Presidencia del Gral. Justo José de Urquiza
Política internacional
 
 

Sumario: 1. La política internacional en el período 1835-1852. 2. Reconocimiento de la independencia paraguaya. Misiones Derqui y Guido. 3. La libre navegación de los ríos. 4. Lucha diplomática entre la Confederación y Buenos Aires. 5. Política brasileña en el Uruguay. 6. Tirantez paraguayo-brasileña. Buques de guerra imperiales en el Paraná. 7. Tratado con Brasil de 1856. 8. Política internacional británica y brasileña en el Plata a partir de 1856. Tratados con Brasil de 1857. 9. La Confederación no se adhiere al Pacto Continental. 10. Relaciones con España: Tratados de 1857 y de 1859. 11. Mediación de Urquiza entre Paraguay y Estados Unidos. 12. Otros pormenores de la política internacional de esta época.



1. La política internacional en el período 1835-1852


El momento de la Dictadura habíase caracterizado por la defensa de la soberanía nacional amenazada por grandes potencias. Rosas tomó la dirección de las relaciones exteriores del país en 1835, cuando ya la República había sufrido diversas amputaciones territoriales, debidas especialmente al impolítico proceder del partido porteñista o directorial, luego conocido como unitario. Paraguay, el Alto Perú, la franja costera sobre el Pacífico, áreas misioneras y la Banda Oriental, habían dejado de pertenecer, por lo menos de hecho, al patrimonio solar nativo. Pareciera que el seccionamiento hubiera continuado, sí la diplomacia astuta y firme del gobernador de Buenos Aires no hubiera constreñido a los caudillos provinciales a cesar en sus riñas suicidas, a los europeos anhelosos de protectorados a deponer sus pretensiones, y al Imperio brasilero, siempre al asecho, a cejar momentáneamente en su avidez, además de poner en vereda la permanente sedición unitaria


Primero se planteó la amenaza del Mariscal Santa Cruz, en la frontera con el Alto Perú, a la que sucedió el periodo de la intromisión franco-inglesa en la política internacional rioplatense Apelando a fútiles motivos, Francia e Inglaterra, que por ese entonces imponían condiciones en China, Argel o Turquía, bloquea ron nuestras costas, se apoderaron de nuestros barcos, sometieron a Martín García, atacaron pueblos y establecimientos rurales ¿Qué los inclinó a tal actitud, preparada y llevada a cabo desventuradamente en colaboración con un buen sector de “ilustración” emigrada? Al desideratum de prevalencia económica se unía proyectos de tutorías políticas y quizás a1 designio de no permitir en Sud América la constitución de un Estado poderoso, tal con acontecía en el Norte. La resistencia político-económica de Rosas sorprendió a quienes se sentían impulsados inapelablemente por su superioridad técnica y financiera, y el intento de avasallamiento no prosperó. Gobierno cauto y decidido y pueblo resuelto a morir en las trincheras de Montevideo o en las barrancas del Parar contuvieron a las dos más poderosas potencias de esa hora. Mereciendo aquellas palabras del Libertador: “He tenido una verdadera satisfacción al saber el levantamiento del injusto bloqueo con que nos hostilizaban las dos primeras naciones de Europa esta satisfacción es tanto más completa cuanto el honor del país no ha tenido nada que sufrir, y por el contrario, presenta, a todos los nuevos Estados Americanos un modelo que seguir” 127.


Mientras ocurrían estos acontecimientos, el Imperio del Brasil miraba con preocupación la consolidación de la unidad y la soberanía de su eventual adversaria en lo que se ha llamado lucha por el liderazgo en América Latina. Viejos eran los desvelos de esta potencia por extender su influencia en las regiones de la cuenca platense. Y la oportunidad, provocada por nuestras desgraciadas pendencias, pareció llegar. Aliado a voces unitarias, el Imperio logró que la mejor espada argentina del momento, la de Urquiza, en vez de dirigirse contra él se volviera contra la propia Confederación, la que libre del conflicto con Francia e Inglaterra, se aprestaba a exigir dura rendición de cuentas al régimen esclavista que nos había hostilizado largamente en todos los campos. Proceso amargo para la Argentinidad éste, que Irazusta caló hondo en su meduloso ensayo sobre el Pronunciamiento 128.


