Cartas confidenciales de Sarmiento a Manuel R. García /1866-1872
Cartas de Sarmiento de 1870
 
 
Buenos Aires, febrero 15 de 1870.


Señor don Manuel García.


Mi estimado amigo: He recibido con mucho gusto su carta del 18 de diciembre en que tanto se queja de los numerosos encargos que lo abruman. ¿Y si no hubieran encargos, que haría la embajada?

Hace muchos años que pretendía yo que no teniendo influencia afuera, nuestras misiones diplomáticas debían suprimirse o hacerse oficinas de trabajo, para la transmisión de cuanto elemento pueda sernos necesario importar. Está usted, pues, en el buen terreno, cuando está acomodando cajones e inspeccionando bancos de escuelas.

Siento mucho que se nos eche a perder Davison, que era tan bueno. Alguna indicación suya muy fugaz que sólo se explica por la carta de usted me muestra que él se apercibe que usted está descontento con el país, o los hombres que lo rodean.

¿Por qué no distribuye usted sus tareas entre los secretarios y attachés? Uno atiende a esto, otro a aquello.

Luego habrá recibido el código y mil pesos pedidos. En cuanto a correcciones, si usted no cree seguro hacer las pequeñísimas que le indicaba déjelo como está. Sobre esto no puede haber discusión. Todo lo demás se ha allanado en la medida que es posible y sin excedernos de nuestros medios. A Gould le van 400 francos, a Davison y usted la orden de prescindir de fletes, a usted la de tener paciencia.

Hablemos de cosa que será más amena para usted. Vuelvo apenas de mi prometida visita a las colonias. Mi viaje ha sido un triunfo permanente a través de ciudades y campañas entre nacionales y extranjeros. Creo que lo que les complacía era ver por primera vez, no obstante Derqui, Urquiza y Mitre un verdadero presidente, el presidente de todos. La cosa era nueva y sorprendente. En Buenos Aires no quiere acabar de creerlo todavía, debido a que aquí soy muy conocido. Las colonias en definitiva son veinte o más puntos por donde la agricultura empieza a apartar el ganado y labrar la Pampa, y lo hacen con tal éxito y rapidez que temo que en diez años no haya en Santa Fe donde poder pialar un ternero a gusto. Es majestuoso y bello el movimiento. “¡Aquí, señor, decía el mayor de Esperanza, aquí todos somos ricos!, y de diez y ocho colonias, todas podrían responderle lo mismo.”

Hay esperanzas, pues. Nuestro crédito en Europa tan exagerado nos permite realizar cuanto es necesario a la prosperidad pública y preparar elementos para más colosales desarrollos. La emigración toma estas proporciones, y desde Inglaterra la tendremos muy luego de farmers por las tierras del central; por ensayos parciales que con éxito hacen ingleses, por sociedades que se organizaron en Inglaterra bajo la impulsión que ya estamos dando.

Nos proponen capital para un Banco Nacional; y ya Vélez mandó las bases. Tengo, pues, la tela de que se hace la gloria, tierra, emigrantes, crédito y plata al contado. Nada queda por regenerarse sino es la pasada administración que sigue sus propósitos, aunque modificadas sus esperanzas, en presencia de la seguridad de la marcha de la situación, y de la universal aprobación pública se ha moderado La Nación, y Mitre feliz en todos sus medios de acción ha perdido por lo menos la esperanza de hacerme fracasar, aunque no dude de heredarme. Le he de dejar república tan próspera que será un majadero si por lo menos no sigue la huella que dejaré trazada.

¿Quién ha hablado de traer a Carranza? Yo no he dicho una palabra. Aproveche a Mitre. él me dice que usted no lo ocupa como él esperaba, y que un sentimiento de timidez lo retrae a él de hacerse intrusivo. Como la posición de este joven es tan anómala, es preciso hacer de tutor. Mande usted, pues, y haga que sea útil el sueldo que la nación paga. A él le escribo en el mismo sentido.

El ministro Rirk fue uno de nuestros compañeros de viaje; y aunque todos los ministros europeos rivalizaron en galantería y benévola apreciación de cuanto presenciaban en manifestaciones, y elementos de riqueza, Rirk atrajo la atención por la sincera cordialidad con que simpatizaba con cuanto nos es favorable. En el Fraile Muerto hoy Bellville, se encontró con un pueblo inglés, y les dirigió la palabra en términos que dejaron a todos cautivados.

