El periodismo de la Revolución de Mayo
El periodismo rioplatense
 
 
El periodismo español e hispanoamericano

Con la difusión de la imprenta nació el periodismo, considerándose como tal a publicaciones impresas de aparición periódica. Pasaron así a la historia europea los manuscritos informativos multicopiados, llamados gacetas por el nombre de la moneda que debía oblarse para leerlos, y las Zeintungen, como se denominó en Alemania a las hojas informativas impresas pero no periódicas.

El periodismo arraigó desde mediados del siglo XVII en Europa y por ende en España, de donde pasó a sus dominios americanos a comienzos del XVIII. En la Península predominó inicialmente el de carácter informativo, mas se produjo una variación con la llegada de la dinastía de Borbón, importadora de gustos y costumbres. Por esto, allí coexistieron dos formas periodísticas: el gaceterismo, noticiero, de corte nacional y popular por su forma, y el diarismo literario, aristocratizante, afrancesado por su origen, contenido y perspectiva. Con el tiempo se dio una suerte de simbiosis, combinándose ideas u opiniones con noticias, aderezado esto con la mayor cantidad posible de avisos pagos. Estos y las suscripciones permitían pagar las cuentas de la imprenta y asegurar un decoroso vivir al hombre de prensa.

Publicaciones periodísticas no diarias las hubo en España desde mediados del siglo XVII y en 1758 comenzó a circular Diario de Madrid. Pero un decreto real de 1791 -Revolución Francesa mediante- prohibió que en la Capital hubiera otro periódico aparte del antes mencionado, que no debería incluir en sus páginas ni “versos ni otras especies políticas de cualquier clase”. Pero el decreto autorizaba a las ciudades del Reino a pedir el privilegio de tener periódico propio. Bien debió enterarse de esto Manuel Belgrano porque por entonces se hallaba en España preparándose para poder abogar.

En Hispanoamérica, el primer periódico fue Gaceta de México y Noticia de Nueva España, de 1722. En América del Sur, la primacía correspondió en 1790 al Perú, donde Juan Bausate creó el Diario de Lima.


La Imprenta de Niños Expósitos

El periodismo, tal como se lo definió más arriba, estuvo subordinado a la existencia lugareña de plomos y tórculos, de tipógrafos y de impresores. Como antecedente rioplatense, cabe recordar que la primera imprenta que aquí hubo se construyó, a fines del siglo XVII, en las reducciones guaraníticas. La segunda vino de Italia, comprada por los jesuitas en 1758 para la Universidad de Córdoba. Instalada en el Convictorio de Monserrat, allí quedó arrumbada tras la expulsión de aquellos hasta 1780, en que se la trajo a Buenos Aires por decisión del virrey Vértiz para dar vida a la denominada Imprenta de Niños Expósitos.

De su prensa pronto comenzaron a salir diversos impresos, entre ellos varios noticieros o gacetas, en casi todos los casos de única y efímera edición, sucesores de los noticieros manuscritos, que también aquí los hubo.


Los primeros periódicos

Manuel Belgrano, secretario del Consulado de Buenos Aires, ya convencido de que sus ideas y proyectos de desarrollo no pasarían de la mesa de deliberaciones de la corporación, se decidió a buscar el apoyo de sus compatriotas por medio del periodismo.

Por ello, en el final del siglo XVIII alentó al abogado y coronel extremeño Francisco Antonio Cabello y Mesa -quien permanecía en Buenos Aires porque los amenazantes buques ingleses le impedían marchar a España- para que editase aquí un periódico como ya lo había realizado en Lima. Para decir esto nos basamos en la afirmación, hecha en 1957 por el académico Jorge Adolfo Mitre, de haberle confiado verbalmente su colega Raúl A. Molina que en el Archivo de Indias existían documentos reveladores de que fue Belgrano el autor de la presentación hecha por Cabello y Mesa para crear una Sociedad Patriótica y Literaria, a la que se le anexaría la publicación del periódico Telégrafo Mercantil, Rural, Político, Económico e Historiográfico del Río de la Plata. Hecha la petición pertinente, iniciativa que elogió en su dictamen favorable el regente de la Audiencia, el virrey Gabriel de Avilés concedió a Cabello y Mesa privilegio exclusivo de editar el periódico con la condición de sujetarse a la censura previa del regente de la Audiencia.

