Primer Adelantazgo del Río de la Plata
Introducción
 
 
Debemos analizar previamente el marco político en que se desarrolló este proyecto de conquista del Río de la Plata, que dio lugar a la epopeya de Pedro de Mendoza y a la fundación de ciudades como Buenos Aires y Asunción.

En 1516 falleció Fernando de Aragón el Católico y le sucedió en el trono su nieto Carlos, hijo de Felipe el Hermoso y Juana La Loca.

El nuevo monarca se convirtió así en Carlos I de España y Carlos V de Austria por ser también nieto de Maximiliano I de la dinastía de los Habsburgo.

Se unieron dos reinos poderosos; la doble corona de España y Austria se convirtió en la primera potencia mundial de la época. Era tan inmensa la extensión de sus dominios que “en ellos no se ponía el sol”, según un decir corriente de entonces refiriéndose a sus inmensas posesiones en el continente europeo y en las tierras recién descubiertas que muy luego se transformarían en el Continente Americano.

Pero si la Corona Española era la primera potencia por su extensión territorial, existía otra potencia que le disputaba el dominio de los mares: ella era Portugal. Entre ambas se estableció una carrera por el descubrimiento de nuevas tierras y por quién encontraba el camino más corto a la “especiería” o lugar donde se producían las “especies” tan codiciadas para condimentar las comidas.

Portugal pretendía que quien llegara primero adquiría títulos políticos de dominio; la Corona Española sostenía que debía establecerse una línea divisoria a partir de la cual cada reino iría incorporando las tierras que se descubrieran.

Se recurrió entonces a la autoridad de Sumo Pontífice para que arbitrara en la disputa, dado que al sucesor de San Pedro, como representante de Dios en la tierra, se lo consideraba ubicado por encima de los intereses políticos y materiales.

El Pontífice reinante, Alejandro VI, accediendo a la solicitud de ambas coronas, trazó una línea imaginaria de norte a sud que, transcurriendo 100 leguas al oeste de las Islas Azores o del Cabo Verde, dividía en dos al mundo entonces conocido; adjudicando a la Corona Española las tierras descubiertas y que se descubrieran al oeste de esa línea, y a la de Portugal las del este de la misma. Ocurría esto en el año 1493.

Portugal no se conformó con esta solución pues quedaba privada de todo acceso a las tierras recién descubiertas en las Indias Occidentales, a las que habían arribado en algunas expediciones sobre la costa brasilera.

Maniobraron hábilmente, como ellos sabían hacerlo, y finalmente obtuvieron que los diplomáticos españoles se sentaran en la mesa de negociaciones.

Casi siempre sucedió que los triunfos españoles sobre los portugueses en los campos de batalla, eran revertidos por éstos en los tratados posteriores; así ocurrió en esta oportunidad cuando, al año de haberse dictado la Bula de Alejandro VI, los representantes de la corona española aceptaron en Tordesillas correr la línea imaginaria anterior 370 leguas al oeste de las Islas Azores. Vale decir que Portugal obtuvo 270 leguas a su favor y en perjuicio España. De esta manera, la línea imaginaria no transcurría por alta mar exclusivamente, sino que cortaba tierras del Nuevo Mundo a la altura del Brasil.

Dicho Tratado, ratificado también por el Sumo Pontífice, adquirió validez universal a partir del 7 de junio de 1494.

Pero el tratado de Tordesillas tampoco se tradujo en una solución definitiva del conflicto territorial en las tierras recién descubiertas. En primer lugar por que no fue fácil llevar a la práctica el trazado de la línea demarcatoria. Las Azores constituían un archipiélago integrado por varias islas: ¿desde cuál de ellas debía tomarse el punto de arranque de las 370 leguas? El Tratado no lo determinaba; además en aquella época no existían los instrumentos geodésicos necesarios para fijar geográficamente el trazado de la línea divisoria con exactitud. Dificultad que se acrecentaba por el desconocimiento práctico del terreno, lo que hacía casi imposible una operación demarcatoria de tal magnitud.

De tal manera que el conflicto de intereses territoriales subsistió, agravado por la política portuguesa de avanzar más allá de las 370 leguas, adentrándose en dominios españoles, para luego recién entrar a discutir el derecho a esas tierras.

Una de las regiones en disputa fue, precisamente, el Río de la Plata; no obstante la evidencia que ella pertenecía a la Corona Española, no sólo por encontrarse bien al oeste de la línea demarcatoria, sino también por haber sido descubierta por navegantes españoles.

El primero en llegar a ella fue Juan Díaz de Solís, Piloto Mayor del Reino, en 1516; aunque hay quienes sostienen que este navegante ya lo había visitado, en forma clandestina, en 1512.

