlo con monedas de distinta clase y valor, hasta llegar a cubrirlo casi totalmente si sus medios lo permitían.

La faja y el tirador servían también para sujetar la cuchilla o el facón, que se atravesaba por atrás de derecha a izquierda con el filo para arriba.