Mayo en ascuas desde 1814
Documentos
 
 
Considero necesaria la publicación íntegra de algunos documentos pretéritos —públicos y privados— que explican los entretelones de la política directorial estudiada por mí en este ensayo histórico. Los más de ellos, por supuesto, ni figuran siquiera en nuestros textos escolares, universitarios o académicos corrientes.

Ahora bien, ninguno de los insólitos papeles reproducidos es “ignorado” por el gremio de estudiosos del oficio, toda vez que, escritos por actores de la epopeya emancipadora, fueron publicados en distintas obras dadas a luz en Buenos Aires, Montevideo y París, las cuales (si bien agotadas editorialmente), a fines de la última centuria y primer tercio de la actual circularon por las principales librerías del Río de la Plata, especializadas en el tema histórico.

Por otra parte, nadie objetó la autenticidad indudable de los reveladores papeles que reproduzco, por orden cronológico (enteros y sin mutilaciones), a manera de apéndice final y como fidedigno testimonio de VERDAD que debo a los lectores de buena fe de este libro mío. De su desnuda publicación no retaceada, acaso brote el deseo en alguno —con larvadas aptitudes vocacionales de historiador—, de seguir “motu proprio” investigando el casi inédito tema, apenas desbrozado aquí, en los capítulos del modesto opúsculo que hoy ofrezco a mis compatriotas de habla española.

Abrigo para lo futuro, esta entrañable esperanza de viejo argentino impenitente.



1813

Instrucciones que se dieron a los representantes del pueblo oriental para el desempeño de su encargo en la Asamblea Constituyente, fijada en la ciudad de Buenos Aires, concretándose en ella por primera vez —institucionalmente— los lemas revolucionarios artiguistas: Independencia - República - Federación.

“Primeramente pedirá la declaración de la independencia absoluta de estas colonias, que ellas están absueltas de toda obligación de fidelidad á la corona de España y familia de los Borbones, y que toda conexión política entre ellas y el Estado de la España es y debe ser totalmente disuelta.

Art. 2º No admitirá otro sistema que el de confederación para el pacto recíproco con las provincias que forman nuestro Estado.

Art. 3º Promoverá la libertad civil y religiosa en toda su extensión imaginable.

Art. 4º Como el objeto y fin del gobierno debe ser conservar la igualdad, libertad y seguridad de los ciudadanos y los pueblos, cada provincia formará su Gobierno bajo esas bases, á más del gobierno supremo de la Nación.

Art. 5º Así éste como aquel se dividirán en Poder Legislativo, Ejecutivo y Judicial.

Art. 6º Estos tres resortes jamás podrán estar unidos entre sí, y serán independientes en sus facultades.

Art. 7º El Gobierno supremo entenderá solamente en los negocios generales del Estado. El resto es peculiar al Gobierno de cada provincia.

Art. 8º El territorio que ocupan estos pueblos, de la costa oriental del Uruguay hasta la fortaleza de Santa Teresa, forma una sola Provincia, denominante. La Provincia Oriental.

Art. 9º Que los siete pueblos de Misiones, los de Batoví, Santa Tecla, San Rafael y Tacuarembó, que hoy ocupan injustamente los portugueses, y á su tiempo deben reclamarse, serán en todo tiempo territorio de esta Provincia.

Art. 10º Que esta Provincia, por la presente, entra separadamente en una firme liga de amistad con cada una de las otras, para su defensa común, seguridad de su libertad, y para su mutua y general felicidad, obligándose á asistir á cada una de las otras contra toda la violencia ó ataques hechos sobre ellas, ó sobre alguna de ellas, por motivo de religión, soberanía, tráfico ó algún otro pretexto, cualquiera que sea.

Art. 11º Que esta Provincia retiene su soberanía, libertad é independencia, todo poder, jurisdicción y derecho que no es delegado expresamente por la Confederación á las Provincias Unidas juntas en Congreso.

Art. 12º Que el puerto de Maldonado sea libre para todos los buques que concurran á la introducción de efectos y exportación de frutos, poniéndose la correspondiente aduana en aquel pueblo, pidiendo al efecto se oficie al comandante de las fuerzas de S. M. B. sobre la apertura de aquel puerto para que proteja la navegación o comercio de su Nación.

Art. 13º Que el puerto de la Colonia sea igualmente habilitado en los términos artículo anterior.

Art. 14º Que ninguna tasa ó derecho se imponga sobre artículos exportados de una provincia á otra; ni que ninguna preferencia se dé por cualquiera regulación de comercio ó renta á los puertos de una provincia sobre los de otra; ni los barcos destinados de esta provincia á otra serán obligados á entrar, anclar, o pagar derechos en otra.

Art. 15º No permita se haga ley para esta Provincia, sobre bienes de extranjeros que mueren intestados, sobre multas y confiscaciones, que se aplicaban antes al rey, y sobre territorios de ésta, mientras ella no forme su reglamento y (determine)) á qué fondos deben aplicarse, como única al derecho de hacerlo en lo económico de su jurisdicción.

Art. 16º Que esta Provincia tendrá su constitución territorial y que ella tiene el derecho á sancionar la general de las Provincias Unidas que forme la Asamblea Constituyente.

Art. 17º Que esta Provincia tiene derecho para levantar los regimientos que necesite, nombrar los oficiales de compañía, reglar la milicia de ella para la seguridad de su libertad, por lo que no podrá violarse el derecho de los pueblos para guardar y tener armas.

Art. 18º El despotismo militar será precisamente aniquilado con trabas constitucionales, que aseguren inviolables la soberanía de los pueblos.

Art. 19º Que precisa é indispensablemente, sea fuera de Buenos Ayres donde resida el sitio del Gobierno de las Provincias Unidas.

Art. 20º La constitución garantirá á las Provincias Unidas una forma de gobierno republicana, y que asegure á cada una de ellas de las violencias domésticas, usurpación de sus derechos, libertad y seguridad de su soberanía que con la fuerza armada intente alguna de ellas sofocar los principios proclamados. Y así mismo prestará toda su atención, honor, fidelidad y religiosidad, á todo cuanto crea o juzgue necesario para preservar á esta Provincia las ventajas de la libertad, y mantener un gobierno libre, de piedad, justicia, moderación é industria.

Para todo lo cual, etc. —Delante de Montevideo, 13 de abril de 1813. -Es copia. — Artigas”.



1814

Oficio de Pezuela (virrey del Perú) al general Artigas, solicitando su alianza contra Buenos Aires; y respuesta categórica de Artigas, negándose con indignación a todo trato con los realistas.

1) Oficio de Pezuela al general Artigas.

“Los caprichos de un pueblo insensato como el de Buenos Aires, han ocasionado la sangre y desolación de estos Dominios; y las ideas de libertad, con que han corrompido á algunos fieles vasallos, que arrepentidos de sus engaño, se han unido á las tropas del Señor Don Fernando VII, que hoy mando y defienden sus derechos. — Las acciones de Vilcapujio y Ayouma, prueban que no podrán por más tiempo fomentar la guerra; que no tiene leyes ni sistema que puedan realizar sus ideas, y que el descontento de los que por desgracia dependen de la facción de los insurgentes, abrevian el naufragio en que se miran. Antes de que se verifique, y á fin de cortar las desgracias consiguientes, cumpliendo con la orden del Exmo. Sr. Virrey de Lima, aventuro al dador con las correspondientes credenciales, para que hablando con V. S. convengamos en el modo más honroso de nuestra unión, para terminar los males que ha sucitado la facción. — Estoy impuesto de que V. S., fiel a su Monarca ha sostenido sus derechos combatiendo contra la facción: por lo mismo cuente V. S. y sus oficiales y tropa con los premios a que se han hecho acreedores, y por lo pronto con los auxilios y quanto pueda necesitar para todo acompaño las instrucciones, á que se servirá contestar. Dios guarde á V. S. muchos años. Campamento en Jujuy á 15 de Mayo de 1814. — Joaquín De La Pezuela. — Sr. Comandante en Xefe de los orientales.

2) Contestación de Artigas á Pezuela.

“Han engañado á V. S., y ofendido mi carácter, cuando le han informado que defiendo á su rey, y si las desavenencias domésticas han lisongeado el deseo de los que claman por restablecer el dominio Español en estos países con teorías, para alimentar sus deseos, la sangre y la desolación de América la ha causado la ambición Española por derecho supuesto: esta question la decidirán las armas. Yo no soy vendible, no quiero más premio por mi empeño, que ver libre mi Nación del poderío Español; y cuando mis días terminen al estruendo del cañón dejaran mis brazos la espada que empuñaron para defender la Patria. — Vuelve el Enviado de V. S., prevenido de no cometer otro atentado, como el que ha proporcionado nuestra vista. —Campamento y Julio 28 de 1814. — José Artigas”.


1815

Pliego secreto que iba dirigido al embajador de Gran Bretaña en Río de Janeiro, Lord Strangford, firmado por el Director Supremo de las Provincias Unidas del Río de la Plata don Carlos de Alvear, en el que se pide “sin condición alguna”, el Protectorado Británico a cambio del silenciamiento definitivo de quienes luchaban por la independencia de la patria:

El Supremo Director don Carlos Alvear al Lord Strangford

Muy señor mío: D. Manuel García, mi consejero de Estado instruirá a V. E. de mis últimos designios con respecto a la pacificación y futura suerte de estas provincias.

Cinco años de repetidas experiencias han hecho ver a todos los hombres de juicio y opinión, que este país no está en edad ni en estado de gobernarse por sí mismo, y que necesita una mano exterior que lo rija y lo contenga en la esfera del orden, antes que se precipite en los horrores de la anarquía.

Pero también ha hecho conocer el tiempo la imposibilidad de que vuelva a la antigua dominación, porque el odio a los españoles, que ha excitado el orgullo y opresión desde el tiempo de la conquista, ha subido de punto con los sucesos y desengaños de su fiereza durante la revolución. Ha sido necesario toda la prudencia política y ascendiente del gobierno actual, para apagar la irritación que ha causado en la masa de los habitantes el envío de Diputados al Rey. La sola idea de composición con los españoles los exalta hasta el fanatismo, y todos juran en público y en secreto morir antes que sujetarse a la metrópoli.

En estas circunstancias solamente la generosa nación británica puede poner un remedio eficaz a tantos males, acogiendo en sus brazos a estas provincias que obedecerán a su gobierno y recibirán sus leyes con el mayor placer: porque conocen que es el único medio de evitar la destrucción del país, a que están dispuestos antes de volver a la antigua servidumbre, y esperan de la sabiduría de esa Nación una existencia pacífica y dichosa.

Yo no dudo asegurar a V. E. bajo mi palabra de honor, que este es el voto y el objeto de las esperanzas de todos los hombres sensatos, que son los que forman la opinión real de los pueblos, y si alguna idea puede lisonjearme en el mando que obtengo, no es otra que la de poder concurrir con autoridad y poder a la realización de esta medida toda vez que se acepte por la Gran Bretaña.

Sin entrar en los arcanos de la política del gabinete inglés, he llegado a persuadirme que el proyecto no ofrece grandes embarazos en su ejecución. La disposición de estas provincias es la más favorable, y su opinión está apoyada en la necesidad y en la conveniencia, que son el estímulo más fuerte del corazón humano.

Por lo tocante a la Nación Inglesa no creo que puede presentarse otro inconveniente, que aquel que ofrece la delicadeza del decoro nacional por las consideraciones a la alianza y relaciones con el Rey de España.

Pero yo no veo que este sentimiento de pundonor haya de preferirse al grande interés que puede prometerse la Inglaterra de la posesión exclusiva de este continente, y la gloria de evitar la destrucción de una parte considerable del nuevo mundo, especialmente si se reflexiona que la resistencia a nuestras solicitudes, tan lejos de asegurar a los españoles la reconquista de estos países, no haría más que autorizar una guerra civil interminable, que los haría inútiles para la metrópoli en perjuicio de todas las naciones europeas. La Inglaterra que ha protegido la libertad de los negros en la costa de áfrica, impidiendo con la fuerza el comercio de la esclavatura a sus más íntimos aliados, no puede abandonar a su suerte a los habitantes del Río de la Plata en el acto mismo en que se arrojan a sus brazos generosos. Crea V. E. que yo tendría el mayor sentimiento, si una repulsa pusiese a estos pueblos en los bordes de la desesperación, porqué veo hasta que punto llegarían sus desgracias, y la dificultad de contenerlas, cuando el desorden haya hecho ineficaz todo remedio. Pero yo estoy muy distante de imaginarlo, porque conozco que la posesión de estos países no es estorbo a la Inglaterra para expresar sus sentimientos de adhesión a España, en mejor oportunidad, y cuando el estado de los negocios no presenta los resultados funestos que tratan de evitarse.

Yo deseo que V. E. se digne escuchar a mi enviado, acordar con él lo que V. E. juzgue conducente, y manifestarme sus sentimientos, en la inteligencia que estoy dispuesto a dar todas las pruebas de la sinceridad de esta comunicación y tomar de consuno las medidas que sean necesarias para realizar el proyecto, si en el concepto de V. E. puede encontrar una acogida feliz en el ánimo del Rey y de la Nación. Dios guarde etc. Buenos Aires 25 de enero de 1815.