El primero y el último número del Telégrafo Mercantil -título abreviado con el que pasó a la historia-, tuvieron por fechas, respectivamente, las del 1° de abril de 1801 y del 15 de octubre de 1802. Inicialmente, fue bisemanario, circulando miércoles y sábados, para pasar desde el 4 de octubre de 1801 a semanario dominical, formado por cuadernillos de 8 a 16 páginas. Su colección comprende 110 números y 4 suplementos, todos impresos, obviamente, en Niños Expósitos. Tuvo por colaboradores más notables a Manuel Belgrano y a Gregorio Funes, cabiendo también nombrar a los poetas Manuel José de Lavardén y Domingo de Azcuénaga, aquél con su Oda al majestuoso río Paraná y este con una media docena de fábulas.

Por su parte, el editor fue autor de unas letrillas satíricas cargadas de groserías y prosaísmos, una de las cuales dio pie al viejo virrey Joaquín del Pino para clausurar el periódico al cerrarle las puertas de la imprenta, drástica medida que liberó al extremeño del acoso financiero que tenía por obra de las muchas deudas y los pocos suscriptores.

Juzgado ahora con espíritu critico, del Telégrafo Mercantil cabe afirmar que muy poco fue lo que logró concretar el editor de sus propósitos iniciales, consistentes, según él, en “hacer un servicio a Dios, el Rey y las Provincias Argentinas” e “impulsar en Buenos Ayres sus argentinos superiores genios”. Quizá lo más trascendente de lo publicado en sus páginas fue la polémica habida entre cuatro lectores -uno de ellos Funes- acerca de la fundación de Buenos Aires, quedando triunfantes quienes renegaban de Mendoza y de 1536 y sostenían a Garay y a 1580.

Tan resuelta estaba la clausura del Telégrafo que en agosto de 1802 se dio permiso, a su pedido, a Hipólito Vieytes, comerciante y amigo de Belgrano, para publicar un periódico con carácter exclusivo.

Semanario de Agricultura, Industria y Comercio tuvo en este criollo a su editor y redactor principal. Similar en su presentación al agonizante Telégrafo, que le dio una bienvenida amistosa, aparecía los miércoles con cuadernillos de ocho páginas, impresos en Niños Expósitos. Su primer número nació el 1° de diciembre de 1802, interrumpió sus ediciones en junio de 1806 al ser invadida la ciudad por los ingleses, reapareció tras la Reconquista el 24 de septiembre siguiente y cesó definitivamente el 11 de febrero de 1807, cuando Vieytes debió cambiar la pluma por la espada para defender a Buenos Aires otra vez amenazada por las tropas de Albión ahora mandadas en jefe por el menguado Whitelocke. Su colección comprende 218 números, un suplemento y dos extraordinarios.

Vieytes y su colaborador Pedro Antonio Cervino escribieron el Semanario con estilo didáctico y prosa concisa, con buenas ideas y propuestas más teóricas que prácticas. Quizá pecaron por exageración quienes consideraron a Vieytes el gran periodista porteño.

Para que esta síntesis no sea incompleta, corresponde señalar que el invasor inglés publicó en Montevideo, desde el 23 de mayo hasta el 4 de julio de 1807, la gaceta bilingüe La Estrella del Sur (The Southern Star) con las características propias del periodismo británico de la época, más ágil y menos uniforme que el hispano. Agreguemos que Gazeta del Gobierno, de vida efímera, fue una publicación oficial dispuesta por el virrey Baltasar Hidalgo de Cisneros para reproducir textos de periódicos peninsulares. Apareció entre el 14 de octubre de 1809 y el 16 de enero siguiente, con una cincuentena de números, para informar acerca de la grave situación por la que pasaba España, con el monarca preso y el territorio invadido por los franceses. Ni uno ni otro -el de los ingleses y el de Cisneros- deben ser considerados expresiones periodísticas locales.

El 3 de marzo de 1810 se editó el primer número de Correo de Comercio, el periódico de Manuel Belgrano, quien dice en su Autobiografía que contó para ello con el decidido aliento de Cisneros. Este semanario de ocho páginas sumó 58 números y 41 suplementos, todos impresos en Niños Expósitos, llevando el último de aquéllos la fecha del 6 de abril de 1811, cuando Belgrano, de retorno del Paraguay, se hallaba en tierra entrerriana y Vieytes, su directo colaborador, era depuesto del cargo de secretario de Gobierno y Guerra de la llamada Junta Grande y desterrado a Lujan.

