Camperadas
La cría de mulas
 
 
Una actividad bastante difundida en la zona fue la cría de mulares. Para ello había que contar con buenos «burros hechores», criados desde chicos entre yeguas, para que luego, de mayorcitos, se enamoraran de otras yeguas, las encelaran y procrearan. Si no se hacía todo este tratamiento Psíquico biológico, el burrito era reacio a los encantos de sus parientas equinas y no había producción o ésta resultaba muy escasa.

Nosotros teníamos también manadas mulateras.. En un principio fueron dos que convivían en un mismo potrero como era la costumbre de entonces según he referido. Los burros hechores eran de raza diferente: un «poitú» y un «ausetana»; el primero de mayor hueso y alzada que el segundo, más liviano y menudo. Sin embargo éste último se las ingeniaba para tener las mejores yeguas y en mayor cantidad que el otro. Daba risa ver la diferencia en la calidad y en la cantidad de la manada del burrito más chico frente a la escasa y ordinaria del grandote.

Muchos lectores están pensando que el «bolazo» es grande para tragarlo; felizmente ahí está el «finao» Ramírez, puestero de esos campos, que no me dejará mentir. El hecho es que ambos garañones eran trabajadores y dejaban más de treinta mulas por año que luego, llegada su edad (tres años) y desarrollo, se vendían muy bien, chúcaras no más para los mercados de Tucumán y Salta donde las destinaban a los trabajos de la zafra azucarera. Eso sí, había que poner mucho cuidado en que no le apartara el comprador sólo las hembras y le dejara los machos. La diferencia radicaba en que estos últimos sufrían en las alturas precordilleranas las consecuencias de la castración y se les «atajaran los orines», cosa que lógicamente no ocurría con las hembras, por eso procuraban refugar aquellos.

Con la mecanización de los trabajos agrícolas se resintió también el mercado de mulas para la zona cañera, desapareciendo los compradores que venían anualmente. Creció sin embargo y se incrementó la demanda de este híbrido para las fuerzas armadas que, año a año, fueron aumentando sus compras en la zona, ya sea en forma particular o bien en las exposiciones Regionales de équidos; también se realizaban concentraciones exclusivamente de mulares, donde se juntaban varios centenares de cabezas. Se congregaban en ellas muladas de muchas leguas a la redonda, incluso provenientes de provincias vecinas como Córdoba y Santiago del Estero. Si mal no recuerdo, fue de ésta última provincia que llegó en una ocasión un lote de «burdéganos» o mula «roma», como se la denominaba vulgarmente en el campo. éste es un híbrido producido por el cruzamiento de un padrillo con una burra; a la inversa, de la mula común que se obtiene apareando burro con yegua. No obstante parecerse entre sí, el burdégano se asemeja al caballo más que la mula, es de mayor alzada y tiene las orejas algo más cortas. Nunca se crió el burdégano masivamente como la mula, por lo menos acá en el país. Sin embargo, antes siempre se veía alguno de rato en rato por esos campos de Dios. Hoy deben haber desaparecido total o casi totalmente.

El mercado de mulas de la zona cobró tal importancia en un momento dado, que venían los ejércitos de lejanos países en busca de ellas. Se hicieron concentraciones y ventas de mulares, por ejemplo, para las fuerzas armadas del Pakistán y de la India. Hoy, si bien sigue adquiriendo mulas el Comando de Remonta y Veterinaria, la producción ha decaído notablemente; casi no quedan criaderos en la zona. Hace pocos años liquidamos la última manada mulatera que nos quedaba en el campo. El motivo no fue tanto la declinación de la demanda, como la dificultad en conseguir buenos burros hechores. Los que teníamos no producían ni el 50 % de crías sobre el total de yeguas que componían la manada; así no resultaba negocio por bien que se pagara la mula de tres años. Sólo nos quedan de recuerdo algunas mulas mansas para el pecho y las norias.