Grupos Políticos en la Revolución de Mayo
La representación de los grupos en la segunda Junta
 
 

De inmediato se elabora la lista de los integrantes de la nueva Corporación, que se presenta en la mañana del 25 al Cabildo y que éste se ve obligado a proclamar.


Encabezaba la nómina el coronel Cornelio Saavedra como Presidente y Comandante General de Armas, seguido por el Dr. D. Juan José Castelli como primer vocal; licenciado D. Manuel Belgrano, segundo vocal; D. Miguel Azcuénaga, tercer vocal; D. Manuel Alberti, cura de San Nicolás, cuarto vocal; D. Domingo Matheu, quinto vocal; D. Juan Larrea, sexto vocal; D. Juan José Paso, primer secretario y D. Mariano Moreno, segundo secretario. Como se ve, había en la Junta del 25 un orden de prelación, generalmente omitido, que era sin embargo de gran importancia, sobre todo en aquella época en que mucho se valoraba el protocolo. Habitualmente se menciona a Saavedra en primer término y seguidamente a los secretarios, comenzando por Moreno, con lo cual se pretende llevar a éste, ficticiamente, a un primer plano que no tuvo en ningún momento en aquellos acontecimientos.


Es importante señalar, asimismo, que este ordenamiento se mantiene en todos los documentos suscriptos a partir de entonces por los miembros de la Junta, inclusive después del famoso decreto de supresión de honores, del 6 de diciembre de 1810, por el cual se establecía la absoluta igualdad entre el presidente y los vocales, sin más diferencia que el orden numérico y gradual de los asientos.


Por la tarde, en la Sala Capitular, los electos juraron desempeñar lealmente el cargo y conservar íntegra esta parte de América al Augusto Soberano, el señor Don Fernando Séptimo y sus legítimos sucesores, y guardar puntualmente las leyes del Reino.


En este lugar se plantea un interrogante, ¿dónde y cómo se elaboró esta lista? ¿Por qué se escogieron éstos y no otros nombres para integrarla? Como dice Groussac: “No es admisible en grado alguno que los organizadores de un movimiento, cuyo único objeto era la erección de una junta gubernativa, discutieron durante toda una noche de invierno sin entrar a tratar el asunto que los reunía, dejando que una “inspiración de lo alto” iluminase al chispero Beruti. Y menos aún, si cabe, que al día siguiente en el momento de presentarla ante el Ayuntamiento los delegados que iban (mientras los jefes estaban tomando mate en casa de Azcuénaga) a imponer la voluntad del pueblo, ignorasen completamente en qué dicha voluntad consistía; —hasta que el iluminado Beruti “tomó una pluma y definió la situación” 93.


Lo que se sabe positivamente, según lo ha expuesto Marfany en dos importantes trabajos, es que la llamada “Petición del pueblo”, que contiene la lista, fue escrita por el subteniente Nicolás Pombo de Otero, oficial del segundo batallón de Patricios, sobrino de Hipólito Vieytes, Tomás Guido afirma que el comité revolucionario se aplicó a buscar nombres ya avanzada la noche del 24. “Se aproximaba el alba —escribe— sin que aún se hubiese convenido sobre los elegidos” 94. Es evidente que la composición fue laboriosa. “La noche del 24 se desarrolla gran actitividad —dice Canter—, inquietudes y alarmas han cundido. En casa de Rodríguez Peña se efectúa la gran reunión, en la cual se llega a la transacción y la lista de la Junta es compuesta con satisfacción de todos los grupos”95. Pero luego yerra en cuanto a la razón de la incorporación de cada uno de los miembros. Sobre este punto nada se sabe en concreto, nadie ha dejado suficientes razones. Sólo pueden tejerse suposiciones.


