Camperadas
Arreos fundacionales
 
 
Al fundar Buenos Aires por segunda vez en 1580, Garay ordenó un arreo de 300 a 500 cabezas de ganado vacuno y yeguarizo, traídos también desde Asunción. El arreo salió en los primeros días de enero de 1580 siguiendo la margen izquierda del río Paraguay, cruzó el río frente a la desembocadura del Bermejo y luego siguió rumbo al sur por la margen derecha del río Paraná. Por primera vez los montes de lapachos y los quebrachales del Chaco santafesino vieron desfilar bajo su follaje la hila de vacas multicolores y briosas caballadas dirigidas y animadas por el ulular de los jóvenes troperos nativos, en un revuelo de pájaros asustados. Iban por tierras desconocidas, atravesando montes, costeando lagunas y pantanos, vadeando ríos, acechados por indios hostiles y por bestias carniceras. Trescientas leguas largas a lomo de caballo. Así vinieron a las pampas del Plata las vacas fundadoras de la riqueza en que se cimentó la economía de nuestra patria...

Las vacas debieron ser de las haciendas de Juan Torres de Vera, heredadas de su suegro Ortiz de Zárate, de las traídas de Tarija y Paraguay por Felipe de Cáceres...

Llegó la tropa a Santa Fe en los primeros días del mes de junio. Al llegar se encontraron con la novedad de la revuelta de los mancebos santafesinos contra la autoridad de Garay. En la tropa viajaba un joven llamado Hernando Arias a quien no molestaron los sublevados por haber nacido en Santa Fe y criado entre ellos, hijo de María Sanabria Suárez de Toledo y nieto de Doña Mencía la Adelantada. Este mozo, más conocido como Hernandarias de Saavedra, en Santa Fe se hizo cargo de la tropa y al frente de ella llegó a Buenos Aires en los primeros días del mes de octubre.3

En abril de 1585, Alonso de Vera y Aragón, sucesor de Garay, fundó la ciudad de Concepción del Bermejo en pleno desierto chaqueño. Hernandarias se hizo cargo también del arreo de la hacienda indispensable para esta fundación; para ello partió de Asunción siguiendo el mismo camino que en el otro arreo: costeando la margen izquierda del río Paraguay atravesándolo por debajo de la desembocadura del Bermejo siguiendo luego la costa de este río hasta el lugar elegido por Alonso de Vera y Aragón para asiento de la nueva ciudad.

En 1588 tuvo lugar la fundación de la ciudad de San Juan de Vera de las Siete Corrientes, fundación que fue también completada con una tropa de 4000 cabezas de ganado vacuno y yeguarizo, según unos y, según otros, de 3000 cabezas vacunas y 1500 yeguarizas. Por supuesto que Hernandarias también condujo este arreo.

La tropa salió de Asunción el 25 de enero de 1588, costeando el río Paraguay hacia el sur. Posiblemente siguió Hernandarias el mismo camino seguido el año 1585 cuando llevó las vacas y caballos de Concepción del Bermejo. En esa oportunidad costeó el Paraguay para cruzarlo a la altura de la confluencia con el río Bermejo; ahora la empresa era mucho más difícil, pues debía cruzar el Paraná antes de su confluencia con el Paraguay, donde el río tiene un ancho de legua y media.

Después de recorrer las cien leguas de camino desde la ciudad de Asunción hasta la costa del Paraná, en pleno verano, por tierras cubiertas de montes, malezas y lagunas, envueltos en nubes de tierra, acosados por sabandijas, llegó a la costa del Paraná el 1º de abril, sin pérdidas considerables.

El mismo día o el 2 de abril llega el Adelantado a la confluencia de los ríos Paraná y Paraguay, en el preciso instante en que Hernandarias y sus hombres obligaban a azotarse al agua del río a las 4000 y pico de cabezas de ganado. Torres de Vera no pudo hacer menos que detener su barco para contemplar el estupendo espectáculo nunca visto. En las aguas del río, reverberantes de sol, todas las haciendas nadan cortando la correntada, tras los bueyes baqueanos.4

Este gran gobernante que fue Hernandarias de Saavedra, primero de Santa Fe y luego de Buenos Aires, durante varios períodos, se destacó por poblar de ganado varias regiones del litoral rioplatense. Después de participar en la fundación de ciudades en el siglo XVI, como hemos visto, durante el siguiente siglo y siendo gobernador de Santa Fe, comenzó por poblar estancia en dicha provincia trayendo hacienda alzada del Valle Calchaquí en número de 8000 cabezas que fueron repartidas y aquerenciadas en campos cercanos a la ciudad capital.