En Correo, escribió Belgrano, “salieron mis papeles, que no eran otra cosa más que una acusación contra el gobierno español”. Dicho de otra manera, era el alegato contra una monarquía corrupta, circunstancia que llevó a los hispanoamericanos a buscar su independencia por el camino de la revolución. Las sucesivas ediciones iban desde la critica enérgica y valiente hasta ciertas concesiones a las autoridades, procedimiento ambiguo que, según su fundador, contentaba tanto a sus correligionarios como a Cisneros y “cada uno aplicaba el ascua a su sardina”


Gazeta de Buenos-Ayres

Una de las primeras preocupaciones de la Junta Gubernativa formada el 25 de mayo de 1810 fue dar a conocer las noticias relativas a los sucesos políticos que se estaban desarrollando en el Virreinato y fuera de él. Por esto, el 2 de junio ordenó que “salga a luz un nuevo periódico semanal con el título de Gazeta de Buenos-Ayres”, el que “sin tocar los objetos que tan dignamente se desempeñan en el Semanario de Comercio, anuncie al público las noticias exteriores e interiores que deben mirarse con algún interés”. Esto explica por qué el periódico del vocal Belgrano, llamado por el decreto Semanario y no Correo, no incluyó en sus páginas tras el 25 de Mayo información de actualidad alguna, salvo las de carácter comercial, y casi ningún artículo de índole política, como “La libertad de la prensa es la principal base de la ilustración pública”, aparecido en el número del 11 de agosto de 1810. La Orden de la Junta disponía, además, que la Secretaría entregaría las noticias oficiales para su publicación que se considerasen de interés y que “cualesquiera que pueda contribuir con sus luces a la seguridad del acierto” debería hacer llegar sus escritos al vocal Manuel Alberti. Su elección nos permite suponer que en él se quiso depositar la misión de ser censor previo tanto para los temas civiles como para los religiosos, mientras que la orientación política del periódico y la redacción de sus principales artículos en los primeros seis meses de su existencia quedaron a cargo de Mariano Moreno, designado por la Junta uno de sus redactores juntamente con Juan José Castelli y Belgrano. Estimo que fue éste quien propuso que en su primera plana se pusiera el pensamiento de Tácito que dice Rara temporum felicitate, ubi sentire quae velis, et quae sentias dicere licet (Rara felicidad la de los tiempos en que es lícito sentir lo que se quiere y decir lo que se siente). Lo supongo porque este aserto ya había sido estampado en el Telégrafo, cuya paternidad también hemos atribuido a Belgrano.

Vocero oficial del primer gobierno patrio, Gazeta de Buenos-Ayres se publicó los jueves a partir del 7 de junio de 1810, subsistiendo hasta el 12 de septiembre de 1821. Desde febrero de 1811, en que cesó Correo de Comercio, hasta enero de 1812, mes en que surgió El Censor, fue el único periódico editado en Buenos Aires.

Recordemos que a comienzos de 1811, casi juntos se marcharon de este mundo Alberti, de quien todo permite suponer que poco y nada tuvo que ver con el periódico, y Moreno, el cual, aunque su renuncia nunca fue aceptada, se había desvinculado de la Junta en diciembre anterior. Esto determinó que en el periódico lo reemplazara por un trimestre Gregorio Funes, diputado por Córdoba incorporado en ese mes, al que sucedió Pedro José Agrelo hasta octubre de 1811. Ya creado el primer gobierno triunviro, uno de sus secretarios, Bernardino Rivadavia, ordenó publicar en el semanario un texto en el que se decía que como “generalmente se cree que la Gazeta es un periódico ministerial por el que explica el Gobierno sus principios”, corresponderá declarar que “no es el citado periódico más que un papel particular”. Tras Agrelo, fue redactor Vicente Pazos Kanki y poco después se incorporó como corredactor Bernardo Monteagudo, ya liberado de su prisión en Tucumán por orden del Triunvirato, confiándose al primero la edición de los martes y al segundo, la de los viernes, de una Gazeta que había pasado a ser bisemanal. Como esto provocó rivalidad competitiva y fogosas polémicas entre ambos periodistas, el gobierno les comunicó el 3 de abril de 1812 que “ha determinado con fecha de hoy suspender la edición de los periódicos semanales que corrían a cargo de Uds., y que, por cuenta del Estado, sólo se imprimirá una cada día, que se titule Ministerial...”. Del periódico con nuevo nombre fueron sucesivamente redactores Nicolás Herrera y Manuel José García. Con el segundo gobierno triunviro, o sea en octubre de 1812, retomó a serlo Monteagudo, quien se mantuvo hasta la caída en 1815 del director supremo Carlos de Alvear. Sus postreras ediciones se hicieron con el título de Gazeta del Gobierno.