Luego en 1520, Hernando de Magallanes buscando el paso para el Mar del Sur, como se llamaba al Océano Pacífico, penetró también en el Río de la Plata, exploró detalladamente sus costas, para luego, al comprobar que no estaba allí el paso que buscaba, continuó su viaje al sur hasta dar con el estrecho que llamó de Todos los Santos, por donde salió al Océano Pacifico, y que hoy, en su honor, se conoce como Estrecho de Magallanes.

Al año siguiente, en 1521, aparecieron por estos parajes los portugueses, quienes penetraron clandestinamente en el Río de la Plata, remontaron el Paraná llegando hasta la desembocadura del Carcarañá.

Sebastián Gaboto en 1526, sería el próximo navegante que se internó por la cuenca del Plata. Detentaba, como Solís, el cargo de Piloto Mayor del Reino, pero su misión no era descubrir estas tierras sino continuar por la ruta de Magallanes hasta arribar a las islas de las especies, conocidas entonces como las Molucas. Atraído por las maravillas y riquezas que referían los naturales se podían encontrar en estas tierras platenses, abandonó la misión encomendada y se internó río arriba por el gran Paraná; al encontrar la desembocadura del río Carcarañá, estableció y fundó allí el fuerte de Sancti Spíritu, primer asentamiento poblacional en la región.

Continuó su exploración río arriba hasta encontrarse con otra expedición española, que también venía remontando el río sin saber de la presencia de Gaboto en esas latitudes, a quién se suponía navegando hacia el Estrecho de Todos los Santos. Comandaba esta flotilla Diego de García, quién había sido enviado también por la Corona a explorar la región.

Puestos de acuerdo ambos Capitanes continuaron juntos la navegación, internándose por el río Paraguay y tomando contacto con los aborígenes ribereños.

Mientras realizaban esta exploración, los indios timbúes atacaron y destruyeron el Fuerte de Sancti Spíritu, dando muerte a muchos españoles. Enterado Gaboto de este desastre, abandonó sus propósitos de remontar el río Paraguay en busca de los metales preciosos y regresó al destruido Fuerte. Allí recogió a los sobrevivientes y emprendió el retorno a España en 1529.

En la misma época, o tal vez un poco antes que Gaboto penetrara por la cuenca del Plata hasta el Paraguay, otro portugués. Alejo García, se lanzó por tierra desde la isla Santa Catalina, en las costas del Brasil, atravesando todo el territorio hasta el río Paraná, que luego remontó internándose por el Paraguay hasta Matto Grosso. Desde allí, acompañado por indios guaraníes que lo guiaban, se lanzó a atravesar el Gran Chaco hasta que llegó a los indios Charcas en los dominios del Inca. Regresó cargado de objetos de oro y plata provenientes de las minas existentes en el Perú. Esto ocurría varios años antes que Pizarro arribara a los dominios del Inca, por la vía del Océano Pacifico o Mar del Sur.

Cuando retornó al Paraguay, los mismos indios que lo habían acompañado, dieron muerte a Alejo García y sus compañeros, quedándose con el rescate de los metales preciosos.

Hay quienes suponen que estos guaraníes que acompañaron a Alejo de Mendoza como Primer Adelantado del Río de la Plata.

El Adelantazgo era una institución que surgió en la Edad Media y que llevaba como objetivo la ocupación de los territorios rescatados del dominio de los moros. El Adelantado representaba la persona del Rey, su mandato era a perpetuidad pudiendo designar sucesor; corrían por su cuenta todos los gastos de la empresa.

Con el descubrimiento de América la Institución cobró nueva vigencia y fue empleada por la Corona para tomar posesión de las nuevas tierras.

Enterados los portugueses de los preparativos de la expedición de Mendoza y de las capitulaciones celebradas, insistieron en sus reclamos, desconociendo de hecho el Tratado de Tordesillas y pretendiendo que España suspendiera toda expedición al Plata y anulara las susodichas Capitulaciones.

Carlos V hizo oídos sordos a tales reclamos que carecían de fundamento legal, mientras Mendoza continuaba preparando la expedición al Río de la Plata.

Fue ésta una de las empresas de mayor envergadura que zarparon de la Península con destino a las Indias Occidentales. Hasta entonces, las anteriores que arribaron al Plata, no pasaban de cuatro o cinco embarcaciones de diferente porte, transportando 300 a 400 hombres entre tripulantes y pasajeros, cuya misión no era asentarse y permanecer, sino descubrir, explorar y luego regresar. La encomendada a Pedro de Mendoza tenia otro carácter, se trataba de establecerse, de poblar en estas comarcas de una manera permanente y estable. Para ello se obligaba a transportar no menos de mil almas, cuyo destino era la radicación en las nuevas tierras.

El transporte de esa cantidad de gente, más la tripulación y todos los enseres, vituallas, etc., demandó el alistamiento de una flota de doce barcos; algo verdaderamente inusitado por su magnitud, en aquella época de los viajes transoceánicos entre el Viejo y el Nuevo Continente.

