Estanislao López y el federalismo del litoral
Derrocamiento del Directorio
 
 

Mientras Artigas sigue luchando contra los portugueses y obtiene la victoria de Santa María, López y el gobernador de Entre Ríos, Ramírez, unen sus fuerzas contra el Directorio. A fines de 1819, avanzan sobre la provincia de Buenos Aires y el 19 de Febrero de 1820, chocan en Cepeda, con el ejército directorial mandado por Rondeau, alcanzando una completa victoria. Con López y Ramírez, jefes del ejército federal, van Alvear y Carrera, como agregados. El primero, ex-director y sin ninguna fe ni entusiasmo por la idea federal, quiere vengar odios de la camarilla política que gobierna en Buenos Aires. Carrera quiere ver derrocado el Directorio porque le ha impedido pasar a Chile, a libertar él su patria, ya libertada por San Martín. Forman en el ejército federal, como formarán treinta años después, muchos unitarios en el ejército de Urquiza...


El espanto cundió en Buenos Aires, al saberse que avanzaba contra la ciudad aquel ejército. Esperaban, tal vez, las más horribles represalias por los crímenes de Díaz Vélez y Balcarce, en sus invasiones a Santa Fe. “El terror se apoderó de los aristócratas”, dijo más tarde en un documento el general López. Los jefes federales lo previeron y dieron, después de la victoria, esta proclama:


“Compatriotas: Al fin podemos gloriarnos porque los sacrificios de los pueblos que tenemos el honor de mandar, os han proporcionado los medios de sacudir el yugo de vuestros opresores sin prodigar vuestra sangre. Elegid ya sin recelo el gobierno provisorio que os convenga, separando antes de vosotros, el influjo venenoso de aquellos que han sostenido la expirante administración, contra vuestros intereses”.


“Vosotros conocéis bien a los criminales y a los que secretamente comprometidos con ellos aparentan sentimientos contrarios para allanar los obstáculos en los casos difíciles y peligrosos. Marchamos sobre la Capital, no para talar vuestras campañas, ni para insultar vuestras personas, ni para mezclarnos en vuestras deliberaciones sino para castigar a los tiranos cuando fueren tan necios que aún osaren pretender el mando con que casi os han vuelto a la esclavitud. Apenas nos anuncien que os gobernáis libremente, nos retiraremos a nuestras Provincias a celebrar los triunfos de la Nación, y a tocar todos los resortes de nuestro poder, para que no dilate el día grande, en que reunidos todos los pueblos bajo la dirección de un gobierno paternal, establecido por la voluntad general, podamos asegurar que hemos concluido la difícil obra de nuestra regeneración política”.


“¡Habitantes de la Campaña! No abandonéis vuestros hogares ni los restos de vuestras fortunas por huir de nosotros; volved tranquilos a vuestras casas, seguros de que seréis protegidos por las armas de los libres y de ningún modo obligados a aumentar nuestras líneas victoriosas. Soldados y oficiales de las milicias! No corráis creyéndoos comprometidos por haber ejecutado las órdenes de vuestros jefes; vosotros no podíais resistir a las bayonetas que los rodeaban ni debíais desobedecer mientras ignorabais los delitos de vuestro gobierno. Venid a nosotros y conoceréis que estamos penetrados de vuestra inocencia”.


“¡Jefes y oficiales de la fuerza veterana! Vuestras desgracias arrancan nuestras lágrimas; nuestra conducta en los campos de Cepeda, os prueba esta verdad. Ya que sabéis con evidencia el voto de los pueblos, no queráis oponeros a sus justos decretos sosteniendo los caprichos y fomentando la ambición de un mal americano. Temed nuestra justicia si queréis insistir en vuestros locos proyectos, e imitando el ejemplo de vuestros virtuosos compañeros en Córdoba, Tucumán, Mendoza y San Juan, seguid los consejos de vuestros camaradas para que podáis merecer el dulce nombre de soldados de la Patria”.


“Habitantes de todas clases! No desechéis los momentos felices que os presentamos, teñidos todavía con la sangre de nuestros hermanos para evitar que se repitan estos actos de horror. Reuníos de buena fe y haced cuanto conduzca a la dicha nacional”. Febrero 8 de 1920.



Propósitos democráticos


López, por su parte, como gobernador de Santa Fe, y comprendiendo que el Directorio y el congreso serían un obstáculo a toda reforma orgánica en el sentido de sus planes políticos, se dirigió al Cabildo de Buenos Aires con esta nota en que afirmaba rotundamente sus propósitos democráticos: “Desaparezca de ante nosotros el Congreso y el Directorio, para que, libre el pueblo benemérito de la opresión a que se halla reducido, elija un gobierno que poniéndolo a cubierto de los males que lo devoran, pueda acordar con las otras provincias cuanto conduzca al bien de todas; de lo contrario la guerra continuará con más empeño y no escucharemos proposiciones que nos separen un ápice de los principios que he manifestado. En vano será que se hagan reformas por la administración, que se anuncien constituciones, que se admita un sistema federal: todo es inútil sino es la obra del pueblo en completa libertad”. (Cervera. Historia de Santa Fe, tomo II, pág. 500).


El ejército federal avanza después sobre Buenos Aires indefensa, acampa cerca de la ciudad, en el Pilar, y sus jefes, sin permitir un solo desmán, un solo atropello a las personas ni a la propiedad de los vecinos, se reducen a exigir al cabildo, como corporación democrática, que se haga cargo del gobierno, declarando destituido el Directorio y disuelto el Congreso. Rondeau y los congresales se sometieron. 34


Caído el Directorio, el cabildo convocó a los comicios para elegir una junta de representantes, encargada de designar gobernador a la nueva provincia.


Nombrado el gobernador envió éste un delegado a los caudillos federales “con el fin de poner término a la guerra suscitada entre dichas provincias, de proveer a la seguridad ulterior de ellas y de concentrar sus fuerzas y recursos en un gobierno federal”.