Me gusta muchísimo que, según el parecer de Sumne, madame García y yo seamos los dos argentinos decididamente civilizados. Dele a ella el parabién, asegurándole que yo me lo sospechaba también de tiempo atrás.

Miss Gorman estuvo tres o cuatro días en casa de Vélez, donde usted sabe hacen plantas, conservatorios, estatuas, bibliotecas, etc. Un día les dijo a las niñas: “Ustedes son lo mismo que las señoras de los Estados”, lo que importaba la sorpresa do encontrarles tales excepciones. Esa es South-America, y ya verá si es gigantesca nuestra obra de hacernos admitir en términos iguales siquiera con los pueblos civilizados. En un discurso en las colonias, echándoles en cara a los italianos que no mandaban sus hijos a la escuela, dije; no nos traigan los vicios de su país, |he estado en Italia: de 22 millones de habitantes, 18 no saben leer. El maestro se atufó, porque en los aires que se dan aquí, le sabía mal que les levante la camisita y muestre la realidad. Woothington viendo el carnaval, el Club del Progreso, quinientas damas elegantes, decía, esto no se conoce en los Estados Unidos, tanta distinción, tanta elegancia; y todos los demás repetían a porfía lo mismo. Consuélese, pues, de no ser contado entre los hombres eminentemente civilizados. Déjeme y ayúdeme a trabajar la opinión de los Estados Unidos. La Europa la seguirá. Seremos reputados civilizados, mediante ciertos bancos caros, ciertos libros impresos. En Francia eso lo hace el carpintero o el impresor sin alcance ni rebertissement. ¿Cuánto costaría traducir e imprimir a Coushing?

Se acaba de publicar un manual de despacho de la aduana en Nueva York. Libro tan notorio ha de hallarlo dondequiera. Encárgueselo a Mitre y mándemelo por el correo. Si creyese convenir compre más. No se asuste por el pago de 40 pesos por correo del Código. Era necesario asegurarse el envío. Mando otro. Y si se pierde una página veré de ponerle una suma para gastos allí. ¿Quiere mandar a Francia una banca norteamericana de modelo y preguntar a cómo harían el cien y el millar? He de pedir 20.000 un día. Otro tanto diría de maestros a Prusia; pues sólo en Prusia y Estados Unidos existe esta droga. Lo demás son falsificaciones.



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Buenos Aires, marzo 17 do 1870.


Señor don Manuel García.


Mi estimado amigo: Los recientes sucesos del Paraguay ponen término definitivo a la guerra mal que le pese a Mac Mahon. Como verá, ha sido tomada la Lynch e hijos.

Quedamos arreglarnos con el Brasil para poner término a la alianza; y en el modo y forma no estamos de acuerdo con el señor Paranhos. Quisiera un tratado preliminar de paz y otros formulismos que sientan mal en presencia del exangüe país a quienes se refiero. Un ministro saldrá luego para el Paraguay. No queda un solo hombre en armas.

Ahora a los libros. Vanle veinte mil fuertes para los objetos que le designa Avellaneda: Código, Cosson, Gould, etc. No creyó Gorostiaga aceptable lo del Banco porque le harían pagar caro aquí la comisión.

No se presione por no estar a las instrucciones dadas en globo. Si Mantilla puede ahorrarse, ahórrelo. Temo los errores tipográficos de que usted no ha de poder garantirse. Corregir pruebas es más profesional de lo que parece. En la publicación de Cosson, el interés era tener el estereotipo, para ediciones baratas; pero si ha preferido el otro modo no hay que decir.

Las maestras no han llegado, y la fiebre amarilla está en Río de Janeiro, de lo que las libra venir en buque de vela. Aquí han habido ayer dos casos a bordo de los vapores.

La tranquilidad es perfecta y creo en la buena opinión del gobierno universal. No sé si hablé antes a usted de mi viaje a las provincias del litoral y colonias, acompañado del cuerpo diplomático. Las ovaciones no expresaban bastante todo lo que de significado político tenían. Aquí se ha sentido de rechazo, dando moderación hasta a La Nación.

