Mayo en ascuas desde 1814
Prólogo
 
 
No es un título con doble sentido el de este ensayo mío, continuación del Así Fue Mayo (Bs. Aires 1956), ahora agotado, que estudiaba los tres primeros años de nuestra Revolución de 1810.

El vocablo ascuas, según lo define técnicamente el Diccionario de la Real Academia Española, significa: “interjección con que se manifiesta dolor o extrañeza. Estar en ascuas: estar inquieto, sobresaltado.” Como se vé, ascuas tiene un contenido bien concreto, inequívoco (usado en plural, desde luego). Darle en la portada de esta obra, con referencia a mayo, otra acepción gramatical distinta de la del Diccionario, no corresponde a mis leales intenciones de historiador que quiere prescindir de la fantasía novelística cuando escribe.

Nada de folletines literarios de compromiso político, pues. Nada de “slogans” para la propaganda barata. Lo honesto del oficio es cuidar cada cual, si cabe, su línea propia vocacional. Y desterrar, por inauténtica añadidura, todo macaneo. Claro está: el enfoque del presente trabajo podrá ser debatido por los especialistas en la materia, mas su concepción de fondo posee —según ha de verse— el respaldo documental-histórico necesario que acredita, por sí solo, la seriedad de su título ante los aficionados al tema del epígrafe. Tal el sincero propósito del autor en la emergencia. Interesa que ello conste aquí, a manera de prólogo.

Federico Irbaguren

Gral. Madariaga, 18 de febrero de 1961.



“Bajo la superficie de nuestro tiempo está germinando, sin que los individuos lo aperciban aún, un nuevo y radical imperativo de la inteligencia: el imperativo de la conciencia histórica. Pronto va a brotar con enérgica evidencia la convicción de que, si el hombre quiere de verdad poner en claro su ser y su destino, es preciso que logre adquirir conciencia histórica de sí mismo, esto es, que se ponga en serio a hacer historia, como hacia 1600 se puso en serio a hacer física.”

José Ortega y Gasset


“Para llegar a una síntesis de nuestras ideas y creencias sobre la marcha de las edades, necesitamos del poeta y del profeta, del filósofo y del teólogo. En realidad, decidimos nuestra actitud total hacia la historia, cuando adoptamos una religión. Y esta combinación de la historia con la religión, o con algo equivalente a la religión, es lo que otorga a la historia su poder y su sentido.”

Hebbert Butterfield


“Si los sujetos que viven en un mismo campo de concentración geográfica se odian cordialmente unos a otros, no se puede decir que allí exista Patria; porque si no amas a tu prójimo, al que ves ¿cómo amarás a la patria a la cual no ves?. En amor al prójimo se resuelve prácticamente el amor a la patria; y si no es amor al prójimo, nada es.”

Leonardo Castellani