Presidencia del Gral. Justo José de Urquiza
En el campo financiero y económico-social
 
 

Sumario: 1. Política económico-financiera de la Dictadura. 2. Dificultades financieras de Urquiza. 3. Los bancos particulares. Nuevos empréstitos. 4. La ley de derechos diferenciales. 5. El arriendo de las aduanas. 6. El progreso material: los ferrocarriles. 7. Otros aspectos del progreso material. 8. La educación durante la presidencia de Urquiza. 9. La inmigración.



1. Política económico-financiera de la Dictadura


¿Valido de qué potencialidad financiera, Rosas pudo armar ejércitos que resistieron victoriosamente los embates de los más poderosos estados de su época? No de aquella que proviniera del empréstito extranjero, pues Rosas no contrajo en ningún momento deuda con el exterior. No tampoco por la posesión de ingente cantidad de oro. Sus presupuestos fueron financiados con emisiones sin respaldo metálico. Es verdad que este sistema puede llevar a la bancarrota a las administraciones públicas. Pero es real también que usado con honradez y ciencia, puede salvar situaciones e incluso hacer progresar a los estados y obtener un tenor de vida respetable, sin necesidad de comprometer la economía nacional en componendas con el capital internacional 74. Rosas obtuvo estos resultados ya que su administración “en la gestión de la fortuna pública se mostró honrada y frugal” 75. Los empréstitos internos contraídos fueron pagados escrupulosamente. La economía más severa se impuso en el tratamiento del gasto público mientras los recursos de la hacienda eran controlados en su percepción con minucioso esmero.


En lo referido a lo propiamente económico, implantó el proteccionismo aduanero, mediante la Ley de Aduanas del 18 de diciembre de 1835, tal como lo venían exigiendo las provincias interiores desde hacia largos años. En efecto: el librecambio instaurado por sucesivas disposiciones de Cisneros en 1809 y de Rivadavia en 1812 76, había destruido nuestras industrias artesanales. Rosas, comprendiendo la justicia del clamor provinciano 77, preconizó el dictado de la ley de 1835, completada por la prohibición del 31 de agosto de 1837 de exportar oro y plata en cualquier forma. Evitábase de esta manera la evasión del metálico, estableciéndose que lo que se importaba sería pagado con productos. Restauróse así la riqueza nacional, como lo atestigua el mismo Juan B. Alberdi: “Si digo que la República Argentina está próspera en medio de sus conmociones, asiento un hecho que todos palpan; y si escribo que posee medios para estarlo, no escribo una paradoja” 78. El fortalecimiento de la incipiente industria argentina, daba trabajo a todo el mundo y enriquecía al país sin tener que recurrirse al auxilio exterior 79.


Al pactar su alianza con Brasil para derrocar a Rosas, Urquiza contrajo un empréstito con esta última potencia de cuatrocientos mil patacones, en garantía de cuyo pago hipotecó todas las rentas y las tierras de propiedad pública de las provincias de Entre Ríos y Corrientes. Veremos mas adelante las implicancias de este empréstito. En efecto, en los artículos VI y VII de la “Convención deslindadora de los deberes impuestos recíprocamente por la alianza contra Rosas a las provincias de Entre Ríos y Corrientes, la República Oriental del Uruguay y el Imperio del Brasil”, se establecía que “para poner a los Estados de Entre Ríos y Corrientes en situación de poder sufragar los gastos extraordinarios, que tendrán que hacer con el movimiento de su ejército, S.M. el Emperador del Brasil les proveerá en calidad de préstamo, la suma mensual de cien mil patacones por el término de cuatro meses... Su excelencia el Señor Gobernador de Entre Ríos se obliga a obtener del Gobierno que suceda inmediatamente al del General Rosas, el reconocimiento de aquel empréstito como deuda de la Confederación Argentina, y que efectúe su pronto pago con el interés del seis por ciento al año. En el caso, no probable, de que esto no pueda obtenerse, la deuda quedará a cargo de los Estados de Entre Ríos y Corrientes, y para garantía de su pago, con los intereses estipulados, Sus Excelencias los Señores Gobernadores de Entre Ríos y Corrientes, hipotecan desde ya, las rentas y los terrenos de propiedad pública de los referidos Estados” 80.