Los tratados firmados en 1851 entre Entre Ríos, Corrientes, Uruguay y Brasil, nos llevan al conocimiento del precio puesto por este último Estado a su entrada en la coalición: la libre navegación de los ríos Paraná, Uruguay y demás afluentes del Río de la Plata y el reconocimiento de la independencia del Paraguay. 129. Como complemento, Brasil compelía al Uruguay a firmar los tratados de Río de Janeiro del 12 de octubre de 1851, por los que esta República “cedía” al Imperio las Misiones Orientales, que en realidad eran posesión nuestra, a la que nunca habíamos renunciado. 130. No terminarían aquí las exigencias brasileñas. Es que Caseros cambió completamente el panorama internacional en la zona del Plata, con circunstancias que se volvieron promisorias para Brasil e Inglaterra. Además de las ventajas señaladas, el Imperio entreveía la posibilidad incluso de anexarse la Banda Oriental, o de seguir dividiendo al Virreinato del Río de la Plata, aunque estos dos aspectos, por el momento, no eran admisibles para la diplomacia inglesa, que veía con ello una ruptura del equilibrio en esta zona del mundo, con crecimiento desmesurado y peligroso de Pedro II para los intereses actuales y proyectos del Foreign Office. No obstante, la segregación definitiva de la Mesopotamia 131 o de Buenos Aires, para constituir estados independientes, fueron en su momento objetivos que el Imperio estuvo a punto de concretar.


Inglaterra, por su parte, logró a partir de Caseros oportunidad singular de superar el tratado Southern-Arana con el reconocimiento de la libre navegación de los ríos, obtención del pago del empréstito Baring Brothers, librecambio, penetración financiera, autonomía radical para establecer empresas: casi todo cuanto anheló.



2. Reconocimiento de la independencia paraguaya. Misiones Derqui y Guido


Imperado por los tratados firmados con Brasil, Urquiza reconoció la independencia del Paraguay el 17 de julio de 1852, cosa que no había hecho hasta ese momento ningún gobierno argentino. Derqui, que había sido enviado a tales efectos, además del reconocimiento firmó un tratado que implicaba establecer como límites con el Paraguay el río Bermejo, renunciando a la parte del Chaco en el que estaba comprendida la actual provincia de Formosa. Afortunadamente, el Congreso de la Confederación se negó a ratificar tan desaprensivo desprendimiento, en 1855. La misión que se le encargó a Tomás Guido en 1856, buen conocedor de la materia fronteriza, logró obtener éxito en la difícil tarea de convencer a Carlos Antonio López que Derqui había actuado precipitadamente e ignorante de los derechos de su país, y se convino finalmente dejar la cuestión de límites para el futuro 132.



3. La libre navegación de los ríos


Por decreto del 28 de agosto de 1852, Urquiza declaró la libre navegación de los ríos Paraná y Uruguay para los buques de cualquier bandera, principio en el que estaban especialmente interesadas Brasil, para lograr un fácil acceso a Matto Grosso, y Francia e Inglaterra, por razones económicas, habiendo enviado éstas a los diplomáticos Saint-Georges y Hotham respectivamente a tales efectos. Estos tenían instrucciones de bregar por una libertad de navegación otorgada mediante tratados y no meramente mediante decretos 133.


El principio de la libre navegación de los ríos interiores, que ningún país estaba obligado a reconocer porque no era postulado de derecho internacional, fue definitiva conquista de las potencias extranjeras gracias al artículo 26 de la Constitución Nacional recién dictada. Sin embargo, Francia, Estados Unidos e Inglaterra exigieron una ratificación contractual, cosa a la que Urquiza accedió mediante los tratados celebrados con esos tres países el 10 de julio de 1853, en los que se concedió además a dicha potencias, la cláusula unilateral e incondicional de la nación, más favorecida y la neutralización de la isla Martín García en caso de guerra 134; estos tratados le fueron urgidos a Urquiza como condición para mediar entre él y Buenos Aires con motivo del fracaso del sitio de Lagos, por las tres potencias favorecidas, que así se cobraban con buenos honorarios un trabajo provocado por desventuradas querellas.


