Cartas confidenciales de Sarmiento a Manuel R. García /1866-1872
Cartas de Sarmiento de 1868
 
 
Nueva York, abril 10 de 1868.


Señor don Manuel García.


Mi estimado amigo: Recibo su carta última en que me favorece con reclamar una mía. Me reconozco culpable de negligencia; pero no es solo con usted. Dos vapores he dejado pasar sin escribir a la República Argentina. Tan activo en el servicio de las ideas, o los intereses de otros, cuando están los míos en juego, no siento venirme esos impulsos a que he obedecido siempre. Calumnias he dejado correr contra mí, porque sentía repugnancia en decir la palabra que había de disiparlas como el humo. Luego hay un sentimiento moral que se mezcla en mi acción política; y cuando lo veo flaquear u oscurecido, yo mismo me desmoralizo.

Mucho he gozado con la manifestación de la opinión en Buenos Aires, y a lo que sé en todas las provincias donde hay algo que opinión parezca. Y, sin embargo, creo que triunfarán sobre ella las combinaciones de lo que allí llaman política. Los trabajos de Elizalde tenían éxito aglomerando en torno suyo todo lo que no es opinión, y puede llamarse intereses personales. Del escándalo de Santa Fe ha salido una transacción.

Me escriben de Lima que en San Juan había tenido lugar una revolución (resulta falso), que ya La Nación anunciaba. Si tal sucede, el gobierno que había dejado desenvolverse la anarquía, se continuará por la anarquía misma. ¡Qué gobierno saldrá de ahí! Habrá usted visto mi nombramiento de ministro. ¿Entiende usted una palabra? Mitre me escribe explicándome los motivos y me ha dejado más a oscuras. Había escrito su carta testamento. ¡Hubiera sido mejor que no testara! Hería a todos, y llamando a Elizalde al gobierno, y a mí para después que esté electo el nuevo presidente, expuestos a que tomen testamento, y nombramiento por supercherías, deshonrosas e innecesarias. Mis amigos de allá, que no creen todo, han vituperado que se acordasen de mí tan a destiempo, y tan sin objeto ni pretexto. He renunciado tal honor, y forzado por un sentimiento de decoro insinuado, que no acepto el vituperio de la carta testamento, al menos para aceptar un ministerio al servicio de quien lo expresó con tan poco miramiento.

Usted estará más adelantado en noticias cuando ésta le llegue. Tengo cartas de los principales actores en el drama de las elecciones; y ninguna de ellas trae ilusiones ni seguridades en cuanto a los resultados. No las tengo yo de ningún género, y espero con ecuanimidad lo que venga. La situación de nuestro país es desconsoladora. No me falta, como no le flaquea a usted, el ánimo de contemplarla; pero se necesitaba alguno que la comprenda en toda su gravedad, para hacerla frente. El triunfo de Elizalde, no por él, sino por los elementos que lo constituyen, es la continuación de lo mismo, sin esperanza de mejor, con temores de retroceso. No contando con Buenos Aires, no sé cómo se propone vivir, si no es que en el fondo de esta confianza, haya la idea posible en Mitre de ser él el sustentáculo.

Comprenderá usted que a la víspera del desenlace me sienta embarazado para tener ni ideas siquiera. Esto me hace remiso en escribir a mis amigos, ¿Qué puedo decirles? Sucede lo mismo con lo que aquí pasa. Será depuesto Johnson. He asistido al juicio de Washington, para tener los medios de juzgar. Acaso por el telégrafo sabrá usted el resultado antes de llegarle ésta. El espectáculo es solemne por su simplicidad. La barra la componen cuatro quintas partes de señoras. El curso del juicio es el mismo del que llevaría cualquiera otro común ante los tribunales, frío, monótono, sin manifestaciones de pasión, aunque la haya en el fondo. De día en día la pasión desaparece, y a juzgar por las exterioridades, el senado se desapasiona. Cuando se propone una injusticia flagrante, hay 26, 30 y aún 40 votos, de 50, en favor de la defensa. Cuando puedo escogerse entre dos proposiciones, el partido republicano, 40 votos, se muestra por lo menos favorable al acusado. Cuando se trata de un tecnicismo legal, ocho abogados republicanos votan en favor de la defensa, que no necesita sino siete votos republicanos para obtener absolución.