Después de Caseros, el gobierno de Buenos Aires impuso una política económico-financiera distinta a la de la Dictadura. El 24 de febrero de 1852, pocos días después del referido hecho de armas, el gobernador delegado, Vicente López y Planes, decretó la libre exportación del oro y la plata. El metal acumulado durante más de quince años, fue absorbido con celeridad por el comercio exterior y salió del país. Así, la onza de oro que en diciembre de 1850 se cotizaba a $ 225 papel, llegó a valer en 1853, $ 311 papel. En 1862 había subido a $ 409 papel. A su vez, el proteccionismo de 1835 fue suplantado por el librecambio, en 1853. La libre concurrencia arruinó nuestras industrias regionales, con lo que se quitó trabajo a muchos modestos artesanos. En 1855 se dictó una nueva ley de Aduanas, que rebajando aún más los derechos aduaneros, no hizo sino acrecentar la bancarrota de los telares, talleres, astilleros, fábricas de carretas, curtidurías, algodonales y arrozales argentinos 81.


Urquiza, mientras tanto, seguía contrayendo empréstitos. Gondra califica como “extraña operación de crédito” la que aquél realizó el 14 de febrero de 1853 con José Buschental, banquero alsaciano, “arbitrista y aventurero” 82. La Confederación emitía, con autorización del Congreso, 300.000 pesos fuertes en billetes al portador, que Buschental tomaba al 75 %, y 1 % de interés mensual. Los billetes serían admitidos en las aduanas de la Confederación por su valor escrito. En una palabra: que quien poseyera esos billetes pagaría por sus importaciones en la Confederación, $ 75 fuertes en efectivo por cada $ 100 fuertes que le correspondiera pagar en concepto de derechos aduaneros. Una operación, para su época, netamente usuraria 83.


¿Cómo se las arreglaba Buenos Aires para sufragar los gastos públicos? Durante 1852, el gobierno provincial emitió 48 millones de pesos, y durante 1853, 47 millones 84. El medio que Rosas empleó honrada y frugalmente, al decir de Hansen, puesto en manos de sus vencedores resultó un abuso, pues se emitía papel moneda sin ningún límite ni plan. Todo este dinero se lo invirtió en adquirir armamento, buques de guerra y demás gastos bélicos ocasionados con motivo del sitio de Lagos, o en sobornar a los contendientes, como el Comodoro Coe, quien según Ferns recibió 100.000 libras esterlinas por la entrega de la escuadra que bloqueaba a Buenos Aires al gobierno de ésta 85.



2. Dificultades financieras de Urquiza


En 1853 ya se había planteado la escisión entre Buenos Aires y la Confederación. Se enfrentaban trece provincias de escasos recursos y un Buenos Aires si no opulento, por lo menos en condiciones de sostenerse financieramente con autonomía, pues poseía la Aduana. Disfrutaba éste además de la ventaja de que sus habitantes estaban acostumbrados al uso del papel moneda fiduciario, cosa que no ocurría en la Confederación, donde se utilizaba exclusivamente la moneda metálica 86. Urquiza, en cambio, afrontaba una situación difícil, pues tras de no contar con una aduana que diera entradas estimables, no podía pensar en otros impuestos, como la contribución territorial o los derechos al consumo, ya que las provincias eran de limitadas posibilidades económicas 87.


Se intentó entonces recurrir al expediente de Buenos Aires, creando un banco emisor de papel moneda, cosa que se realizó a fines de 1853 88. El nuevo instituto bancario, denominado de la Confederación Argentina, tenía un capital de 2 millones de pesos fuertes y podía llegar a emitir hasta 4 millones. Pero las emisiones de esta entidad no fueron aceptadas ni utilizadas por los habitantes de la Confederación 89. El papel moneda se utilizó para pagar deudas impositivas atrasadas, estableciéndose una diferencia muy marcada entre la cotización del mismo y la de la moneda metálica 90. El fracaso de la experiencia fue completo, teniendo el Estado que retirar el papel moneda de la circulación 91. Es que las emisiones de Buenos Aires estaban avaladas por las entradas aduaneras, mientras que las de la Confederación no tenían dicho respaldo. Tampoco había materia prima para hacer monedas; $ 100.000 en cobre se mandaron hacer al exterior 92.