El 29 de abril de ese año, tal como lo disponía el flamante Estatuto Provisional, comenzó a publicarse Gazeta de Buenos-Ayres, periódico semanal, con el primitivo nombre, considerado continuador de los anteriores. Se pensó confiar su redacción a Funes, pero como éste declinó el cargo se le dio al exiliado chileno fray. Camilo José Henríquez, quien lo desempeñó hasta octubre. Algunas de sus ediciones se hicieron en la flamante imprenta de J. M. Gandarillas y Socios, aunque pronto se volvió a Niños Expósitos, recurriéndose más adelante a otros nuevos talleres, como Independencia, Alvarez, Sol y Phoción. A Henríquez lo reemplazaron sucesivamente Julián Alvarez -quien lo hizo hasta abril de 1820-, Bernardo Vélez, por seis meses, y Manuel Antonio de Castro. Suprimida por el gobierno de Martín Rodríguez el 12 de septiembre 1821, su colección está constituida por 590 números, 185 extraordinarios y 53 suplementos.

Antonio Zinny, erudito conocedor del periodismo nacional, dijo de la Gazeta que fue “el periódico de más importancia y que necesariamente tendrá que consultarse para escribir la historia de Sudamérica”, a lo que agregó José Torre Revello que “Era la libertad que luchaba en letras de molde contra todo su pasado”. Lamentablemente, a lo largo de toda su existencia estuvo sujeta a las decisiones de quienes ejercían el gobierno que la editaba y a los vaivenes políticos.


Libertad de prensa

Los hombres de Mayo conocían, sin duda, que en la Francia revolucionaria se habían sentado principios fundamentales acerca de derechos y libertades vinculados con el pensamiento, la imprenta y el periodismo. Por ejemplo, lo expresado en la Declaración de Derechos del Hombre y del Ciudadano: “Ninguna persona podrá ser requerida ni perseguida en razón de los escritos que ella haya hecho imprimir o publicar acerca de cualquier materia que se tratare...”. Como también que en la Constitución de 1791 estaba dicho esto: “Nadie puede ser molestado por sus opiniones, aún religiosas, siempre que la manifestación de las mismas no altere el orden público”; y también lo siguiente “La libre expresión de los pensamientos y de las opiniones es uno de los derechos más preciosos para el hombre. De ahí que todo ciudadano puede hablar, escribir, e imprimir libremente, siempre que responda al abuso de la libertad en los casos que determinan las leyes”.

Constituido el nuevo gobierno en mayo de 1810, desde un primer momento manifestó su respeto por la libertad de pensamiento, pero prohibió la difusión de doctrinas u opiniones contrarias a la nueva situación política. Cabe recordar que el 20 de abril de 1811 publicó un decreto, redactado por Funes, para fijar normas sobre el periodismo. Quedó así reconocido que todas las sociedades o personas individuales tenían libertad de escribir, imprimir y publicar sus ideas políticas sin que debieran someterse previamente a licencia, revisión y aprobación alguna. Para establecer la responsabilidad por posibles abusos que se cometiesen por la prensa, se creaba una Junta Suprema de Censura integrada por dos eclesiásticos y tres laicos, con sede en la Capital. Si bien se mantenía la censura para lo religioso, el decreto mostraba una gran amplitud, aunque cabe señalar que esa libertad proclamada estaba condicionada por el hecho de que la única imprenta existente en el Virreinato -la de Niños Expósitos- era de propiedad estatal.

En medio de la crisis provocada por el enfrentamiento existente entre la Junta ya denominada Conservadora y el Poder Ejecutivo triunviro, éste derogó el decreto dado por aquélla el 20 de abril y el 26 de octubre de 1811 lo reemplazó por otro muy parecido, muy probablemente a instancias de su secretario Rivadavia. El nuevo instrumento, que en muy poco difería del anterior, afirmaba que el gobierno deseaba devolver a los pueblos americanos, mediante la libertad política de la imprenta, la facultad de difundir sus ideas “que le había quitado un envejecido abuso de poder”. El artículo 1° decía: “Todo hombre puede publicar sus ideas libremente, y sin previa censura”, mientras que el 2° afirmaba que “el abuso de esta libertad es un crimen”. Para juzgarlo, se creaba la Junta Protectora de la Libertad de Impresta -nombre que impresionaba mejor que el fijado en el decreto de abril-, formada por nueve miembros. Señalemos que el artículo 8° disponía que “las obras que tratan de Religión no pueden imprimirse sin previa censura del Eclesiástico”, agregándose esta restricción realmente singular “En caso de reclamación, se reverá la obra por el mismo diocesano, asociado de cuatro individuos de la Junta Protectora y la pluralidad de votos hará sentencia irrevocable”.