Las consecuencias de la libre navegación de los ríos interiores han sido muy bien resumidas por Jaime Gálvez: “La institución de la libre navegación de nuestros ríos ha amenguado la soberanía territorial argentina, ha debilitado la defensa militar de los ríos y la de los centros vitales de la Nación, ha sido un factor disolvente de la unidad nacional y de la argentinidad; ha destruido la navegación de cabotaje existente en 1852 y ha reprimido la posibilidad de tener una verdadera marina mercante propia; no ha distribuido las riquezas como querían las provincias ni disminuido la absorción del “puerto único”; y por reflejo trajo un régimen económico que no comulga con las necesidades permanentes del país” 135. A renglón seguido, Urquiza hizo balizar los ríos por la marina de guerra británica 136. Al inaugurar el período legislativo de 1855 decía: “El Gobierno de la Nación cree que la suprema ley del país, la Constitución, haciendo libres nuestros ríos al tránsito de todas las banderas, los ha colocado en la misma situación que el río de la Plata o que el mar” 137, Cosa no admitida para el Mississipi, el Amazonas, el Sena o el Támesis por las respectivas potencias que ejercían soberanía sobre ellos era concedida ufanamente por nuestros desaprensivos hombres de estado para todo el mundo.



4. Lucha diplomática entre la Confederación y Buenos Aires


Las disensiones entre Buenos Aires y la Confederación en el plano económico-político, pronto repercutieron en la esfera diplomática. Si las rencillas domésticas eran objetables por los motivos apuntados, puédese imaginar que resultados podría traer aparejados a la Nación, la manera como ambos rivales se disputaban en las cancillerías europeas ventajas sobre el adversario. Mal parados debían salir los intereses generales de esta puja. “Los agentes de la Confederación recorrían las cortes europeas tratando de obtener su reconocimiento en competencia con los agentes de la provincia de Buenos Aires. Alberdi mismo nos confiesa la índole económica de las gestiones. La Confederación ofrecía la libre navegación de los ríos, instrumento incomparable para el dominio comercial de los países de la cuenca del Plata, e independencia ilimitada para residir, mercar y explotar. Buenos Aires proponía reanudar la vieja deuda de la casa Baring, reconocer los intereses atrasados y libertades no menos amplias que la Confederación”. 138. No todo terminó en la libertad de navegación, y pago del empréstito Baring. Alberdi aconsejaba conceder ferrocarriles y el transporte fluvial a capitales europeos, en especial británicos. Mientras Buenos Aires, poseedora de la poderosa Aduana, llave del comercio internacional en el Plata y por ende de la economía argentina para no quedarse atrás, imponía el librecambio, según se ha comentado en este trabajo, a pesar de la oposición del Ingeniero Carlos Enrique Pellegrini, desde la “Revista del Plata” y de la actitud proteccionista aislada de Estévez Saguí en la legislatura bonaerense. Los argumentos de Mitre y Vélez Sársfield expuestos en ésta se impusieron, y los intereses mercantiles internacionales quedaron satisfechos.


Si Urquiza contaba con Alberdi, Buenos Aires, Estado independiente después de la sanción de su Constitución de 1854, se apresuró a nombrar como ministro en Europa a Mariano Balcarce 139, mientras Francia, Uruguay, Estados Unidos y Cerdeña, entre 1853 y 1855, acreditaron representación diplomática en Buenos Aires, dándole un cariz alarmante a la secesión porteña. Brasil, que acreditó un encargado de negocios en Buenos Aires hacia abril de 1855, asistía espectante al proceso de la división argentina que favorecía bajo cuerda 140. En 1857, en efecto, vio con buenos ojos el proyecto mitrista de “República del Plata” ya aludido.