La impresión general hasta hoy es que lo condenarán por necesidades de partido, pues que la acusación ha debilitado las razones legales. La defensa principia mañana, y se espera de ella, no sólo justificación, sino que acuse a sus acusadores, de un plan conspiracy de deponer al presidente anterior a los motivos alegados hoy. El terreno está cubierto de rastros, que han ido dejando en esta mala vida.

Depuesto; absuelto, la tranquilidad no se alterará. Espanta ver este espíritu de orden. La lucha de los partidos sigue la misma. Los demócratas ganan terreno en el oeste y Filadelfia; los republicanos se confirman en el norte; los negros dominan en el sur, sin que la reconstrucción gane moralmente terreno. Todos sienten que no pasa de la superficie. El presidente manda sus vetos al Congreso, y la prensa no es ni más virulenta ni menos persistente en el ataque o la defensa. Si el Congreso triunfa, como se cree, habrá cambios en el gobierno; pero la resistencia ganará terreno, sin resolver nada, ni aún con asegurarse el partido republicano la presidencia desde ahora por el impeachment y después por el sufragio de los negros.

Lo único que hay claro es que el sistema de gobierno se transforma, y que la constitución ha dejado de producir sus efectos. ¿Cómo juzgar del resultado final? Se necesitan cuatro años para ver el comienzo del fin. Es preciso tener presente que los dos partidos son igualmente fuertes, pues en las elecciones se ve que el uno o el otro triunfa por débiles mayorías. Créese que los republicanos se lanzan a la revolución, precisamente, para introducir medio millón de votos negros, e inclinar así la balanza hasta el suelo. Los generales están casi todos con el partido dominante en el Congreso, que ha anulado al ejecutivo, y paralizado recientemente al Poder judicial.

El mes actual verá el fin de este largo debate; pero no en este año veremos a qué resultados positivos conduce.

Leo aquí lo que en Francia piensan de estas cosas. Todo menos lo que sucede. No comprenden que se concibe tanta exasperación con la tranquilidad de los debates judiciales, crisis tan decisiva con una tranquilidad que parece la de un lago.

He querido darle una idea de ésto, de aquéllo, y mostrarle mi impotencia, quedando así justificado mi pasado silencio.

Quedo su afectísimo


D. F. Sarmiento


……………..



of the Argentina Republic. Esa historia, después del libro que actualmente estoy escribiendo, acabará por ganar la batalla en que vengo empeñado hace treinta años, para educar a los descendientes de españoles, guaraníes y africanos, tres grados de barbarie nativa más o menos pronunciada. Seguimos peleando y matando paraguayos. Tiene usted mucha razón en hallar que no puede encuadernarse nuestra república, por ser unas páginas grandes y otras de formato en doceavo. Costarános doce millones la guerra, y quedará sin solución el problema, como la nuestra en 1853, en 55, en 60 y en 61; pues si Córdoba no se subleva, y yo no empujo el ejército hasta San Juan, hubiéramos tenido otro Acuerdo de San Nicolás.

¿Qué dice usted de la cuestión española en Chile? La América acabará por despertar. Aquí tenemos a Méjico. La guerra continúa. Juárez avanza, las legiones romanas retroceden. Los Estados Unidos aplauden, instigan, urgen. El gobierno ha nombrado al general Logan, un enragé ministro plenipotenciario cerca del presidente Juárez. ¿Méjico será la Teresina del sobrino? ¡Cuánto va a costar al orgullo del que de su raza ha querido, a falta de mejor título, hacer el intérprete del destino! ¡Retirarse, abandonar la presa, darse por vencido por los mejicanos! ¡Qué rechifla, qué triunfo para Favre, para los liberales!

