La coalición internacional que derrocó a Rosas
Las repercusiones geopolíticas en el Río de la Plata
 
 
Con la victoria de Caseros, el Imperio aseguró su dominio en el área rioplatense. Después de dominar al Uruguay logró neutralizar a la Argentina. ¿Qué lo impulsaba a obtener esa sujeción que le proporcionaba seguridad en el futuro? Alberdi lo explicó en su trabajo Las disensiones de las Repúblicas del Plata y las maquinaciones del Brasil 94. El Imperio lo hacía por necesidades vitales y geopolíticas. Aunque el contenido de esta obra se refiere a los motivos de la guerra del Paraguay, puede aplicarse igualmente a las circunstancias rioplatenses de cualquier época. Destaca Alberdi que desde sus comienzos, el Imperio hizo la guerra a las naciones españolas vecinas, para “salir de la zona tórrida en que estaba metida la casi totalidad de su territorio, y no tiene más que una dirección para buscar territorios templados de que carece. Esa dirección es el Sud y los territorios que necesita son: la Banda Oriental o Estado del Uruguay, las Misiones, Corrientes, Entre Ríos y el Paraguay” (p. 1 y 2). Existen otras motivaciones, igualmente geopolíticas: el Uruguay, para Brasil, “posee —sigue Alberdi— la puerta de calle de los tres ríos brasileros: Paraguay, Paraná y Uruguay” (p. 24). Apoderarse del Estado Oriental era capital para Brasil, porque significaba salvar “su política de siglos” (p. 25).

También a Brasil le perturbaba la posibilidad de que el Virreinato de Buenos Aires fuera reconstruido, y si estaba en condiciones de dominar completamente el Río de la Plata como límite sur, procuraría impedir la unión de las naciones surgidas de aquella estructura administrativa española. En 1851, Brasil sólo podía intervenir en la Banda Oriental si la disputa con ese Estado era considerada en forma distinta y particular, sin que se lo mirase como conflicto con la Confederación Argentina. Era necesario, entonces, que los motivos de la lucha contra Oribe fueran estimados diferente o separadamente de la Argentina. Este cambio en la interpretación de la disputa pretendía alcanzar dos propósitos: a) que Urquiza viese al Brasil envuelto en conflicto con Oribe y no con Rosas y b) que Gran Bretaña no conceptuara la intervención brasileña como violatoria de la Convención de 1828 (que había puesto fin a la guerra entre las Provincias Unidas y Brasil). El diplomático inglés Hudson, acreditado en Río, explicaba a Palmerston el problema con estas reflexiones: “(...) el gobierno de Brasil niega que exista alguna situación para que intervenga el gobierno de S. M., porque, en primer lugar, el art. 18 del Tratado en cuestión se refiere exclusivamente a la iniciación de la guerra como consecuencia de problemas con respecto a los cuales las partes firmantes del Tratado no están de acuerdo, y en segundo lugar, porque los problemas en disputa entre Brasil y Buenos Aires no tienen vinculación con ese Tratado, y en consecuencia el art. 18 es inaplicable al caso en cuestión”. Además, “como el gobierno brasileño no ha decidido comenzar las hostilidades contra la Confederación Argentina, no está obligado a dar el aviso estipulado en el art. 18 (...), que el Gral Oribe no es reconocido como Presidente de la República Oriental, y aun si lo fuera, cualquier medida hostil que el Brasil adoptara contra él, no podría ser considerada como comprendida en el art. 18 del Tratado de 1828, por cuanto ese art. contempla el caso de hostilidades entre Brasil y Buenos Aires, y las cuestiones vigentes están pendientes entre el Brasil y el Gral. Oribe” 95.

Mediante este artificio Urquiza aparecía luchando contra Oribe, apoyado por tropas y equipos del Brasil. Antes de dar este paso, debía romper con Rosas públicamente. El pacto entre el gobernador entrerriano y el Brasil significaba la alianza, y por ese motivo Rosas declaró la guerra al Imperio y éste, desde ese momento, hizo aparecer la disputa como algo que él no había suscitado. Este sesgo le permitía al gobierno imperial vindicarse ante la opinión pública del país, que no deseaba la guerra, y ante Gran Bretaña, con la que se había comprometido a no declarar la guerra a la Confederación.