Carlos de Alvear. Excmo. Sr. Vizconde Strangford, embajador de S. M. B. en la corte de Brasil”.


1815

Comunicación de Artigas al Comandante General de Misiones , (su protegido, el indio Andresito), donde el Caudillo exhorta a los guaraníes a sacudir —en fraternal Unión Patriótica— el yugo portugués, recordándoles heroicos pasajes de la Sagrada Escritura y asegurándoles, al mismo tiempo, la defensa “contra la epidemia de los españoles que vienen de Europa”.

“Al señor don Andrés Artigas, comandante general de Misiones”.

“Siendo constante que por un favor del cielo, he sido llamado al mando de las Misiones, como para el efecto, he tenido la dicha de quitar los pueblos gobernados por Buenos Aires, y rescatado los otros que se hallaban en el anterior bajo el yugo del Paraguay, colmándome el Dios de los ejércitos de todos aquellos beneficios que son necesarios para la empeñosa empresa de rebatir todo enemigo de la empeñosa empresa que defiendo.

Por tanto, atendiendo é inteligenciado que las, mismas ó aun mayores razones consumen en mí para libertar los siete pueblos de esta Banda del tiránico dominio del portugués, bajo el cual han estado quince años los infelices indios gimiendo la dura esclavitud. He puesto mi ejército delante del portugués, sin recelo alguno, fundado, en primer lugar, en que Dios favorecerá mis santos pensamientos y en las brillantes armas auxiliadoras y libertadoras, sólo con el fin de dejar á los pueblos en el pleno goce de sus derechos, esto es, para que cada pueblo se gobierne por sí, sin que ninguno otro, español, portugués ó cualquiera de otra provincia, se atreva á gobernar, pues habrán ya experimentado los pueblos los grandes atrasos, miserias y males en los gobiernos del español y portugués.

Ahora, pues, amados hermanos míos, abrid los ojos y ved que se os acerca y alumbra ya la hermosa luz de la libertad, sacudid ese yugo que oprimían vuestros pueblos, descansad en el seno de mis armas, seguros de mi protección, sin que ningún enemigo pueda entorpecer vuestra suspirada libertad, yo vengo á ampararos, vengo á buscaros, porque sois mis semejantes y hermanos, vengo a romper las cadenas de la tiranía portuguesa, vengo por fin, á que logréis vuestros trabajos y á daros lo que los portugueses os han quitado en el año 1811 por causa de las intrigas españolas, no tengáis recelo en cosa alguna, si, temed los fatales resultados que puedan originarse de vuestra dureza y obstinación.

Acordaos de aquel famoso pasaje de la Sagrada Escritura, en que se dice que Moisés y Aarón libertaron al pueblo de Israel de la tiranía de Faraón; así yo, siguiendo este apreciable ejemplo, he tomado mis medidas para el mismo fin, de las cuales, una es la de dar comisión al capitán ciudadano Miguel Antonio Curaete, para que, como representante mío, corra los mencionados pueblos, haciéndoos entender mis ideas y la sagrada causa que defendemos y por la que estoy pronto, con todas mi tropas, á derramar las últimas gotas de sangre si se ofrece, como también de juntar todos los naturales para que los portugueses no los arreen para adentro, debiendo reunirse con él todos los que penetrados de la dulce voz de libertad que os llaman, quieran seguir el pabellón de la patria: él se entenderá conmigo.

Ea, pues, compaisanos míos, levantad el sagrado grito de la libertad, destruid la tiranía y gustad el deleitable néctar que os ofrecen con las venas del corazón que lo traigo deshecho por vuestro amor.

Ya por mis dos últimas comunicaciones de que aun no me acusa recibo, cabrá usted nuestra situación y de las providencias que he tomado conforme á ellas. Primeramente, la reunión de un Congreso General para tratar del ajuste con Buenos Aires, y formalizar la defensa contra la epidemia de los españoles que vienen de Europa, según me avisan últimamente de Montevideo.

Por lo mismo, no será extraño que los portugueses hagan movimientos en sus fronteras. Usted procure reforzar los pueblos de Santo Tomé y la Cruz. Ya supongo en manos de usted las chuzas que le mandé. Con aquella fecha, le dije, igualmente mandase á Paysandú por pólvora y balas, si necesita un poco de hierro para tener más chuzas, puedo mandarle. Yo dentro de dos días marcho para aquel destino, y allí espero sus últimas comunicaciones y de allí irán á usted los últimos resultados.

Por el conducto del gobernador de Corrientes, puse á usted, hace tres días, las circulares para que mande cada pueblo su diputado indio al Arroyo de la China. Usted dejará á los pueblos en plena libertad para elegirlos á su satisfacción, pero cuidando que sean hombre de bien y de alguna capacidad para resolver lo conveniente.

Sobre la contribución que se ha puesto á los ganados que deban salir de la provincia de Corrientes, es con el objeto de que no tengan la franquicia que han gozado hasta hoy los paraguayos de pasarlos á su territorio, reportando la utilidad á su favor y dejando á estos países, sin un recurso y sujetos á la miseria de que hoy se hallan penetrados esos pueblos. Por lo mismo, si es cosa que esa frontera puede quedar resguardada para que no pasen á Candelaria animales de ninguna especie, y vemos mejor semblante en los paraguayos se podrá hacer que pasen á la provincia de Misiones ganados de Corrientes sin contribución alguna. Esta fue puesta con concepto á que no se perpetuasen las extracciones de ganados á provincias extrañas. Restablecida la de Misiones á nuestro sistema y estando bajo nuestra protección, ya que no es dable sufran ese perjuicio con detrimento notable de sus intereses. Sin embargo, que las cosas queden así por ahora entretanto que se forme el Congreso, y allí se resolverán esos y otros puntos concernientes á su felicidad.

Reencargo á usted muchísimo no me abrigue desertores de los que vayan por allá. Que procure recoger todas las armas que pueda, y fomentar esa división con bastante gente de lanza. No hay que descuidarse con los portugueses, y extraño mucho nada me diga de los paraguayos. Hace diez días oficié á aquel gobierno y según su contestación, serán mis providencias.

Yo estoy esperando unos diputados que vienen de Buenos Aires á tratar conmigo. Aquel pueblo, según los oficios de aquella municipalidad está dispuesto á transarlo todo conmigo, y entrar por los principios de equidad y justicia que reclaman los pueblos y las provincias. Yo deseo este momento para sellar los negocios y tratar únicamente de hacer una vigorosa defensa contra los españoles, en caso de que vengan según se me anuncia.

Es cuanto tengo que prevenir á usted y exhortarlo á que cada día trate con más amor á esos naturales y les proporcione los medios que estén en sus alcances para que trabajen y sean felices. Yo celebro estén los pueblos tan contentos con usted y que esa misma alegría contribuya á firmar la paz y tranquilidad de esas provincias y éstas.

Saludo á usted con todo mi afecto. Paraná, 13 de marzo de 1815.

José Artigas”.


1815

Manifiesto redactado por los comisionados porteños, Belgrano y Rivadavia, que debía ser firmado por el ex monarca español Carlos IV, exilado—a la sazón— con la familia real en Roma. Dicho manifiesto le fue entregado por Belgrano al conde de Cabarrús, que hizo de intermediario en la desatinada negociación sin base seria alguna, cuyo fin era coronar en el Río de la Plata al hijo menor de Carlos IV: el infante don Francisco de Paula.

“Don Carlos, por la gracia de Dios, rey de Castilla, etc., etc. A vos, mi hijo primogénito don Fernando, é infantes mi hermano don Antonio, hijo segundo don Carlos; mis hijas doña Carlota y doña María Luisa, y todos los de mi real familia; á vos, duques, condes, marqueses, ricos hommes, y á los presidentes, gobernadores, gran canciller, y los del Supremo Consejo de Indias; y á los virreyes, presidentes y oidores de las Audiencias reales, gobernadores, corregidores, alcaldes mayores y ordinarios, cabildo y cualquiera otros jueces y justicias, contadores de cuentas y oficiales de la Hacienda real de los reinos Europa y América, islas y tierra firme del mar Océano, prior y cónsules de los Consulados de comercio, presidentes, jueces y letrados de la Casa de Contratación; y á vos, generales almirantes, oficiales de todas clases y cabos de las armadas y ejércitos, y á cualquiera otras personas á que lo contenido en ésta toca ó tocar puede. Sabed que habiendo llegado á mi real conocimiento por multiplicados conductos las desgracias y desolaciones en que están envueltas todas las Américas españolas desde los infaustos sucesos de Aranjuez, Madrid y Bayona; reducido por mi situación á no tener otra facultad que la del dolor y la compasión, esperé siempre cualquiera oportunidad para desahogar mis paternales afectos hacia aquellos mis muy amados pueblos; ellos hacía ya mucho tiempo que reclamaban con sobrada justicia una reforma muy substancial, y ésta había hecho un objeto de las más serias meditaciones desde el reinado de mi augusto predecesor el señor (el señor) don Fernando el VI. Mi augusto padre, que en Dios descansa, dio á costa de grandes contradicciones algunos pasos hacia este justo é importante fin. Yo di también algunos, y las mismas dificultades qua demandaron su ejecución me produjeron el convencimiento de que toda especie de remedio que no fuere radical era cuando menos insuficiente; consulté á este intento á mis más ilustrados Mnos y obispos, y el resultado de mayores sufragios de más sólidos apoyos fue el establecer dos monarquías independientes en dichas Américas, colocando en ellas á mis muy amados hijos los infantes don Carlos y don Francisco de Paula, bajo las bases que más consultase el interés de la España y el de ambas Américas; estas memorias angustiaban más mi real ánimo en la actualidad, pues me demostraban cuánto se había perdido por no tomar en tiempo el recurso que dictaba la justicia y los más bien entendidos intereses de España y América; en medio de estos conflictos no se me presentaba otra esperanza que la de que cortada la revolución de España y consolidado en ella un Gobierno, los primeros cuidados de éste serían sofocar la guerra civil y sangrienta que asola la América por los únicos medios de eficacia en tales casos, la prudencia, la moderación y una constante buena fe y disposición á la par. Pero hasta este ligero consuelo se ha arrancado á mi alma; los desastres sangrientos de América son en el día mayores; los ánimos de aquellos habitantes han llegado al último grado de encono y desesperación; la España agota inútilmente el resto de sus recursos y aumenta, su despoblación; en tan apurada crisis las provincias del Río de la Plata han ocurrido á mi real persona por medio de diputados plenamente autorizados, imploran mi real beneficencia v reclaman mi paternal protección; me he instruido por documentos irrefragables de la verdadera situación de aquel país, de las disposiciones de sus habitantes; Dios y el mundo me execraría si pudiendo dar la paz y la felicidad á un rico continente, con tantas ventajas para mi real familia y para toda la monarquía española, no lo hiciera respecto á los errores ó á las pasiones que han hecho creer un deber el sojuzgar aquellos pueblos ó destruirlos. Si mis reinos de España me han debido tantos sacrificios, que tengo aún que continuar, mis pueblos de América no merecen menos de mí, ni yo debo ser para ellos menos generoso.

Las provincias del Río de la Plata han sido las primeras que, postradas á mis reales pies, protestan que no han reconocido, ni pueden reconocer, otro soberano legítimo que yo, y como de su rey y padre claman y piden de mí el remedio de los males que padecen y de la ruina que les amenaza; sus justas quejas, las sólidas razones en que fundan su solicitud han penetrado mi real ánimo, y las luces é impulso de la divina Justicia me han decidido á acceder á sus humildes súplicas; consultando en ello el deber de padre para con mi amado hijo el infante don Francisco de Paula, cuya desgraciada situación exige de mi el ponerlo en tiempo en un Estado Independiente; por todo ello por estar convencido que éste es el único medio de acabar con una guerra exterminadora entre aquella parte de América y la España, y de poner á ambos países cuanto más antes en disposición de que contraigan sus esfuerzos á adquirir la prosperidad é importancia política que les corresponde, usando de mis imprescindibles derechos y de la plenitud de facultades que me reviste, después del más maduro examen y serias meditaciones y consultas, he venido en ceder, como de hecho cedo y renuncio por acto libre y espontáneo y bien pensado á favor de mi nominado hijo tercero el infante don francisco de Paula de Borbón, el alto dominio y señorío que he recibido de mi augusto padre (que de Dios goza) de todas las ciudades, villas y lugares con todas sus dependencias y territorios que formaban el virreinato de Buenos Aires, la presidencia del reino de Chile y provincias de Puno, Arequipa y Cuzco con todas sus costas é islas adyacentes, desde el cabo Hornos hasta el puente de..., cuyo territorio lo creo indispensable atendida su población para mantener la dignidad de rey é importancia de una monarquía.

En consecuencia elijo é instituyo á mi nominado hijo por rey y soberano independiente de estos reinos y provincias: y á fin de que las gobierne y viva con el mayor acierto, y conformidad á las luces del presente siglo, he adoptado las bases de Constitución siguientes, las que ordeno y mando a mi amado hijo el infante don Francisco de Paula y á la nobleza. Autoridades, Ejércitos y Pueblos de su nuevo reino que respeten, guarden y cumplan dichas bases constitucionales como principios sagrados é inalterables y el primer fundamento de su monarquía.

