Estanislao López y el federalismo del litoral
El Litoral contra el Centralismo
 
 

Volvamos a la historia de Santa Fe, donde veremos desarrollarse fecundo e incoercible el germen de la democracia republicana.


En estos pueblos del litoral, el instinto de independencia y la altivez nativa de la raza, desarrollados en grado máximo, debido acaso al medio físico y el ambiente social más democrático en que vivían, se traducirá prontamente en acción cuando el centralismo de los gobiernos pretenda sujetarlos a su política prescindiendo de los valores sociales que representan.


El sano instinto democrático, disimulado bajo las rígidas normas del sistema colonial, se despierta con la revolución, y personificando en los grandes caudillos de las primeras horas, reclama en un principio sus derechos a participar de la libertad proclamada, arremete luego contra las tentativas absolutistas de los mismos autores del movimiento revolucionario y deriva después, por natural gravitación, hacia los grandes principios inmutables que habrán de cimentar la estabilidad de nuestras instituciones políticas. 20



López inicia su carrera militar


Al producirse la revolución de Mayo, Santa Fe, formaba parte de la intendencia de Buenos Aires, en el Virreynato. Su cabildo fue el primero en adherirse al nuevo orden de cosas proclamado y cuando en el mes de octubre pasó Belgrano con su expedición al Paraguay, la ciudad se desprendió de los dos únicos batallones de blandengues que la defendían de los ataques de los indios, dejando desguarnecidas sus fronteras. Pidió que se nombrara gobernador a un vecino de Santa Fe, y la Junta se negó. Fueron sus primeros sacrificios por la causa de la revolución.


Poco tiempo después los indios arrasaban las estancias de la provincia y llegaban a las puertas de la ciudad.


Entre los blandengues que acompañaron a Belgrano al Paraguay iba un cadete que se llamaba Estanislao López. El general Mitre lo recuerda en su Historia de Belgrano.


Aquel cadete peleó bravamente y fue citado por su valor en la primera batalla que dio el ejército libertador, cayó prisionero en Paraguarí, y cuando llegó a Montevideo la goleta española que conducía los prisioneros del Paraguay, el cadete de blandengues, por uno de esos actos de intrepidez que se repetirán en todo el curso de su vida guerrera, se arrojó a las aguas del Río de la Plata burlando la vigilancia de sus guardianes y llegó a nado a la costa oriental, presentándose luego al ejército sitiador donde el general Rondeau, le hizo teniente de los ejércitos nacionales.


Santa Fe, continuó recibiendo gobernadores de Buenos Aires, cuya principal ocupación era imponer contribuciones a sus habitantes bajo penas severas, mientras los indios azotaban impunemente las poblaciones. Los cronistas locales, Iriondo Crespo, Andino, muestran a la ciudad víctima de ambas calamidades durante los primeros tiempos de la revolución y nos dan detalles muy elocuentes sobre la conducta de los gobernadores porteños.


Con todo, la ciudad y los pueblos de la provincia prestaban los auxilios posibles a los ejércitos revolucionarios. En medio de su pobreza y su insignificancia —dice Juan Alvarez— Santa Fe “ayudó a Belgrano en la campana del Paraguay; fue la base de operaciones durante la guerra contra la Banda Oriental; contribuyó a fortificar el Rosario y el Diamante, defendiendo el Río Paraná, de la escuadrilla española, y en todos los momentos aceptó gustosa la obligación de suministrar carretas y troperos para la administración militar; como consecuencia del tráfico de la yerba, los santafesinos eran hombres expertos en materia de transportes a largas distancias. El Rosario facilitó a luis granaderos de San Martín, los caballos de refresco que se utilizaron en el combate de San Lorenzo, y coincidiendo con esos esfuerzos el gobierno de Buenos Aires, no perdió ocasión de perjudicar a Santa Fe: por el tratado de Octubre 12 de 1811, liberó al Paraguay del pago de la sisa sobre la yerba, que tanto había influido en el desarrollo local, disminuyó el territorio explotable, formando una provincia nueva con Entre Ríos; desguarneció a la ciudad dejándola expuesta al avance de los indios y no le permitió elegir sus autoridades; disminuyeron sus habitantes con la levas, le emigración y la pobreza; empeoraron las comunicaciones. (Juan Alvarez. Historia de Santa Fe)”.


