La escuadra Anglo-francesa en el Paraná
23. Situación en Montevideo y Buenos Aires
 
 
Sumario: Situación caótica en Montevideo. — Los partidos en la ciudad. — Llegada a Buenos Aires. — La corbeta en una extraña situación. — Una persecución. — Bloqueo nominal. — Facilidad para ganar dinero. — Cómo se puede prosperar. — Fracaso de la negociación de Mr. Hood.


En este período, la ciudad de Montevideo se hallaba en un estado de discordia y de caos que superaban todo lo imaginable. Los altos funcionarios de los dos países más poderosos del mundo eran, de facto, los gobernantes de la ciudad, porque los gobernantes nominales dependían enteramente de ellos. Y, en consecuencia, las autoridades locales estaban dispuestas a expedir proclamas y a hacer leyes o no hacerlas, a hipotecar rentas, o llevar a cabo cualquier resolución que le fuera ordenada por los dichos gobiernos 1.

Los habitantes de la ciudad estaban divididos en diversos bandos. Primero estaban los exportadores, cuyos negocios en algodón, lana, quincalla, etcétera permanecían estancados por las acciones de guerra. Este bando condenaba la guerra en alta voz como inútil por el ningún efecto que producía y como ruinosa para ellos; también se lamentaban de que, por la confianza puesta en la intervención armada de Inglaterra, habían ampliado el crédito al extremo, y por ese motivo perdían grandes sumas de dinero. Después venían los abastecedores de los buques. éstos ganaban dinero por la extensa circulación de la moneda de John Bull y estaban cobrando a precios muy excesivos todo lo necesario para la provisión de los buques ingleses y sus tripulaciones y consideraban que sería una mancha para el honor de Inglaterra el terminar la contienda antes de que fuera depuesto el detestable Rosas. Luego venía el gobierno de Montevideo que vociferaba y rugía proclamando un grosero patriotismo, según se lo ordenaban.

Los nativos de la ciudad eran pocos y todos eran tenderos y dependientes de casas inglesas, cuyas opiniones nadie tenía en cuenta. El resto de la población estaba formada por vascos, por, italianos y negros libertos 2.

El domingo 30 de agosto partimos para Buenos Aires y llegamos a la ciudad en el día siguiente. Mr. Hood desembarcó en seguida para tener una conferencia con Rosas. La Alecto quedó ahora en una situación singular. Llevando la bandera blanca en alto, tenía libre comunicación con la ciudad capital del país, contra el cual, durante los seis meses precedentes, había estado luchando de continuo. Varios otros buques de guerra ingleses y franceses, estaban apostados ahí cerca, haciendo cuanto podían por hostigar y detener a los barcos de comercio que pretendían descargar en las costas de la República Argentina.

El aspecto de Buenos Aires, desde la rada, es muy semejante al de Southampton desde el ancladero, con la diferencia de que Buenos Aires tiene un gran número de iglesias. Algunos de los oficiales fueron a pasear por la costa entre las baterías que protegen la costa del río en la ciudad. En estos mismos momentos, un bote pequeño navegaba junto a la costa con propósitos de entrar en un arroyo que se encuentra en el otro extremo 3. Entonces los botes del Firebrand (uno de los buques bloqueadores) salieron para darle caza y se aglomeró numeroso público para presenciar el lance. Se oyeron unas descargas muy distantes y los perseguidores se acercaron tanto a la orilla, que las defensas de mar abrieron fuego sobre ellos. Es razonable suponer que la población en cualquier otro país se hubiera sentido exasperada ante este insulto a su capital; pero estoy bien informado de que, cuando alguno de los oficiales de la Alecto andaban en medio de esa población, no hubo ninguna manifestación ofensiva contra ellos 4, aunque los oficiales sintieron lo extraño de su situación al verse junto a una batería que estaba cañoneando a nuestra propia bandera.

