Las comunicaciones entre el Río de la Plata y Chile por Uspallata /1776-1810
Las distancias y el camino
 
 
1. Distancias entre las casas.

En párrafos precedentes hemos indicado las casas proyectadas y construidas en la cordillera.

Diferentes fuentes nos suministran estos datos acerca de las distancias existentes entre los refugios del camino de Uspallata:

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27 28 29 30

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Mendoza —

a Uspallata 17 31 23 33 30 15 ó 16

a la casa de Punta de Vacas 12 13 1/2

a la casa del pie del Paramillo de las Cuevas 16 4 8 35 18

a Puente del Inca

a la casa de las cumbres de la Cordillera 1 1/2 2 1/2

a la casa entre Laguna del Inca y las Calaveras 4 3

a la casa de Ojos de Agua 8 3 5

a la casa de los Hornillos 4

a Santa Rosa y Valle de Aconcagua 9 8 18 16 ó 17

a Santiago 13 32 25 10

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63 65 1/234 106 61 36

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En viaje ordinario, el camino entre Mendoza y Santiago de Chile se cubría en 8 días 37.


2. Características del camino.

Aun hoy resulta monótono el paisaje cordillerano y sobrecoge al viajero la imponencia de esas montañas gigantescas. Muy bien lo decía Haenke:

“la vista no encuentra objetos que la complazcan en aquella dilatada extensión. Todo el camino está acompañado de fragosas y elevadísimas montañas que representan masas enormes de nieve, horrorosos precipicios y tristes recuerdos de desgracias acaecidas; sólo en alguno que otro paraje se encuentran cortos valles que, aunque no llenos de una lozana vegetación, hacen sin embargo contraste agradable en la aridez natural del terreno que los rodea38.

Se salía de Mendoza por un camino arenoso en dirección al norte. Luego debía entrarse por una senda “bastante tortuosa y se encuentran algunos pasos peligrosos por lo resbaladizo de las piedras que continuamente están mojadas”39. El Valle de Uspallata “es estéril y el río pasa a orillas de las casas”40. Hasta Punta de Vacas, el itinerario “es árido y estéril” y pasando sus casas, es “muy pedregoso y está lleno de derrumbes” 41. Don Ambrosio Higgins indicaba que en este tramo “se puede caminar sin peligro alguno” y que en Uspallata “asiste siempre un mayordomo de los padres dominicos que puede proveer bastantemente a los correos”42. Antes del establecimiento de las casas, por el lado de Chile, “desde los Hornillos hasta la Punta de las Vacas, es indispensable caminar a pie por la mucha nieve que carga en aquellas estaciones 43.

Para llegar a la casa de la cumbre de la Cordillera, el recorrido se hace “sumamente penoso por el mal piso”44. En el valle de Aconcagua se halla una “de las tierras más apreciadas del reino tanto por su fertilidad, como porque estando tan inmediatas a la capital logran sus frutos de salida ventajosa” 45.

Junto a las inclemencias del clima en la región que se atravesaba y la tristeza del paisaje, los viajeros debían también sufrir a sus criados. Estos, según Concolorcorvo “comúnmente son negros esclavos... trastos inútiles y casi perjudiciales, porque además de su natural torpeza y ninguna práctica en los caminos, son tan sensibles al frío que muchas veces se quedan inmóviles y helados, que es preciso ponerlos en movimiento al golpe del látigo y ensillarles sus caballerías y quitarles la cama para que se vistan...” 46.


3. Las reparaciones de la ruta

Hacia 1788 el camino de la cordillera había dejado de ser peligroso. Pero el 2 de enero de ese año, un fuerte aluvión lo destruyó parcialmente 47. Ello obligó a emprender una serie de trabajos para hacerlo de nuevo transitable. Inició la reconstrucción el regente Alvarez de Acevedo.

Una rendición de cuentas de don Francisco Serra Canals, minero de Uspallata, nos informa que se gastaron 300 pesos 3 reales para pagar peones, aumentos y material, en la “reposición del camino de esta banda de la cordillera hasta la Cumbre por el seguro pasaje del señor Presidente don Agustín de Jáuregui”48.

Pero los arreglos más importantes se efectuaron cuando don Ambrosio Higgins asumió el cargo de Presidente de Chile. El 23 de octubre de 1791, el flamante funcionario comunicaba haberse terminado los trabajos de reparación del camino que estuvieron dirigidos por don Manuel de la Puente. Este había invertido 9.830 pesos destacado Higgins “el esmero y economía” del constructor que, además, había hecho trabajar a sus sirvientes y aportado algunos elementos de sus haciendas 49. Para la restauración del camino también se echó manos del derecho de pontazgo que se pagaba al cruzar el Aconcagua 50.

En su informe, el Presidente Higgins indicaba que se habían

“ensanchado, enderezado, y abierto cerca de treinta leguas de camino con sumo trabajo por la dureza de los cerros en muchos trechos, y la continuación de quebrada, laderas, esteros y ríos que descienden de aquellas innumerables elevadas montañas; pero vencidos al fin estos obstáculos con igual admiración que beneficio de los trajinantes y arrieros que lo reconocen...”

Destacaba, después, que a diferencia de lo que ocurría unos años antes, los viajantes lograban ahora

“la comodidad de poder transitar a caballo y con cargas a la par, en galope, y a cualquier hora sin riesgo alguno, sin la lentitud con que una en pos de otra, y al favor sólo de la claridad del día lo ejecutaban antes por los desfiladeros, y angosturas de la vereda que a cada instante hacía rodar las mulas hasta precipitarse a los ríos perdiéndose frecuentemente los efectos, y teniendo que echarse a pie los pasajeros en muchos pasos para libertar a sus personas de la misma desgracia51.

A pesar de haberse concluido todos los trabajos, el Presidente dispuso un reconocimiento de las obras que realizó el catedrático de matemáticas de la Universidad de San Felipe, don Antonio Martínez de Mata. El comisionado no sólo informó debidamente, sino que levantó un plano del camino. Según la versión del propio Higgins, Martínez de Mata había manifestado “no haber encontrado defecto que enmendar, sino por el contrario bastante que admirar lo franco, cómodo, seguro, y libre de riesgos en que ha quedado... respecto a su anterior estado que era terror de los viajantes”.

Agregaba nuestro informante, que se habían dado “considerables cortes a los cerros hasta dejar firme... el plan del camino con la latitud de cuatro y media a cinco varas las subidas y descensos con el nivel necesario para que hagan sin mayor fatiga.. .” 52.

En 1802, el ingeniero Miguel María de Atero tuvo a su cargo la reparación del puente llamado de Villarroel y el del río Colorado. Ambos estaban en la vía que nos ocupa 53.