Zorraquín Becú, en su trabajo —varias veces citado— sobre los grupos sociales, se aproxima bastante a la tesis que nosotros vamos a exponer. “La elección de la primera Junta —expresa— se hizo a la vez sobre bases corporativas o profesionales y teniendo en consideración, sobre todo, su pertenencia a grupos políticos que aspiraban a un cambio fundamental. Saavedra y Azcuénaga eran militares y ocupaban un elevado rango en la sociedad porteña; Castelli, Belgrano, Paso y Moreno integraban el sector de los intelectuales jóvenes imbuidos del espíritu de la Ilustración; Alberti llegó en representación del clero; Larrea y Matheu en nombre del comercio; Saavedra era el jefe indiscutido de los revolucionarios criollos agrupados en el ejército; Belgrano y Castelli dirigían el grupo carlotista que luego se unió a los militares a raíz de los acontecimientos de 1809; y por último Moreno, Larrea y Matheu habían participado en el movimiento del 1° de enero de 1809 y no en los preparativos de la revolución, pero fueron también incorporados a la Junta teniendo sin duda en cuenta sus antecedentes y la conveniencia de obtener el apoyo de todos los sectores que se oponían a Napoleón, a la Regencia y a Cisneros, y que en cambio buscaban la amistad con Inglaterra y la formación de un gobierno propio 96.


En esta explicación, no obstante su clarividencia, hay lagunas ostensibles y razones poco aceptables. Veamos: Sobre el nombramiento de Saavedra como cabeza del nuevo Gobierno, no caben mayores consideraciones. Resulta evidente su primacía tanto en la elaboración como en la ejecución del movimiento en su carácter de jefe del grupo más fuerte y mayoritario. No en vano, Vélez Sarsfield, en 1857, lo proclamaba “el autor de la gran Revolución de Mayo, título que hoy nadie le disputa”, y Juan Bautista Alberdi, en su Crónica Dramática de la Revolución de Mayo, le llamaba por boca de Larrea “el primero, el más fuerte, el que preside el único cuerpo capaz de realizar el movimiento revolucionario” y por boca de Chiclana el “decidido campeón de la causa americana”. Solamente la falsificación sistemática y oficializada de nuestra historia, unida a la ígnora credulidad de buen número de nuestros maestros normales ha podido mantener durante tanto tiempo una cortina de humo sobre la figura prócer de Saavedra.


Tampoco puede ofrecer dudas la inclusión de Castelli en el segundo lugar de la Junta. Fue el conductor del grupo carlotino y no es necesario repetir sus méritos, acumulados a todo lo largo del proceso que llevó al estallido revolucionario. En un documento de la época, publicado en Londres en el periódico “Star”, se lo describe de esta manera: “Don Juan José Castelli, doctor en derecho, hombre de mucho mérito, es uno de los principales autores de esta importante revolución. Ocupa el segundo puesto en la Junta97. Y en otro periódico, el “Córrelo Brasiliense”, también de la época, se dice: “En cuanto a Buenos Aires nos informan que tuvo una parte principal en la Revolución D. Juan José Castelli, un abogado y hombre de talentos que ocupa ahora el segundo lugar en la Junta98.


El nombre de Belgrano, que aparece en tercer término, aunque se explica perfectamente por su estrecho contacto con su primo Castelli, a través de todo el proceso revolucionario, no parece haberse incluido con su previo consentimiento, como lo prueban estas palabras, que él mismo registra en sus Memorias: “Se vencieron al fin todas las dificultades que más presentaba el estado de mis paisanos que otra cosa, y aunque no siguió la cosa por el rumbo que me había propuesto, apareció una Junta de la que yo era vocal, sin saber cómo ni por dónde...”99.