Mientras, se desarrollaba la gestión diplomática de Juan B. Alberdi en Europa. A través de la correspondencia con Urquiza, surge el sesgo de su labor, dirigida a encarrilar al país dentro de los rieles del progreso técnico-material de signo capitalista aún en detrimento de la autarquía económica, como se ha dicho, instando a conceder la explotación de los ferrocarriles al capital británico, urgiendo la contratación de empréstitos en el extranjero y presionando por la implantación de la libre inmigración. Es visible la tendencia a buscar ayuda exterior para derrocar al gobierno porteño. Obsérvese lo que escribe al jefe de la Confederación el 8 de agosto de 1857, desde Londres: “He puesto en manos de Lord Clarendon un memorándum de mucha trascendencia, sobre la urgencia, la necesidad y los medios de intervenir en la reinstalación de la unión argentina, de parte del gobierno nacional argentino y de parte de la Francia y de la Inglaterra... Leyéndolo con atención, V.E. comprenderá al instante que he querido preparar la cooperación de la Europa a la acción y actitud que el gobierno de V.E. va a tener que asumir impelido por las provocaciones de los Alsina, Mitre, etc. etc., hoy al frente de la desventurada Buenos Aires”141.



5. Política brasileña en el Uruguay


Se ha expresado que la alianza de los orientales colorados con Urquiza y el Brasil, contra Rosas, nos costó las llamadas Misiones Orientales. Los tratados firmados en Río de Janeiro el 12 de octubre de 1851 las cedían al Imperio, entre otras concesiones hechas por el enviado oriental Andrés Lamas: fijación de una frontera que implicaba otros desprendimientos territoriales importantes; aceptación de una suerte de protectorado brasileño sobre el gobierno de Montevideo surgido después de la capitulación de Oribe; reconocimiento de la deuda oriental con el Brasil y garantía de su pago con las entradas aduaneras e intervención de funcionarios brasileños en la hacienda pública uruguaya; exención de derechos de exportación al ganado adquirido por el Imperio al Uruguay; libertad de navegación de los ríos uruguayos; neutralización de Martín García; extradición de los esclavos brasileños que huyeran del Imperio al Estado Oriental 142. También se ha dicho que el propósito permanente de Brasil era la anexión de la Cisplatina. Pero en ese momento se creyó suficiente con lo avanzado, pues Inglaterra no habría de permitir más.


Después de Caseros, se fueron sucediendo gobiernos y revoluciones de distinto color en el anarquizado Uruguay, pero la influencia brasileña era ostensible. Al blanco Juan Francisco Giró, depuesto por una revolución, sucede el triunvirato de Venancio Flores, Lavalleja y Rivera, y luego una guerra civil pues los blancos no aceptan la deposición de Giró. Argumentando el caos que impera en la tierra de Artigas, en enero de 1854 Brasil decide enviar cuatro mil hombres para imponer el orden. Venancio Flores, que acepta la intervención, logra el poder, y en marzo se produjo el acceso de las tropas imperiales a territorio oriental. Y a fines de 1854 Brasil manda a Paulino José Soares de Souza a Londres y París a auscultar el pensamiento de estas dos potencias sobre la posibilidad de una anexión oriental al Imperio. Ellas no ven con buenos ojos estos intentos pues temen un Brasil poderoso. Todo esto ocurre mientras ni la Confederación ni Buenos Aires toman cartas en el asunto, a pesar de que el tratado de 1828 entre Brasil y las Provincias Unidas, luego de su guerra, imponía a ambos Estados velar por la seguridad e integridad de la Banda Oriental recién independizada en virtud de ese mismo tratado. En 1855, el presidente Flores logra un entendimiento con Oribe y se exige el retiro de las tropas imperiales que lo hacen a fines de ese año, esperando mejor oportunidad y convencer a los gabinetes europeos. 143


Apoyado por Flores y Oribe llega al poder Gabriel Antonio Pereyra. Ya se ha referido la revolución que estalló a principios de 1858 con la jefatura de César Díaz y Juan Carlos Gómez, apoyados ostensiblemente por el gobierno de Buenos Aires ejercido por Valentín Alsina, Derrotados los sublevados en el paso de Quinteros se asistió a un impresionante fusilamiento de prisioneros que originó que la posteridad recordara a esta acción como hecatombe de Quinteros. En momentos en que sintió comprometido su poder, Pereyra solicitó una nueva intervención brasileña y la ayuda de Urquiza. Ambos expedientes no fueron necesarios por lo sucedido en Quinteros. Estos hechos son una evidencia más de la soltura con que Brasil maniobró en ambas orillas del Plata luego de Caseros.



