Estanislao López y el federalismo del litoral
El primer triunvirato y sus desafueros
 
 

Sabido es que en diciembre de 1810 se incorporaron los diputados provinciales a la junta de Mayo para formar lo que comúnmente se llama la Junta Grande, que funcionó hasta setiembre de 1811, fecha en que se creó el Triunvirato con carácter ejecutivo y con vocales de la propia junta.


Esta, compuesta por diputados de las provincias, dictó un reglamento por el que se reservaba facultades. El Triunvirato, poder ejecutivo, dictó un estatuto por el que limitaba las funciones de la junta, y como sobreviniera el natural conflicto, el poder ejecutivo, dueño de la fuerza, dio un golpe de estado: ordenó a los diputados de las provincias que abandonaran Buenos Aires en el término de veinticuatro horas.


Este triunvirato obró inspirado por Rivadavia que era su mentor, como Moreno lo había sido de la primera junta. Así se implantó el primer gobierno despótico que conoció la República. “El Triunvirato señala el comienzo de la oligarquía porteña —son palabras de Aristóbulo del Valle;— el sentimiento local de la ciudad irritado contra la junta de diputados se yergue, y dueño de la fuerza, establece a su turno, el predominio sin contrapeso, la hegemonía de Buenos Aires, sobre todos los pueblos del Río de la Plata”.


Los diputados volvieron a sus provincias. Algunos cabildos levantaron su voz. El de Jujuy pidió “el cumplimiento de las solemnes promesas de establecer la absoluta igualdad de derechos en todos los pueblos y que se borrara hasta de la memoria de los hombres le dependencia de los pueblos que se han llamado capitales”.


En las provincias empezó a insinuarse el sentimiento de animadversión hacia Buenos Aires y sus hombres, cuyos desmanes evidenciaban sus propósitos inexcusables de predominio.


Reunióse otro congreso, esta vez elegido por un colegio electoral “de Buenos Aires”, y como pretendiera asumir la autoridad suprema del país, el Triunvirato disolvió el congreso y amenazó a los diputados con la pena de muerte. 9


En Octubre de 1812, caía el triunvirato, derrocado por una revolución encabezada por San Martín y Alvear. Eran muchos cambios y revoluciones para dos años de gobierno y hemos de convenir en que no se daba un ejemplo de firmeza de pensamiento, ni de cordura política a las provincias, por aquellos hombres que aspiraban a gobernarlas.


Tres revoluciones y dos golpes de estado. También el terror se dejó sentir, implacable, durante el triunvirato. En junio de 1812, sorprendióse una conjuración encabezada por don Martín de Alzaga, y pocos días después, más de cuarenta cadáveres pendían de las horcas en la plaza de la Victoria.



El nuevo triunvirato y la asamblea


Al reunirse bajo el segundo Triunvirato la Asamblea conocida en la historia por “Asamblea del año 13”, tanto en Buenos Aires como en las provincias empezábase a hablar de Federación, como de un sistema político adecuado al carácter de los pueblos que aspiraban a organizarse. “La federación en el sentido de los pueblos —dice Alberdi— fue la participación de todos ellos por igual en la gestión de su gobierno común; fue la resistencia de las provincias a las pretensiones de Buenos Aires de ser única y sola para el gobierno de todos; fue la independencia interior, la libertad concéntrica, el derecho de no ser avasallados por Buenos Aires en nombre de la patria, personificada en una sola provincia, como querían los que así entendían la unidad”.


Hablábase también de la constitución de los Estados Unidos aunque hasta hoy ha primado la opinión de que las provincias —por el atraso cultural en que vivían— no podrían tener sino un vago instinto de federalismo debido a sus sentimientos localistas. Hubo diputaciones de algunas provincias que concurrieron a la Asamblea de 1813, con instrucciones precisas sobre los asuntos tan trascendentales para el país, que la asamblea debía resolver. Así Tucumán, la provincia Oriental del Uruguay, Jujuy, el Alto Perú. Es de un alto interés el conocimiento de aquellas instrucciones porque concretan aspiraciones comunes de aquellos momentos y dan la clave para juzgar con juicio cabal sucesos posteriores de nuestra historia, sobre todo el lento proceso de nuestra organización política.