En cuanto a Ascuénaga, que sigue en orden de importancia en la Junta, no se comprende claramente la razón de su inclusión. El propio Saavedra lo ha dejado expuesto con estas palabras: “Azcuénaga ¿qué ha hecho en toda su vida con respecto a nuestra libertad?”100. En verdad es preciso admitir que había estado ausente de todo el ajetreo revolucionario, pero en opinión de Groussac “... ausente el presente, el honrado Azcuénaga era designado por su calidad de jefe veterano y su posición social101. En efecto, era en ese entonces Comandante de milicias provinciales de infantería y pertenecía a una familia de arraigo de la aristocracia porteña. Así también lo confirma Canter: “Azcuénaga integra la lista por su arraigo y respetabilidad” 102. Y probablemente sea ésta la auténtica razón. La Junta, aunque choque decirlo, estaba integrada en su absoluta mayoría por advenedizos en la sociedad del Río de la Plata. Era el triunfo de una burguesía ascendente, que reclamaba el poder político, como complemento del poder económico y social que ya ostentaba. Hay que comprender que hasta los españoles integrantes del grupo revolucionario de álzaga eran recién venidos de la Península: gallegos, vizcaínos y catalanes llegados a fines del siglo XVIII o principios del XIX; Larrea, por ejemplo, llegó a Buenos Aires en 1803. Todo esto no quiere decir que Azcuénaga se hubiera mantenido totalmente alejado de la conspiración, pero es evidente que no pasó de un oscuro segundo plano. “El coronel Azcuénaga, una de las más respetables figuras del partido conciliador —escribe Corbellini— cuya casa estaba ubicada frente a la Plaza de la Victoria, en la vereda de la Catedral, daba acogida a los cabecillas revolucionarios”103. Y otro testimonio recoge esta expresión que desconcierta: “Azcuénaga es el mayor enemigo que pueden tener los europeos”104.


El quinto lugar le correspondió a Alberti, “sacerdote bien considerado, pero sin ninguna gravitación”, dice Canter, y agrega: “Su incorporación a la Junta se debió a la vejez de Juan Nepomuceno Sola, lo que no impidió que muriera poco después y antes del viejo y prestigioso cura de la iglesia de Montserrat''105.


Quizá la razón de la inclusión de Azcnénaga y Alberti en la Junta deba atribuirse en parte al hecho de que ambos habían votado en el Cabildo del 22 con el partido conciliador, aunque para los sucesos del 25, ya no nos parece una causa de peso.


Larrea y Matheu fueron los últimos vocales incluidos, europeos los dos, y antiguos partidarios de Alzaga, lo cual haya influido probablemente en su designación, sobre todo si se tiene presente que no participaron en los escarceos revolucionarios. Ambos eran económicamente poderosos y Larrea, como se ha dicho, fue el banquero de la Revolución. Un documento de la época, nos trae una referencia que nos desorienta en parte: “...a quedado el Pueblo muí disgustado por los suguetos que han metido en la junta, los dos comerciantes que han metido que son Mateu y Larrea son de su partido” (del Virrey) 106. En verdad no creemos que lo fueran. Pertenecían como queda dicho al grupo de álzaga, aunque, como ocurrió con el caso de Moreno, una vez incorporados a la Junta, se desentendieron rápidamente de su antiguo jefe, adscribiéndose al grupo, que acéfalo de Castelli, comenzó a seguir a Moreno.


En cuanto a los dos secretarios: Paso entró por el grupo de Castelli, y sobre todo por su brillante actuación en la Asamblea del 22; y Moreno, por el grupo de álzaga, como vemos pródigamente representado, a pesar de no haber estado presente en forma activa en los últimos acontecimientos. Moreno tenía estrecha amistad con álzaga, a quien protegió ostensiblemente durante su permanencia en la Junta 107.


No obstante, el nombre de Moreno, que para nosotros aparece incluido por la causa que apuntamos, ha ofrecido lugar a diversas conjeturas. Ricardo Levene, por ejemplo, afirma lo siguiente: “En cuanto al nombre de Moreno —aparte de su reputación como letrado y autor de la Representación de los Hacendados existen documentos que permiten afirmar que los ingleses tuvieron intervención en los sucesos del 25 de Mayo, circunstancia que acaso haya incidido favorablemente con respecto a la personalidad de Moreno108. El dato es sugerente, pero Levene no da referencia exacta de los documentos a que alude.


A su vez, Carlos Roberts lo llama “excelente abogado del comercio inglés y patriota de última hora”, y también “el primero de una larga lista de grandes abogados argentinos que han representado profesionalmente, hasta el día de hoy, los importantes capitales e intereses comerciales ingleses109.