6. Tirantes paraguayo-brasileña. Buques de guerra imperiales en el Paraná


Ya se ha puntualizado que el Imperio exigió a Urquiza el reconocimiento de la independencia del Paraguay como condición de su ayuda para el derrocamiento de Rosas. Y que Urquiza cumplió con lo convenido. Luego de Caseros, la diplomacia brasileña se empeñó en obtener ventajas del gobierno de Asunción en materia de territorios y libre navegación del Paraguay, prevalida de su carácter de cuasi autora de la independencia guaraní, Con este objeto llegó al Paraguay a fines de 1852 Felipe Pereira Leal. Carlos Antonio López recibió con cordialidad al enviado imperial, pero éste, en parte por su temperamento difícil, y en parte por sus exigencias, incomodó al presidente paraguayo cuyo genio era por cierto también singular, y finalmente hubo reyerta y expulsión del diplomático 144. Brasil apeló a su escuadra: 20 buques, 130 bocas de fuego y 2.600 hombres se dirigen, por el Plata y el Paraná, sin ningún obstáculo ni pedir ninguna autorización ni a Buenos Aires ni a la Confederación, a imponer condiciones a López 145. Esta no presentó nota alguna de protesta siquiera, Valentín Alsina, ministro de gobierno de Buenos Aires, sí lo hizo, pero Brasil no dejó por ello de continuar su operación bélica. El 31 de enero de 1855 Guido le escribía a M. de Olazábal: “Cuatro años hace ¿creería usted que el Brasil se lanzase a estas expediciones marítimas, buscando camorras en el Río de la Plata y sus afluentes? Me parece un sueño lo que estoy presenciando y todo debido a nuestros errores 146. El principio de la libre navegación nos había llevado a esta experiencia: ver surcar las aguas nacionales por buques de guerra de la potencia que no permitía tal evento ni aún a buques mercantes en sus ríos. Con toda razón, pudo escribir Carlos Pereyra: “Se veía lo que era aquella libre navegación: un libre atropello; los ríos franqueados a quien tuviera escuadras para su antojo aguas arriba” 147. Este antecedente servirá para que años más tarde, el Paraguay exigiera el paso de sus tropas por territorio argentino para atacar al Brasil, hecho que posteriormente nos llevó a la guerra con aquel Estado. 148


La cuestión paraguayo-brasileña terminó con un arreglo que postergó la fijación de límites y concedió al Imperio la navegación del río Paraguay por dos buques de guerra anualmente (tratados de amistad y navegación de abril de 1856).



7. Tratado con Brasil de 1856


A fines de 1855, buscando aliarse con Urquiza por la posibilidad de un desenlace bélico con Paraguay, la cancillería brasileña envió a Paraná a Limpo de Abreu, el vizconde de Abaeté, llegando a esta ciudad en febrero de 1856, luego de haber recalado en Montevideo por un tiempo. El 7 de marzo de dicho año se celebró un tratado entre la Confederación y el Imperio por el que ambos contratantes se comprometían a proteger la independencia de Paraguay y Uruguay 149. Por el art. 14, el Imperio se aseguraba definitivamente la libre navegación de los ríos Paraná, Paraguay y Uruguay, incluso por buques de guerra, y por el artículo 18 se neutralizó la isla Martín García, llave del dominio de la cuenca del Plata, Esto último significó la pérdida del derecho que le competía a Argentina, como dueña de dicha isla, de fortificarla y hacerla servir a sus intereses en caso de guerra, derecho reconocido por Francia en el Tratado del 31 de agosto de 1850 con nuestro país, por ejemplo. En el precitado documento, esta potencia también reconocía que la navegación del Río Paraná era una “navegación interior de la Confederación Argentina y sujeta solamente a sus leyes y reglamentos lo mismo que la del Río Uruguay en común con el Estado Oriental” 150. Después de concertar el tratado, Abaeté y Urquiza conversaron sobre la posibilidad de una entente contra el Paraguay por una parte, y contra Buenos Aires por la otra, que no llegó a concretarse. 151