El Dr. José de Amenábar —diputado por Santa Fe— decía en el Congreso Constituyente de 1826: “Las respetables atenciones de la Nación, merecerán en la Provincia de Santa Fe, ese ardor que ha desplegado en circunstancias memorables: ella fue la que al primer movimiento de la libertad, franqueó sus valerosos soldados al ejército de la patria, su actividad y generosidad los hizo brillar en el dilatado sitio de la Banda Oriental, y finalmente en el año de 1821, diré en honor y digna memoria de la Provincia de Santa Fe, aunque con repugnancia y rubor, a su gloriosa campaña reconocerá la posteridad el haberse terminado aquella época ominosa de la guerra civil”. (Diario de Sesiones del Congreso, 18 de mayo de 1825). 21



Adhesión a Artigas


Es fácilmente explicable que colocada la provincia en esta situación, adhirieran sus vecinos en 1815, al movimiento de Artigas contra el Directorio de Buenos Aires. Artigas había difundido en el litoral las famosas instrucciones de que eran portadores los diputados orientales rechazados en la Asamblea de 1813, y que concretaban una aspiración latente en casi todas las provincias desde que se manifestó en el primer triunvirato el propósito de sojuzgar por la fuerza a los pueblos del interior.


Mediaban también otras poderosas razones, de orden económico, que amenazaban la existencia misma de estos núcleos sociales. Las expone con toda precisión el informe que el delegado norteamericano, Theodorick Bland, elevó a su gobierno, después de visitar estas tierras en 1817. Dice así en lo que atañe a la nueva provincia de Santa Fe: “Hasta el año 1814, la provincia de Santa Pe, y el distrito del país, llamado Entre Ríos, tenían un representante en el Congreso de Buenos Aires. Posteriormente se retiró de la unión y entró al partido de Artigas, y del pueblo de la Banda Oriental. Atribuyó el gobierno de Buenos Aires, este cambio en la organización del país, a las intrigas y a los seductores principios de Artigas. Pero aún cuando Artigas, hubiera maquinado con el Gobierno de Santa Fe, la conducta de Buenos Aires, secundó poderosamente sus planes. Si observamos la situación de los pueblos de la Unión, y las diversas vías de comunicación, que los ligan por tierra y por agua, resultará la ventajosa posición de Santa Fe, como puerto de entrada y depósito para todo el país, hacía los rumbos Oeste y Norte.


Con tales ventajas, había empezado a funcionar y el comercio afluía allí. Pero Buenos Aires, se interpuso y declaró que ningún tráfico podía hacerse por Santa Fe, sin haber seguido la vía de la misma ciudad de Buenos Aires. Tan odioso e injusto monopolio, debía sublevar el espíritu del pueblo y constituía una prueba de la verdad de los principios sostenidos por Artigas. Por lo tanto, resolvió desligarse de Buenos Aires, y actualmente figura como aliado de Artigas”.


En marzo de 1815, el último de los gobernadores porteños, don Eustaquio Díaz Vélez, caía derrotado por las fuerzas de Artigas y era proclamado gobernador de Santa Fe, el hombre que cinco años antes propusieran los cabildantes de la ciudad a la junta de Buenos Aires, apenas producida la revolución de Mayo: don Francisco Antonio Candioti.


Los historiadores porteños que han escrito la historia del país con un criterio ostensiblemente unitario, se muestran implacables contra el caudillo oriental. Don Vicente Fidel López, ha agotado los epítetos ofensivos para calificarlo.


No se justifican todos los hechos de Artigas respecto a los gobiernos de Buenos Aires, pero las actitudes del Directorio después de haber sido rechazados sus diputados a la asamblea del año 13, no demuestran tampoco intenciones muy rectas ni patrióticas, aún antes de haber llamado contra él a los ejércitos portugueses. En febrero de 1814, el Director Posadas le declara “fuera de la ley, infame, traidor y enemigo de la patria” en un decreto que terminaba con estas palabras: “Se recompensará con seis mil pesos al que entregue la persona de don José Artigas, vivo o muerto”. En agosto del mismo año, el mismo señor Posadas, anula el decreto de febrero y le declara “buen servidor de la patria”. Un año después (mayo de 1815), el director Alvarez Thomas que había derrotado a su antecesor Alvear, lo declara ya “ilustre y benemérito jefe” y le remite a su campamento como presente, siete oficiales del partido de Alvear y mortales enemigos del caudillo. Artigas los rechaza con estas palabras: “El general Artigas, no es el verdugo de Buenos Aires”.