No sé si tengo tiempo de escribir a Davison y Mrs. Mann; por falta de tiempo y asunto. En el correo venidero tendré de qué hablarles.

Mil recuerdos a su señora, cuya conducta apruebo. Me gusta que dédaigne decir en los diarios, y sobre todo por los mulatos esos de López.

Su afectísimo amigo,


D. F. Sarmiento.



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Señor don Manuel García.


Mi estimado amigo: Triste alcance el que hago a mi carta anterior. Urquiza ha sido asesinado en su casa de San José, por una partida de blancos del Uruguay a fin de envolvernos en la guerra civil que ellos han provocado en su país y que el general, en cumplimiento de órdenes estorbaba; pues de Entre Ríos salían los grupos. Este acontecimiento viene a introducir la perturbación que espero sea momentánea.

En veinticuatro horas y en vapores despaché mil hombres de las tres armas al teatro de los sucesos. Tengo medios poderosos de acción y cuento con que este accidente pasará. ¡Cosa extraña! Hasta hoy 16, no tengo noticia oficial de lo ocurrido, no obstante haberse nombrado gobierno provisorio. Como la revolución era blanca puede ser que haya el propósito de llevarla a cabo. El ejército está allá, y tiene órdenes de estorbarlo. Haré todo lo posible por salvar el honor nacional y la paz también.

Su afectísimo,


Sarmiento.



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Buenos Aires, abril 12 de 1870.


Señor don Manuel García.


Le escribo, mi estimado amigo, para contestar su última en que tantas noticias buenas y malas me da. Lo de Mitre ya me lo temía; y sin la suya, habiendo librado mil pesos sobre el gobierno sin autorización le había escrito con severidad. El día que llegó la noticia de la muerte de López hice salir el 6º con la música y orden de felicitar al general Mitre. Esto motivó una visita de su parte, y como terreno neutral hablamos de Bartolo quejándose él también de su despilfarro. Díjele lo que le había escrito. Varela recién llegó anteayer del Paraguay y aún no hemos hablado del nauseabundo negocio; y aunque me duele veo que es inevitable mandarle su cese. Si por Carranza pudiera inducírsele a renunciar e irse al Perú, sería excelente; pues que aquí tiene peor fama y ni su padre puede rescatarla. Sería odiosa su presencia. El mes venidero, pues, proveeré. La guerra está terminada. Diferimos con el Brasil en puntos de forma, en cuanto a darla oficialmente por concluida. Nosotros queremos retirar nuestras fuerzas, y dejar a los supervivientes que constituyan gobierno para hacer los tratados de que habla el de alianza. Los puntos que este tratado debiera abrazar son: reconocer el Paraguay los límites que le dan en él los aliados, reconocer la deuda de los costos de la guerra y la libre navegación de los ríos. El Brasil o Paranhos quiere que tratemos esto con el gobierno provisorio, o si no lo reconocemos hábil, hagamos un tratado preliminar de paz, en que reconozca aquellas condiciones, para ser ratificadas por el congreso o poder que se elija por el pueblo paraguayo. Nosotros nos negamos a tratar con el provisorio por creerlo incapaz (sin facultad para obligar al Paraguay). Renunciamos a exigirle reconozca la deuda, por ser tan enorme con la del Brasil que queda para siempre maniatado.

La navegación queda expedita; pues han sido horriblemente escarmentados por obstruirla. El Brasil parece no perdonará la deuda; pero se maestra dispuesto a ceder algo de territorio, a trueque que nosotros cedamos del Chaco. Aquí está la intriga. El Brasil en el tratado de alianza se dio a su arbitrio límites que nunca había pretendido. Cediendo, pues, territorio, cede lo que era del Paraguay. Nosotros nos dimos los límites de antiguo reconocidos, que el Paraguay no disputó y sólo los López invadieron en el Chaco y Corrientes, haciendo una punta del río Paraguay y del Paraná. La guerra nos puso en posesión de nuestro propio territorio en Corrientes y Chaco y lo conservamos. Paranhos pretende que nos empeñamos en tratar porque “el tigre ya agarró su presa”, frase iracunda del debate. Si la guerra es un tigre, la guerra nos dio lo nuestro y nada más.