A decir verdad, el Adelantado no estaba obligado a transportar las mil almas en un solo viaje, pudo haberlo hecho en dos o tres; dando lugar así a que quienes arribaran primero se afincaran sólidamente, preparando el terreno para las próximas remesas... Aparentemente hubiera sido lo más lógico y sensato. Pero Mendoza se lanzó con todo en el primer y único viaje, trasportando más de mil personas entre pasajeros y tripulantes, que arribaron en 11 bajeles a las orillas del Plata. ¿Cuál fue el motivo por el que se embarcó en esta aventura tan riesgosa en un solo viaje, pudiéndolo hacer en dos o tres? No era lo mismo atender, alimentar, 500 bocas que 1200 en un paraje desconocido y desierto; ocurrió lo que tenía que suceder: la falta de víveres se manifestó enseguida y el fantasma del hambre se hizo presente diezmando a los expedicionarios hasta el punto de hacer fracasar la empresa.

Se nos ocurre que pudieron haber dos razones para que Mendoza se resolviera a efectuar en un solo viaje el cometido de su adelantazgo, jugando su suerte a una sola carta. Una pudo ser la enfermedad que lo acosaba, de cuya gravedad era consciente y sabia que sus días estaban contados. Ello pudo haberlo inducido a realizar cuanto antes una empresa en la que había invertido toda su fortuna; calculando obtener un rédito importante en riquezas metalíferas, a corto plazo y con relativa facilidad.

La otra razón tal vez fuera la necesidad de desalentar a Portugal en sus intenciones de disputarle los territorios que, según las Capitulaciones, podía incorporar a su gobierno. La sola presencia en el Río de la Plata de una flota de doce embarcaciones con más de mil pasajeros y tripulantes, de los cuales, exceptuando a las mujeres (hasta cierto punto), los demás eran todos guerreros u hombres de “armas llevar”, significaba un motivo disuasorio suficiente como para que los portugueses se cuidaran muy bien de intentar alguna acción para entorpecer su mandato como Adelantado de la Corona Española.

Además del número inusitado de personas que se embarcaron en esta expedición, es importante destacar la calidad del pasaje, especialmente entre aquellos de cierta jerarquía como Capitanes, Oficiales, Alguaciles, Comandantes de Navío, Mayordomos, etc. Se nota una buena selección por parte del Adelantado de su personal jerárquico, o bien que, atraídos por la ilusión de las riquezas prometidas y de las aventuras anunciadas, se anotaran en la empresa estos jóvenes valerosos poseídos del espíritu aventurero característico de la raza y de la época.

Así podemos señalar entre los más destacados al Maestre de Campo Juan Osorio Comandante de las tropas, al Capitán Juan de Salazar futuro fundador de Asunción, al Alguacil Mayor Juan de Ayolas sucesor de Mendoza, al Capitán Domingo Martínez de Irala primer Teniente de Gobernador del Paraguay, al Capitán Francisco Ruiz Galán quien quedó al frente de Buenos Aires cuando el Adelantado regresó a España, Diego de Mendoza hermano de Don Pedro y Almirante de la Flota, los Capitanes Gonzalo de Mendoza, Pedro Lujan, Galaz de Medrano y el Alférez Alonso de Cabrera, todos de descollante actuación en las distintas alternativas v vicisitudes de esta azarosa expedición. A ellos debemos agregar un personaje que, si bien no tuvo jerarquía militar ni nobiliaria, pasó a la historia por haber sido el primer cronista del Río de la Plata; me refiero al laskenete Ullrich Schmidel, integrante de la dotación militar alemana que llevó consigo el Adelantado. Este soldado recorrió casi todas las rutas seguidas por la expedición de Mendoza; acompañó a Ayolas en sus viajes remontando y bajando por el río Paraná, también cuando se internó por el río Paraguay; quedó con Irala cuando aquél se lanzó a la travesía del Chaco. Estuvo en las fundaciones de Buenos Aires, Corpus Christi, Buena Esperanza y Asunción. Fue de los pocos que regresaron con vida al Viejo Continente, donde escribió su obra “Viaje al Río de la Plata”, varios años después de su retomo. La obra, a pesar de sus exageraciones y errores, posee un valor documental muy importante por tratarse de un testigo presencial que nos ha dejado un relato detallado de sus viajes y episodios vividos en estas tierras.

A los efectos de seguir un orden en nuestra exposición para que esta resulte más gráfica y de fácil interpretación, tomaremos a tres de estos personajes mencionados, los más destacados a nuestro juicio por los hechos históricos que desarrollaron y, a través de ellos, trataremos de presentar sucintamente, las venturas y desventuras de esta heroica empresa descubridora y pobladora, enviada por la Corona Española con el fin de asentar definitivamente bajo su dominio, este inmenso y valioso territorio.

Dichos personajes seleccionados con este fin son: Pedro de Mendoza, Juan de Ayolas y Domingo Martínez de Irala.