Este decreto fue incluido en el Estatuto Provisional dado por la Junta de Observación en 1815 y aprobado en noviembre de 1816 por el Congreso todavía reunido en San Miguel del Tucumán.


El Censor

Apenas desaparecida la Gazeta de los martes, surgió un semanario fundado por el redactor de aquélla, Vicente Pazos Silva o Pazos Kanki, el aymará que, despojado de su sotana, casado con una inglesa y alejado de la fe cristiana, decía ser morenista y preconizaba una tolerancia política que no había puesto de manifiesto al enfrentarse con Monteagudo. A tal extremo había llegado el apasionamiento, que el postrer número dirigido por Pazos, el del 31 de diciembre de 1811, mereció ser quemado públicamente por un militar.

Volvió de inmediato al ruedo periodístico confiando seguramente en las garantías dadas por el decreto de libertad de prensa y opinión vigente. Lo hizo con El Censor, que vio la luz el martes 7 de enero de 1812, compuesto con características gráficas y tipográficas similares a las de Gazeta y un verso de Virgilio por lema. Como el enfrentamiento con Monteagudo prosiguió, cada uno atrincherado en su periódico, el gobierno -quizá en vista de la próxima reunión de los diputados de los pueblos- le puso fin el 3 de abril de 1812 al disponer por decreto la suspensión (en realidad, supresión) de Gazeta y de El Censor, cesando ambos periodistas en la percepción de sus respectivos sueldos, “sin perjuicio de continuar, si gustan, ilustrando al público”. Dicho esto con mucho de humorada, porque poco podrían hacer uno y otro para enfrentar sin estipendio al regente de Niños Expósitos.

La menguada colección de El Censor consta de 12 números -el postrero llevó fecha del 24 de marzo-, 5 suplementos y 2 bandos.


Mártir o Libre

Monteagudo tampoco se resignó a quedar sin periódico al suprimirse su Gazeta. Quizá por estar en conocimiento de lo que se iba a disponer, el limes 29 de marzo publicó el primer número de Mártir o Libre, título tan vibrante como la frase de Cicerón transcripta en la primera plana. Francamente opositor a los triunviros, en su prospecto de propaganda aludía al espíritu tiránico de los gobernantes y afirmaba que los males consecuentes serían reparados por la Sociedad Patriótica, cuya reorganización estaba en marcha.

Los ardorosos alegatos hechos por Monteagudo en su periódico no parecen haber tenido mucho eco en la sociedad, desde el momento que Mártir o Libre debió cesar al no poder solventar los gastos hechos en la Imprenta de Niños Expósitos. La pluma del redactor quedó claramente patentizada en “Ensayo sobre la revolución del Río de la Plata desde el 25 de mayo de 1809, artículo reproducido en el postrer ejemplar de su periódico, que, paradojalmente, lleva por fecha 25 de mayo de 1812. La colección tiene 9 números, con un total de 72 páginas más las 16 del prospecto.


El Grito del Sud

“Se dará un pliego todos los martes de cada semana, empezando por el martes 16 de julio, y se recibirá la suscripción para dentro y fuera de esta Capital, por don Juan Manuel Cano, en la Imprenta de Niños Expósitos”. Así se enunció la próxima publicación de El Grito del Sud, periódico de la Sociedad Patriótica Literaria de Buenos Aires. Según unos, su director habría sido Francisco José Planes, quien presidía la Sociedad al editarse el primer número; según otros, Monteagudo, que lo sucedió en el cargo. Uno de sus redactores fue Manuel Moreno, hermano de Mariano. “El tema de la esclavitud y el de la libertad, con anatemas para la primera y loas efusivas para la segunda -escribió Guillermo Furlong SJ en 1961- llenan las páginas de El Grito, y si hoy nos resultan peroratas demagógicas o exabruptos excesivos, tal vez en la época en que fueron estampados pudieron contribuir a cimentar la naciente patria argentina”.