Intemperancias de Viamonte


Bajo el protectorado de Artigas, Santa Fe se había dado el gobernador que no quiso nombrarle la junta de Buenos Aires, pero pocos meses después, a fines de 1815, entraba en Santa Fe, un ejército del Directorio, al mando de Viamonte, compuesto de 1600 hombres.


Aquel ejército se posesionó de la ciudad y fácil le fue a Viamonte hacer elegir gobernador a un hombre entregado al Directorio, Fue la primera invasión que sufrió la ciudad. Una oficialidad desmandada irritó la altivez de los santafesinos. Don Urbano de Iriondo, relata muchas “hazañas” de los oficiales de aquel ejército, que ha encontrado su defensor en don Carlos Aldao...


Conozcamos algunas:


“En el templo de la Merced, entraron varios de ellos con lámparas tomadas en la puerta de la iglesia y andaban alumbrando a las mujeres, tendiéndose en los escaños”. “En la iglesia Matriz tiraban cohetes dentro de la iglesia”. “A los vecinos de esta ciudad los miraban con desprecio”.


“Una vez se encontró en la calle don Mariano Vera, con un oficial de aquellos; tuvieron sus palabras; el oficial sacó la espada y le dio un golpe que le hirió aunque levemente en la cabeza. Vera que no tenía más armas que su látigo lo volteó del caballo a latigazos y lo dejó”. (Yriondo: Apuntes para la Historia de Santa Fe).


El doctor Aldao, elogia el ejército de Viamonte, diciendo que mientras permaneció en Santa Fe, “nadie murió de hambre (!) ni se produjo correría alguna de Artigas a Occidente del Paraná”. Lo más singular es que el mismo gobierno de Buenos Aires condenó más tarde por boca del Deán Funes, los desmanes de Viamonte, en un documento que hace risueña la defensa. Puede leerse en la colección de Leyes y Decretos de la Provincia de Santa Fe, de reciente publicación. (Tomo 1 pág. 54). En el acta levantada en Santa Fe (octubre de 1816), con motivo de la conferencia sostenida entre el Comandante de Armas don Estanislao López, don J. Elias Galisteo, don Pedro Aldao y el señor Deán Gregorio Funes, enviado este último por el gobierno de Buenos Aires, el venerable Deán declara lo siguiente:


“Vuestras Señorías deben tener presente que los ultrajes a este pueblo y su campana, causados por los generales Víamonte y Díaz Vélez, han puesto al Supremo Director del Estado de parte de sus intereses”. 22



Pronunciamiento de López


En marzo de 1816, sublevóse contra el ejército de Viamonte una compañía de Dragones al mando del teniente Estanislao López, y secundada por gente de la campaña y algunos grupos de vecinos acaudillados por Mariano de Vera, antes del mes, habiendo sitiado la ciudad, rendían al general Viamonte y a todo su ejército.


En seguida el pueblo elegía espontáneamente gobernador de Santa Fe, a don Mariano de Vera.


Aquel pueblo pobre, abnegado, que en pago de sus sacrificios por la revolución solo obtenía gobernadores extraños que lo deprimían, daba súbitamente la más rotunda afirmación de libertad y por su esfuerzo propio conocía el halago de la victoria.


En estos momentos aparece por primera vez Estanislao López, en la historia política de Santa Fe. Después de haber figurado en el sitio de Montevideo, volvió a la provincia. Defendió Rosario y San Lorenzo, contra los buques españoles que dominaban el Paraná, y pasó luego a defender los fortines contra los indios.


En este primer pronunciamiento contra el ejército del directorio, López acusa ya su garra de auténtico caudillo. Después del triunfo es ascendido a capitán y al año siguiente es Comandante de armas de la Provincia y sostiene conferencias con el Deán Funes, enviado del Directorio. En una crónica anónima y en pintorescas décimas cuyos manuscritos conservo, que canta aquellos hechos de armas de los santafesinos, se dice que la Providencia


Al valiente Estanislao


el corazón le movía


Solo por librar su suelo


Con sus tropas movió duelo


A Viamonte el opresor,


y como es hecho de honor,


de ventajas cubrió el cielo... (!)