Hemos pasado un contra protocolo reducido a las siguientes cláusulas. Los aliados y el gobierno provisorio dan por terminada la guerra. El provisorio ratifica las declaraciones que hizo de reconocer los puntos establecidos por la alianza.

Se obliga a convocar al pueblo para nombrar el gobierno definitivo con quien tratar. Los aliados retiraron sus tropas. Fíjanse cuatro meses para nombrar gobierno, etc.

El emperador me hace decir por Paunero que él no disputa el derecho que tenemos al Chaco; pero que será muy alarmante que dejemos tropas en frente de la Asunción. Le hemos contestado que no tenemos en todo el Paraguay 900 hombres (es la verdad) y que no dejaremos allí más que lo indispensable para la seguridad de la población. Por sugestión de Vélez se le añadió, menos que la fuerza que pueda contener un buque de guerra brasilero.

Ellos tienen Mato groso y por tanto derecho de mantener tropas. Tienen buques de guerra en frente de la Asunción y nadie puede disputarles el derecho de llevar fuerzas: y se pretenden alarmados por un piquete de nuestros soldados. él reconoce hoy como siempre los ríos Paraguay y Paraná como límites de derecho y naturales del Paraguay trae a más de la justicia y nuestra ocupación por precio de tanta sangre y tesoros, hacer de ambos ríos vías públicas y no propiedad de un común ribereño, con lo que se logra que la navegación sea libre a todas las banderas, según las leyes argentinas, pues nuestras leyes rigen sobre una de las riberas. No puedo anticipar nada sobre el fin de la negociación, ni las intrigas que se moverán para propiciarse la opinión de los paraguayos, con el sebo de recuperar territorio en el Chaco. Ya reclamaron de nuestra ocupación, como si lo guerra hubiese sido para divertirse en matar y Paranhos metió un poco la mano.

De lo demás de su carta poco queda que necesite contestación. Corrija o no el texto del código según su juicio. Yo suelo dar estas órdenes militares. Haga tal cosa bajo su responsabilidad. Siento decirle que erró de medio a medio en no estereotipar el Cosson: ¿Para qué imprimirlo si no era para asegurar el estereotipo? Pero no se aflija. Otra vez se hará. Deseo ver uno y otro libro. Ya se libraron 30.000 duros para eso y mucho más.

Habrá visto lo de la comisión de emigración en Inglaterra. Yo lo he echado a la broma, mejor que enojarme. ¡Peor es meneallo! Nos vemos apurados de dinero para los gastos extraordinarios, que son millones. Las rentas suben. El crédito usted lo conoce. En fin, tenemos que salir a la raya a tira y tira. Sé que Me es la señora de Washington. ¡La felicito! Eso nos pone en predicamento. Llegaron las maestras. Estoy contento. Expresiones a mis amigos y usted disponga del suyo.


D. F. Sarmiento.



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Buenos Aires, agosto 16 de 1870.


Excelentísimo señor ministro don Manuel García.


De aquí le escribiré amigo en presencia de la guerra de Europa que compromete el éxito de nuestro empréstito de treinta millones y la de Jordán que se prolonga por la inercia de nuestros generales ya removidos, amenazando convertirse en una de salvajes unitarios o en la segregación de Entre Ríos favorecida por los blancos que esperan no sin probabilidad triunfar en Montevideo.

Estoy, pues, disgustadísimo; en medio de la confianza pública, con el congreso simpático, las opiniones desorientadas, la exposición preparándose espléndidamente y Gould en vísperas de llegar. Creo haber llegado al apogeo de mi gobierno, acaso de mi reputación personal; pero esta guerra de gauchos, autonomía y federales rojos es una plataforma de maderos amarrados con tientos; y en lo más bonito y patético del drama, un tiento afloja, y patatús... se llevó la trampa, drama y dramaturgos. Afortunadamente el mundo tiene otros disparates de que ocuparse allende el Rin, y no habrá ni silvos para nosotros.

