La revolución de 1930 según el embajador inglés en Buenos Aires
La investigación
 
 

I

El 9 de septiembre, envía el primer despacho sobre los sucesos revolucionarios a su canciller, Mr. A. Henderson. Remite en él a las informaciones que con anterioridad proporcionó sobre la inquietud que en Argentina se vivía contra Yrigoyen, producida por “el creciente descontento popular para con su administración”. Alude a la oposición que en el Congreso se hace al presidente, así como a las disensiones internas del partido gobernante. (1)

Para Macleay la revolución tiene, esencialmente, causas y sentido político. Considera que “el rumor de que el P. E. intentaba una nueva intervención a la provincia de Entre Ríos... actuó como detonante”. La amenaza de conmociones preocupó al presidente, quien dispuso “extraordinarias precauciones militares y policiales”, cuyas tuerzas “fueron ubicadas en posiciones estratégicas” tanto en las dependencias de gobierno como en la residencia privada de Yrigoyen. Además, se procedió a la detención de varios “oficiales del ejército, desde el rango de coronel hacia abajo”. Se agregó la renuncia del general Dellepiane a la cartera de Guerra, la cual fue encomendada al ministro del Interior. Para el diplomático inglés, la rechifla recibida por el ministro de Agricultura —que concurrió a la exposición de la Sociedad Rural en representación del presidente— fue “un incidente de poca importancia en sí mismo, pero significativo como prueba de la impopularidad del gobierno”.

Al analizar el choque de la policía con la manifestación estudiantil, señala que “un joven resultó muerto y dos estudiantes heridos”. Se refiere después a los dos decretos del 5 de septiembre: la delegación —en vez de renuncia— de la presidencia en el vice y la declaración por parte de éste, del estado de sitio en la Capital. El primer decreto implicaba la seguridad que Yrigoyen volvería al gobierno en cualquier momento. El segundo fue interpretado como un modo de amordazar a la opinión pública.

A continuación refiere fielmente todo cuanto ocurrió desde la marcha iniciada por el Colegio Militar y las guarniciones de Campo de Mayo, bajo las órdenes de los generales Uriburu y Justo “acompañados por algunos miembros del Congreso, líderes universitarios y un número de civiles adictos”, el vuelo de los aviones que arrojaban volantes, en donde se explicaba que las fuerzas armadas se habían levantado, con el “único fin” de “hacer ver a los hombres del gobierno que habían traicionado la confianza del pueblo y de la República”; la ocupación de la Casa de Gobierno; la renuncia del vicepresidente, a quien “se le concedieron cinco minutos para que redactara y firmara su renuncia y, después que lo hizo renuentemente...”; el viaje de Yrigoyen y Oyhanarte a La Plata; la renuncia del presidente ante el jefe militar de La Plata y su posterior detención.



II

Para Macleay, el gobierno provisional cuenta con la adhesión popular, pues

ha sido recibido con entusiasmo por gran parte de la opinión pública en la Capital, y ha sido aceptado con pocas muestras de oposición en las provincias. Por ello, a mi juicio, hay muy poco peligro de una contrarrevolución...

Es sumamente ilustrativo el párrafo donde el diplomático inglés presenta la interpretación de los fines revolucionarios, el sentido de las medidas del gobierno y los problemas que, en medio de circunstancias nuevas, deberá afrontar la revolución para el cumplimiento de sus fines. Al respecto señala:

Yo creo que la consecuencia de la caída del Presidente Yrigoyen va a ser la división definitiva del partido conocido como la “Unión Cívica Radical”, que ya se había dividido en dos grupos, los “Personalistas” y los “Anti-personalistas”. Los elementos más radicales de estos grupos pueden derivarse hacia el campo socialista, mientras que los menos extremos podrían unirse con los partidarios del Presidente Alvear para formar un partido liberal.

En otro despacho (2) Macleay insiste en que “el Gobierno Provisional intenta hacer una barrida total del régimen de Yrigoyen”. Los dos vaticinios eran exactos. El gobierno revolucionario no sólo estimuló la división, sino que también quiso liquidar el partido radical —al menos en la fracción más fiel de Yrigoyen (el personalismo). Las elecciones del 5 de abril de 1931 demostraron el fracaso y la inutilidad de tales intentos. Por otra parte, el vuelco de los radicales decepcionados con Yrigoyen no será a favor de los anti-personalistas, sino de los socialistas, como el propio caudillo pudo comprobarlo.

A continuación, el diplomático destaca con penetrante intuición profética:

Cuando las cosas se tranquilicen y se desvanezca el júbilo por la caída del Presidente Yrigoyen y su desacreditado gabinete, es indudable que el Gobierno Provisional deberá enfrentar una poderosa oposición en el parlamento y fuera de él. Un gobierno integrado por las clases capitalistas y terrateniente debe también estar preparado para afrontar dificultades con la clase trabajadora y con los sindicatos, para quienes el Presidente Yrigoyen era, y probablemente todavía es, una figura popular y simpática. Hay siempre bastante descontento obrero y agitación comunista en Buenos Aires, lo que se ha visto intensificado por la actual depresión económica, y si han habido relativamente pocos conflictos o huelgas serias ha sido, probablemente, debido a la popularidad personal del Presidente Yrigoyen y a su influencia con los trabajadores.

