Las reducciones jesuíticas de indios guaraníes / 1609-1818
Las Reducciones
 
 

Fundada en 1604 la provincia del Paraguay de la Compañía de Jesús, por el padre Claudio Aquaviva, 16 entró en ella su primer provincial el padre Diego de Torres el año de 1607 con trece religiosos profesos y tres novicios. Otros diecisiete se le sumaron en 1610. 17


Con ellos la obra jesuítica tomó cuerpo en la región, tras el exhorto enviado por el gobernador Hernandarias de Saavedra al padre Torres, en nombre propio y del obispo fray Reginaldo Lizárraga, para la conversión de los gentiles del Guayrá, Paraná y Guaycurúes. 18


Seis jesuitas, repartidos por las tres recién citadas direcciones, comenzaron la obra de mayor empuje misional que vieron las Indias.



1) Las primeras fundaciones


Se abrió la serie de todas ellas con la de San Ignacio-guazú el 29 de diciembre de 1609, por obra de los padres Marciel de Lorenzana y Francisco de San Martín. Las demás se fueron sucediendo con resultados halagüeños, por la acción sobre todo de San Roque González de Santa Cruz y del padre Diego de Boroa, dos de los más esclarecidos misioneros de la Compañía de Jesús en el Paraguay.


Surgió de esta suerte la reducción de Nuestra Señora de la Encarnación de Itapuá el 25 de marzo de 1615; a la que siguieron las de Laguna de Santa Ana, Yaguapoa, Corpus Christi, Natividad de Nuestra Señora de Acaray, Santa María del Iguazú y Santa María la Mayor.


En 1619 el padre Roque tomó por el río Uruguay abajo, y fundó la reducción de Nuestra Señora de la Concepción; en 1826, las de San Nicolás del Piratiní y San Francisco Javier de Céspedes, y en los dos ulte­riores años las de Nuestra Señora de los Reyes de Yapeyú y Nuestra Señora de la Candelaria de Caazapá-miní.


El 15 de agosto de 1628 fundaba el padre Roque la reducción de la Asunción del Yjuhi, y el 1° de noviembre siguiente, la de Todos los Santos del Caaró. Atendía la primera el padre Juan del Castillo, y se quedó en la otra el mismo padre Roque con el padre Alonso Rodríguez de compañero.


Dos semanas después de la última fundación consumaban el martirio los tres jesuitas nombrados, por instigación del indio hechicero ñezú, que se decía dios. 19


Pío XI beatificó a los tres mártires con las letras apostólicas Dei viventis militum del 28 de enero de 1934, 20 y Juan Pablo II los canonizó en Asunción el 16 de mayo de 1988. 21


Las más apartadas fueron las reducciones del Guayrá, de las cuales ten sólo dos fundadas en 1610 lograron sobrevivir: la de Nuestra Señora da Loreto del Pirapó y la de San Ignacio-miní de Ypaumbucú. Las siguientes sucumbieron a manos de los bandeirantes paulistas. Trece en todo.


A una legua, río por medio, de Asunción, surgió en 1609 el pueblo de Santa María de los Reyes de guaycurúes, que en 1626 hubo que abandonar por la tenaz resistencia de los indios a la cristianización.


Dos reducciones hubo en Itatines de la actual República del Paraguay: las de San Ignacio del Caaguazú y Nuestra Señora de Fe del Taré, que sólo al amparo de Asunción lograron estabilizarse. Los itatines hicieron tres mártires: el padre Pedro Romero, el coadjutor Mateo Fernández y un indio cristiano.


También muy expuestas se hallaron las reducciones del Tape, en el actual Estado de Río Grande do Sul. Las trece creadas entre los años de 1631 y 1635, diezmadas y maltrechas por los bandeirantes, lograron emigrar a unas cien leguas por el oeste, y arraigar en la región de los grandes ríos Paraná y Uruguay.


Precisamente por aquellos años se consagraba el uso de las armas de fuego en manos de los indios reducidos, uso que las disposiciones legales aceptaron, revestidos de algunas modalidades.


Y fue providencial esta permisión para la defensa del dilatado territorio español contra el avance portugués, según se verá más adelante. Como que se constituyó una gran barrera humana defensiva no sólo con los pueblos guaraníes, sino también con los de indios chiquitos, mojos y maynas, por el norte, hasta la actual República del Ecuador.


Las doctrinas guaraníes, sobre todo, impidieron a los bandeirantes el acceso a las codiciadas regiones del Perú, y aseguraron a España la posesión del Plata y del Tucumán. De no haber existido tan poderosa barrera humana, sin duda que las inmensas posesiones españolas en Indias habrían llegado deshechas y exhaustas a la época independiente; y no es aventurado suponer la absorción total para el Brasil de lo que hoy constituyen la República Argentina y las de Bolivia, Paraguay y Uruguay.



2) Ubicación definitiva de las reducciones


La guerra paulista llevó a que ocuparan estas sus más o menos definitivos parajes. En vista a su mejor defensa se las agrupó en las márgenes del Paraná y del Uruguay, por la parte donde más se avecinan sus cuencas. Formáronse de esta suerte dos grandes grupos.


Constituían el primero los pueblos cuyas vertientes daban a los ríos Paraná y Paraguay, es a saber: San Ignacio-guazú, Santos Cosme y Damián, Itapuá, Candelaria, Santa Ana, Loreto, San Ignacio-miní y Corpus, con las dos de Itatines —Nuestra Señora de Fe y Santiago el Mayor— trasladadas junto a San Ignacio-guazú. Diez reducciones en todo.


Integraban el segundo grupo los pueblos de la vertiente del río Uruguay, esto es: San José, San Carlos, San Javier, Mártires, Santa María la Mayor, Apóstoles, Concepción, Santo Tomé, La Cruz y Yapeyú, en la ribera derecha; San Nicolás y San Miguel en la izquierda. Doce en junto.


A estas veintidós reducciones se sumaron después las de Jesús (a. 1687), Santa Rosa de Lima (a. 1697), Trinidad (a. 1706) y las cinco del Uruguay: San Luis, San Borja, San Lorenzo, San Juan Bautista y Santo ángel.


Cuanto al número de personas que poblaban las dichas reducciones, el informe del padre Francisco Vázquez Trujillo a Felipe IV, el 12 de junio de 1632, daba cifras globales:


“Unas [son] de 700 familias, otras de a 600 y otras de a 500, y algunas de a 400; y fueran muchas más numerosas si la peste de viruelas que ha habido estos años no hubiera consumido tanta gente.” 22


En 1690 había 26 reducciones con 78.000 almas. 23 Para el año de 1702, las 29 reducciones existentes reunían poco menos de 90.000 indios. 24 Llegóse al número de 30, sin contar las tres de más arriba y las de chiquitos, mojos y maynas que formaron familia aparte.


Estos 30 pueblos guaraníes en 1747, año de la carta-relación del padre José Cardiel, juntaban hasta “mil familias y aun más cada uno, creciendo juntamente en policía y gobierno”. 25


Hallábanse dichos pueblos “a distancia, unos de otros, de dos, de tres, o cinco y, lo más, de diez leguas”. únicamente los de Santo Tomé, San Borja, La Cruz y Yapeyú distaban arriba de 24 leguas de los restantes; unidos todos con buenos caminos, “y los ríos que lo permiten, con puentes, y los que no, con canoas y canoeros”, que transportan gratis la gente a la otra banda. 26