De mis conversaciones con diversos comerciantes, he llegado a la conclusión de que el bloqueo no ha ocasionado ningún inconveniente; que la mayor parte de los artículos de lujo están más baratos y abundan más en Buenos Aires que en Montevideo y que, de hecho, el bloqueo es puramente nominal. Es verdad que al principio los hombres de negocios se sintieron ligeramente contenidos en la exportación de artículos de algún volumen, como cuero, sebo, etcétera; pero, al final, todos esos productos entraron de contrabando a Montevideo. De lo contrario, las autoridades de allí hubieran sido sobornadas, por el beneficio que produce el dejar entrar esa mercadería. De tal manera, el enorme gasto que impone el bloqueo del Plata ha resultado inútil por demás.

La extraordinaria facilidad con que se hace dinero en este país sobrepasa todo cuanto yo había oído decir al respecto. Estoy en verdad bien seguro de que cualquier persona prudente y de buen juicio podría realizar rápidamente una fortuna. El procedimiento a que voy a referirme y con el cual algunos irlandeses rústicos se han formado una envidiable subsistencia es un hecho positivo que ha tenido lugar durante los últimos tres años. Es cosa muy común para un trabajador irlandés llegar a Buenos Aires no solamente sin dinero, sino sin un simple saco donde llevar consigo cosa alguna, es decir, que llegan andrajosos. Y sin embargo, los contratan en seguida para hacer pozos y zanjas en el campo hacia el interior, en algunos casos en las proximidades de la Patagonia, pagándoles un peso papel por yarda. Si se decide a trabajar intensamente y es hombre laborioso, puede, en un año, hacer muy fácilmente con esta sola faena sesenta libras esterlinas; y si despliega un gran esfuerzo, hasta ciento cincuenta. Supongamos que alcanzan a ganar esta última suma. Al terminar el año vuelve desde su remoto destino a Buenos Aires y entra en arreglos con un terrateniente o estanciero para cuidarle el ganado, y como recompensa tiene el derecho de apacentar todas las ovejas que quiera. Entonces este hombre compra, con sus ciento cincuenta libras contantes, mil quinientas ovejas, sí, mil quinientas ovejas (al precio en que están ahora, septiembre de 1846). Las compra y se las lleva a la propiedad de su patrón que le proporciona caballos para cuidar su majada y así está en condiciones de combinar el cuidado de las vacas y el de sus ovejas propias. Esto mejora la tierra de su patrón y al mismo tiempo beneficia a las ovejas que hacen dos pariciones por año. Al terminar el año siguiente, solamente la lana de su majada le pagará lo que costaron las ovejas. Veamos ahora cómo se maneja el trabajador industrioso: Suponiendo que las majadas han aumentado en una mitad —y esta proporción es muy baja— ya habrá ganado solamente con la lana hasta ciento cincuenta libras y será dueño de una majada de dos mil doscientas cincuenta ovejas. Si todo progresa favorablemente y en esa proporción, las ovejas, al cabo de cinco años, habrán aumentado en número casi incalculable. Esto constituye una perspectiva bastante tentadora para un capitalista en pequeño, en cualquier parte del mundo, particularmente si tiene una familia numerosa; pero la verdad es que se presentan asimismo serios inconvenientes por la situación incierta de las cosas en todo lo relativo al estado actual de la Confederación.

Pasados pocos días, Mr. Hood concluyó su misión ante Rosas y nos embarcamos una vez más en la corbeta para volver en seguida a Montevideo. Toda persona reflexiva, al saber el fracaso del plan de nuestro comisionado para llegar a la paz, padeció un sincero y profundo desengaño, no solamente por lo relativo a la felicidad del país (dañado al extremo por la continuación de una guerra inútil y maligna) sino porque es sabido por todos y creído por todos, que, si los partidos hubieran deseado el arreglo de las cosas, como lo desean sus propios gobiernos, hubiera podido concluirse ahora una paz duradera y honorable, en beneficio del comercio en general y de la prosperidad mercantil de Inglaterra, Francia y la Confederación Argentina.