Al mismo tiempo se preparaba la guerra económica entre la empobrecida Confederación y la privilegiada Buenos Aires, cuya Aduana, por la que pasaban prácticamente todos los productos de importación y exportación que recibía y enviaba el país, le brindaba su fuerte producido, destinado a armar ejércitos y a sostener el flamante Estado, especialmente luego del levantamiento del bloqueo a que fue sometida Buenos Aires durante el sitio de Lagos, y que como se sabe se debió al soborno del jefe de la escuadra de la Confederación, Comodoro Coe (20 de junio de 1852). Dicho proceso, precursor de una sostenida lucha aduanera, se vio detenido por el tratado del 8 de enero de 1855, que ya citamos; establecía que los buques de una y otra matrícula enarbolarían el mismo pabellón, que habría libertad en el tránsito, quedaba abolida toda tarifa diferencial y se liberaba de derechos de entrada a los artículos producidos por cualquiera de los dos contratantes 93.



3. Los bancos particulares. Nuevos empréstitos


Urquiza, cuyo Banco había cerrado las puertas, se vio en la ineludible necesidad de dotar de una institución de tal carácter a la Confederación. El fracaso de la iniciativa oficial, le hizo optar por conceder a un particular la fundación. Las ofertas hechas a Buschental y a la sociedad Trouvé, Chaudel y Cía. no prosperaron, pues éstos veían la inversión de sus capitales como una aventura de dudosos resultados. Entonces se recurrió al Barón de Mauá, famoso capitalista brasileño que ya poseía un Banco en Montevideo y que había jugado un papel financiero de relevancia en el proceso de la caída de Rosas 94. El 28 de noviembre de 1857 se decidió la instalación de una sucursal del Banco Mauá en Rosario. Las condiciones de la concesión comprendían la creación de un Banco de descuentos, depósitos y emisión, con un capital de $ 800.000 que podía ser aumentado a 2.000.000 de pesos fuertes. Estaba facultado para emitir billetes convertibles a la vista hasta el triple del encaje efectivo, gozaba de exención impositiva total, monopolio bancario absoluto por quince años, y por ende facultad excluyente para conceder créditos, pudiendo acuñar monedas metálicas y establecer otras sucursales. Estas condiciones, como lo expresa Hansen, importaban el reconocimiento de derechos exorbitantes 95. Desde el punto de vista financiero y político el Banco fue un fracaso, pues sus créditos en vez de ser tomados por la Confederación, beneficiaban a Buenos Aires, pues en última instancia esta plaza absorbió el dinero brasileño, ya que podía pagar más altos intereses por él.


La situación, mientras tanto, hace crisis. Los presupuestos de la Confederación de los años 1855-56 acusan estas cifras: recursos, $ 1.775.000; gastos $ 2.280.000. Para equilibrar dichas cantidades, Urquiza siguió apelando al crédito. El catalán Esteban Rams y Rubert le facilitó $ 250.000 plata boliviana a cambio de $ 300.000 en bonos 96. Esta forma de arrastrar el estado deficitario de la haciendo pública, lanzando bonos y billetes de tesorería dotados de intereses usurarios, no hacía sino empeorar la situación financiera de la Confederación sin que en nada mejorara el país, pues la mayor parte de las entradas presupuestarias se utilizaban para montar ejércitos. El Ministerio de Guerra y Marina llegó a absorber cerca del 40% de esas rentas 97. Aunque lo serio de esta política de endeudamiento sin tasa estribaba en circunstancias más graves. Coetáneamente con la fundación de la sucursal del Banco de Mauá en Rosario, Brasil otorgó un préstamo de 300.000 patacones más que se sumaban a los 400.000 ya otorgados con motivo de la coalición que urdió la caída del Dictador. A cambio de este nuevo préstamo, el emisario brasileño, José María de Silva Paranhos, obtuvo varias concesiones. En primer término un convenio fluvial, por el que se ratificaba la más contundente libertad de navegación de los ríos argentinos, incluso para buques de guerra brasileños. Luego se firmó un tratado de límites, por el que la Confederación renunciaba a territorios misioneros fijando nuevos límites que significaban según palabras del diputado por Córdoba en el Congreso de Paraná, Bouquet, la pérdida de cuatro mil quinientas leguas de tierras. Finalmente, se firmó un convenio de extradición por el cual la Confederación se comprometía a devolver los esclavos brasileños que huyeran a nuestro país, con lo que se violaba flagrantemente el artículo 15 de la Constitución recién sancionada que declaraba libres a los esclavos por el solo hecho de pisar el territorio argentino. Este tratado, que nos transformaba en agentes de policía del Imperio, mereció del mismo diputado Bouquet estas palabras: “El tratado de límites nos despoja de una gran porción de territorio. El de extradición nos infama”. En cuanto a los setecientos mil patacones, Mitre, ya presidente de la República, en 1864, los reconoció como deuda de la Argentina unificada, por medio de un convenio con Brasil, aprovechándose la circunstancia para estipular la forma de pago de la amortización y de los intereses. De esta manera, en víspera de la Triple Alianza contra el Paraguay, puede verse en este convenio una maniobra brasilera para colocar a Mitre en una posición comprometida con relación a los planes del Imperio respecto del Paraguay, por una parte, y por la otra, un expediente de Mitre para atar a Urquiza a su política, pues el entrerriano lograba desligar a Entre Ríos y Corrientes del compromiso financiero directo con Brasil y de la hipoteca de todas las tierras públicas de estas provincias en garantía del empréstito Así lo plantea Busaniche con razón 98.