La historia se reduce a esto. Asesinado Urquiza hice pasar rápidamente fuerzas a Entre Ríos, que no se movieron de un lugar. Mandé otro ejército al Paraná que dio una batalla incompleta. Persiguieron a Jordán que les hurtó la vuelta y tomó todos los pueblos desguarnecidos. Mis generales compraban caballos según la constitución. Jordán reunió todos los de Entre Ríos sin ceremonia y hemos quedado a pie, con dos brillantes ejércitos separados, pues los generales no cuidaban de reunirlos cuando pudieron. Jordán marcha sobre la ciudad del Paraná fortalecida, y donde está un poderoso ejército, con pocos caballos. Lo demás lo sabrá usted por el vapor siguiente.

Ha venido a mezclarse con tantos motivos de desagrado uno que le toca a usted por su familia. L. Mansilla había trabajado en las elecciones, lo hice coronel y lo mandé a Río IV. Su conducta era excelente en unos respectos, mala en otros, y así iban las cosas, cuando una acusación de delito sin nombrar delincuente dio lugar a levantar sumario, siendo presidente Alsina. Nadie tuvo intención hostil. Vuelta la información al ministro decreta al fiscal. El fiscal dice hay lugar a proceso; proceso sin ferit. Pero Mansilla dirige de buenas a primeras una carta al ministro poniéndolo de oro y azul. Lo más singular es que la inserta en el proceso. Mi papel en todo esto es negativo; y sólo intervengo para mostrar su sinrazón a Mansilla y procurarle ocasión de apartar el golpe que le vendrá si no dejo bien puesta la ajada autoridad del ministro. Todo en vano, insiste en que se le sentencie, cosa que yo quería evitar; y el día llega... y queda destituido por salvar la dignidad del gobierno. Yo soy el pato de la boda; atribuye a personalidades mis motivos; yo que no había tenido arte ni parte, y veo que sigue en la prensa un sistema de oposición encubierta. Tengo, pues, que resignarme.

Con la llegada de Gould, en estos días tendré ocasión de hablar de los Estados Unidos y de usted.

Témese aquí que nuestras lanas bajen en Europa con la guerra, lo que no estorbará que hagamos doce millones de renta en la sola aduana de Buenos Aires. Las provincias se mantienen quietas y la verdad es que a nadie le ocurre que la tranquilidad sea perturbada con la guerra de Entre Ríos.

Está en el congreso la solicitud muy justa de usted por aumento de sueldo; y creo que será despachada favorablemente.

Renuncia Varela del ministerio por hallarse muy enfermo, e irse a Europa a curarse. ¡Qué hubiera dado por tenerlo a usted a mano!, y meterlo ahí para salir de apuros. Habrá visto en los diarios las renuncias, incluso la mía. Todo obra de los niños de la prensa que se divierten en inventar hipótesis a su paladar. Vamos cayendo en enfance de puro decrépitos. ¡Oh, España!

Con la esperanza de mejores momentos para escribirle me suscribo de usted afectísimo amigo.



D. F. Sarmiento.



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Buenos Aires, octubre 13 de 1870.


Señor don Manuel García.


Mi estimado amigo: Ha llegado la mala de los Estados Unidos y no he tenido carta de usted, justa retribución a mi silencio prolongado. ¿Qué puede escribir un presidente disheartened, que ve fracasar toda su obra ante un gaucho que asesina a otro para substituirlo como caudillo, y con seis generales? ¿El ejército entero del Paraguay no puede conseguir ni siquiera una miserable batalla, y cuanto menos concluir con la rebelión?

Mientras tanto las rentas no bastan para tantos gastos; y cuando había cesado el más alto crédito en Europa, el maldito emperador de los franceses hace su calaverada y nos cierra las puertas a los millones que de todas partes nos ofrecían. Así, pues, todo mi trabajo queda esterilizado, y puedo quedar como un Rivadavia, bueno para recordarlo treinta años después de un cataclismo. Las provincias han resistido enérgicamente a las tentativas de perturbación; pero si la guerra o los armamentos sin resultado continúan, el hilo se cortará por lo más delgado, la hacienda, y el diablo dará al traste con todo.

Imagínese con esto si he debido tener ganas de tomar la pluma para escribir miserias y desencantos.