En la parte final de este despacho, Macleay analiza las repercusiones que en la opinión europea pudiera producirse respecto a Argentina. El representante inglés procura explicar y justificar la actitud de los argentinos, destacando que cuando “un Presidente egocéntrico y obstinado como Yrigoyen, que no quiere reconocer que ha perdido la confianza y el apoyo de la mayoría de sus conciudadanos, no hay medios constitucionales para privarlo del poder, excepto por medio de las fuerzas armadas”. Y ante la disyuntiva de tener que “soportar otros cuatro años de mal gobierno, hasta el final del período presidencial o ponerle fin por medio de la fuerza”, la solución “era imposible sin la intervención del Ejército y la Marina”.

Por todo ello, es

satisfactorio pensar que prácticamente fue una revolución incruenta y que puede resultar una bendición si pone fin a todos los intentos de dictadura y gobierno personal de los futuros presidentes argentinos, aún cuando estén bien intencionados, sean idealistas y patriotas incuestionables como Hipólito Yrigoyen.



III

Para Macleay (en su despacho del 9 de septiembre), “la lista de los miembros del Gobierno Provisional... son hombres de marcada tendencia conservadora, que se han destacado en distintos ámbitos y cuya reputación debe inspirar confianza”. En una comunicación posterior (despacho del 18 de septiembre), el diplomático se refiere a otros funcionarios designados y a las medidas iniciales del gobierno provisional. Al comentar el nombramiento de José Guerrico como intendente de Buenos Aires, consigna estas significativas expresiones:

El nombramiento del señor Guerrico puede ser de valor para los intereses británicos pues fue el único miembro del Concejo Municipal que se mostró siempre amistoso con la Compañía Anglo-Argentina de Tranvías y la apoyó en su intento de convencer a la Municipalidad para que modificara los términos de su concesión en la construcción de cuatro nuevos subterráneos…

Esta medida municipal se ha favorecido después del 6 de septiembre con otra igualmente valiosa para los ingleses:

También es de interés para la Compañía Anglo-Argentina saber que ha sido disuelto el Concejo Deliberante de la Municipalidad, que votó recientemente una resolución otorgando la concesión para la construcción de subterráneos a una compañía española.

Consigna que en la dirección de Yacimientos Petrolíferos Fiscales (Y. P. F.) ha sido designado el almirante Fliess en reemplazo del general Mosconi

quien había demostrado ser amigo nuestro en muchas ocasiones, a pesar de que, en cumplimiento de la política del señor Yrigoyen de nacionalización de todos los recursos petrolíferos del país, se había visto obligado a adoptar una actitud en cierto modo obstruccionista para con las compañías petroleras extranjeras...

Nada dice respecto de otros funcionarios que debían dirigir diversos organismos estatales (Departamento Nacional de Higiene, Caja de Convesión. Aduanas, Lotería, Correos y Telégrafos, directores de los Bancos Nación e Hipotecario Nacional). Pero pone énfasis en la detención y posibles sanciones contra Vicente Scarlatto “un lustrabotas conocido como el principal confidente y consejero del Presidente Yrigoyen”. Es curiosa la nota sobre Diego Luis Molinari, “quizá el hombre más capaz del partido (irigoyenista)” —dice Macleay. Se refugió en la embajada japonesa para intentar irse a Brasil en un barco de esa bandera. Pero el representante de este país le hizo comprender a su colega de Japón (Yamazaki), que antes de cualquier acto debía informar y pedir salvoconducto al ministerio de Relaciones Exteriores, que no presentó inconvenientes para el viaje de Molinari.



IV

Entre los despachos del representante inglés, figura una interesante síntesis —anónima— del proceso revolucionario. La importancia que para el autor tienen los acontecimientos producidos en Buenos Aires se encuentra reflejada en el título de la relación: “Revolución trascendental en un fin de semana”. (3) El documento consta de una introducción y tres partes: Desarrollo de los acontecimientos, Después de la Rendición, y El ex presidente Yrigoyen. Comienza por indicar la situación existente después del triunfo que obtuvo el “movimiento revolucionario que hoy goza de la confianza absoluta de todo el país en general y de los intereses financieros y comerciales en particular. El valor de cambio del peso argentino ha subido y sigue en alza”. Agrega el hecho favorable de que las “instituciones bancarias locales le han ofrecido al Gobierno Provisional un adelanto inmediato de 100.000.000 $ papel a una tasa de interés baja”. El reconocimiento de la Suprema Corte y “la adhesión espontánea de instituciones y corporaciones representativas... del país —sin excluir los principales sindicatos”.