Y habiendo vos mi hijo don Francisco de Paula aceptado ante mi real persona la cesión que os hago y el reino que os dono con el valor y fuerza de última voluntad irrevocable sin necesidad de confirmación ulterior; y prometido observar y cumplir fielmente las bases prefijadas como condiciones esenciales de la donación, os mando que luego que lleguéis á tomar posesión de vuestro reino juréis con la solemnidad de estilo guardarlas y cumplirlas y hacer que todos las guarden y cumplan, ocupándoos seriamente de la buena administración de vuestro reino, reparando los males que han sufrido esos pueblos y contribuyendo á una sabia legislación que haga en todo tiempo el honor vuestro y la felicidad de vuestro reino. Os ordeno igualmente que así que estéis en posesión de vuestra nueva dignidad y hayáis recibido el juramento y homenaje de los nominados pueblos me deis sin pérdida de tiempo aviso de ello para dirigir mis cartas á vuestro hermano mayor y mi hijo primogénito don Fernando y á todos los demás que corresponda y crea convenir: no obstante que por éste ordeno y mando á dicho mi hijo primogénito, á todos los demás infantes y príncipes de mi real sangre y familia y pido á todos los soberanos de Europa, y á mi muy amado hijo é hija príncipes regentes de la corte del Brasil, el que os reconozcan por rey legítimo é independiente de los tres reinos unidos, Río de la Plata, Perú y Chile, que como á tal os traten y respeten; entendiéndose con vos en todo lo relativo al territorio demarcado como el único y absoluto soberano de dicho país. Por ser ésta mi expresa real voluntad espontánea y bien deliberada con toda plenitud de derecho, cuya determinación declaro que sirva de descargo á mi conciencia, y que alivia en mucha parte el gran peso de desgracias y pesares que me hace descender al sepulcro: por lo tanto quiero que sea tenida por válida y firme no obstante la falta de cualquier cláusula, requisito ó condición que por ley ó costumbre ó por cualesquiera otro título se juzgue necesaria; pues mi situación y la urgencia del caso hace una justa excepción de cualesquiera disposiciones generales en contrario: y así para darle todo el valor bastante, y todo el que necesario sea, firmo éste de mi real puño y letra, sellado con el sello de mis reales armas, y refrendado por mi señorío, en comisión especial para este caso, en... á... de...”


1815

Proyecto de Constitución Monárquica preparado por Belgrano y Rivadavia desde Europa, con el cual el infante don Francisco de Paula debía asumir el mando efectivo (por sorpresa), como soberano del inverosímil “Reino Unido del Río de la Plata, Perú y Chile”, según lo concibieron —sin respaldo popular alguno— nuestros diplomáticos viajeros del Directorio.

Reino

“1ª La nueva monarquía de la América del Sur tendrá por denominación el reino unido del Río de la Plata, Perú y Chile: sus armas serán un escudo que estará dividido en campo azul y plata: en el azul, que ocupará la parte superior, se colocará la imagen del sol, y en el plata dos brazos con sus manos que sostendrán las tres flores de los distintivos de mi real familia, llevará la corona real y se apoyará sobre un tigre y una vicuña: su pabellón será blanco y azul celeste.

2ª La corona será hereditaria por orden de proximidad en las líneas de agnación y cognación.

3ª Si, lo que Dios no permita, el rey actual falleciese sin sucesión, retrovertirán á mí sus derechos para que con acuerdo y consentimiento del cuerpo legislativo elija otro soberano de mi real familia; pero si yo ya no existiera, dichas Salas tendrán la facultad de elegir por su rey á uno de los príncipes de mi real sangre.

4ª La persona del rey es inviolable y sagrada. Sus ministros son responsables. El rey mandará las fuerzas de mar y tierra, declarará la guerra, hará la paz; tratados de alianza y comercio; distribuirá todos los empleos; estará á su cargo la administración pública, la ejecución de las leyes y seguridad del Estado, á cuyos objetos dará las órdenes y reglamentos necesarios.

5ª El rey nombrará toda la nobleza: dará todas las dignidades, podrá variarlas, y concederlas por vida, ó hacerlas hereditarias. El rey podrá perdonar las ofensas, conmutar las penas, ó dispensarlas en los casos que la ley le conceda.

6ª La nobleza será hereditaria en los propios términos que la corona: se distinguirá precisamente en tres grados, y no podrá extenderse á más: el primer grado será el de duque, el segundo de conde y el tercero de marqués: los nobles serán juzgados por sólo los de su clase: tendrán parte en la formación de las leyes, podrán ser diputados de los pueblos, y gozarán de los honores y privilegios que la ley ó el rey les acuerde; pero no podrán ser exceptuados de los cargos y servicios del Estado. Todo individuo del Estado, de cualquier clase y condición que sea, podrá optar á la nobleza por sus servicios, por sus talentos ó por sus virtudes: el primer número de la nobleza será acordado por el rey y representantes, y cualquier otro momento por el Cuerpo legislativo.


Del Cuerpo Legislativo

7ª El Cuerpo legislativo será integrado por el rey, por la nobleza y representación del Común.

La alta sala la formarán todos los duques, cuyo derecho se declara inseparable de su dignidad; la tercera parte de los condes por elección entre ellos, presidida de un comisionado del rey; por la cuarta parte de los marqueses, elegidos en los propios términos, y por la tercera parte de los obispos del reino, elegidos la primera vez por el rey, siendo de cargo de él y de la otra Sala fijar para lo sucesivo las bases de la elección de este Cuerpo.

8ª La segunda Sala la compondrán los diputados de los pueblos, los que serán elegidos por la primera vez en los términos acostumbrados que menos juego permitan á los partidos y consulten la mejor opinión: siendo de indispensable cargo al Cuerpo legislativo establecer para las segundas las leyes más adecuadas y precisas.

9ª La facultad de proponer la ley será común al rey y ambas Salas; el orden de la proposición será del rey á la primera 3ala, y de ésta al rey, y de la segunda á la primera; en caso que una propuesta no sea admitida por su inmediata no podrá pasar á la tercera, ni repetirse hasta otra sesión. Toda ley será el resultado de la pluralidad de ambas Salas, y del accésit del rey la sanción y promulgación de la ley será privativamente suya.

10ª La designación de la renta del rey, su Real Casa y familia, de los gastos de su Ministerio y Gabinete, la lista civil, la militar y gastos extraordinarios serán exclusivamente acordados por ambas Salas, a que en igual forma pertenece el arreglo é imposición de drs. y contribuciones.

11ª Los electos de la nobleza, clero y común duración seis años, empezando á conocerse los primeramente electos por mitad cada tres años. Los diputados del Común no podrán ser ejecutados, perseguidos ó juzgados durante su comisión, sino en los casos que la ley designa y por la propia Sala á que pertenece.


Del Ministerio

12ª Ninguna orden del rey sin autorización de su ministro correspondiente será cumplida: los ministros tendrán la facultad de proponer á ambas Cámaras lo que crean conveniente, y entrar á cualquiera de ellas á informar lo que estimen oportuno: los ministros serán indispensablemente miembros de la alta Sala, y sólo por ella podrán ser juzgados. Los ministros no podrán ser acusados sino por traición ó extorsión; la acusación no será admisible si no es hecha por la pluralidad de una ú otra Sala: el ministro de Hacienda presentará á ambas Salas para su conocimiento y aprobación las cuentas del año anterior.


Del Poder Judicial

13ª Los jueces serán nombrados por el rey: serán perpetuos é independientes en su administración; sólo en el caso de injusticia notoria ó colución podrán ser acusados ante la alta Sala, quien lo juzgará con independencia del rey, el que protegerá y ejecutará en esta parte sus decisiones: se establecerán los jueces del hecho, llamados jurados, en la forma más adaptable á la situación de los pueblos.


Del Común de la nación

14ª A más del reparto proporcionado y uniforme de todos los cargos y servicios del Estado, de la opción de todos á la nobleza, empleos y dignidades y del común concurso y sujeción á la ley, la nación gozará, con derecho de propiedad inalienable, la libertad de culto y conciencia, la libertad de imprenta, la inviolabilidad de las propiedades y seguridad individual en los términos que clara y precisamente acuerde el Poder legislativo”.



1815

Declaraciones suscriptas en Londres, en que los comisionados de Buenos Aires: Sarratea, Rivadavia y Belgrano, prometían con la mayor irresponsabilidad asignaciones y pensiones graciables al ex monarca Carlos IV y al Príncipe de la Paz (don Manuel Godoy), para el inverosímil supuesto de prosperar el proyecto urdido de coronar al infante Francisco de Paula como soberano del “reino unido del Río de la Plata, Perú y Chile”.

1) Declaración de los comisionados de Buenos Aires — asegurando unas asignaciones al Rey D. Carlos IV. — “D. Manuel Sarratea, D. Bernardino Rivadavia y D. Manuel Belgrano, plenamente facultados por el supremo gobierno de las Provincias del Río de la Plata para tratar con el rey nuestro señor, el señor D. Carlos IV (que Dios guarde), á fin de conseguir del justo y piadoso ánimo de Su Majestad la institución de un reino en aquellas Provincias, y cesión de él al serenísimo señor infante D. Francisco de Paula, en toda y la más necesaria forma.

Prometemos y juramos, á nombre de nuestros comitentes, que en el caso que la corte de Madrid, resentida por tan justa medida, retire ó suspenda, en parte ó en todo, las asignaciones que están acordadas al rey nuestro señor D. Carlos IV, será inmediatamente asistido con la suma igual que se le hubiere negado, ó suspendido, en dinero efectivo, por el tiempo que durase la suspensión, ó resistencia de la mencionada corte á cumplir en esta parte sus obligaciones.

En igual forma nos obligamos á que, en caso de fallecimiento del rey nuestro señor D. Carlos IV (que Dios no permita), se sufragarán á la reina nuestro señora doña María Luisa de Borbón las mismas asignaciones por vía de viudedad durante toda su vida.

Y, á fin de que la prefijada obligación sea reconocida por el gobierno y la representación de las Provincias del Río de la Plata, y el príncipe que en ellas acá constituido, extendemos cuatro ejemplares del mismo tenor, tres de los cuales se remitirán á nuestro rey y señor; para que dignándose admitir este testimonio de nuestro reconocimiento, quiera devolvernos dos de ellos con su real aceptación para los fines indicados; quedando el cuarto en nuestro archivo, firmados y sellados con el sello de las Provincias del Río de la Plata, en Londres, á diez y seis de mayo de mil ochocientos y quince.

Manuel De Sarratea. — Bernardino Rivadavia. - Manuel Belgrano”.


1815

Memorial de descargo con la firma del general Carlos de Alvear, suscripto en Río de Janeiro durante su exilio (cuatro meses después de producida su deposición por el “artiguismo”, como Director Supremo de las Provincias del Río de la Plata), el cual fue dirigido al Encargado de Negocios de S. M. C. ante la Corte de Braganza en el Brasil, don Andrés Villalba, para ser presentado al rey de España Fernando VII. En este Memorial, Alvear hace su defensa explicando el verdadero alcance de su tan discutida actuación “revolucionaria” desde que llegó a Buenos Aires en 1812.

“Señor encargado de negocios de S. M. C.

Es muy sensible á un Español que nació con honor, y que procuró acreditarlo entre los Gloriosos Defensores de la Nación, presentarse ahora á vindicar su conducta en actitud de un delincuente y con las sombras de revelde, y enemigo de su Rey. Yo habría ido lejos de los hombres, á ocultar mi vergüenza, si no conservase una esperanza de poder hacer disculpables mis procedimientos, ó si conociera menos la clemencia del Soberano y la indulgencia de sus Ministros enseñados en la escuela de las desgracias. La benigna acogida, que he merecido á V. S. y las relaciones, que antes de mi salida de Buenos Ayres empecé á tener con la Legación de S. M. en esta Corte, me animan á hacer la exposición de mis operaciones, para que elevándola V. S. al Rey Nuestro Sr. se digne recomendarme á su Soberana piedad.

Después de haber servido con el honor, y celo digno de la causa sagrada de la Nación y del distinguido Cuerpo de Carabineros Reales á que pertenecía baxo de los Generales Castaños, Infantado, Venegas, y Albuquerque, llegué con este General á la Isla de León por fines de Diciembre de 1810, y tuve la alta gloria de contribuir á aquella célebre retirada, que salvó a Cádiz. Las desagradables ocurrencias, que allí tuvieron lugar con respecto á aquel benemérito General, y los disturvios acaecidos por la disolución de la Junta Central. y de la Regencia nombrada por ella, unido á la perdida de mi casa, y vínculo en Montilla me decidieron á retirarme del servicio, para consultar mi futura subsistencia. Pero las novedades ocurridas en Buenos Aires, donde tenía considerables intereses, hicieron luego necesaria mi traslación á dicha plaza, para ponerlos en cobro. A este objeto pedí mi licencia, resuelto á establecerme con mi familia en este país y sostenerla con los restos de mi fortuna entre mis parientes maternos. Cuando á principios de 1812 llegue al Río de la Plata, ya estaban embargadas todas mis propiedades á consecuencia del decreto de I9 de Enero del mismo año, y apenas pude alcanzar su devolución. Resuelto como estaba á fixar mi residencia en Buenos Ayres, no podía declararme abiertamente contra el torrente de la opinión, ni contrariar los principios políticos del Gobierno de aquellas Provincias, ni resistir sus insinuaciones, sin aventurar mi existencia á los furores de la exaltación popular. Yo tuve al fin que ceder al imperio de las circunstancias, y tomar una parte en los negocios públicos, animado de las esperanzas de rectificar algún día las ideas, que alimentaban el fanatismo de la multitud.

