Los caudillos y el federalismo argentino
Su acción como gobernante ante el problema indígena
 
 

Es verdad que en algunas ocasiones, el general López tuvo que ejercer acción militar muy severa contra algún sector de determinadas parcialidades indígenas santafesinas, especialmente sobre las del Norte, aunque las del Sur (línea frontera de Melincué) también eran muy bravías y en uno de los entreveros con estas, en ocasión de defensa y seguridad de la zona del Rosario, el caudillo salvó milagrosamente su vida. En general, los caudillos argentinos preferían parlamentar, respetar, y reducir a los indígenas a un estado de vida doméstica, ordenada, productiva y de contenido cristiano. Pero como decíamos, existieron algunos levantamientos por parte de hábiles e intrigantes dirigentes indígenas que hicieron temblar las estructuras existenciales de la provincia. Tal el caso de la terrible acción sanguinaria encabezada y dirigida por el indio Juan Porteño. Ante circunstancias como éstas tanto las tropas santafesinas como el paisanaje decidieron dar un escarmiento terminante, que sin lugar a dudas finalizó en una derrota indígena con su consiguiente saldo de destrucción y muerte. 29


Pero lo destacable y rescatable del Brigadier López frente al indio, es que su política esencial no fue perseguirlo y destruirlo sino integrarlo, y es así que importantes poblaciones santafesinas actuales como San Jerónimo del Sauce y Santa Rosa de Calchines son fruto de la política de captación e integración pacífica del Gobernador López, ya que esas poblaciones fueron inicialmente reducciones organizadas por acción directa del gobernador. Veamos el caso de los indios de San Javier, la famosa ex-Misión jesuítica del norte santafesino. Expulsados los hijos de San Ignacio de Loyola por el rey Carlos III en 1767, estas florecientes y prósperas reducciones indígenas se perdieron, volviendo los indios en alto grado a su estado primitivo. Hacia 1832 estos indios de septentrión causaron grandes daños con sus terribles malones. El Gobernador López no quedó a salvo de la crítica de sus conciudadanos por no haberles hecho una guerra ofensiva.


Ante ello López reaccionó, pero más que militarmente se dispuso a poner en práctica los viejos métodos de acción de franciscanos y jesuitas, más valía para él y la comunidad —como solución perdurable— una acción definitiva y honorablemente pacífica que estar siempre resolviendo la cuestión con sables, lanzas y tercerolas. Daremos un ejemplo narrado por un contemporáneo suyo, el del cronista Urbano de Iriondo, quien en sus Apuntes para la historia de Santa Fe, nos dice: "...el gobernador López sospechó que los indios de San Javier se habían de reunir en la Semana Santa —como era costumbre desde los tiempos jesuíticos—, en su preferido pueblo de antaño a celebrar sus funciones piadosas en la capilla que todavía existía y buena. En efecto, así sucedió, y en la mañana del Viernes Santo de 1834, los sorprendió descuidados; aunque muchos huyeron, los más con las chinas ganaron la iglesia y pusieron en la puerta los Santos que allí había. López se arrimó entonces sin escolta a la iglesia, y les dijo que no tuvieran miedo, pues el sólo quería hacer la paz con ellos. Llamó a algunos de los principales a los que les propuso que les poblaría en los Calchines (actual Santa Rosa de Calchines), les haría capilla y les mandaría un sacerdote; que les daría terrenos para que hiciesen ranchos y chacras y los mantendría hasta que ellos pudiesen ganar cómo sostenerse. Los indios aceptaron la propuesta; y entregando sus armas, salieron a las órdenes del Gobernador. Este los trajo a pie hasta la ciudad capital, y a los pocos días los mandó a los Calchines, y cumplió lo que les había prometido. Pronto se reunieron allí los demás indios de San Javier y empezaron a hacer chacras y sembrar, y muchos a contratarse de peones en las chacras del Rincón, de tal modo que luego vinieron a tener como sostenerse sin necesidad del gobierno" 30