Número a número, fueron aumentando las instancias en favor de la declaración de la independencia nacional, lo que se explica por la próxima inauguración de la Asamblea General Constituyente y lo postulado por la Logia Lautaro por medio de su vocero externo, o sea la Sociedad Patriótica. Aunque simples, son expresivos los primeros versos de una Marcha Patriótica publicada en el número 2:

“La América tiene

ya echada su cuenta

sobre si a la España

debe estar sujeta.

Esta lo pretende

aquella lo niega

porque dice que es

tan libre como ella.

Si somos hermanos

como se confiesa

vivamos unidos

mas sin dependencia.

A nada conduce

la obediencia ciega

que pretende España

se le dé por fuerza.

Es una injusticia

semejante a aquella

de que España hasta ahora

tanto se lamenta.

Si el corso es injusto

no lo es menos ella

pues ambos usurpan

posesión ajena”.

La colección de El Grito del Sud -que retomó por lema la frase de Tácito reproducida en Gazeta- consta de un prospecto y 30 números, con un total de 220 páginas. Aunque dicho prospecto anunciaba la aparición del periódico para el 16 de julio, el primer número de El Grito del Sud se publicó dos días antes, o sea el 14, si bien por error el ejemplar impreso llevó fecha del martes 14 de enero de 1812. Esto se enmendó en el No. 2, en cuya portada se lee El Grito del Sud -Buenos-Ayres- Del martes 21 de julio de 1812, seguido esto de la frase del historiador romano. El postrer número de este periódico, o sea el 30, tuvo por fecha 2 de febrero de 1813.


El Redactor de la Asamblea

Tras la inauguración de la Asamblea General Constituyente, el 27 de febrero de 1813 se publicó el primer número de un semanario sabatino de carácter oficial para informar, casi con las características propias de un Diario de Sesiones, acerca de las decisiones de aquélla, de sus decretos y de los debates, además de reproducir documentos de valor histórico. Se encomendó su dirección a Cayetano Rodríguez, diputado por Buenos Aires. A este sacerdote franciscano se debió seguramente la elección de la frase ciceroniana puesta, debajo del título, en la primera plana: In posterum Haex Lexos Imperatibus Vestris Constituetur.

El primer número, impreso en Niños Expósitos, se abrió con un artículo que, entre otros conceptos, expresaba éstos: “Nada es tan incompatible con el espíritu de libertad como la reserva y el misterio en que fundan los déspotas la dignidad de sus decretos (...) la Asamblea Constituyente ha querido desde su instalación celebrar en público sus sesiones, y enunciar su resultado a todas las provincias por medio de este periódico, que se publicará los sábados de cada semana”. La primera entrega se completaba con la crónica de la inauguración del cuerpo, realizada el 31 de enero, y de las sesiones del 2 y 3 de febrero. El último número se fechó el lunes 30 de enero de 1815 e incluyó el texto del Manifiesto aprobado en la sesión del 26 anterior, destinado a animar a los pueblos tras los fracasos militares recientes producidos en Chile y en el Alto Perú a manos de los soldados del virrey del Perú.

La colección comprende 24 números, publicados hasta el número 19 los sábados y después, los domingos, lunes -como ocurrió con el postrero- o martes.


El Independiente

El primer periódico que llevó por título El Independiente comenzó a publicarse por la Imprenta del Estado el 10 de enero de 1815 y cesó el 11 de abril siguiente, por los días en que fue depuesto el director supremo Carlos de Alvear. Aparecía los martes con este pensamiento de Horacio por lema: Eripe Turpi / Colla Jugo, Liber Sum, Dic Age. Su colección comprende un prospecto y 13 números, el último impreso en Niños Expósitos. Si bien se dijo y repitió por varios que su editor fue Monteagudo, según Guillermo Furlong SJ lo era Manuel Moreno, quien, por otra parte, nunca llegó a percibir los honorarios pactados con el Gobierno, a cuyo cargo debían estar también los gastos de imprenta

Tema constante de este periódico fue, tal como lo sugiriera desde Londres el ministro Manuel de Sarratea, criticar la política de Fernando VII para con los americanos y comentar los peligros que provocaría la llegada de la expedición realista (o española) que se proyectaba enviar desde la Península. De carácter eminentemente político, también reproducía noticias de diarios extranjeros y documentos oficiales.


Observaciones acerca de algunos sucesos útiles

Este periódico tuvo por redactor al sacerdote chileno exiliado fray Camilo José Henríquez, apareció el 31 de mayo de 1815 y cesó en septiembre siguiente. Su colección consta de cuatro números.