Rosa asimismo prueba que en 1857, a cambio de los 300.000 patacones, además de los tratados de límites, extradición y libre navegación de los ríos, Paranhos arrancó a Urquiza un protocolo secreto contra Paraguay. Por él, se convenía instar a este Estado a permitir la libre navegación de sus ríos, que no consentía. Caso de resistirse, se admitía llevar la guerra contra el pueblo hermano. Como se ve, una Triple Alianza anticipada en beneficio exclusivo del Brasil que era quien tenía escuadra 99.


La situación de Buenos Aires, en cambio, era desahogada, lo que llegó a permitirle reanudar el servicio del empréstito rivadaviano con la casa Baring 100. De esta manera, consiguió hacerse simpática a Inglaterra, elemento bien utilizado en la lucha diplomática contra la Confederación. De aquí en adelante, Inglaterra dejó de apoyar a Urquiza para pasar a sostener a Buenos Aires, La antigua Casa de Moneda, sólida institución bancaria que Rosas fundó y afianzó, y cuyo nombre fue sustituido por el de Banco de la Provincia de Buenos Aires, prosperó notablemente, en especial por haber conservado su carácter de banco estatal. Estaba exento de convertir sus billetes, como hemos dicho, gozaba de privilegios fiscales y era independiente del Estado provincial en cuanto al otorgamiento de créditos 101. Sin embargo, esta institución bancaria no estuvo siempre al servicio de los intereses generales sino de determinados círculos mercantiles, que se enriquecieron rápidamente utilizando el crédito barato que le facilitaba el Banco, para invertirlo en préstamos usurarios que tomaban quienes explotaban la tierra. Una cláusula del estatuto de dicha entidad, imposibilitaba a estos últimos la obtención de créditos en ella. ASí lograron hacerse millonarios muchos de los que actuaban amparados por la clase política dirigente de la hora 102.



4. La ley de derechos diferenciales


Urquiza había creído que los puertos ubicados a orillas de los ríos Paraná y Uruguay producirían en concepto de derechos aduaneros, lo necesario para sostener el erario; a este efecto se habían habilitado catorce puertos sobre el Paraná y cinco sobre el Uruguay. Mas lo real resultó ser que los buques le ultramar no llegaron hasta ellos.


Entonces, el diputado cordobés Lucero, con el apoyo de su colega de Santiago del Estero, Rueda, propuso que se sancionara una ley que luego se haría famosa con el nombre de ley de derechos diferenciales, y cuyo principal sostenedor fue Juan B. Alberdi 103. Luego de dos años de debate, pues el Congreso resistió mucho el proyecto, se sancionó. Corría el año 1856. 104


Por dicha disposición legislativa, los productos provenientes de “cabos adentro”, eran objeto de un recargo en concepto de derecho aduanero cuando penetraban en territorio de la Confederación, con la excepción de los que procedían del sur de Brasil, Uruguay o Paraguay. En una palabra, si los buques que traían mercaderías extranjeras las descargaban directamente en puertos de la Confederación, pagarían menos derechos que si ellas se introducían después de haber pasado por la Aduana de Buenos Aires. El objetivo perseguido resulta claro: se pretendía desviar hacia los puertos de la Confederación el tráfico comercial con el exterior, para elevar el monto de sus recaudaciones en desmedro de la Aduana de Buenos Aires.


