La coalición internacional que derrocó a Rosas
La deslealtad de Oribe y el destino de las tropas argentinas
 
 
El conflicto por la hegemonía rioplatense se inicia y, hasta podríamos decir, se decide en la Banda Oriental. En otro trabajo hemos afirmado que entre el gobierno de Montevideo (que sólo dominaba la ciudad con la ayuda financiera de Francia y después de Gran Bretaña) y el resto del Uruguay (ayudado por Rosas) se había establecido una guerra —la “Guerra Grande”— que, a su vez, tenía su origen en situaciones de política interna y se relacionaba con otros problemas del área rioplatense. Esta contienda concluyó en 1851 con la derrota de Oribe 89.

El jefe oriental tenía a su disposición poderosas fuerzas que le había facilitado y equipado Rosas. Ellas se mantenían fuertes en medio de la inacción y deserciones de los soldados orientales. Rosas no se explicaba por qué Oribe no enfrentaba a Urquiza y, en cambio, decidiera continuas retiradas. El representante inglés Southern explicó a Londres los motivos de esa actitud de Oribe. Dijo: “Ahora está claro que todo lo que ha ocurrido en la Banda Oriental ha sido el resultado de un entendimiento entre el general Urquiza y las personas mas importantes alrededor del general Oribe (...). La gran dificultad para (...) esta conspiración ha sido la 1ª División de argentinos (...) fuerza brava y decidida (...)”90. Las tropas —según la misma versión de Southern— fueron arrinconadas mediante engaños hasta colocarlas en la imposibilidad de luchar. Después se le comunicó que se había firmado la paz y podían hacer lo que creyeran mejor. La deserción de Oribe, selló la suerte de las armas argentinas.

Rosas ignoraba la real situación de la Banda Oriental y nunca dudó de la lealtad de Oribe. El único que advirtió este doble juego fue el coronel Ramos, quien se trasladó a Buenos Aires para informar a Rosas sobre la extrañeza que producía entre los argentinos la actitud y decisiones de Oribe. El jefe de la Confederación siguió ayudando a su aliado y ordenó a Ramos regresar dándole órdenes que, de haber sido obedecidas, hubieran dado otro giro a los asuntos uruguayos. Oribe tuvo conocimiento de esas instrucciones “y tomó providencias

—Dice Saldías— en exclusivo provecho de los aliados”91. Apenas re-creso al Uruguay el jefe argentino “fue puesto bajo estricta vigilancia

—Dice el diplomático Southern— por parte del general Oribe. No se le permitió conferenciar con sus camaradas oficiales, y el general Oribe lo amenazó con una ejecución inmediata si comunicaba las órdenes que había recibido del general Rosas (...)” 92.

Cuando Oribe capituló en el cuartel del Pantanoso (8 de octubre 1851) se estableció que las fuerzas argentinas quedarían a las órdenes de Urquiza. Rosas realizó esfuerzos desesperados para que regresaran a Buenos Aires a bordo de barcos franceses o ingleses, pero los gobiernos de Montevideo y Río de Janeiro lo impidieron. Muchos de sus integrantes huyeron, se refugiaron en el buque inglés Tweed, pero se les exigió el juramento de no tomar las armas nuevamente en esa guerra. Como se negaron fueron amenazados con su traslado al depósito de esclavos de Río de Janeiro o internación en las Malvinas. Al final, una buena cantidad volvió a Buenos Aires, pero sin armamentos ni con el excelente equipo militar que poseían. Rosas no quiso recibir a Ramos porque consideró que nunca debió haber permitido que se le amenazara hasta la desobediencia de sus órdenes.

Los pormenores de esta desleal rendición de Oribe y las vicisitudes de las tropas argentinas, las he estudiado en un trabajo anterior 93.