8. Política internacional británica y brasileña en el Plata a partir de 1856. Tratados con Brasil de 1857


En 1856 Gran Bretaña nombró a William D. Christie como ministro ante el gobierno de la Confederación. El propósito inglés, que debía tratar de concretar el nuevo enviado, era mediar entre la Confederación y la provincia separada, pues se recelaba del notorio avance brasileño en la zona del Plata 152. Luego de conversar con Urquiza, quien aceptó hacer concesiones en pos de la unión, sobre la base de que Buenos Aires pudiera proponer reformas a la Constitución del 53 que serían consideradas por una convención nacional donde aquella habría de estar representada y cuyas decisiones deberían ser aceptadas obligatoriamente por la provincia rebelde; Christie se dirigió a Buenos Aires, no sólo para obtener zanjar el diferendo, sino también para interponer influencias en favor de la candidatura del Gral. Guido a la gobernación de Buenos Aires 153. Este nombre se consideraba clave para favorecer un arreglo, pues era grato al Gral. Urquiza. Ya se ha hecho referencia en este trabajo a esta interferencia inexplicable de los europeos en nuestra política de entrecasa y a su fracaso, pues resultó electo Valentín Alsina (ver cita 61). La mediación resultó asimismo infructuosa por el momento. Pero Buenos Aires logró granjearse las simpatías del enviado inglés, ofreciendo cumplir con el pago del empréstito Baring en condiciones más que aceptables para los intereses británicos, según ya se ha visto. Esto hizo que Inglaterra variara su primitiva conducta de simpatía hacia Urquiza y comenzara a avalar a Buenos Aires 154. En las vísperas de Cepeda, esa potencia reconocerá a esta como beligerante y la apoyará, creyendo que el triunfo le sonreiría.


Pero volviendo a 1857, Urquiza, necesitado de apoyo internacional para sostener el conflicto bélico con Buenos Aires que se avizoraba, recibió a José María de Silva Paranhos, enviado imperial, con el cual celebró los tratados de noviembre de 1857 a los que nos hemos referido, relativos a: 1º) libre navegación, simple ratificación del tratado del año anterior incluso para buques de guerra; 2º) extradición de esclavos de procedencia brasileña que huyeran a nuestro territorio; 3º) limites, por el cual renunciábamos a territorio misionero al este de los actuales límites entre ambos Estados. Días después Brasil otorgaba 300.000 patacones en préstamo a la Confederación, y el Barón de Mauá, conviene en instalar una filial del Banco Mauá y Cía. en Rosario 155. A mediados de diciembre, se firmó un protocolo secreto por el que la Confederación y el Imperio se aliaban frente a un eventual conflicto de éste con el Paraguay, dejando abierta la posibilidad de otra liga si Urquiza desembocaba a su vez en un desenlace bélico con Buenos Aires.


Esta última posibilidad se hizo evidente en 1858, y de allí la misión de Luis José de la Peña enviada por Urquiza a Río de Janeiro para concretar la ayuda de la corte de Pedro II. Pero ésta impuso como condición la ratificación por el Congreso de Paraná de los tratados firmados por Paranhos en materia de libre navegación, extradición de esclavos y límites. En aquél había reticencias para tal efecto, que Urquiza venció y la ratificación se concretó. Obtenido su objetivo, la hábil cancillería imperial dio largas a Peña, quien hubo de volver a Paraná con, las manos vacías: “Por ahora solo puedo informar que el General Urquiza está muy indignado por la conducta del gobierno brasileño, a quien acusa de engaño por haberle hecho esperar cosas que no se realizaron en cuanto estuvieron seguros de la ratificación por el Gobierno Argentino de sus Convenciones”; “Es cierto que el General Urquiza usó palabras muy groseras y duras respecto de Brasil cuando estuvo aquí el 11 de enero, antes de irse para el Paraguay. Se dice que usó estas palabras respecto al Brasil, que esos monos son todos cobardes y traidores”. 156