El sistema no dio todos los resultados esperados por causas que sintetizaremos así: 1) Los puertos de la Confederación eran desconocidos para muchos de los marinos extranjeros. En otros casos, no tenían conocimientos relativos a la navegación de nuestros ríos interiores; 2) Las zonas de influencia de dichos puertos no presentaban posibilidades de consumo considerables 105; 3) La Confederación no contaba con productos, especialmente ganaderos, para mandar en retorno; 4) Influyó también el estado declinante del comercio internacional afectado por las consecuencias de la crisis mundial de 1857; 5) Los buques de gran calado no podían navegar el Río Paraná y el Río Uruguay, aún no dragados convenientemente; 6) Inglaterra protestó por la sanción de esta ley; defendía sus empresas comerciales, a las que perjudicaba la modificación del punto terminal de la navegación rioplatense Buenos Aires, donde se hallaba prácticamente el total de los comerciantes británicos 106. La ley de derechos diferenciales produjo en alguna medida efectos contrarios a los perseguidos. Paralizó el cabotaje, ya que no se fue a buscar más el trasbordo de los productos desembarcados en el puerto de Buenos Aires con el objeto de introducirlos en la Confederación.


El gobernador de la provincia disidente, Valentín Alsina, que era enemigo declarado de la Confederación y de sus hombres, contestó a esta medida de hostilidad disponiendo que los frutos del interior no pudieran pasar por el puerto de Buenos Aires hacia el exterior 107. La guerra económica hizo encarecer los productos con el consiguiente perjuicio para los consumidores 108. Más no todo fue negativo para la Confederación. El puerto de Rosario comenzó a ver buques de ultramar y las entradas aduaneras aumentaron, siendo éste el comienzo de su creciente progreso 109. Aunque tal elevación de la recaudación aduanera no llegó a paliar en proporción aceptable las necesidades del tesoro de la Confederación.


Así se llega a 1859; desde el 1º de enero el gobierno de la Confederación estableció derechos diferenciales también para la exportación 110.



5. El arriendo de las aduanas


El socorrido expediente de las emisiones fiduciarias, pero fundamentalmente las entradas de su aduana, como se ha dicho, le permitieron a Buenos Aires proveerse del medio indispensable para enfrentar a Urquiza. Este no disponía de tal posibilidad y recurrió entonces nuevamente al crédito. Se celebró un contrato con el banquero Buschental, quien compró un millón y medio de pesos fuertes de bonos al 75 % y con un interés del 1 y 1/2 % mensual, los que serían de recibo en las aduanas en pago de derechos. Puede observarse hasta donde había llegado el apetito usurario de los prestamistas de la Confederación, y hasta donde se habían extendido las concesiones de ella con el objeto de armarse. Poco después se emitieron bonos al 2 % mensual 111. Pero no se pararía aquí. El 30 de agosto de 1859, mediante un decreto, se arrendaron a Buschental las aduanas de la Confederación en la provincia de Santa Fe, por dos años. El arrendatario debía pagar, por la aduana de Rosario, $ 90.000 mensuales menos $ 5.000 en concepto de gastos, y por las otras aduanas, en proporción a su producto. Todos los empleados pasaban a depender del contratista 112.



6. El progreso material: los ferrocarriles


El primer ferrocarril argentino fue establecido en el país mediante una concesión hecha por el gobierno de la provincia de Buenos Aires a un grupo de ciudadanos porteños, el 12 de enero de 1854. Dicho ferrocarril se habría de extender desde Buenos Aires al oeste, indefinidamente. Se inauguró el 29 de agosto de 1857 y tenía 10 km. de longitud, pero se fue ampliando paulatinamente. El capital empleado era íntegramente argentino, siendo éste un mentís rotundo a la versión que afirma que en nuestro país no había capitales para emprender la construcción de ferrocarriles. Los6.900.000 pesos fuertes que demandó la habilitación de nuestra primera vía férrea fueron financiados por capitalistas argentinos 113.


El 5 de septiembre de 1854, el ingeniero norteamericano Allan Campbell se ofreció a Urquiza para estudiar el trazado de un ferrocarril de Rosario a Córdoba, propuesta que fue aceptada. En 1855 se formó una compañía de acaudalados argentinos para acometer esta empresa, y una ley del 30 de junio de 1855 le acordó los privilegios y terrenos necesarios para la construcción. Más el intento no se concretó. Mientras tanto, Inglaterra comenzó a presionar al gobierno de Urquiza para obtener la concesión, prevaliéndose de su posición ventajosa como mediador o tercero componedor entre la Confederación y Buenos Aires. Lo cierto es que la concesión del ferrocarril de Rosario a Córdoba fue otorgada a José Buschental, siendo extendida dicha concesión en 1857 a Guillermo Wheelwright. Así lo sugería Alberdi desde Europa 114.


