Estanislao López y el federalismo del litoral
Síntesis histórica
 
 

(De una carta al Dr. Ricardo Caballero)


Mucho me place coincidir con usted en algunos puntos de vista sobre la evolución histórica del país.


Creo que el proceso sociológico que entrañó y dio nacimiento a nuestras instituciones democráticas y a nuestro federalismo, se nos ofrecería con más claridad, si nos despojáramos al estudiar nuestra historia, de tantos prejuicios oficializados y de muchas supercherías que se transmiten de generación en generación a favor de un falso concepto nacionalista introducido por los profesionales del patriotismo. Yo no concibo en quienes dicen tener fe en el pueblo y en la democracia, el rechazo, por bárbaro y salvaje, de todo movimiento popular que no haya tenido su origen en los corrillos de los hombres que creyeron monopolizar la civilización y la cultura con un concepto abstracto y libresco de la patria, ni me explico el horror al pueblo en quienes vivieron invocando su nombre cuando convino a sus intereses políticos.


En este sentido nadie ha hablado entre nosotros con más sinceridad e independencia que Alberdi.


Como usted advertirá, el trabajo, sólo comprende los primeros años de la vida pública del personaje hasta el derrocamiento del Directorio, el año 20, y termina con la honrosa proclama cuyos borradores conservo en mí poder, dirigida por los jefes del ejército federal al pueblo de Buenos Aires, después del triunfo de Cepeda.


En la actuación del general López, abunda la documentación política y lo más singular es que este hombre señalado por los historiadores unitarios como un caudillo egoísta y localista, vivió preocupado por la organización nacional.


Después de derrocar al Directorio, firma el Tratado del Pilar que es la piedra angular de nuestro federalismo. En 1822, el primer tratado del Cuadrilátero con Buenos Aires y las demás provincias del litoral que lleva la firma de Rivadavia. En 1823 el tratado con los cabildantes de Montevideo para llevar la guerra a los portugueses de la Banda Oriental y restituir al Uruguay al organismo argentino.


Al congreso de 1826 concurren los diputados por Santa Fe, y levantan, los únicos, su voz contra la constitución unitaria, porque llevan el mandato imperativo de votar una constitución federal para el país.


Caída la presidencia efímera de Rivadavia, Dorrego, el mártir del federalismo y Estanislao López, logran organizar y reunir en Santa Fe la Convención Nacional de 1828, de tendencias federales, convención que funcionaba con diputados de once provincias, cuando Lavalle, sublevado con el ejército que venía de la guerra del Brasil, fusiló a Dorrego por su orden y llevó a las provincias al convencimiento de que el unitarismo solo pretendía avasallar a los pueblos valiéndose como medio natural, del crimen político.


Este es el momento culminante en la vida pública de López. La Convención Nacional de Santa Fe declara crimen de alta traición el fusilamiento de Dorrego; inviste la representación soberana de la República en los asuntos generales; nombra general en jefe del Ejército Nacional al general López y lo encarga “de comunicar la nueva ley a todas las potencias extranjeras cerca de la República”.


López improvisa un ejército valido de su enorme prestigio militar, sale al encuentro de Lavalle que viene sobre él con los veteranos de Ituzaingó y lo derrota en Puente de Márquez. Después de la victoria se dirige a Lavalle con estas nobles palabras: “Hemos combatido y no puedo quejarme de mi fortuna, pero hagamos la paz, general Lavalle, y tengamos la gloria de terminar la guerra civil”. Al general Paz, que en el interior levanta la bandera del unitarismo amparado en el sacrificio de Dorrego, se dirige también en una misión conciliadora y encomienda esa misión a dos personalidades ilustres en la historia del país: José de Amenábar y Domingo de Oro el sanjuanino tan loado por Sarmiento.


Las instrucciones, cartas y notas dirigidas por López a Amenábar y Oro durante el desempeño de su misión y que figuran entre los papeles de don Domingo de Oro, publicados por el Museo Mitre, honrarían a cualquier personalidad de la época y reflejan la nobleza del carácter de López y su sólida mentalidad de político.


López llama a la concordia, a Paz, a Quiroga, a todos los gobernadores del interior y los invita a enviar sus diputados a la Convención Nacional de Santa Fe.


El general Paz dice en sus Memorias, hablando de aquella diputación: “Venía con el carácter de mediadora y con el objeto de intervenir amistosamente y de transar la guerra civil. Este era el objeto ostensible de la negociación, pero traía otro que era más interesante y se reducía a que se reconociese la Convención Nacional instalada en Santa Fe y mandase diputados a ella”.


Paz, Quiroga y otros, se negaron a reconocer la Convención Nacional de Santa Fe.


Entonces López escribió a sus comisionados: “La comunicación oficial que va para ustedes habla de la concurrencia al actual cuerpo (la Convención). Si esto no se consigue, como creo, al menos que se comprometan a concurrir al que mayor número designe” (Nota de López de 3 de Agosto de 1829). Ante un nuevo rechazo escribe: “La resistencia de estos señores no la creo digna de un gobierno americano y sensible a las desgracias de nuestra patria. Dicen que desean la organización nacional pero de ninguna manera consienten en que los pueblos sean libres en la elección y sujetar su juicio al de la mayoría. Vean de hacer entrar al señor Paz cuáles son mis deseos”. Convencido al fin de que la Convención Nacional se disolverá irremediablemente, escribe desde el Colastiné en campaña: “Que los diputados por Santa Fe, sean los últimos en retirarse” (Nota de López, Papeles de Domingo de Oro).


Es sabido que Lavalle no quiso tratar con el general López llevado de su incurable vanidad. Tampoco Paz aceptó sus proposiciones. ¿Estarían convencidos de que representaban la civilización y que la Convención Nacional reunida en Santa Fe representaba la barbarie?...


Así pensaron los separatistas de Buenos Aires, cuando el otro Congreso de Santa Fe, en 1853...


Paz decidió continuar la guerra y más tarde cayó al campamento del general López conducido por algunos soldados del ejército federal que le habían boleado el caballo


En aquella tremenda convulsión ya era difícil reunir congresos constituyentes. Sin embargo, en 1831, las provincias del litoral, a invitación de López y de Ferré, gobernador de Corrientes, firmaron el segundo tratado del Cuadrilátero, del 4 de enero, del cual han podido decir constitucionalistas distinguidos, que más que un tratado de alianza fue una verdadera constitución con sus principios fundamentales.


De la importancia de ese tratado en la historia constitucional del país, dan testimonio las palabras con que el general Urquiza inició su discurso al inaugurar las sesiones del congreso constituyente de 1 853, que nos dio la constitución actual de la república:


“El deseo de muchos años se cumple en este día. Los gobiernos del litoral descansan hoy del peso de sus compromisos contraídos desde 1831”.


Por eso el nombre de Estanislao López a quien se llamaba con justicia en el país, el Patriarca de la Federación, se vincula estrechamente a la constitución de 1853.


El firmó todos los tratados que prepararon la definitiva organización federal. El preámbulo de nuestra constitución, pese a nuestros encopetados teorizadores, no alude para nada a la constitución unitaria de 1819 —la constitución monárquica sin rey— ni tampoco a la constitución de 1826. La constitución federal argentina se dictó en cumplimiento de “pactos preexistentes” y estos preexistentes a la constitución, exceptuando el acuerdo de San Nicolás, llevan todos la firma de Estanislao López “Quod scripsi scripsi” y no olvidemos que si hay una leyenda, hay también una historia...