Conoció usted un joven Mayer, hermano del que mataron en Mendoza, y del que mataron en La Rioja. Vino aquí, escribió sobre armar a los negros como en la República Argentina. Diéronle un cuerpo de negros, se distinguió en una batalla y hace días les golpeó la boca a los franceses desde la costa de Fijas; lo insultaron los diarios de Matamoros, le llamaron sudamericano, aventurero, renegado, y los mejicanos lo han hecho general, de capitán que era en 1861 en la República Argentina. Nombrado mayor por Paunero, no quiso Mitre confirmar el grado. Se enojó y se vino a los Estados Unidos, donde fue luego coronel, y a Méjico, donde es general. Puede mandarle dar parte.

¿Le ha hablado Balcarce de una Biblioteca pública que fomentó en San Juan? Mándele su obra encuadernada y con su dedicación; si andan por ahí algunos otros libracos, añádalos con la misma recomendación. Todo trigo es limosna.

Aquí me voy abriendo paso, poco a poco, en la opinión y espero con confianza que seré tenido en algo, así que haya logrado manifestarme un poco. Juzgo por felices antecedentes ya.

¿Por qué no me manda su fotografía y la de los suyos?

Su afectísimo.

D. F. Sarmiento.



……………..



Nueva York, junio 30 de 1868.


Señor don Manuel García.


Mi querido amigo: Un señor Escardo, muy mi amigo de Lima, escribe a mi secretario, diciéndole una vez, he recibido de Elizalde cuatro cartas, diciéndome que tiene segura su candidatura, único asunto de su correspondencia conmigo. Otra le escribe últimamente, con este solo asunto: “la candidatura es segura”.

Imitando su ejemplo, me muevo también yo a escribirle para decirle, que nada sé de positivo, que esperan unos la mayoría si Jujuy está conmigo, o en el Congreso, si éste ha de decidir la cuestión. Tan feo aspecto presentan aquellas cosas, que poco me mueven a desear mi triunfo. Ni aun la posibilidad de poner orden en aquel caos veo, en perspectiva.

Me dispongo sin embargo a volver dentro de veinte días, y llegaré después que todo esté pasado y arreglado. Mi asiento de senador me quedará en todo caso.

Vengo del oeste, adonde volví por decir adiós a mis amigos. Quería despedirme de la cascada y recorrer el Hudson y aquellos encantados parajes, antes de volver a la vida ruda y penosa que me aguarda. Al pasar por Ann Arbor, fui invitado a asistir a lo que llaman el commencement, y honrado con el grado de doctor en leyes por los regentes de la Universidad de Michigan, hoy la más célebre de los Estados Unidos. Igual honor ha tributado a Longfellow la de Cambridge. Las razones dadas eran mis servicios a la educación del pueblo. Convendrá usted en que debo estar muy satisfecho con tal manifestación, por ser muestra de que en algo se tiene mis esfuerzos constantes. Este título valdrá para los que en él cifran toda importancia y para mis amigos, la confirmación del buen concepto en que sin eso me tienen. Se lo comunico a usted como a uno de estos últimos.

El 4 de julio se reúne la convención democrática, aquí, y promete ser la más grande e influyente que haya habido jamás. Difícil prever quién sea el candidato electo; entre Chave, Pandleton, y Hanckol; pero el movimiento democrático es poderosísimo, y muchos creen que se sobrepondrá el partido, no obstante el prestigio de Grant, que cuán grande es no resiste al análisis; pues en efecto, no ha mostrado hasta aquí cualidad ninguna notable. Johnson tuvo ocasión de poner un veto más. Hoy hubo fiesta de alemanes, la procesión más vistosa. Sociedades de tiradores de Europa y América. ¡Cómo se vive aquí! Y yo me vuelvo gustoso a nuestro infierno.

Suyo afectísimo.


D. F. Sarmiento.



……………..



Nueva York, julio 17 de 1868.


Mi estimado amigo:


Desde Chile, Río Janeiro y París me escriben con el desencanto de usted acerca de elecciones, como si algo se desprendiera de aquella atmósfera recalentada, a guisa de catinga de negro cuando se agita. Escribíle a su señora, dándome por esperanzado, pues echándola ella de inspirada no había de incurrir en la poca galantería de hallarle razón, o mostrarse incrédula.