Explica después el ambiente en que se inició la revolución, gestada en medio de la “atmósfera de alarma, sospecha y rencor que caracterizó la etapa final de la administración de Yrigoyen”. Alude a la inquietud entonces reinante; a las medidas adoptadas por el gobierno respecto de las situaciones políticas provinciales; “la falta absoluta de trabajo administrativo”; “la existencia de hecho, de una dictadura ruda y agresiva en todas sus manifestaciones”; “la gravedad de la situación económica” señalada por la Sociedad Rural Argentina, la Bolsa de Cereales, la Unión Industrial Argentina, la Confederación Argentina del Comercio, de la Industria y de la Producción; el descenso del valor monetario argentino; la disminución de las rentas de la aduana del puerto de Buenos Aires; “la deuda pública de la Nación se había elevado a 4.160 millones de pesos papel” y el gobierno nacional giraba contra el Banco de la Nación en descubierto por más de ciento cuarenta millones de pesos; las disensiones en el seno del gabinete; la renuncia del general Dellepiane; etc.

En vez de renunciar, Yrigoyen delegó el mando en el vicepresidente, doctor E. Martínez, quien decretó el estado de sitio en la Capital Federal. Esta medida “aumentó la indignación popular y probablemente precipitó la marcha de los acontecimientos”. Sigue luego la relación de los sucesos tal como ocurrieron. Es el testimonio de un testigo que consigna cada paso para dejar documentado todo cuanto ha ocurrido. Sin embargo, hay una marcada hostilidad hacia la administración del presidente derrocado y una simpatía por la revolución y sus actos. Señala el acto en que Uriburu habló desde los balcones de la Casa Rosada, “en presencia de una vasta multitud”, poseída de enorme entusiasmo y absoluto orden, que contrasta “con las tumultuosas manifestaciones de las semanas anteriores alrededor de la Plaza de Mayo”. También consigna el crecimiento de “la confianza y el optimismo” porque “el Gobierno Provisional inspira confianza debido a la gran estima de que gozan todos sus miembros”. Ello se refleja en la favorable respuesta que las instituciones bancarias dieron al ministro de Finanzas (doctor Pérez), quien al solicitar un préstamo de cincuenta millones de pesos, aquéllas le ofrecieron, en cambio, cien millones.

Termina la crónica con referencias sobre la suerte de Yrigoyen, cuyo destino “es que va a ser alojado en la Isla Martín García”. Este resumen es digno de leerse no sólo por el contenido, sino también por lo que sugiere.



V

De acuerdo al contenido de los informes elevados por Macleay al Foreign Office, podemos afirmar:

1º— Para el diplomático inglés el país vivía un estado de desorden administrativo y político derivado del gobierno “obstinado y centralista” de Yrigoyen. Considera que el problema político de Entre Ríos actuó como detonante de la revolución. Para Macleay parece que todo el problema que suscita e intenta resolver la revolución del 30 es de naturaleza política. A su juicio el gobierno había perdido popularidad y su pertinacia en subsistir, puesta de manifiesto a través de diversas medidas de último momento, obligaron a la intervención del Ejército y la Marina para mostrar a los hombres del gobierno que habían traicionado la confianza del pueblo y de la República. La revolución tiene, pues, un sentido reivindicatorio nacional para no “tener que soportar otros cuatro años de mal gobierno”.

2º — El claro sentido popular del movimiento, como intérprete de un anhelo sentido en todas partes, se manifestaba —según Macleay— en el “entusiasmo” con que en general, había sido recibido en la Capital y en las provincias. Esta circunstancia apoyaba otro propósito revolucionario: el de “hacer una barrida total del régimen de Yrigoyen”. Esta actitud, aunque nuestro diplomático no lo advirtió o no lo dijo, estaba alentada por los elementos conservadores que se habían adherido a la revolución con el anhelo de reprimir a la “chusma” introducida por Yrigoyen en el primer plano político.

3º — El giro y sentido posterior de la revolución también puede advertirse en las contradicciones internas del gobierno provisional que —según el profetice juicio de Macleay— habían de estallar “cuando las cosas se tranquilicen” y disminuya “el júbilo por la caída del presidente Yrigoyen”. Estos problemas que saldrían a la superficie eran: a) tendrá que hacer frente a una oposición dentro y fuera del Parlamento; b) como el gobierno estaba “integrado por las clases capitalistas y terrateniente”, tendrá que “afrontar dificultades con la clase trabajadora y con los sindicatos”, entre “quienes el Presidente Yrigoyen era, y probablemente todavía es, una figura popular y simpática”. él había detenido el considerable aumento del “descontento obrero y agitación comunista en Buenos Aires”.

4° — Aparte de esta circunstancia, el inglés advierte, en principio, una orientación favorable para los intereses británicos. Así lo considera al nombramiento del nuevo intendente, Guerrico, “que se mostró siempre amistoso con la Compañía Anglo-Argentina de Tranvías y la apoyó en su intento” para obtener que la municipalidad “modificara los términos de su concesión en la construcción de los nuevos subterráneos...” Se regocija de la disolución del Concejo Deliberante que había otorgado a una compañía española la concesión para construir subterráneos. Pero nada dice respecto al petróleo —excepto la breve referencia a Mosconi— ni a las orientaciones económicas del gobierno revolucionario.