Más adelante aquel cantor afirma, lleno de orgullo, después de la entrega de Viamonte:


Contra Santa Fe no hay poder en todo el infierno!



La invasión de Díaz Vélez


Bajo el gobierno de Vera, el año de 1816, mientras el Congreso y el Directorio llamaban a los portugueses contra Artigas y Bernardino Rivadavia se humillaba ante Fernando VII, cayó sobre Santa Fe, la más injusta y brutal invasión que haya sufrido una provincia


Aquel ejército al mando de Díaz Vélez dio pruebas de una ferocidad que solo se conocerá más tarde bajo las épocas crudas del gobierno de Rosas. El terrorismo de las primeras horas de la revolución se exarcebó siniestramente con aquella soldadesca desenfrenada y aquellos oficiales acostumbrados a tratar en forma salvaje a las pobres ciudades del interior. Los cronistas de la época cuentan horrores de la invasión. Las notas del gobernador Vera traducen la indignación más desesperada. No hubo hogar que no fuera mancillado ni casa que salvara del bárbaro saqueo. Asesinaban sistemáticamente, sin que escaparan las mujeres. 23


Por su parte Urbano de Iriondo asegura que todo lo arrasaron y no quedaron “ni los árboles de las huertas”.


Pero no duró mucho en Santa Fe aquel ejercitó» El pueblo todo, sin excluir niños y mujeres, huyó cuando pudo de la ciudad, y acaudillado por Mariano de Vera y Estanislao López se apoderó de los buques de guerra anclados en el río, sitió a la ciudad ocupada por aquel ejército de 1500 hombres, y antes de un mes, Díaz Vélez y Dorrego con su ejército, se daban a la fuga, perseguidos por los santafecinos.


Cualquiera que fuese la causa que defendiera Santa Fe, —dice el general Mitre,— (era sencillamente la causa de su libertad), no puede negarse admiración a una provincia pequeña, casi desierta, pobre, sin tropas disciplinadas que con tanta virilidad sostenía su independencia local contra un enemigo poderoso”. 24


Para comprender con mayor claridad el estado de desorden que imperaba en el gobierno que se llamaba central, y la desorientación absoluta del congreso que declaró la independencia, es oportuno consignar que el director Pueyrredón, no tuvo reparo en declarar que el ejército de Díaz Vélez, compuesto de 1500 hombres y bajo las órdenes del directorio, había venido a Santa Fe sin su consentimiento... Así consta en el acta firmada por el Deán Funes a que nos hemos referido.


“Es el menor de sus crímenes—contestó el gobernador Vera—haber desobedecido las órdenes de V.E. Por enorme que sea ese desacato no puede entrar en cotejo con los que han cometido, hollando todas las leyes de la naturaleza y del honor, en todo el tiempo que atravesaron estas campañas”. Esto ocurría en octubre de 1816. Más o menos por ese mismo mes, Pueyrredón escribía a San Martín: “Los orientales se resisten a unirse a nosotros y yo me resisto a enviarles auxilios que sólo han de servir para caer en manos de los portugueses”.


Entre tanto Santa Fe, quedaba presa de la miseria, la ciudad saqueada, los campos sin ganados porque éstos fueron arreados o sacrificados por los ejércitos de Díaz Vélez, y los indios, a favor del desorden, azotando despiadadamente las poblaciones.


En esta defensa heroica en que se hicieron prodigios de valor y de táctica, Estanislao López ya se impuso como caudillo de su pueblo. El gobierno de Vera le asciende a Teniente Coronel de Dragones y Comandante General de Armas de la Provincia.


Y aquel hombre, nacido en la humildad, educado en la pobreza, templado en la lucha y en el sacrificio, da testimonio de uno de los rasgos más nobles de su carácter: Renuncia “en beneficio del interés público —como dice su nota al ministro de. Hacienda— buena parte del exiguo sueldo que se le asignaba, porque “los buenos patriotas —expresa—que abrazaron el sagrado sistema por principios de convencimiento y no por mejorar de suerte en haberes o en dignidad, deben acreditarlo”.