Mis cartas íntimas de fin de mayo, me hablan por la primera vez de Buenos Aires, con absoluta certidumbre y el pandaro es de la misma opinión por la primera vez.

La entrada en escena de Urquiza a última hora, si bien deja a Elizalde chasqueado, rompe en dos la oposición, y mi lista queda firme, salvo limaduras y recortes. Usted sabrá allá lo que yo voy ignorando, pues parto el 23. Resolvílo cuando dudaba, prometiéndome, servir de freno desde el senado al tren, por si quería descarrilarse.

Lo que pasa por allá es simple y significativo. Cada cual que se sintió con medios y en posición de manipular una elección puso mano a la obra, con confianza en su maña y diligencia. Hace dos años, que El Nacional recibió propuesta de vender la redacción para las elecciones. Con éste y La Tribuna, y con el Club Libertad y los peones de ferrocarril se daría fácilmente un presidente a la República como se había dado gobernador a Buenos Aires. Elizalde anduvo más avisado, proponiendo una compañía a medias a Taboada, cada uno poniendo sus influencias oficiales. ¿Por qué Urquiza no había de tentar el juego, desde que le entregaban a Santa Fe y contaba con Salta? Alsina y Urquiza, Alsina y Sarmiento todo es excelente con tal que sea. La más triste de estas combinaciones o complot era el de Elizalde, pues traía por base la fuerza quichua como apoyo necesario del partido liberal. Si salvamos de estos manejos habremos andado un poco. Si voy al gobierno en representación de la opinión sin tutores, ni amaños, yo romperé las maquinillas, y pondré a quichuas y guaraníes en su puesto. No me molesta la revelación de Urquiza sobre Alsina. Queda con ella donde debió de estar desde el principio. Será presidente del senado, para tocar la campanilla; pues en cuanto a vice, pienso convidarlo dos veces a comer, para que vea un estómago y salud que hace del vice la precaución inútil. Muy tranquilo estoy pues por ese lado.

Espero, pues, el fallo de la votación, y escriba al honorable senador.


D. F. Sarmiento.



……………..



Buenos Aires, octubre 28 de 1868


Señor don Manuel R. García.


Mi estimado amigo: Le escribo presidente, saludándolo ministro plenipotenciario a los Estados Unidos, según lo deseaba. A muchos no agradaba, careciendo usted de méritos electorales. Como ésta es una deuda que debe pagarse, cuento con que en los Estados Unidos me prestará grandes servicios. Representar la República en el momento más favorable; propicia la opinión sobre la guerra del Paraguay, y mucho más sobre el nuevo presidente, Mr. Seward ha dado órdenes aquí a sus gentes de serme favorable a fin de que se muestre la simpatía del pueblo norteamericano por Mr. Sarmiento. Mr. Worthington the minister vino conmigo y tengo motivos de creer que me estima con afección personal.

Haga estudios sobre lo que crea útil para nuestro país: mande papeles de gobierno, para el congreso, los ministerios, etc., y gaste en ello poquísima plata. Los talentos de su señora deben servirle mucho en Washington donde deberá establecerse. Vea a Mrs. Mann y pléyade.

Le recomiendo a su secretario don Bartolomé Mitre. Es un joven de quien se puede sacar partido si logra usted establecer cierta autoridad en su ánimo. No sé que le quede otra carrera que la diplomática, porque aquí aun subleva resistencias; pero necesita que se familiarice con las cuestiones de derecho de gentes que aún no ha prestado atención. Lo demás se lo iré diciendo según se ofrezca. Los oficiales que llegan del ejército del Paraguay tienen la convicción íntima de que la guerra concluye pronto.

Mi elevación al poder ha sido saludada por los ex ministros con una virulencia de que no los creía capaces. Acaso su órgano excede al programa. Hay hasta folletos y pasquines. El público bien, las provincias mejor. Los hombres de peso, de plata, de ciencia, satisfechos. El gobierno de la provincia de Buenos Aires amurallado contra toda tentativa de los que quisieran reaccionar. Ministerio generalmente aceptado, Gorostiaga y Vélez las dos piezas de resistencia cada uno de ellos ha dado chispas, así que tocaron con la materia. Una falsificación de millones en ciertos bonos descubierta y contenida; la guerra civil de Corrientes terminada con una palabra. Entre tanto Urquiza a mis órdenes, los indios invadiendo toda la República, y la confianza y esperanzas del público inmensas. Usted verá mis discursos. Si miento lo hago, como don de familia con la naturalidad y sencillez de la verdad.