Toda oposición sistematizada ha cesado en el Congreso; pero no sucede así en la prensa, que es la expresión no de círculos sino de propietarios políticos. Mitre, La Nación; Oroño, La República; Quintana, El Nacional (comprado). Cada uno para sí y todos contra el gobierno.

Usted sabe cual es la tradición francesa: guerra al poder; el poder es el ejecutivo, llámese Luis XVI, Cavaignac o Sarmiento. Me temo un contraste como el de Luis Felipe, una avería como la de los banquetes, hecha sin mala intención por todos los partidos.

¿Qué dice usted de la guerra europea? Aquí se vive en las imprentas esperando boletines de noticias. El público es franco por la república. ¡Cuántas decepciones nos aguardan! Si triunfa allá, creo que Héctor Varela será el eco aquí de la nueva república. Yo he ido a los Estados Unidos a aprender tiranía; y la verdad es que hubiera querido hacer tomar por tipo aquella pacífica y fuerte república, en lugar de las agitaciones tumultuosas de la francesa, capaz sin duda de actos desesperados de heroísmo, pero impotente para mantener un gobierno que la dé seguridad y duración. Mientras tanto, vea después de Sadowa lo que queda en limpio. ¡Las naciones protestantes, Estados Unidos, Inglaterra, Alemania, fuertes, constituidas y victoriosas; las católicas, Francia, Italia, España, nosotros!, en medio de convulsiones seculares sin atinar a darnos un día de reposo. ¡La despótica Prusia ha educado a sus vasallos; la liberal Francia está a merced del plebiscito de la voluntad de los bárbaros!

La infalibilidad del papa y la ocupación de Roma. Sobrecogido me tiene la contemplación de los formidables problemas que van a resolverse ante los muros de París sitiado; y a veces creo que lo que ahí ocurre no es más que el enderezamiento del entuerto histórico hecho por Carlos V, estorbando con sus victorias que toda la Iglesia entrase en el camino que le trazaba la Reforma. Las batallas actuales, Sadowa, Sedán, París, serán para terminar la obra comenzada y detenida entonces. En ocho días más sabremos los últimos sucesos.

Aquí veo otra cosa que lo que el público ve; y me alarma la situación actual. La guerra de Entre Ríos no llama la atención de nadie, todos se ocupan de la Europa; lo que muestra la falta de nacionalidad. Creo no equivocarme al decirle que nunca tuvo la república gobierno más popular en el sentido de ser reputado bueno por todos los partidos y para todas las provincias. Nunca creo que con mejores ejércitos, con menos partidos violentos y descontentos hubo gobierno más débil. Mi impresión es que si Jordán triunfará por uno de esos absurdos de la guerra, vendría a las puertas de Buenos Aires sin que nadie se quisiese oponer; no por serle adictos, acaso por desprecio, sino porque este es el espíritu dominante. A las elecciones no concurren en la ciudad seiscientas personas, no a la elección de diputados sólo, sino de gobernador, de convencionales, de municipales. Diríase que durante seis años no han habido seiscientos ciudadanos, incluso sirvientes y peones. Somos extranjeros, los extranjeros dominan por la masa, por la fortuna y dan el tono a la sociedad. No ser patriota, no ser ciudadano, vivir, gozar, he aquí el bello ideal adonde vamos, sería excelente si no hubiera un abismo por delante.

Mitre ha llegado y no me ha visto. Lo tendrá usted luego en escena.

Quedo su afectísimo.


D. F. Sarmiento.



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Buenos Aires, noviembre 19 de 1870.


Señor don Manuel R. García.


Mi estimado amigo: Estamos esperando la anunciada llegada del código, de cuya buena impresión han sido precursor los Trozos selectos. Démele las gracias al joven Carranza por el libro encuadernado que me manda, y por el trabajo que se ha tomado.

No sé si dije a usted o lo ha adivinado el motivo que me hizo interesarme en la publicación de este libro. Es un salvavidas del naufragio de muchos libros; y un engaste para mucho que merece ser preservado. El público actual no conoce ya mis escritos; y sólo viendo reunidos algunos fragmentos de estilo míos, siento que por ellos puedo creer que estaría bien en la sociedad de los que han escrito con éxito.