Quizá el ardor de la juventud y la inexperiencia hicieron, que me formase ideas demasiado lisongeras de mis recursos, para mejorar la causa de aquellas Provincias, pero á lo menos la reflexión no me opuso cosa, que pudiera estar en contradicción con el honor, y la justicia. Porque entonces las Cortes, apoderándose de la Soberanía, y publicando con ruidoso aparato todos los dogmas de la democracia más exaltada, al mismo tiempo que sostenían un despotismo militar sobre los Pueblos de América, se habían constituido los primeros agentes de la insurrección. Ellas exercían una autoridad nula, é ilegítima, ningún Pueblo ni vasallo estaba obligado á obedecerla. Los Pueblos del Río de la Plata, que se sometieron gustosos á las determinaciones de la Junta de Sevilla, sin detenerse en la ligereza, conque se abrogó la supremacía de la Nación; y a la Junta Central á pesar de las acriminaciones con que los Escritores de la Península, agitados por las animosidades de partido, la denigraban, creyeron que debían usar de un derecho reconocido solemnemente para no someterse á la Regencia de Cádiz, y á los demás Gobiernos que les sucedieron hasta la vuelta del legítimo Soberano. El los ha declarado en su célebre Decreto de 4 de Mayo nulos, é ilegales, y tiránicas las violencias con que pretendieron forzar á los vasallos del Rey á reconocer una Constitución enteramente nueva, formada sin anuencia ni concurso de los mismos Pueblos. Las razones en que S M. ha querido fundar aquel famoso decreto, son las mismas, que tuve presentes, y en las que me apoyaba para persuadirme, que sin queja del honor y el vasallaje podía tomar una parte activa en la causa de mi País, y hacer abierta resistencia á los Generales, y Jefes de aquellos Gobiernos, aunque el celo, y birtudes personales de muchos de sus miembros los hiciesen respetables, y abriesen un camino á la esperanza de venir á términos de una razonable conciliación.

La revolución de estas Provincias presentaba al mismo tiempo los sistemas más terribles de una anarquía desoladora; porque la ilegalidad de los Gobiernos de Cádiz, y su obstinación invencible en el sistema de hostilidades llevaron la animosidad y el rencor hasta el extremo. Los escritores habían envenenado los espíritus con una dosis desmedida de liberalidad y filosofismo; y la contradicción práctica de aquellos principios con respecto á América excitaba á un furor febril, capaz de producir las últimas violencias. La Majestad del Trono, y la Soberanía del Rey, que apoyada en la religión podía solamente calmar las convulsiones de un Pueblo agitado estaba minada por aquellas doctrinas, y desvanecida la saludable opinión que fortificada por sus ejemplos habíamos recibido de nuestros mayores. Todo ello formaba una masa espantosa de odios, de venganzas y horrores, que arrebataba sin recursos el pueblo á un precipicio. Los papeles públicos multiplicaban axiomas filosóficos que lastimaban el decoro de los soberanos, demolían las bases de la Monarquía, y destemplaban los resortes de la subordinación: doctrinas escandalosas, que en el calor de las facciones eran acogidas, y apoyadas como verdades inconfusas. Así insensiblemente el odio á pocos se hizo común á toda la Nación: y á fuerza de sostener su causa, contra los que se decían usurpadores del Trono, vinieron muchos á mirar con menos horror la independencia absoluta de la Península.

Habíamos llegado á una alternativa bien triste: era preciso caer en manca de un Gobierno, que tenía resentimientos personales, que satisfacer: ó fluctuar entre Gobiernos populares, que caminaban á la anarquía. Lo primero podría ser preferible; pero ni aquellos gobiernos tenían poder, ni prudencia bastante, para sostener á la fuerza; ni había en el país quien cambiase en un momento la opinión, y los sentimientos dominantes. En tal estado de cosas los vecinos V habitantes del Río de la Plata, que conocían algo el riesgo, que corrían sus vidas, y fortunas, no podían mantenerse indiferentes, dejando á merced de los ignorantes, ó de los malvados las riendas del Gobierno: y parece que era un deber suyo sacrificarse todos, por mantener un orden regular, que asegurase si país contra las calamidades, que estaban amenazando. El impulso estaba dado, v ya era forzoso, dirigirlo acertadamente ó resolverse á permanecer insensible á la propia ruina. Estas razones y las invitaciones del Gobierno, peligrosas de resistir me movieron á tomar una parte activa en la revolución y me empeñaron, por decirlo así, en el proyecto de formarme un crédito preponderante, para darle un término menos desgraciado. Agrégueme al principio al partido de los que eran conocidos por más vehementes y acalorados, con el objeto de adquirirme un crédito elevado de Patriota, y de tomar ascendiente sobre los que suponía más capaces de una oposición sostenida á las ideas de conciliación. Luego que hube adquirido algún caudal de opinión, y ascendiente sobre el Gobierno, empecé á emplearla en favor de algunos sujetos, que siendo distinguidos por las buenas cualidades de su espíritu y de su corazón, eran el objeto del odio de los revolucionarios por su constante sistema de moderación, y de paz, y me empeñé en vencer su repugnancia á ponerse en contacto con aquellos: cosa indispensablemente necesaria, para obrar las reformas saludables en las ideas generales. Cuando ya me consideré con más fuerza, y empecé á contar con la cooperación de las personas de mejores luces formé el plan de hacer un armisticio con el Capitán General D. Gaspar Vigodet en términos que sirviera de base á un proyecto más entendido de una pacificación sólida, y general. Las bases de este armisticio, que tuve el honor de ver aprobadas y, ayudadas por la Legación de S. M en esta Corte, y se que V. S. está perfectamente impuesto me excusan de explicarlas. Para llevarlo á su perfección, me propuse concentrar el gobierno y verificar las reformas, que juzgué convenientes al mayor secreto, y unidad en las operaciones: y porque al mismo tiempo empezasen los Pueblos á volver insensiblemente á las antiguas formas, preparándose así á hacer menos violenta la transición meditada del Gobierno popular al de uno solo. D. Manuel José García á quien por sus notorios principios políticos procuré hacer entrar en las operaciones del Gobierno contra el torrente de la opinión vulgar, que lo señalaba como sospechoso, y el que estuvo en el secreto de estas mis ideas, y que fue un agente personal en la dirección de este negocio, podrá instruir á V. S. menudamente de los trabajos, que fueron necesarios, para llegar al término deseado. Pero el Gobernador de Montevideo por causas que no me es fácil adivinar, echó abajo todo el plan por una negativa inesperada. Su conducta causó un retroceso en las ideas, y fue preciso volver á la guerra con más calor, que nunca, para sostener el Gobierno casi arruinado con la indiscreta publicación, que se hizo en la gaceta de Montevideo de los documentos oficiales, relativos al armisticio, y con las especies, que el partido de oposición empezó á hacer valer. Sin embargo, no se desistía enteramente, sino que D. Manuel de Sarratea siguió su viaje á Inglaterra, para tratar desde allí los medios de una transacción, y aprovechar de todas las circunstancias, que el curso de la guerra en Europa pudiera presentar favorables á este intento. Sobrevinieron luego las desgracias de la Plaza de Montevideo, preparadas por la obcecación de su Jefe; y este suceso, al paso que dio algún más crédito al Gobierno, también le aumentó las dificultades por el orgullo, que inspiró naturalmente á la multitud. Mas á poco se tuvieron noticias de la libertad del Rey de su feliz restitución al seno de sus amados vasallos. Recibiéronse también avisos de D. Manuel de Sarratea, y copias de la representación, que con este motivo había dirigido á S. M. Creyóse que por un suceso tan importante había mudado enteramente el estado de la cuestión, y que podría sin riesgo aventurarse un paso decidido, que pusiese un término á esta malvada revolución.

Efectivamente se mandaron Diputados para ante S. M. á D. Bernardino Rivadavia y D. Manuel Belgrano con órdenes además de tocar en esta Corte, y presentar á esta Legación despachos relativos á su misión. V. S. sabe los resultados poco agradables de su misión, respectivamente á esta Corte: pero al mismo tiempo se recibió el oficio de V. S. contestación el que trajeron los Diputados Rivadavia y Belgrano. El dio un esfuerzo extraordinario á nuestros corazones: y él sólo sería bastante á producir una mudanza tan feliz, como prodigiosa en las opiniones, si un destino inevitable no hubiera puesto obstáculos inesperados á aquellos designios. Se despacharon también pliegos á los Generales Pezuela y Osorio, proponiendo un armisticio, mientras se sabía la voluntad de S. M. Este último General se negó a todo partido razonable. El General Pezuela convino enteramente en los principios del Gobierno de Buenos Aires; mas se experimentó una resistencia escandalosa en los Jefes del ejército del Perú, que al fin rompieron en una completa insurrección; porque no querían, que el país volviese á su antigua tranquilidad. Este ejemplo apoyado por la conducta de D. José Artigas en la Banda Oriental del Paraná iba á poner en el último conflicto al país, y á alejar por mucho tiempo toda esperanza de orden, y de subordinación á la legítima autoridad, entonces creí necesario aceptar el mando supremo, concentrar todas las fuerzas en la capital, poniendo al frente de los regimientos los jefes de mi confianza, y más propios para coadyuvar mis esfuerzos: al mismo tiempo dí las órdenes para la formación de un cuerpo de los soldados españoles, esparcidos por la campaña de buenos aires, encargando de esta comisión al coronel D. Pedro Andrés García, español de toda mi confianza: comisioné á D. Manuel José García, para que instruyese á la legación del estado de las cosas, y tratase con el jefe de la expedición que se esperaba de Cádiz, los medios de perfeccionar la pacificación del país sin derramamiento de sangre: ó caso de que aquello no se verificase, suplicar á S. A. R. el Príncipe Regente de Portugal, se sirviera contribuir á ello en nombre de S.M. como su amigo y aliado: V. S. sabe como todo ha quedado desvanecido. Los malvados de que abundan siempre las revoluciones, agitaron la multitud con las especies favoritas de traición, y de engaño haciendo valer en daño de su propio país el oficio de V. S. que era cabalmente el que debía traerlos al camino de la sólida felicidad pública, y aún privada de cada uno de ellos. Algunos Oficiales que por su nacimiento, y sus principios debían ser los más interesados en esta obra, faltaron indignamente á las confianzas del Gobierno: y reventó una espantosa revolución que aniquiló cuanto se había adelantado. Un número considerable de sujetos distinguidos han sufrido todo género de vejaciones, y de insultos; y después de perdidos sus bienes, son arrojados para siempre de su país: otros sufren desterrados en los desiertos del interior dándose por muy felices de haber salvado sus vidas. Yo con mi familia, así como otros muchos compañeros de desgracia no hemos trepidado en presentarnos voluntariamente á V. S., y permanecemos bajo su protección, y la de S.A.R. dando con este paso una prueba de la sinceridad de nuestras intenciones.

Esta es abreviadamente la historia de mi conducta pública: desde que empecé á tomar parte en los negocios del Río de la Plata se ha dirigido, á cortar esta funesta guerra que la devora: y desde la vuelta del Rey aún ha sido más claro, y decidido mi conato, por volver estos países á la dominación de un soberano que solamente puede hacerlos felices. Es verdad que muchas veces ha sido preciso marchar en sentido contrario á este objeto; pero en un gobierno popular era necesario sacrificar mucho á las circunstancias del momento, si se habían de precaver alborotos: y además es preciso confesar, que la poca habilidad de algunos Jefes de la Nación ha contribuido, no poco, á la adopción de medidas de ataque, y de defensa, que pudieron evitarse. Yo me consuelo por último, conque un conjunto de casualidades haya puesto á V. S. en disposición de interrogar personalmente á muchos individuos, que habiendo tenido parte en la dirección de mis planes son actualmente víctimas del furor de la revolución insensata, que con motivo de ellos acaba de suceder en Buenos Aires.

A lo menos espero que considerándome como un vasallo que sinceramente reclama la gracia de su Soberano, y que está dispuesto á merecerla, se sirva recomendarme á S. M., ante quien me presentaré, luego que halle seguro transporte para mi persona, y familia.

A V. S. pido se sirva acceder á esta solicitud, que es gracia que espero de su notoria generosidad. Río de Janeiro y Agosto 23 de 1815.

Carlos de Alvear”


1815

Texto íntegro del Reglamento provisorio dado por Artigas sobre reforma agraria, con vigencia en todo el territorio de la Provincia Oriental del Uruguay, tendiente al “Fomento de su Campaña y Seguridad de sus Hacendados”. El documento se inspira —aunque americanista y revolucionario— en las .ideas fundamentales contenidas en la célebre “Memoria” redactada por don Félix de Azara (de quien Artigas había sido colaborador), allá por el año 1801.