Cuestión: ¿Cuáles son los sellos usados en los Estados Unidos para papel sellado? ¿Cómo se usan? ¿A qué casos y papeles se aplican como contribución — muestras de todos — vea a un fabricante de papel Bank Note Company, que contrató el papel de Buenos Aires y pida los precios.

Estoy aseando y limpiando las oficinas. La basura humana es inmensa y no cabe en los carros de policía.

Pienso escribirle a Laboulaye dándole las gracias por su oportuno artículo. Eso fait du bien.

De los Estados Unidos necesitaría las tarifas de aduana o el sistema adoptado para el avalúo. Un papel en varias lenguas que se hace firmar a los pasajeros al llegar declarando, no traer en su equipaje objetos que pagan derechos. Lo encuentra en las aduanas.

Un extracto de los impuestos para comparar con los nuestros, en mercaderías extranjeras y otros — a fin de preparar la opinión para mayores, en caso de necesitarlos para hacer frente a la deuda.

Recibí su última carta felicitándome por la presidencia. Como ya estoy en el potro y es molesto para quien lo cabalga, maldita la gracia que la cosa me hace. La prensa extranjera se ha levantado contra los pasquines de la Nación y sus discípulos. La pacificación de Corrientes responde a esto y más. Nuevos fraudes en la administración mostrarán cuando descubiertos cuánto pierde la clientela despedida por la elección de hombres honrados.

Mientras escribo a Mrs. Mann y otros amigos recomendándolo, quedo su afectísimo.


D. F. Sarmiento.



……………..



Buenos Aires, diciembre 12 de 1868.


Señor don Manuel R. García.


Mi estimado amigo: Supóngolo en los Estados Unidos, recibido y en desempeño de sus funciones diplomáticas. Su señora, es de suponer también honrando con su talento y gracia la legación argentina.

El ministro de Instrucción pública le habrá escrito ya recomendándole buscar un profesor para visitar y reformar nuestros colegios. He aquí un Mr. Allen que Mrs. Mann conoce, y que quedó hablado para algo de este género. Diríjase a ella para que lo ponga en contacto, y lo contrate según lo que el ministro le proponga. Después y en defecto de éste puede hacer las mismas proposiciones al profesor James P. Wickersham superintendente de escuelas de Pensilvania, a quien tengo hecho ofrecimientos; y en todo caso entiéndase con Mr. Henry Bafnard, que puede suministrarle datos. A este doctor Bafnard le recordará que tiene que darme una edición de los informes del departamento que preside, de lo que lo pondrán al corriente mis cartas al senador Sumner, publicadas por Mrs. Mann. Cuando Grant sea presidente espero que Sumner tenga ascendiente, y es un amigo mío, que no dejará de sernos útil o simpático.

Aquí me he encontrado con una fuerte oposición de parte de Elizalde, Costa, Gutiérrez, y algunos creen que de Mitre. Es del carácter de la de Calvo y ofrecen ir hasta las armas.

Mi gobierno tiene el apoyo, más bien el asentimiento del público, que encuentra moralidad, imparcialidad, y deseo de acertar. En finanzas andamos bien y crédito cada día mayor. El año es asombroso de productos. El trigo abundante y excelente, y tan gordo el ganado, que este año hay ya 80.000 pipas de grasa de cordero en lugar de 35.000 que hubo el año pasado. La de vaca principiará a extraerse en el año entrante y será tres veces mayor que nunca. Así, pues, habrá unos dos o tres millones de renta más.

Espero que usted me escriba luego dándome informes sobre la situación de las cosas allá y de la nuestra, es decir, de nuestro crédito como país y como administración.

Hasta entonces quedo su afectísimo amigo.


D. F. Sarmiento.



……………..