Poco tengo que comunicarle de este su país. Hay seca obstinada: las lanas en cosecha no tienen valor; y demandan gastos. Con la seca no hay gorduras que reemplacen la falta de demanda. Los artículos de París suben; el comercio languidece con la guerra europea; y la de Entre Ríos se hace crónica y cancerosa. ¿Qué decirle? Hay dos ejércitos en campaña, con dos plazas fortificadas. Ayer han debido batir a Jordán, que buscó a Gelly, y éste se mantuvo en posiciones de antemano escogidas. Es decir, eludió el combate. Rivas viene atrás y hoy han debido reunirse ambos ejércitos y el enemigo escabullídose por tercera o cuarta vez. Caballos, es toda la cuestión. Somos bárbaros y la barbarie nos vence. No las tengo todas conmigo de que esta guerra no dé al traste con todos nuestros progresos superficiales. Nadie quiere descender al fondo de esta nave que amenaza hundir tierra mejor repartida, y educación para todos. Al ver el movimiento inglés sobre educación, me viene al espíritu que somos el pueblo más viejo y más carcomido que exista. La opinión, la prensa, se ocupan de ensanchar la brecha y demoler inocentemente toda barrera para un desquicio general que toca a las bases mismas de la sociedad antigua; mientras que la nueva, la extranjera, viene acumulándose en rededor, sin organización, sin apego, sin patria, que no pide ni le dan. Yo miro este movimiento casi sin pena porque es fatal, y también porque de nuestra propia nulidad saldrá algo más adecuado a la nueva situación que están creando tantos intereses nuevos.

Córdoba se siente nacer a la vida. Puentes de hierro, ferrocarriles, telégrafos, observatorio, exposición con todos sus primores, jardines ingleses, profesores alemanes científicos; edificios nuevos por doquiera, todo casi a un tiempo; y sin embargo la masa de la población de la ciudad y campaña es pobre, pobrísima, ignorante; el pueblo va con el pie en el suelo, y gracias si no hay manifestaciones torpes de fanatismo. ¿Cómo hacer moverse en proporción a los medios y en la esfera que trazan aquellas mejoras e innovaciones?

Supóngolo a usted interesadísimo en la lucha europea. Era usted antes simpático a los esfuerzos franceses por mayor libertad y en contra del imperio; y probablemente espera, como tantos pueblos, un esfuerzo supremo del patriotismo francés para reivindicar el territorio por lo menos. ¿Qué resultaría del triunfo alemán para el progreso humano? Cuestión es ésta que a mí me preocupa. Hace muchos años que dejé de ser simpático a las ideas francesas. Deseando ardientemente la libertad los que de ella hablan en Francia han hecho siempre como si se propusieran acabar con lo que aun les quedaba, y me temo que vuelvan a perturbar el mundo con sus ensayos prácticos y apasionados.

Siento que no pueda yo escribir sobre estas materias, por lo extrañas que son a nuestro país y auditorio. Creo estar well ported sobre ellas. El gobierno de las sociedades humanas, me digo, es un mecanismo, y es perverso, por inocente que sea su construcción, si no puede preservarse a sí mismo. Los francos republicanos nunca acertaron a crear ese mecanismo, que debían defender, conservar por el gobierno de la libertad. No lo mejorarán en adelante porque no han dejado en sus hechos históricos base alguna en que fundarlo. La república mal construida trae el imperio; el imperio trae la derrota.

Ahora veamos la Prusia. Su mecanismo de gobierno está montado en acero; absorbe, asimila, disciplina y educa. La república francesa produce los efectos contrarios. La Prusia militar es hoy Alemania; la Alemania está al frente de las ciencias históricas; y el pueblo alemán educado es el que más realiza el programa de una democracia. ¿Cómo es que los Estados Unidos y la Alemania, más Nueva Inglaterra y Prusia, se tocan a este respecto? ¿Aprenderán a leer los demócratas franceses? ¡Lo dudo!

A su señora mis más cordiales gracias por el billetito en que con tanta complacencia me transmite las palabras del general Grant, que tanto me favorecen. Es tan personal el cumplido que no he podido escribirle separadamente, por no ser don yo ni cantar como el cuervo.

Su afectísimo.


D. F. Sarmiento.



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