“Reglamento provisorio de la Provincia Oriental para el fomento de su, campaña y seguridad de sus hacendados”

“1º Primeramente El Sor. Alce. Provl. además de sus facultades ordina­rias queda autorizado para distribuir terrenos y velar sobre la tranquilidad del vecindario, siendo el Juez-inmediato en todo el orden de la presente Instrucn.

“2º En atención á la basta estensión de la campaña, podrá instituir tres Sub-Tenientes de (campaña) (provincia), señalándoles su jurisdicción respec­tiva, y facultándoles según este reglamento.

“3º Uno deberá instituirse entre el Uruguay y Río Negro: otro entre Rio Negro y Yi: otro dentro de Sta. Lucía, á la costa de la mar, quedando el Sor. Alce. Provl. con jurisdicción inmediata desde el Yí hasta Sta. Lucía.

“4º Si para el desempeño de tan importante comisión hallaren el Sor. Alce. Provl. y Subtenientes de Prova. necesitarse de mas sugetos, podra cada cual instituir en sus respectivas jurisdicciones Jueces Pedáneos que ayuden á esecutar las medidas adoptadas para el entable del mejor orden.

“5º Estos comisionados darán cuenta á sus respectivos sub-tenientes de Prova éstos al Sor. Alce. Provl.: de quien recibirán las ordenes precisas éste las recibirá del Gobn0 de Monto, y por este conducto serán trasmisibles ótras cualesquiera que ademas de las indicadas en esta Instrucción, se crean a (…) ceptables á las circunstancias.

“6º Por ahora el Sor. Alce. Provl. y demás subalternos se dedicaran á fomentar con brazos útiles la población de la campaña. Para ello revisará cada uno en sus respectivas jurisdicciones los terrenos disponibles, y los sugetos dignos de esta gracia: con prevención que, los más infelices serán los más privilegiados. En consecuencia los negros libres, los zambos de esta clase, los indios: y los criollos pobres, todos podrán ser agraciados en suertes de estancia si con su trabajo y hombría de bien propenden á su felicidad y la de la Provincia.

“7º Serán igualmente agraciadas las viudas pobres si tubieren hijos o seran igualmente preferidos los casados á los americanos solteros, y estos á cualquiera estrangero.

“8º Los solicitantes se apersonarán ante el Sor. Alce. Provl. ó los subal­ternos de los partidos donde erigiesen el terreno para su población. Estos darán su informe al Sor. Alce. Provl., y este al Gobno. de Montevideo de quien obtendrá la legitimación de la donación, y la marca que deba distinguir las haciendas del interesado en lo sucesivo. Para ello al tpo. de pedir la gracia se informará sí el solicitantes tiene ó no marca. Si la tiene será archibada en el libro de marcas, y denó se le dará en la forma acostumbrada.

“9º El M. I. C. despachará estos rescriptos en la forma que estime más conveniente. Ellos y las marcas serán dados graciosamente, y se obligará al Regidor encargado de los Propios de Ciudad, lleve una razón esacta de estas donaciones de la Provincia.

“10º Los agraciados serán puestos en posesión desde el momento que se haga la denuncia por el Sor. Alce. Provl. ó por cualquiera de los subalternos

“11º Después de la posesión serán obligados los agraciados por el Sor. Alce. Provl. ó demás subalternos á formar un rancho y dos córrales en el término preciso de dos meses, los que cumplidos, si se advierte omisión se les reconvendrá para que lo efectúen en un mes más, el cual cumplido, si se advierte la misma negligencia, será aquel terreno donado á otro vecino más laborioso y benéfico á la Provincia.

“12º Los terrenos repartibles son todos aquellos de emigrados, malos europeos, y peores americanos que hasta la fecha no se hallen indultados por el Jefe de la Provincia para poseer sus antiguas propiedades.

“13º Serán igualmente repartibles todos aquellos terrenos que desde el de 1810, hasta el 1815, en que entraron los orientales en la Plaza de Montevideo, hayan sido vendidos ó donados por el Gobno. de ella.

“14º En esta clase de terrenos habrá la esepcion siguiente. Si fueran donados ó vendidos á orientales ó á estraños. Si á los primeros se les donara, una suerte de estancia conforme al pxeste. reglamento. Si á los segdos., todo disponible en la forma dicha.

“15º Para repartir los terrenos de europeos, y malos Americanos se tendrá presente. Si estos son casados ó solteros. De estos todo es disponible. De aquellos se atenderá al número de sus hijos, y con concepto á que éstos no sean perjudicados, se les dará lo bastante para que puedan mantenerse en lo sucesivo, siendo el resto disponible si tuviere demasiados terrenos.

“16º La demarcación de los terrenos agraciables será legua y media de frente y dos de fondo, en la inteligencia que puede hacerse mas ó menos estensiva la demarcación según la localidad del terreno, en el cual siempre se pro­porcionarán aguadas, y si lo permitiese el lugar lindero fijos, quedando al zelo de los comisionados economizar el terreno en lo posible y evitar en lo susesivo desavenencias entre vecinos.

“17º Se velará por el Gobno. el Sr. Alce. Provl, y demás subalternos, para que los agraciados no posean mas que una suerte de estancia, podran ser privilegiados sin embargo los que no tengan mas que una suerte de chacra, podran también ser agraciados los Americanos que quisiesen mudar de posecion dejando la quetienen á beneficio de la Provincia.

“18º Podrán reservarse únicamente para beneficio de la Provincia el Rincón de Pan de Azúcar, y el del Cerro para mantener las reyunadas de suservicio. El rincón de Rosario por suestension puede repartirse hacía el lado de afuera entre algún de (sic) agraciados, reservando en los fondos una estension bastante á mantener cinco ó seis mil reyunos de los dichos.

“19º Los agraciados ni podran enagenar, ó vender estas suertes de estancia ni contraer sobre ellas debito alguno bajo la pena de nulidad hasta el arreglo formal de la provincia en que deliberará lo conveniente.

“20º El M. I. C. ó quien el comisione, me pasaráun estado del número de agraciados, y sus posiciones, para mi conocimiento.

“21º Cualquiera terreno anteriormente agraciado entrará ([...]) (en) el orden del presente reglamento debiendo los interesados recabar por medio de Sor. Alce. Provl. su legitimación en toda manera, arriba espuesta, de M. I. C. de Montevideo.

“22º Para facilitar el adelantamiento de estos agraciados quedan faculta­dos el Sor. Alce. Provl. y los tres subtenientes de Provincia, quienes únicamente podran dar licencia para que dichos agraciados se reúnan y saquen animales vacunos como caballares de las mismas estancias de los europeos ó malos Americanos que se hallasen en sus respectivas jurisdicciones. En manera alguna se permitirá que ellos por sí solo lo hagan: siempre se les señalara un Juez pedáneo ú otro comisionado, para que no se destrozen las haciendas en las correrías y que las que se tomen se distribuyan con igualdad entre los concurrentes debiendo igualmente zelar así el Alce. Provl. como los demás subalternos, que dhos. ganados agraciados no sean aplicados a otro uso que el de amansarlos, caparlos y sujetarlos á rodeo

“23º También prohívirán todas las matanzas á los hacendados, si no acreditan ser ganados de su marca: de lo contrario serán decomisado todos los productos y mandados á dispon. del Gobno.

“24º En atención á la escacez de ganado que esperimenta la Provincia, se prohibirá toda tropa de ganado para Portugal. Al mismo tiempo que se prohibirá á los mismos hacendados la matanza del hembrage hasta el restablecimiento de la campaña.

“25º Para estos fines como para desterrar los vagabundos, aprehender malhechores y desertores, se le darán al Sor. Alce. Prov1 ocho hombres y un sargento, y a cada Tente. de Prova., cuatro solds. y 1 cabo. El cabildo deliberará si estos deberán ser de los vecinos que deberán mudarse mensualmente ó de soldados pagos que hagan de esta suerte su fatiga.

“26º Los tes. de Prova. no entenderán en demandas. Este es privativo del Sor. Alce. Prov1 y á los jueces de los Pueblos y Partidos.

“27º Los destinados á esta Comisión no tendrán otro ejercicio que distribuir terrenos y propender á su fomento velar sobre la aprehensión de los vagos remitiéndolos á este Cuartel Gral. ó al Gobn0. de Montevideo para el servicio de las armas. En consecuencia los hacendados darán papeletas á sus peones, y los que se hallaren sin este requisito y sin otro ejercicio que vagar serán remitidos en la forma dicha.

“28º Serán igualmente remitidos á este Cuartel Gral los desertores con armas ó sin ellas, que sin licencia de sus Jefes se encuentren en alguna de estas jurisdicciones.

“29º Serán igualmente remitidos por el subalterno al Alce. Prov1 cualquiera que cometiese algún homicidio, hurto, ó violencia con algún vecino de su jurisdicción. Al efecto le remitirá asegurado ante el Sor. Alce. Prov1 y un oficio insinuándole el hecho. Con este oficio que servirá de cabeza de proceso á la causa del delincuente lo remitirá el Sor, Alce. Prov1 al Gobn0. de Montevideo, para que éste tome los informes convenientes y proceda al castigo según el delito.

“Todo lo cual se resolvió de común acuerdo con el Sor. Alce. Prov1, Dn. Juan León y Dn. León Pérez delegados con este fin, y para su cumplimiento lo firme en este Cuartel General á 10 de Sepbre. de 1815.

Jph. ARTIGAS”.

Nota: En el articulo 13, se le agrega esta cláusula: ‘no comprendiéndose en este artículos los patriotas acreedores a esta gracia”.

Está conforme con su original y por orden del Excmo. Cabildo Gobernador expido el Presente que certifico y firmo en Montevideo, a 30 de setiembre de 1815.

Pedro M. De Taveybo - Secretario”.


1816

Parte de la correspondencia secreta del enviado diplomático argentino en Río de Janeiro, don Manuel José García (al Director Interino del Estado, D. Antonio González Balcarce; al H. Congreso de Tucumán y al Sr. Director Supremo de las Provincias del Río de la Plata, D. Juan Martín de Pueyrredón, respectivamente), en la que se revelan los planes urdidos en la sombra para imponer a nuestro flamante Estado independiente, un régimen extraño tutelado por el Brasil y en oposición a la voluntad soberana rioplatense, claramente manifestada el 9 de Julio de 1816 contra todo “intervencionismo” extranjero.

“Río de Janeiro, Junio 9 de 1816”.

“Sr. D. Antonio González Balcarce”

“La precipitación con que sale este buque me priva de escribir á Vd. tan largamente como quisiera.

He recibido todo, todo, y estamos perfectamente de acuerdo. — Creo que en breve desaparecerá Artigas de esa provincia, y quizá de toda la Banda Oriental. La escuadra está aquí al ancla, esperando el primer viento. Los marinos andan en tramoyas y manejos que pueden demorar su aparición sobre las costas de Maldonado, pero no prevalecerán según mis cálculos.

Conozco muy inmediato al general Lecor; va inteligenciado en parte del plan de su gobierno, y me parece un excelente sujeto. Nuestro amigo H... irá luego á Montevideo. El mismo no lo sabe aún, ni lo sabrá hasta la última hora. El será el punto intermedio de ese y este gobierno. Así nuestras correspondencias serán más seguras y prontas.

Estoy seguro que las primeras medidas que se tomen por Lecor en la Banda Oriental quitarán á Vd. algunos recelillos, que es regular conserve aún.

Esta es una maniobra complicadísima, y exige toda la circunspección del mundo para irla llevando sin desgracias. En muchos secretos estoy yo solo; en algunos he puesto á nuestros amigos; no porque ellos no cooperarían de muy buena voluntad, sino porque es difícil el sigilo; y porque no debo exigir de otros lo que yo mismo guardo con trabajo, y menos cuando pueden ser menos dispuestos que yo para esta continuada comprensión. Agregaré que Vd. conoce bien á don Carlos... sabe sus cualidades morales y su carácter en la revolución —éste conserva sobre algunos de nuestros amigos las ventajas que tenía en otro tiempo; y nada sería más peligroso que el que llegase á entrar en nuestras relaciones por ahora. Esta es otra causa de mi reserva, ella ha producido desconfianzas y vacilaciones; pero á poco irán asegurándose y espero que antes de mucho tiempo tendré el gusto de verlos satisfechos de mi conducta.

Vaya Vd. pensando en el sujeto que ha de tratar con el general y H... esto debe hacerse sin ruido; bastarán meras credenciales. Cuide Vd. mucho que no sea hombre asustadizo, ni de aquellos que todo lo quieren en un abrir y cerrar de ojo. Que ese hombre sea manso, callado y negociador. He de escribir a Vd. después mis notas, y apuntarle las bases sobre que puede empezarse á disponer este negocio. No lo hago ahora porque no sé qué novedades habrán ocurrido ahí después de su última carta.

Soy de Vd.