El gobierno de Santa Fe y la causa americana


Podrá preguntarse si aquel gobierno de Santa Fe tenía una noción exacta del movimiento revolucionario en América, del peligro común ante la reacción española y de las tendencias predominantes en la política del Río de la Plata. No dejan lugar a duda las comunicaciones de sus hombres a las demás provincias. En una nota de Vera al caudillo Güemes de Salta, y al general Artigas en el Uruguay, fechada en 1817, se formulan con toda precisión los propósitos de los santafecinos, que no son sino los principios de federalismo e independencia que nacieron al día siguiente de la revolución de Mayo.


“El pueblo de Santa Fe —dice la nota de Vera— coadyuvará como ya lo ha hecho con todos sus esfuerzos a la causa americana y a cuanto conduzca al adelanto común. El pueblo de Santa Fe reconocerá las autoridades legítimamente constituidas por los demás, luego que sea garantida su libertad por ellos mismos, y se halle en estado de no ser invadida por algunos de los otros pueblos de la unión. Yo no sé sí habrá quien repruebe con sano juicio estos pensamientos que con tanta claridad tiene manifestados este pueblo desde nuestra gloriosa revolución. Tenemos la gloria de no haber mentido hasta ahora en nuestras públicas aserciones y promesas. Santa Fe intenta y quiere con todo su esfuerzo la verdadera unión que nos haga a todos proporcionalmente felices y en su defecto se “halla dispuesta a terminar con honor su existencia política antes que condescender con una humillación que en nada conduce a los grandes intereses de la causa general”.


“El pueblo de Buenos Aires como el de Santa Fe nunca pueden desear ni pretender otra cosa que el fortificarse mutuamente contra las potencias exteriores para que nuestra causa común no venga a terminar en un oprobio eterno, y al mismo tiempo gobernarse por sí como provincias libres”. 25


También aquellos hombres manifiestan su decisión inquebrantable de seguir sosteniendo con la fuerza su libertad política dentro de la nación, ante las agresiones del directorio: “Todas las naciones de la tierra aprobarán nuestra conducta porque nunca está más en ley la apelación a las armas que cuando se alza contra un agresor de esta especie, pudiendo entonces cada soldado decir con satisfacción “vencer o morir porque uno y otro es vencer”.


Del gobierno de Pueyrredón que gestionaba, como hemos visto, la implantación de la monarquía y toleraba la invasión portuguesa al Uruguay mientras sus ejércitos saqueaban a una pobre y altiva ciudad, se expresa de esta manera: “No hay para qué cuestionar si estas autoridades que por ahora residen en la provincia de Buenos Aires son legítimamente constituidas: bástenos saber que no hemos probado todavía los buenos efectos que de ellas podía esperarse”.


Era sin duda un arrojo temerario el de aquellos hombres, sin ejércitos disciplinados, sin recursos, sin armas, sin materiales de defensa y que solo contaban con el entusiasmo y el heroísmo de su pueblo.



Vera resigna el gobierno


La actitud del gobierno de Buenos Aires era de presumir. Sí el ejército de 1500 hombres al mando de Díaz Vélez había sido derrotado en Santa Fe, otros ejércitos tenía el Directorio para doblegar la altivez de aquellos recalcitrantes desconocedores de su autoridad, que osaban reclamar imaginarios derechos al gobierno propio, en momentos en que las cortes europeas podían ofrecer un fastuoso monarca para gobernar a todos los pueblos del Río de la Plata. Aquellos ejércitos no se harían esperar. Era menester organizarse militarmente y todos debían combatir. Faltaba el hombre que los llevara a la victoria encarnando en la acción sus aspiraciones y su fe. El hombre que surge siempre para los pueblos en circunstancias semejantes: el Caudillo.


En Santa Fe dejábase sentir un profundo malestar ante la inminencia del peligro. El gobernador Vera sin grandes condiciones militares, sospechado por algunos de no ofrecer la suficiente garantía de firmeza necesaria ante las esperadas agresiones del Directorio, hizo abandono del gobierno ante un movimiento militar, y asumió el cargo de gobernador el Comandante de Armas de la provincia.