El diputado Magnasco dijo en 1891: “El instrumento mas poderoso de la hegemonía inglesa entre nosotros es el ferrocarril. El arma del ferrocarril es la tarifa. Con ella se pueden impedir industrias, crear zonas de privilegio, fomentar regiones, estimular cultivos especiales y hasta destruir ciudades florecientes” 115.


El gobierno de la Confederación, iniciaba con esta concesión una política objetable desde el punto de vista de los altos intereses de la Nación 116.



7. Otros aspectos del progreso material


Pueden señalarse algunos índices que denotan cierta preocupación del gobierno de Urquiza por el mejoramiento material del país. Amadeo Jacques y Augusto Bravard, hombres de ciencia, fueron contratados para realizar estudios en el Chaco y Norte argentino 117. Se fundó un museo de historia natural en Paraná y se contrató a Martín de Moussy para que realizara un trabajo estadístico y descriptivo general de la República Argentina, tarea que se concluyó durante la presidencia de Mitre.


Se consideró también la posibilidad de la navegación de los ríos Salado y Bermejo, y el balizamiento del río Uruguay. 118. Se realizaron trabajos, asimismo, para mejorar los correos y el transporte terrestre 119.


La provincia de Buenos Aires, por su parte, realizaba algunos esfuerzos en pro del adelanto material. La guerra entre Rusia, un lado, y Francia, Inglaterra y Cerdeña por el otro, había provocado el cierre de los puertos de Rusia, y por ello Buenos Aires exportó en gran medida a las últimas sus carnes, cueros y lanas, con lo que gozó de prosperidad. Pudo así disponer de medios para construir un edificio para la aduana y para la casa de gobierno, demoliéndose el viejo Fuerte. Se dotó al puerto de muelles y depósitos, y a la ciudad de cañerías de agua y alumbrado a gas. Como se ha dicho, incluso hacia 1857, pudo inaugurarse una breve línea férrea 120.



8. La educación durante la presidencia de Urquiza


Urquiza mostró inquietud por la educación del pueblo, aunque su labor, en este aspecto, no fue todo lo eficaz que era necesaria 121. Puédese citar la nacionalización de la Universidad de Córdoba y del Colegio de Montserrat, y la creación de colegios nacionales en Catamarca, Mendoza, Salta y Tucumán que no llegaron a instalarse por falta de medios. Se dispensaron algunas becas con cierto sentido excluyente, pues se favoreció con ellas a miembros de las familias de los diputados y senadores. También se giraron algunas subvenciones a las provincias con el objeto de fomentar en ellas la educación primaria. Es evidente que las posibilidades de Urquiza se vieron disminuidas no sólo por no contar con fondos adecuados, sino también por carecer de maestros 122.


Los gobiernos provinciales tampoco hicieron obra notoria en este sentido, salvo medianamente en Entre Ríos y Corrientes 123. Buenos Aires creó un Departamento de Escuelas que independizó la educación primaria de la Universidad. Pero los progresos fueron lentos 124.



9. La inmigración


En este período, las provincias de Corrientes y Santa Fe y el Gobierno Federal se propusieron aportar al país alguna corriente inmigratoria y para ello fundaron las primeras colonias agrícolas. Firmaron contratos con Augusto Brougnes, Aarón Castellanos, Alberto Crampurd y John Lelong entre otros, para traer familias europeas, las que fueron predominantemente suizas. Las más importantes concentraciones de ellas se ubicaron en Santa Fe, Colonia Esperanza, y en Entre Ríos, Colonia San José 125. Esta primera forma reglada de inmigración pronto fue sustituida por la libre, como también lo preconizaba Alberdi: “La inmigración que más nos conviene, es la libre y espontánea; y de estimular algunas por concesiones de tierras, vale más llevarla de Alemania, Bélgica o Suiza 126. No puede negarse que esta forma de introducir gente tenía sus inconvenientes. Llegaron así elementos moralmente indeseables, algunos núcleos cerrados que nunca se asimilaron a nuestra idiosincrasia y cultura, expoliadores y agitadores internacionales. Aunque con ellos llegó una masa de trabajadores que contribuyó a engrandecer a la Nación. Si se hubiese establecido determinado control, se podría haber evitado el lastre. Pero el liberalismo exagerado de los mentores del régimen no permitió tal filtro, y el país hubo de sufrir las consecuencias en las últimas décadas del siglo, cuando la paz pública se vio seriamente comprometida por esos ácratas internacionales, o cuando las sanas prácticas comerciales y financieras de la sociedad argentina sufrieron el deterioro provocado por usureros o agiotistas advenedizos.