M. J. García”.

“S. E. — Aprovecho la salida del bergantín Aleluya para comunicar á V. E. el recibo de sus importantes comunicaciones del 4 de Mayo último. Aunque por ellas y por los papeles públicos se vislumbra el estado crítico de nuestros negocios, no deja al mismo tiempo de consolar así el buen ánimo de esos pueblos como la mejora notable que se advierte en las ideas generales. A mí particularmente me ha sido satisfactorio observar que mis trabajos en esta Corte han ido en la misma dirección que V. E. y la parte sensata manifiestan desear, sin embargo de que las oscilaciones repetidas de ese país y la volubilidad caprichosa de las pasiones revolucionarias han impedido constantemente aquella franca y extendida comunicación de ideas que debe existir entre un Gobierno y sus agentes, especialmente en circunstancias tan difíciles v espinosas. Aún no estoy libre de temores, pues ignoro sí al recibo de estas comunicaciones estarán las mismas personas á la frente de los negocios, ó si las que estuvieren darán la misma interpretación á mis palabras, ó si las tomarán por texto para atemorizar á mis buenos compatriotas con nuevas perspectivas de traiciones y felonías; nada sería extraño en el estado de delirio á que hemos venido. Así como este justo recelo espero que justificará á los ojos imparciales mi circunspección en desmenuzar circunstancias por otra parte agradables y lisonjeras á cuantos desean la prosperidad de su país.

Considero como un grande error imaginar proyecto alguno de sólida prosperidad si sus bases no se establecen sobre nuestros pueblos. Estoy igualmente persuadido, y aun la experiencia parece haberlo demostrado, que necesitamos, no solamente de la fuerza física y moral de un poder extraño para terminar vuestra lucha, sino también para formarnos un centro común de autoridad capaz de organizar el caos en que están convertidas nuestras provincias. últimamente en la escala de nuestras necesidades más urgentes, cuento primero la de no recaer en el sistema colonial, envolviéndonos en los horrores con que nos amenaza la vergüenza de una nación ofendida, y que está ella misma impregnada de todos los elementos de una horrenda revolución capaz de aniquilar los restos de nuestra patria, ó de traerla al dominio arbitrario del que primero lo intentare. De todo esto deduzco que ninguna cosa puede ser tan peligrosa y aventurada en nuestro estado presente, como la obstinación por alcanzar de una vez todos los bienes y libertades á que podemos aspirar, hablando independientemente de circunstancias y sin contar con los medios que actualmente poseemos. El poder que se ha levantado en la Banda Oriental del Paraná fue mirado desde los primeros momentos de su aparición como un tremendo contagio que introduciéndose en el corazón de todos los pueblos acabaría con su libertad y su riqueza. Muchos se han engañado, ó porque contaban solamente con sus buenos deseos, ó porque sólo se curaban de escapar de aquellos males que en el momento los apremiaban más, ó porque no querían oír otra voz que la de sus pasiones. Empero ya ha puesto la experiencia su fallo y la opinión de los hombres sensatos no puede estar dividida sobre este punto. Así no recelo yo asegurar que la extinción de este poder ominoso es á todas luces, no sólo provechosa, sino necesaria á la salvación del país. La desmoralización de nuestro ejército ha privado al Gobierno de la fuerza necesaria para sofocar aquel poder, y la pasmosa variedad de opiniones, de pasiones y de intereses, privará también al soberano Congreso de la gran fuerza moral que necesita para subyugar á su autoridad hombres feroces y salvajes, y lo que aún es más, hombres acostumbrados á mandar en déspotas y á ser acatados de los primeros magistrados de los pueblos. En tal situación es forzoso renunciar á la esperanza de cegar por nosotros mismos esta fuente primera de la disolución general que nos amenaza. Pero como sus efectos son igualmente terribles á todos los Gobiernos que están á su contacto, de aquí proviene que alarmado el Ministerio del Brasil de los progresos que sobre el Gobierno de las provincias unidas va haciendo el caudillo de los anarquistas, no ha podido menos que representarlo á S.M.F. para que sin demora pusiese pronto remedio á un mal que creciendo con tanta fuerza podría en poco tiempo cundir por estos sus dominios haciendo mayores estragos. En consecuencia, ha resuelto S.M.F. empeñar todo su poder para extinguir para siempre hasta la memoria de tan funesta calamidad, haciendo en ello un bien que debe á sus vasallos y un beneficio que cree ha de ser agradecido por sus vecinos. Es verdad que en todos tiempos se ha temido la ingerencia de una potencia extranjera en disturbios domésticos. Pero esta regla, demasiado cierta en general, me parece que tiene una excepción en nuestro caso. Y esto por dos razones: la primera es que hemos llegado á tal extremidad, que es preciso optar entre la anarquía y la subyugación militar por los españoles, ó el interés de un extranjero que puede aprovechar de nuestra debilidad para engrandecer su poder. La segunda razón es que por una combinación de circunstancias harto feliz para los americanos del Sur, los intereses de la Casa de Braganza han venido á ser homogéneos con los de nuestro continente, de la misma manera que los de los Estados Unidos y los de cualquiera otro poder soberano que se estableciese de esta parte del Atlántico. El establecimiento del trono del Brasil es reciente, y después de dado el gran paso de declarar abolido el sistema colonial poniéndose esta nación del lado de nosotros en la cuestión que nos divide de la Europa, necesita nuevas fuerzas para seguir cortando los lazos que todavía detienen los pasos de su política y embarazan la marcha natural de esta parte del mundo á sus altos destinos. Quizá de nuestra cordura pende en gran parte la llegada de esta época verdaderamente grande por sus consecuencias; y yo pienso que toda nuestra política debe dirigirse á obrar en el mismo sentido que esta nueva nación, á enlazar íntimamente nuestros intereses y a identificarlos si fuese posible con los de ella.

De otro modo podrían desvanecerse tan halagüeñas esperanzas y la recaída de la América en su antigua nulidad vendría á ser la obra de nuestra estupidez ó de nuestra corrupción. Así, pues, si miramos la cuestión por este lado, los intereses de esta nación no aparecen extranjeros á los de la nuestra, y vienen á hacerse inaplicables á nuestro caso los principios generales sobre ingerencia de poder extranjero en disturbios domésticos. Algunos hechos particulares pueden dar mayor fuerza á todas estas razones. V. E. observará que al mismo tiempo que S. M. F. se preparara á pacificar la Banda Oriental redobla sus cuidados por conservar el comercio y las relaciones amistosas con el Gobierno de las Provincias Unidas. Que los buques cargados con la propiedad de sus vasallos salen para esos puertos entre la escuadra destinada á las costas de Maldonado, y que sus tribunales están ahora mismo protegiendo las propiedades de los súbditos de V. E. Mas por probables que sean mis conjeturas, yo confieso que no es prudente que V. E. ni el Congreso soberano aventuren sus decisiones sobre la fe de mis palabras, pues que yo puedo engañar y ser engañado. Por esto quisiera que V. E., de acuerdo con el Congreso, nombraran una persona que informándose á boca de las cosas pudiese tratar y transmitir Juego el plan, que debiera últimamente adoptarse. El tiempo, lugar y modo con que esto haya de hacerse será de mi cargo, avisando oportunamente. Sólo debo anticipar que el sujeto que se nombre debe tener maduro el juicio, tranquila la razón, y muy sazonada la prudencia. Sé por experiencia propia cuánto inquieta á los rivales de América de todas sectas y naciones la adopción de una gran medida como la que está indicada. Sé que han de poner en acción las preocupaciones viejas de nuestra infancia, las de nuestra revolución, y las pasiones de todo género. Preveo también que estas maniobras producirán demasiado efecto en nuestros compatriotas por motivos ya inocentes, ya viciosos. Por esto es indispensable el apoyo de una fuerza bien organizada, para que la deliberación sea más libre y pueda la cuestión ventilarse sin temores. También es muy esencial el aumento y vigor de la fuerza armada para contener á los enemigos que pueden bajar del Perú y pueden, si no tenemos alguna respetabilidad, envolvernos enteramente, en cuyo caso quitaríamos toda razón honesta á aquellos mismos que se interesan en nuestras victorias. Por último, basta el sentido común para conocer que por mucho tiempo necesitamos guardar un grande secreto aun en estas cosas que parecen generales. Este Gabinete tiene que contemporizar con muchos, y una indiscreción nuestra podría muy bien obligarlos á obrar en sentido contrario á sus mismos deseos e intereses. Dios guarde á V. E.

Río de Janeiro, Junio 19 de 1816.

M. J. García”.


“Río Janeiro, Agosto 29 de 1816”.

“Sr. D. Juan Martín Pueyrredón”.

''Muy señor mío: Con el arribo de la escuna Perret, he salido del cuidado en que tenían las turbaciones del mes de Junio. No puedo felicitar á Vd. por su elevación á la primera Magistratura, porque estoy cierto que mirará á la luz de la experiencia lo peligroso del puesto que ocupa. Me he alegrado, sí, entrañablemente por la tranquilidad que ha restablecido la presencia de Vd., la que espero será durable, sí la inmoralización del ejército lo permite, y porque la discreción y la calma que no es posible exigir de hombres nuevos en los negocios hará más ligeros los males inevitables y evitará quizá otros aprovechando las circunstancias. Los pliegos que remito en esta ocasión darán á Vd. alguna idea del que á mí me parece verdadero estado de las cosas; á lo cual, ya que tengo la satisfacción de hablar con quien me entiende, añadiré algo de lo que puede ser importante para tener un conocimiento adecuado en la situación de nuestros negocios. El Ministerio actual del Brasil, á cuya cabeza puede considerarse el conde de la Barca (caballero Araujo) parece decidido á establecer el trono portugués en esta parte del mar, y obtener así una independencia verdadera, que jamás pudo esperar en el pequeño rincón de Portugal. En conformidad se hizo la declaración del 17 de Diciembre (la del Reino Unido). Se habilitaron los puertos del Brasil para recibir á todas las naciones. Se resolvió no renovar los tratados y alianzas celebradas con España, y subsistentes hasta el año 1807, aprovechando así para su objeto del decreto que dio a la Nación portuguesa el tratado de Fontainebleau entre Carlos IV y Napoleón, y guerra subsecuente por la que quedaron anulados aquellos tratados. Se ha empezado á estrechar las relaciones con los Estados Unidos y con las Potencias del Norte que tienen un interés ó que no temen la aparición de nuevos poderes soberanos en esta parte del mundo. Al mismo paso se aflojan las particulares relaciones con Inglaterra, cuyo sistema públicamente sostenido en el Congreso de Viena es contrario al engrandecimiento de esta parte del mundo. Consiguientemente se negó S. M. F. á retirarse á Europa, y despidió con desaire al navío Dunckan, preparado con tanto estrépito por la Inglaterra, y enviado aquí para llevarse la familia Real del Brasil y dar más fuerza con esta expectativa á sus opiniones en Viena. En los contratos matrimoniales últimamente celebrados, nada ha alterado en sus principios esta Corte, sino que aprovechando la imbecibilidad del Gabinete de Madrid ha establecido dos de sus infantas, quedando perfectamente libre de todo compromiso capaz de atravesar sus proyectos. Así se me ha asegurado de un modo que obliga á creerlo. Tales son los hechos por donde se rastrea el plan general de política que parece haber adoptado el soberano del Brasil. Y aunque ellos no se reputasen sino como fundadas conjeturas, éstas son casi siempre la base de los cálculos y de las revoluciones diplomáticas: pues comúnmente las intenciones de los gabinetes se sospechan más bien que se saben. La ejecución de este plan no carece de dificultades. La primera es la rivalidad entre portugueses, europeos y americanos, atizada hábilmente por la Inglaterra. únese á esto el esfuerzo que hará esta Potencia por obligar al Rey Fidelísimo, directa ó indirectamente, á restituirse á Portugal. Entre tanto puede también mudarse el Ministerio y alterarse mucho sus opiniones. S. M. F. quizás, faltando algunos hombres de su lado, cederá á su genio pacífico y demasiado dócil; y en fin, algunos reveses inesperados podrán hacerle desistir enteramente, ó parar en medio de su carrera, ó entrar en nuevas relaciones con algún Poder europeo. De todo esto me parece que podemos deducir algunas consecuencias generales é importantes para establecer la línea de nuestra conducta.

1ª Si el Portugal se considera como una Potencia americana, sus intereses generales deben ser conformes á los del Continente de América, por lo menos á su independencia absoluta; y cada parte que se desprende de la dependencia de Europa debe considerarlo como un aumento á su poder.