9. La Confederación no se adhiere al Pacto Continental


Durante la presidencia de Urquiza, Chile, Ecuador y Perú habían estrechado sus relaciones por medio de un Pacto Continental, el que contaba también con la adhesión de Bolivia, Costa Rica, Honduras, México, Nicaragua y Paraguay. Se perseguía como objetivo crear lazos tendientes a asegurar el mutuo respeto entre los países signatarios y aprontarlos para enfrentar cualquier tipo de agresión.


Urquiza negó su apoyo a tan loable esfuerzo hispanoamericano aduciendo como argumento que “los países americanos no están lo suficientemente maduros para emprender tan ardua empresa” 157. Los compromisos contraídos con las naciones europeas y con Brasil, quizás expliquen nuestra renuncia a alinearnos con los pueblos hermanos en un bloque que hubiese tenido alta significación y trascendencia.



10. Relaciones con España: tratados de 1857 y de 1859


Se ha explicado lo relativo al fallido tratado con España de 1857. Alberdi, representante de la Confederación en Europa, buscaba el reconocimiento de nuestra independencia por el gobierno de Madrid. Este, quizás sacando partido de la división argentina, obtuvo que en el tratado que Alberdi firmara, la Confederación aceptara hacerse cargo de la deuda contraída por España en tiempos de su dominación con referencia al Río de la Plata, y además, que los hijos de españoles nacidos en nuestro país continuaran con la nacionalidad de sus padres mientras fueran menores pudiendo optar por la ciudadanía argentina o española, en llegando a la mayoría de edad, con lo que nos apartábamos del principio del “jus soli”. Por ello, un acuerdo de ministros, en agosto de 1858, rechazó el documento. Pero el 9 de Julio de 1859, se firmó un nuevo tratado. El art. 4º especificó que solo sería reconocida la deuda devengada al 25 de mayo de 1810, excluidos los gastos efectuados con motivo de la guerra de la independencia. En materia de nacionalidad se estableció que la referente a la de los españoles en Argentina, se regiría por la ley de la Confederación, del 7 de octubre de 1857, que permitía optar por la ciudadanía argentina o la de los padres a los hijos de españoles nacidos en nuestro territorio. Este tratado logró la ratificación del Congreso en Paraná. 158



11. Mediación de Urquiza entre Paraguay y Estados Unidos


Se ha dicho que próximo a Cepeda, el presidente de la Confederación no obtuvo una nueva alianza con Brasil contra Buenos Aires, similar a la de pre-Caseros. Y que Inglaterra cambió de preferencias orientándolas el Foreign Office hacia Buenos Aires, Huérfano de apoyo internacional, una circunstancia ocasional llevó a Urquiza a intentar el logro del mismo por el lado de Asunción. Una cañonera norteamericana, la Water Wich, navegaba el Paraná en jurisdicción paraguaya hacia 1855, siendo atacada por fuerzas guaraníes, pues Paraguay no accedía a la libre navegación de los ríos. Este percance se complicó con la expulsión que el presidente López decretó contra el cónsul yanqui Eduardo Hopkins, quien efectuaba negocios calificados por el gobierno asunceño de irregulares. A fines de 1857, Washington exigió que Paraguay lavara las ofensas con satisfacciones e indemnizaciones. Y para ello una flota norteamericana de guerra se dirigió a Asunción vía río Paraná surcando nuestras aguas a principios de 1859 con toda libertad, como había podido hacerlo Brasil anteriormente cuando sus dificultades con el mismo gobierno de Asunción, y amparada asimismo en la concesión de libre navegación de nuestros ríos interiores. De tal manera que por segunda vez la población rioplatense vio surcar impávida una escuadra de guerra extranjera por sus aguas, destinada a atacar a una nación hermana. 159