Por otra parte, son conocidas las palabras de su hermano Manuel, acerca de su designación en la Junta: “Sería una injusticia creer que el doctor Moreno tomó una parte activa en la revolución de su país, sin un examen serio de las causas que la producían. Sus escritos, sus avisos y sus conversaciones habían excitado la vigilancia de los patriotas; pero ilustrando a sus conciudadanos, jamás intentó inquietar su espíritu, o promover la rebelión. Distante como estaba, de aspirar a elevación alguna, que por carácter aborrecía, nunca sospechó que el pueblo lo sacaría de su retiro, para honrarlo con su confianza”. “Muchas horas hacía que estaba nombrado secretario de la nueva Junta, y aún estaba totalmente ignorante de ello, entretenido en casa de un amigo en conversaciones indiferentes. Al cabo de mucho tiempo, en que yo mismo lo había buscado para avisarle lo ocurrido, lo vi entrar en su casa, envuelto en mil meditaciones, sobre si debía o no aceptar su nombramiento. La legitimidad de los procedimientos públicos que acababan de suceder; lo serio de las funciones que se le encomendaban... eran otras tantas cuestiones que ocupaban su reflexión... Me decía: El sosiego que he disfrutado hasta aquí, en medio de mi familia y de mis libros, será interrumpido”110.


Y es más, en una carta anónima publicada en la Gaceta Mercantil en 1826, se decía: “¿Y sabéis, Ciudadanos, que el Moreno que creíais motor de la independencia de América, hizo su protesta ante la Audiencia por acto violento en su nombramiento?”111.


Corbellini, a su vez, desliza otra opinión que es menester citar: “La presencia del doctor Valle (tío de Moreno) en estos conciliábulos [se refiere a las reuniones prerrevolucionarias] puede contribuir a explicar la inserción de Mariano Moreno en la Primera Junta, a pesar de sus vacilaciones y de su borrosa actuación durante la Semana de Mayo” 112.


Es importante señalar que Paso y Moreno ocupaban los últimos lugares en la Junta, tanto es así, que no se les confirió voto al momento de la erección de la misma, aunque —como expresa Manuel Moreno— “... inmediatamente fue conocida la necesidad de variar en esta parte la primera institución, y se declaro debían tener la misma voz en los asuntos que los demás miembros'' 113.


No creemos que todo lo dicho pueda ser peyorativo para la figura de Moreno, sino que sólo importa precisar su verdadera ubicación en estos acontecimientos. Si se ha seguido hasta aquí con atención la constitución y evolución de los grupos políticos revolucionarios, se comprenderá claramente el porqué de esta ubicación de Moreno. Las figuras sobresalientes y promotoras de los sucesos, fueron Saavedra y Castelli. Moreno estaba comprometido con álzaga y no intervino activamente en los sucesos de 1810, porque guardaba lealtad a su grupo 114. álzaga estaba preso, y como hemos visto, no quiso salir de la prisión al ser invitado por los patricios, aunque poco después de instalada la Junta, fue puesto en libertad. álzaga en esta ocasión no se sentía dueño de los acontecimientos y no quiso participar, por lo menos directamente; además consideraba a Saavedra, jefe de la Revolución, como uno de sus más encarnizados enemigos. Pero probablemente al ser consultado acerca de cuál de los miembros de su grupo podía integrar la Junta, sugirió el nombre de Moreno, el más talentoso de los americanos que lo seguían.


Moreno se incorporó al nuevo gobierno y rápidamente por afinidad intelectual se asoció al grupo de Castelli, que era el de los jóvenes ilustrados. “El Dr. Castelli —dice Ignacio Núñez— contaba 43 años de edad en Mayo de 1810, doce años más que el Dr. Moreno, a quien sin embargo tributaba toda la consideración que merecían los talentos de este joven, talentos que él era más capaz que ninguno de apreciar, talentos en fin que rivalizaban en este país, distinguiéndose los del Dr. Moreno con la pluma, y los del Dr. Castelli con la palabra” El ulterior alejamiento de Castelli rumbo al Alto Perú, y el de Belgrano hacia el Paraguay, vino a dar a Moreno la primacía y conducción del antiguo grupo earlotino, ahora prendado de sus singulares condiciones. De ahí en más la enconada lucha entre morenistas y saavedristas, que recogen nuestros manuales al uso.