2ª Si el Portugal no procede de acuerdo con la España, ni con Inglaterra, ni con potencia alguna europea al mover sus tropas sobre la Banda Oriental del Uruguay, en tal caso sus miras no pueden extenderse mucho sino contando con la cooperación de las provincias de América, y proponiéndose tales principios que sean capaces de producir una prosperidad positiva y tan halagüeña que haga olvidar las preocupaciones y rivalidades de ambas naciones. Porque á nadie se oculta que el poder natural y la situación accidental de esta nación la imposibilitan de someter por vía de conquista pueblos diseminados en tan inmensos países y agitados además del deseo de independencia. Pero fuera de los intereses generales deben también conjeturarse aquellos que son del momento, ó que tocan á la forma particular del gobierno. Puedo asegurar a Vd. con alguna certidumbre que la existencia de Artigas es considerada como un peligro inminente á la quietud de este Reino y aún á los ulteriores designios de su segura independencia. También es verdad que á las ideas de un gobierno monárquico absoluto no pueden ser adecuados los principios puramente democráticos, pero suponiéndose éstos, como se suponen aquí. inconsistentes con la educación y costumbres de los españoles americanos, no asustan mucho por ahora, y se espera que al fin vendrán á adoptarse aquellas formas que sean más análogas á las suyas, y que se juzgan más propias para asegurar la independencia. Vea Vd. en compendio los motivos que he tenido para ir conservando siempre la buena armonía y por los cuales he creído lo más acertado el ceñirme á exigir las declaraciones que van ahora en oficio. El Soberano Congreso y el Consejo de los que constituyen la presente administración sacarán de todo el partido que crean más ventajoso. Yo añadiré aún algunas pequeñas observaciones. Si el país está en tal estado que pueda resistir con ventaja á todo, la cuestión sobre lo que deba hacerse es menos difícil y sus consecuencias menos grave. Pero si la falta de fuerzas ha de suplirse con la sagacidad y la prudencia, entonces habrá de tenerse presente que según las apariencias puede aún sacarse mucho partido en favor de la independencia, que es el primer objeto, manejando bien los intereses de esta nación. Que hallándose ella sola en la empresa y poco inclinada á depender de las de Europa, podemos sacar de este mismo un fácil provecho. Que si se desvanecen todas sus esperanzas puede con la misma facilidad aliarse con nuestros enemigos, y contentarse con algo, dejando para después la prosecución de sus ideas. Que la espera por nuestra parte puede producir grandes resultados ó a lo menos dejarnos en disposición de obrar con todas nuestras fuerzas contra los enemigos ciertos y más terribles. Si éstos son vencidos podemos con ventaja venir á un acomodamiento final; y si son vencedores encontraremos un asilo inmediato y quizá algo más.

Si rompemos desde el momento es preciso dividir más nuestras fuerzas, aumentar gastos, disminuir entradas, obrar con más debilidad en todos los puntos, haciendo así más difícil la victoria, y más completa y desesperada nuestra ruina en caso de ser vencidos. No quiero entrar en el vasto campo de nuestras dolencias interiores, ó de los defectos orgánicos de nuestro cuerpo político, los cuales me parece que no deben olvidarse en esta deliberación. Habrá Vd. visto la carta original que me pasó el encargado de España y yo envié, dando las razones que me movieron á prestarme á ello. Esta carta es un documento que no dejará de ser útil alguna vez. La conducta del ministro español contribuyó á ilustrarme no poco sobre lo que debía juzgar de los portugueses. El día mismo que la escuadra se hizo á la vela para Santa Catalina me pidió el encargado pasase á su posada. Lo hice y al instante abrió la conferencia, lamentando la pasada conducta de la Corte y excusando á los americanos si acaso se habían arrojado en brazos extranjeros. Luego añadió que las cosas habían mudado enteramente. Que yo podía frecuentar en su casa á todas horas y aun presentarme á la señora Carlota, pues esta señora no sólo está dispuesta á recibirme, sino que había tenido la bondad de decir que á pesar de las apariencias contrarias nunca me había procurado hacer mal, ni dándome verdadero motivo de quejas. Recayó en fin sobre la expedición portuguesa, y me rogó que si no estaba comprometido cooperase con él á desviar esta tormenta de sobre mi país. Contéstele que no tenía ningún género de compromisos particulares, y que en prueba de ello estaba pronto á entrar en relaciones por escrito con la Legación. Convinimos en ello, y le pasé un oficio al día siguiente exigiendo de él me dijese ante todo qué especie de poderes tenía, y qué bases podía yo presentar á mi gobierno, y qué seguridades.

Añadiendo (esto era lo principal) que juzgaba también preciso saber si la corte de Madrid tenía algún tratado ó convenio con ésta, según se decía públicamente; pues en tal caso no quería yo mezclarme exponiéndome á ser víctima de una imprudencia semejante. Tuvimos una conferencia en seguida, y allí fue donde juró que era imposible que esta corte procediera de acuerdo con la suya; que sabía que en Madrid estaban equivocados y bien distantes de imaginar el doblez y la mala fe con que aquí se procedía; que él mismo no tenía ni una letra sobre este asunto, cuando era instruido en otros muchos menos importantes y que no tenían una relación tan directa con su encargo, etc. Yo insistí que me parecía imposible esta conducta al mismo tiempo que los señores infantes navegaban para España y que se estrechaban las relaciones de ambas coronas; y, finalmente, que se decía con demasiada publicidad que estaba cedida la Banda Oriental. Volvió á sus protestas el encargado, añadiéndome que esas voces que se esparcían era con las miras de alucinar y sorprender á los españoles incautos. Que los portugueses no habían empleado ningún español, y sólo llevaban consigo un americano tan señalado en la revolución y cuyas ideas no podían ser favorables á España. Recaímos después á nuestro asunto y empezó por decirme que la señora Carlota deseaba que yo fuese personalmente á Buenos Aires á proponer al Gobierno la amnistía y demás ofrecimientos, y que sobre esta condición precisa comprometía su autoridad. Yo, que sabía la queja de Cevallos á este Ministerio por qué se me toleraba en la corte, como agente público de esas provincias, sospeché luego el motivo por qué se exigía de mí, como condición sine qua non, el que fuese en persona á esa capital. Contesté que eso no podía ser. Entonces me dijo el encargado que propusiera á la Legación de S. M. C., á nombre de las provincias, la sumisión de ellas al rey bajo ciertas condiciones. Repliqué que tampoco podía entrar por eso. Mas para no romper bruscamente y obtener al mismo tiempo un documento que deseaba, propuse escribirle una carta pidiéndole me informase de lo que podía esperar de S. M. C., según los principios últimamente adoptados para la tranquilidad de América; que en este modo quedaría cubierto el decoro de la Legación. Que por lo demás, yo agradecía mucho á su majestad la reina sus buenas disposiciones para admitirme á su real presencia; pero que no creía prudente hacer uso de esta gracia en las circunstancias. Convino en lo primero, y me dio la carta de que he hablado; y manifestándose satisfecho en lo segundo, quedé libre de entrar en ninguna relación con la reina. Luego que llegó el capitán Bowles, le pidió una conferencia el encargado; en ella, según supe después, le informó de las que había tenido últimamente conmigo, de las propuestas hechas, y aun parece le dio copia de la carta. Conducta muy extraña en este ministro, y que me indica que los recelos eme en los tiempos de Milord Strangford abrigaba contra los ingleses, han pasado ahora á los portugueses. Las cartas de Madrid que tenemos aquí llegan hasta catorce de Mayo. Sabemos por ellas que se tomaba con calor el armamento de una expedición al mando de O'Donnell, conde de la Bisbal, cuyo carácter es muy conocido, y que debería salir por Noviembre de Cádiz. El estado de España es miserabilísimo, y, á no ser por un esfuerzo extraordinario, parece imposible que pueda equiparse esta expedición. Sin embargo, el tono con que hablan personas juiciosas desde Madrid y Cádiz, nos hacen creer que se ha tomado esto con empeño, el cual puede muy bien aumentarse. También escriben la llegada de don Bernardino Rivadavia á Madrid. En la última carta que recibí de aquel caballero, me anunciaba su viaje á la corte de España, y prometía escribirme desde ella. Quiera Dios que no se haya engañado en su cálculo.

Réstame decir algo sobre la relación que aparece en El Censor de 1º do Agosto, y que dio lugar á una proclama de la Comisión gubernativa. El sujeto que dio aquel aviso me parece que no está muy instruido ó que tiene muy embrolladas sus ideas. Avisáronme de Inglaterra, con fecha 22 de Abril de este año, lo siguiente: “Mis cuidados crecieron con la llegada del ayudante del general Beresford y actuaciones de nuevos agentes, ó sean tutores y curadores de la infortunada Buenos Aires... Con la correspondencia, que condujo Vidal y un Palacios ó Palacio que se halla en ésa (y con los tutores y curadores de que hablé antes), promoviendo en ella los intereses de la señora Carlota. El mismo general ha parecido incluido á favor del negocio, sin duda por lo que lisonjearía su amor propio tener la parte directriz de una expedición que le compensase su desgracia pasada en el Río de la Plata”.

Esto me pareció desde luego tan descabellado que no pude mirarlo sino como un proyecto miserable y sin consecuencias. Sin embargo, me apliqué á saber si tenía alguna raíz en el Ministerio, y á favor de alguna relación cultivada felizmente pude conocer lo bastante para asegurarme que semejante paso era puramente personal de los tales tutores. Después supe, por una diligencia del ministro de Policía, que el Ministerio había tenido el mismo aviso que yo, en el paquete subsiguiente, y acabé de persuadirme que el negocio en cuestión, bien lejos de ser conforme á los intereses de este Gobierno, era absolutamente contrario á sus miras. Le aseguro a Vd. que me ha dado lástima el demasiado candor con que la comisión creyó y autorizó una relación como aquella. Si Portugal es aliado de España, como dicen nuestros papeles públicos, ¿á que solicitar la licencia de Inglaterra, ni para qué alegar el ridículo petitorio de los emigrados insurgentes? ¿No era más propio proceder de acuerdo con España, en cuyo caso los ingleses aliados de esta nación no tendrían más remedio que callar y dejar hacer? Si querían el salvoconducto de Inglaterra para proceder en favor de los insurgentes emigrados y apropiarse el territorio de la Banda Oriental, ¿entonces, cómo pueden ser aliados, amigos y favorecedores de la España?

Además, ese apostrofe á la Inglaterra, que se supone la única protectora de la libertad é independencia de América, es ridículo, porque supone que el Gobierno de Buenos Aires ignore lo que saben todos, esto es, que la aliada de España no puede prestarle protección sino sobre la base de sumisión y obediencia á la Metrópoli, ó que proceden de mala fe queriendo engañar torpemente á sus pueblos. Esta conducta produce realmente mucho descrédito á nuestra causa, y grande opinión á nuestros enemigos. Si acaso motivos personales contra los emigrados han influido en semejante medida, esta es nueva razón de dolor; porque el temor de unos hombres que aquí nada valen, por más que alguno de ellos pueda haberlo afectado, hace que se sacrifiquen intereses de la mayor importancia. Conozco que no debo aconsejar á Vd.; pero viendo lo delicado de las circunstancias, y que está pendiente de un cabello la independencia del nuevo continente si no echa tales raíces que lo pongan á cubierto de ventolinas políticas, nada es capaz de retraerme de repetir una y otra vez: que no se sacrifiquen al interés de un momento las esperanzas de muchos siglos.

En la resolución sobre las cosas de Portugal, piense el congreso y piense vd. que esta nación, por el estado de sus rentas, de su población, de sus costumbres y de su gobierno, no puede llegar a sus fines sino con nuestra ayuda y cooperación; que sus operaciones no pueden pasar del Uruguay: y que es de su interés dejarnos obrar libremente y conservar relación amistosa con nosotros, y que nos importa también á nosotros desembarazarnos primero de nuestos enemigos naturales y empeñar, á costa de cualquier sacrificio, á esa potencia contra ellos.

Pienso que en cualquiera apariencia de favor que logremos, ó de unión de intereses, embarazará á España y le producirá aprehensiones capaces de imposibilitarle la remesa de pequeñas expediciones. Si abrimos las hostilidades, si no disimulamos ni queremos esperar, obtendremos ciertamente la amistad temporal de Artigas; pero será perdiendo todo lo demás. Finalmente, me persuado que si la Inglaterra ha de decidirse algún día, no será sino cuando tema que van á unirse solidariamente los intereses del nuevo continente. He dicho á Vd. mis opiniones, porque este es mi deber y porque no recelo en que pasando por su conducto muden de color, como sucede entre gentes malignas y fanáticas.

Quizá estaré completamente alucinado; en este caso mis errores no tendrán consecuencias, y lo que sea un error no se clasificará como crimen. Sobre todo, la importancia del secreto es a Vd. bien conocido. Tengo el honor de, etc.

M. J. García”.


1816

Partes principales del acta de la Sesión secreta del Congreso de Tucumán (día 6 de Julio de 1816), previa a la declaración de Independencia, en la cual don Manuel Belgrano expuso con franqueza sus opiniones acerca del estado político e ideológico de la Europa que acababa de visitar en calidad de representante del Directorio, junto con Bernardino Rivadavia y Manuel de Sarratea, aconsejando no contrariar en ningún caso a las grandes potencias monarquistas coaligadas ocasionalmente en la Santa Alianza. Asistieron a aquella sesión secreta del Congreso, los diputados: Laprida, Boedo, Serrano, Paso, Anchorena, Sáenz, Darragueira, Rivera, Acevedo, Gorriti, Pacheco, Bulnes, Bustamante, Aráoz, Medrano, Godoy, Maza, Uriarte, Oro, Gazcón, Malabia, Gallo, Soria, Salguero, Castro, Thames y Cabrera.