Pobló también los campos de Entre Ríos, pertenecientes entonces a la jurisdicción de Santa Fe. Hernandarias poseía allí vastas extensiones de tierras, donde se multiplicaron extraordinariamente dichos ganados.

En el siglo XVII, en dos grandes arreos entre 1611 y 1617, introdujo así mismo hacienda vacuna en la Banda Oriental; siendo estos los primeros ganados que llegaron a lo que es hoy la República Oriental del Uruguay.5

No resulta fácil imaginar hoy lo que fueron esos grandes arreos ordenados por el gobernador Hernandarias, de miles de cabezas, conducidos por unos quince o más criollos mancebos de la tierra, bajo la conducción de un capataz muy entendido y experto en esas tareas. A la cabeza del arreo, en la delantera, las tropillas de caballos para remuda de los troperos, arreadas por el peón tropillero, luego el señuelo integrado por unos veinte bueyes de un mismo pelo con el madrino de diferente color, que guiaban al resto de la tropa, sobre todo en los pasos dificultosos como los arroyos y los ríos. Precisamente vadear esos grandes cursos de agua como el Paraná y el Uruguay significaban una verdadera hazaña: los peones troperos, semidesnudos y montando en pelo sus cabalgaduras, hacían azotar al agua primeramente a los bueyes señuelos acostumbrados a nadar con la cabeza alta, detrás de ellos los iban siguiendo los demás animales apurados por los peones. A medida que la tropa se azotaba al agua y comenzaba a cruzar, los troperos de a caballo se azotaban también escalonándose a ambos lados del arreo para que este no se desviara o procurara volverse.

Así se iba nadando la tropa rumbo a la otra orilla, resoplando y formando una nube de vapor que se elevaba sobre sus cabezas... Los peones nadaban a su costado agarrados a la crin o la cola de sus montados, vigilando que ningún animal se desviase o pretendiese volverse. En caso que esto ocurriera, lo que era frecuente, para hacerle retomar la buena dirección el tropero se colocaba detrás del vacuno y tomándole con una mano del tronco de la cola, con la otra abrazaba una pata, la derecha o la izquierda, según la dirección que quisiera imprimirle. Al tener así inmovilizada una pata, forzosamente continuaba remando con la otra y se producía el giro de la res retomando la buena dirección hacia la orilla opuesta.

Emilio Coni en su Historia de las vaquerías en el Río de la Plata relata el hecho de un arreo similar al descripto cuando en el año 1719 el Cabildo de Buenos Aires dispuso efectuar una recogida de 40 a 50 mil cabezas de ganado en la Banda Oriental, para pasarla luego a la orilla porteña. Consultado el asunto con personas entendidas, se le aconsejó que para hacer una recogida de esa magnitud, se necesitaban 150 peones prácticos de campo, 1600 caballos, 10 canoas y 30 peones de Santa Fe, únicos que son baqueanos para el paso de los ríos.

Un arreo semejante llevaba alrededor de siete meses y medio; la recogida propiamente dicha insumía tres meses, luego la tropa se dirigía al río Uruguay, atravesaba todo Entre Ríos para vadear también el Paraná y entrar recién por el norte a la provincia de Buenos Aires. El cruce solamente de los dos grandes ríos por esos inmensos arreos demandaba un mes o mes y medio; allí se destacaban los santafesinos, únicos baqueanos en esa dificilísima tarea.6

En el año 1609 por una Real Cédula se encomendó a Hernandarias juntar 1500 caballos para enviar a Chile, a cargo de cien peones troperos. Hernandarias se esforzó por cumplir con esta disposición haciendo juntar esos yeguarizos en Buenos Aires, Santa Fe y Asunción, pero no logró alcanzar la cifra encomendada. Muchos animales se perdieron en los arreos de concentración de la tropa, sobre todo en los de Asunción a Corrientes y a Santa Fe. Finalmente se reunieron en Tucumán, punto de partida del arreo a Chile, unos 500 yeguarizos. Desde allí salieron en la última etapa del viaje, a las órdenes del Capitán Pedro Martínez de Zavala y los cien troperos contratados.7