Escrito con el lenguaje propio del neoclasicismo español del siglo XVIII, incluyó en su primer número un artículo sobre Libertad Civil que comenzaba así: “Desde la ruina de la República Romana se perdieron entre los hombres hasta la memoria de la Libertad Civil. Toda la duración del Imperio Romano, exceptuando el reinado de los Antoninos, fue una época de servidumbre bajo un gobierno militar. La obra del despotismo se consumó con el letargo de la especie humana en los siglos tenebrosos con el esclarecimiento de una perfecta tiranía militar o feudal...”.

Sus pocos números fueron impresos ya en Gandarillas, ya en Niños Expósitos.


La Prensa Argentina

Antonio José Valdez fue el redactor de La Prensa Argentina, semanario que aparecía los martes con secciones dedicadas a Política, Variedades, Comercio, Anuncios e Impresos, con amplia información, además, sobre movimiento naviero. El prospecto anunciador se editó el martes 5 de septiembre de 1815 y el primer número, el 12 siguiente. Subsistió hasta el 12 de noviembre de 1816, tuvo por colaborador a Hipólito de Villegas y se imprimió en Gandarillas. Su colección abarca el prospecto -que incluyó un soneto sobre el próximo congreso- y 61 números.


El Censor

Como ya se dijo, el Estatuto de 1815 dispuso que se publicasen dos periódicos semanales, retomando cada uno de ellos los antiguos títulos de Gazeta de Buenos-Ayres y El Censor. Este, pagado por el Cabildo, debía encargarse “a un sujeto de instrucción y talento”. El primer elegido fue Valdez, quien, tras dejar fenecer a La Prensa Argentina, lo redactó hasta el 7 de febrero de 1817, en que lo sucedió fray Henríquez. Subsistió hasta el 12 de noviembre de 1818. Se publicó los jueves hasta el 19 de marzo de 1818, para hacerlo después los sábados. Su colección comprende 177 números, impresos sucesivamente por Gandarillas, El Sol y Niños Expósitos.


La Crónica Argentina

El 30 de agosto de 1816 comenzó a publicarse La Crónica Argentina ostentando el número 13 porque su redactor, Pazos Kanki, lo consideró continuador de El Censor, editado por él en 1812 hasta que lo suprimió el gobierno triunviro. Fue un periódico político y noticioso, con artículos interesantes como los dedicados a la jura de la Independencia, hecha en la Plaza de la Victoria, y a la libertad de imprenta. En este último se pedía que la libertad de escribir fuera “paladín de la libertad civil del ciudadano, centinela perpetuo de sus derechos, guardián de la sana moral, azote de la corrupción y escollo del fraude y arbitrariedad”.

Cesó al ser desterrados Pazos, Moreno y Pedro José Agrelo por el director supremo Pueyrredón. Hecho por la Imprenta del Sol -que el antiguo clérigo había comprado en Londres con dinero de Sarratea-, su colección consta de 27 números. Tuvo conjuntamente dos lemas, ambos en latín.


Los Amigos de la Patria y de la Juventud

A poco de llegar al país y obtener la ciudadanía, el valenciano Felipe Senillosa editó, por la Imprenta de Gandarillas, el periódico Los Amigos de la Patria y de la Juventud, de vida efímera porque no pasó del número 6 y de resonante fracaso financiero. Su anuncio decía: “Este periódico saldrá mensualmente. Su objeto será el proponer y discutir cuanto puede ser conducente a la pública instrucción...”. Al pie de la Advertencia se incluyó este Nota: “Se observará que en el curso de la obra faltan mucho acentos. Consiste en que la imprenta está escasa de ellos”.

El número 1 apareció el 18 de noviembre de 1815 y el postrero, el 6 de mayo de 1816. Este incluyó la Oda de una Madre a su Hija, cuya última estrofa decía: “Que yo de Dios espero/ El que serás mañana/ La honra de tus padres/ La gloria de tu patria”.


El Redactor del Congreso Nacional

Periódico informativo de lo tratado y decidido por el Congreso de las Provincias Unidas, reunido inicialmente en San Miguel del Tucumán y después en Buenos Aires, tuvo primeramente por redactor a Cayetano Rodríguez, diputado por Buenos Aires, y después a Gregorio Funes, que lo era por Córdoba. Apareció el 1º de mayo de 1816 y concluyó el 28 de enero de 1820, cuando estaban por librarse la batalla de Cepeda y extinguirse casi juntos la asamblea y el régimen directorial.

Su colección se compone de 52 números, un extraordinario y dos suplementos, editados, según los tiempos, en las imprentas de Niños Expósitos, Gandarillas y Socios, Benavente y Cía., y de la Independencia.