Urquiza decidió mediar. Viajó a Asunción en enero de 1859, y López y el representante norteamericano James Bowlin aceptaron un arreglo de la cuestión sobre la base de una nota paraguaya que conformara al orgullo yanqui, mientras que los ríos paraguayos podrían ser navegados por buques de Estados Unidos con finalidad puramente científica, previa autorización de Asunción y sometimiento a las reglamentaciones fluviales de ésta. Para aprovechar los efectos de su mediación, Urquiza mandó en abril a Luis José de la Peña al Paraguay en busca de ayuda bélica. Pero como se ha dicho, López exigió concesiones limítrofes que comprendían a Misiones y a todo el Chaco hasta el río Bermejo a cambio de esa cooperación, y por otra parte existía evidente desgano en el mandatario guaraní para llegar a un arreglo pues parecía estar convencido de la derrota de Urquiza, a manos de Buenos Aires. De la Peña tenia instrucciones para efectuar la cesión de una parte de los territorios exigidos solamente, esto es, una faja de tres leguas sobre la margen derecha del río Paraguay desde la confluencia de este río con el Paraná hasta la confluencia del Bermejo con el Paraguay, faja que se extendía a un ancho de diez leguas desde esta última confluencia hasta el límite norte de la Confederación. Todas estas circunstancias llevaron a López a negar su cooperación 160.



12. Otros pormenores de la política internacional de esta época


De como la libertad de navegación llegó a conspirar contra la dignidad nacional, lo revela el episodio de la agresión a Francisco Solano López. Este, con posterioridad a Cepeda, intercede entre la Confederación y Buenos Aires y coadyuva a obtener la paz mediante el tratado de San José de Flores. El 29 de noviembre de 1859, luego de su misión, emprende el retorno a Asunción. En la propia rada del puerto de Buenos Aires, su buque es cañoneado por buques británicos, quizás tomándose represalia por la reciente expulsión del cónsul británico en Asunción dada su protesta poco protocolar por el apresamiento del súbdito inglés James Canstatt 161.


Otro episodio revelador de la falta de firmeza en la conducción de las relaciones exteriores, fue la concesión de indemnizaciones a los extranjeros franceses, ingleses y sardos por los perjuicios sufridos en nuestras guerras civiles, según ley del 26 de septiembre de 1859. Como las sumas eran ingentes, la República hubo de someterse a la humillación de solicitar rebajas de un treinta por ciento en el pago del monto indemnizatorio o condonación de los intereses, pues las cortes europeas exigían también intereses. Alberdi, dice Mayer, solicitó tales franquicias en Francia e Inglaterra, pero ésta “rechazó bruscamente toda modificación” 162. Ninguna norma de derecho internacional estipulaba este tipo de reparaciones. Pero desgraciadamente el momento abierto para el país con Caseros daba para todo. Aún, como dijo Alberdi con motivo de esta nueva concesión, para “pagar el capital de una deuda que no era suya” 163.


Durante el período de su gobierno, Urquiza celebró tratados de amistad, límites, paz, comercio y navegación con Paraguay (1852), Portugal (1852), Estados Unidos (1853), Francia (1853), Gran Bretaña (1853), Chile (1855), Cerdeña (1855), Brasil (1856), Paraguay (1856), España (1857), Alemania (1857), Brasil (1857), Bolivia (1858), España (1859), Bélgica, (1860) 164. Sus cláusulas, algunas de las cuales ya hemos citado y comentado, otorgaron demasiado a los intereses extranjeros. Esa liberalidad estuvo relacionada especialmente con la libre navegación de los ríos, con la cláusula unilateral e incondicional de la nación más favorecida y con la que ponía en un pie de igualdad al habitante extranjero con el habitante nacional.


Se restablecieron las relaciones con la Santa Sede. Si bien los enviados ante el Sumo Pontífice, Alberdi y Del Campillo, no consiguieron firmar un Concordato con ella, por la oposición del Papa que veía lesionados los derechos de la Iglesia en algunos artículos de la Constitución de 1853 referidos al Patronato, se logró que la Silla Apostólica llenara varias vacantes episcopales y se erigiera la Diócesis del Litoral con asiento en la ciudad de Paraná 165.