El Observador Americano

Redactado por el salteño Manuel Antonio de Castro, El Observador Americano se publicaba los lunes por la Imprenta del Sol. Su primer número apareció el 19 de agosto de 1816, ostentando por lema una frase de Lucrecio, y el último, el 4 de noviembre siguiente. La colección comprende un prospecto y doce números. Fue un periódico dedicado a la política, la jurisprudencia y la educación de la mujer, siendo el conjunto acompañado por noticias generales.


El Independiente

Extinguido el primer El Independiente, el 15 de septiembre de 1816 apareció otro periódico de igual título que tuvo por redactor a Pedro José Agrelo. Su vida fue apenas un poco más extensa que la de su predecesor, ya que su colección abarca 17 números, publicados los domingos por la Imprenta de la Independencia. Circuló por primera vez el 15 de septiembre de 1816 y por última, el 5 de enero de 1817. Casi todos sus artículos estuvieron destinados a criticar los actos gubernativos.


El Desengaño

Bartolomé Doroteo Muñoz, nacido en Madrid, llego siendo niño en 1776, al Río de la Plata y aquí recibió el orden sacerdotal. En septiembre de 1816 publicó el folleto Día de Buenos-Ayres, que contenía una crónica prolija de la Jura de la Independencia Nacional realizada el 13 de ese mes. El 23 de octubre del siguiente inició la edición del periódico El Desengaño, cuyo último ejemplar llevó fecha del 25 de diciembre de 1816.

Su colección abarca 11 números, salidos de la Imprenta de la Independencia. Muñoz reproducía en su periódico los partes dirigidos por los jefes realistas a sus superiores, lo que permitía conocer el desaliento que experimentaban al comprobar que los americanos no cedían en la defensa de su libertad.


Al Avisador Patriota y Mercantil de Baltimore

Para rebatir las opiniones sobre el gobierno de Gervasio Antonio Posadas publicadas en Baltimore por los desterrados Agrelo, Moreno y Pazos Kanki, en septiembre de 1817 se editó un semanario con el curioso título del epígrafe. Dirigido por quien se ocultaba merced al seudónimo Un ciudadano de Buenos Aires, el historiador Antonio Zinny considera que ese redactor anónimo fue Pedro Feliciano Sáenz de Cavia, si bien Posadas creyó serlo el porteño Julián Alvarez. Impresos sus cuatro números en Niños Expósitos, el primero apareció el martes 2 de septiembre de 1817 y el último, el lunes 29 de ese mes.


El Independiente del Sud

Para apoyar a los chilenos carrerinos exiliados en Buenos Aires, Carlos Robert, con la cooperación de Juan Lagresse, ambos franceses, inició el domingo 29 de marzo de 1818 la edición del periódico El Independiente del Sud, el primero que presentó en dos columnas paralelas un texto escrito a la vez en castellano y en francés. Ambos periodistas fueron poco después considerados conspiradores y fusilados. En su último número, del domingo 17 de mayo, se dijo que el redactor era Rosario de Connant y el impresor, Guillermo Cooke. La colección consta de seis números, salidos de la Imprenta de la Independencia.


El Abogado Nacional

Agrelo redactó el bimensuario El Abogado Nacional, impreso en Niños Expósitos, cuyo primer número tiene fecha del 15 de octubre de 1816 y el postrero, del 1º de mayo de 1819. Se mostró opositor a Pueyrredón y partidario de la libre opinión en cuanto a formas de gobierno. Campeó en favor de José de San Martín cuando éste fue atacado por el meticuloso militar francés Brayer.


El Americano

Su colección está formada por un prospecto, 46 números y un suplemento al No. 27, todos impresos por Alvarez. Según Zinny, lo redactaban Cavia y Santiago Vázquez; según Juan Canter, sólo aquél. Publicado los viernes, defendía el sistema unitario de gobierno y daba mucho espacio a los asuntos políticos, sin mezquinarlo a los culturales y económicos. Vio la luz el 2 de abril de 1819 y sucumbió el 11 de febrero de 1820, tras el derrumbe del régimen directorial al que defendía.

Fue este el último periódico aparecido en el lapso en que hubo un gobierno nacional o que se consideraba tal. Inmediatamente, se inició la etapa de la prensa propia de la Provincia de Buenos Aires, que tuvo entre sus primeros y más recordados periodistas a Francisco de Paula Castañeda, el fraile de la santa furia.