“... Aunque la revolución de América en su origen mereció un alto concepto de los poderes de Europa, por la marcha majestuosa con que se inició, su declinación en el DESORDEN Y ANARQUíA continuada, por tan dilatado tiempo, ha servido de obstáculo á la protección, que sin ella se habría logrado; así es que en el día debemos contarnos reducidos á nuestras propias fuerzas. Además ha acaecido una mutación completa de ideas en la Europa, en lo relativo á la forma de gobierno. Así como el espíritu general de las naciones, en anos anteriores, era republicanizarlo todo, en el día se trata de monarquizarlo todo. La nación inglesa, con el grandor y majestad á que se ha elevado, mas que por sus armas y riquezas, por la excelencia de su constitución monárquico-constitucional, ha estimulado á las demás á seguir su ejemplo. La Francia lo ha adoptado. El rey de Prusia, por sí mismo y estando en el pleno goce de su poder despótico, ha hecho una revolución en su reino, y sujetándose á bases constitucionales idénticas á las de la nación inglesa, habiendo practicado otro tanto las demás naciones. Conforme á estos principios, en mi concepto, la forma de gobierno mas conveniente para estas provincias sería la de una monarquía temperada, llamando la dinastía de los Incas por la justicia que en sí envuelve la restitución de esta casa, tan inícuamente despojada del trono; á cuya sola noticia estallará el entusiasmo general de los habitantes del interior”.


1816

Instrucciones Reservadísimas dadas con fecha 27 de Octubre de 1816, por el Congreso de Tucumán, y de que era portador el comisionado secreto designado ante la Corte del Brasil, don Miguel de Irigoyen, el cual debía encargarse de gestionar —a cualquier costo— un entendimiento con el gobierno portugués residente en Río de Janeiro, sobre la base del establecimiento de una monarquía constitucional en el Plata, a espaldas de los pueblos y mediatizando a éstos.

“Reservadísimas”

“Debiendo el comisionado obrar con todos los conocimientos que sean conducentes al objeto de su comisión, tendrá muy presente las comunicaciones, así de oficio como confidenciales hechas por García á los Esp. directores Alvear y Balcarce y las de éstos á aquél sobre relaciones al Gobierno de estas provincias con el del Brasil; de las que se le franquearán cop. integs. por el supremo director.

No obstante la franqueza que debe manifestar el comisionado á Herrera, procurará con toda prudencia, circunspección y sigilo orientarse por personas que puedan instruirla ó del modo que crea más conveniente, de la conducta política de Herrera y García en el Brasil, y de las intenciones y sentimientos que les hubiesen traslucido con respecto á dicha Corte y á la de España, y dará noticia de ellas al Congreso por conducto del supremo director exponiendo los fundamentos de la opinión que forme en este particular.

Adición 2ª:

Procurará indagar con toda cautela si hay algunos tratados y convenciones entre los Gabinetes del Brasil, España é Inglaterra para la subyugación de las Américas ó de este territorio, ó por algún otro intento, ó cuáles sean las miras de estos Gobiernos; y de todo dará cuenta al soberano Congreso por el conducto indicado.

Si se le exigiese al comisionado que estas provincias se incorporen á las del Brasil, se opondrá abiertamente, manifestando que sus instrucciones no se extienden á este caso, y exponiendo cuantas razones se presentan para demostrar la imposibilidad de esta idea y los males que ella produciría al Brasil. Pero si después de apurados todos los recursos de la política y del convencimiento insistiesen en el empeño, les indicará (como una cosa que sale de él, y que es lo más á que tal vez podrán prestarse estas provincias) que, formando un Estado distinto del Brasil, reconocerán por su monarca al de aquél mientras mantengan su corte en este continente, pero bajo una constitución que le presentará el Congreso; y en apoyo de esta idea esforzará las razones que se han apuntado en las instrucciones que se le dan por separado de éstas y demás que pueden tenerse en consideración. Mas cualquiera que sea el resultado de esta discusión, lo comunicará inmediatamente al Congreso por conducto del supremo director.

Desde que el comisionado se ponga en comunicación con don Nicolás Herrera, tratará con toda reserva de imponerse de la fuerza portuguesa y de la del general Artigas, observando los movimientos y progresos de uno y otro; según lo deduzca de sus observaciones, verá si conviene acelerar las negociaciones ó retardarlas ínterin estas provincias aumentan sus fuerzas y mejoran su situación, logrando ventajas por el Perú ó Chile; mas si las armas portuguesas progresasen notablemente, procurará concluir los tratados, ó restableciéndose la casa del Inca enlazada con la de Braganza, ó coronándose en estas provincias un infante de Portugal ú otro extranjero que no sea de España, según y con las calidades prevenidas en las instrucciones separadas que se le han dado con esta fecha.

Si observase que el general Lecor trata de entretener el tiempo con ambigüedades, buenas palabras o proposiciones inadmisibles, hasta lograr ventajas sobre los orientales y ponerse en aptitud de dictarnos la ley, dará cuenta inmediatamente al Congreso por el conducto expresado, y aviso á García para que obre con estos conocimientos cerca del Gabinete del Brasil.

últimamente, porque puede suceder que el comisionado se vea en la necesidad de hacer algunas comunicaciones reservadísimas que no debiesen exponerse á los peligros comunes, se le previene que use en tal caso de la clave que le dará el supremo director del Estado. Adiciones acordadas:

1ª En caso de aceptarse por parte del Gobierno portugués cualquiera de las proposiciones que se hacen, exigirá el enviado que él tome á su cargo el allanar las dificultades que presente la España.

2ª Por lo mismo, mientras no se halle completamente cerciorado de los sentimientos y buena fe de Herrera, no usará con él de más franqueza que la que considere muy necesaria”.


1817

Indignada recriminación de Artigas al director Pueyrredón, que es una verdadera expresión de agravios del Jefe oriental contra sus enemigos de la Logia porteña (a quienes apostrofa desesperadamente en todos los tonos), desenmascarando la hipocresía política y la traición de sus hermanos de causa que se habían aliado con el invasor portugués, el cual, al mando del Gral. Lecor (Barón de la Laguna), ocuparía Montevideo.

“Excelentísimo señor don Juan Martín de Pueyrredón.

Excelentísimo señor:

¿Hasta cuándo pretende V. E, apurar mi sufrimiento? Ocho años de Revolución, de afanes, de peligros, de contrastes y miserias deberían haber bastado á justificar mi decisión y rectificar el juicio de ese gobierno; él ha reconocido en varias épocas la dignidad del pueblo oriental: él debe reconocer mi delicadeza por inalienabilidad de sus derechos sagrados ¿y V. E. se atreve á profanarlos? ¿V. E. empeñado en provocar mi moderación? Tiemble V. E. sólo al considerarlo. Por especiosos que sean los motivos á garantir esta conducta, ella es incompatible con los intereses generales. Promovida la agresión de Portugal, V. E. es un criminoso en repetir los insultos con que los enemigos creen asegurada su empresa. En vano será que V. E. quiera ostentar la generosidad de sus sentimientos: ellos son desmentidos por el orden mismo de los sucesos, y éstos convencen que V. E. es más escrupuloso en complicar los momentos que en promover aquella energía, que reanima los libres contra el poder de los tiranos.

De otra suerte ¿cómo podría V. E. haber publicado en el último diciembre el pretendido reconocimiento de la Banda Oriental? Crimen tan horrendo pudieron solamente manejarlo manos muy impuras ¿V. E. se atrevió á firmarlo? pero es perdonable. Era conforme á los misteriosos planes de V. E. derribar al mejor coloso contra la iniquidad de sus miras. Los pueblos entusiasmados por su libertad debían ser sorprendidos: los peligros se encarecieron por instantes, y el reconocimiento en cuestión era el mejor apoyo de las ideas de V. E. Apresuró este paso, y empezó á descubrirse el curso majestuoso de sus reservas por nuestra común perdición. Efectivamente conocía V. E. la dignidad de mi genial, y que' un justo reproche era todo el resultado debido á su perfidia, sin embargo este era el pedestal, en que decía V. E. asegurarse contra las invectivas de una neutralidad la más vergonzosa, ella jamás podía cohonestar delitos tan manifiestos: por ella ha permitido V. E. trillar el paso con la exportación de trigos á Montevideo, al tiempo mismo que nuestras armas afligían aquella plaza por el asedio, es un hecho y lo es igualmente (aunque pese á su decoro) que sólo con tasa y mengua ha permitido transportarlos á los pueblos orientales; por ella se autorizó V. E. para disponer la escuadrilla de mar y promover la insurrección de la Banda Oriental: por ella formó V. E. el triste proyecto de repetir tercera expedición sobre Santa Fe, y animar las intrigas del Paraná. Por ella protegió V. E. los portugueses que fugaron de Soriano, se autorizó para devolverlos al general portugués, ¿y cómo no se acordó V. E. de practicar igual generosidad, con el jefe de los orientales devolviéndome las armas y útiles de guerra que llevaba á su bordo el buque en que fugaron? Por ella, en fin, logró V. E. mezclarse á tiempo oportuno, avivar la chispa de la discordia, completarse con los portugueses, tramar la deserción del regimiento de libertos á la plaza, franquearles el paso y recibirlos V. E. en ésa como en triunfo. Un hecho de esta transcendencia no puede indicarse sin escándalo, ¿y V. E. es todavía el supremo director de Buenos Aires? Un jefe portugués no hubiese operado tan descaradamente. Cualquiera imparcial mirara con degradación unos excesos que sólo pueden merecer aprobación en el descalabro de V. E. Ellos reconocen un origen más negro que la fría neutralidad: continuarla, empero, es un crimen. Por más que se quiera figurar el mérito de nuestras desgracias, la sana razón dicta que su discusión es importuna á presencia del extranjero ambicioso. Yo mismo he dado á V. E. más de una vez el ejemplo. ¡Oh, y como es cierto, que es muy dulce el nombre de la patria y áspero el camino de su virtud! No se ocultó á la penetración de V. E. aquel rasgo de filantropía: sin traicionar a su propio conocimiento no podía V. E. ser indiferente a la detestable incursión del general Leoorj en nuestro territorio: lo requirió por conducto del coronel Vedia. ¿Y cómo desconoce ahora V. E. la obra de sus manos? ¿No son los portugueses de este año los del año pasado? ¿Ahora y entonces no subsistirían las mismas diferencias? ¿No acababa V. E. de ultrajar la dignidad del pueblo de Santa Fe, y en él la de los demás? Confiese V. E. que sólo por, realizar sus intrigas puede representar en público el papel ridículo de un neutral. Por lo demás el supremo director de Buenos Aires ni debe, ni puede serlo. Profiero esta verdad para que V. E. no haga tan vana ostentación de su debilidad. V. E. mismo es su mejor acusador: ¿no reconvino V. E. al general portugués por la conminatoria proclama contra los orientales? ¿Por qué precipitó tal requirimiento siendo V. E, un neutral, ó un indiferente á nuestras desgracias? Pero sea V. E. un neutral, un indiferente ó un enemigo, tema justamente la indignación ocasionada por sus desvaríos, tema y tema con justicia el desenfreno de unos pueblos que sacrificados por el amor á la libertad, nada les acobardará tanto como perderla. Desista V. E. de concebir el pobre pensamiento que sobre los juramentos de su ruina, podrá algún día levantarse el alto capitolio de su gloria, y de nuestra degradación). La grandeza de los orientales sólo es comparable á sí misma. Ellos saben desafiar los peligros y superarlos: reviven á presencia de sus opresores. Yo á su frente marcharé adonde primero se presente el peligro. V. E. ya me conoce, y debe temer la justicia de la reconvención. V. E. no hace más que repetir insultos, con que ofende nuestra modestia: cada día se renuevan con descrédito de la común felicidad y V. E. no debe creerme insensible; yo en campana y repitiendo sangrientas escenas contra los injustos invasores, y V. E. debilitando nuestra energía con la mezcla de unos negocios que no dejan de excitar fundadas sospechas. Yo empeñado en el contrarresto de los portugueses y V. E. en favorecerlos. ¿En mi lugar, V. E. mismo habría mirado con rostro sereno estas desgracias? Confieso á V. E. que haciendo (alarde de toda mi moderación he tenido que violentarme para no complicar los preciosos instantes en que la patria reclamaba la concentración de sus esfuerzos. Por lo mismo brindé a V. E. con la paz, y V. E. provocándome á la guerra. Abrí los puertos que debía mantener cerrados por razones poderosas; devolví á V. E. los oficiales prisioneros que aun no habían purgado suficientemente el delito de sus agresiones y violencias sobre la inocencia de los pueblos. V. E. no puede negar ni desmentir estos hechos de mi generosidad, sin que V. E. haya podido igualarlos, después de las continuas promesas de reconciliación. Es verdad que V. E. franqueó algunos armamentos al sitio y Paraná, pero sin darme el menor conocimiento, esa doble intención de V. E. descubre el germen fecundo de sus maquinaciones, convenía á las ideas de V. E. ponerse á cubierto de la responsabilidad de su inacción ante el tribunal severo de los pueblos. ¿Y cree V. E. eludirla con remisión tan rastrera? ¿No acabamos de tocar sus resultados en las convulsiones del sitio y Paraná? ¿Podrá ocultarse á los pueblos que siendo distribuidas las armas sin el conocimiento de su jefe esos debían ser los efectos? Deje V. E. de ser generoso, si han de experimentarse tan terribles consecuencias. Deje V. E. de servir á la patria, si ha de obscurecer su esplendor con tan feos borrones. No, excelentísimo señor, no es V. E. quien ha de oponerse a la ambición del trono de Brasil, y de no, ¿por qué renueva á cada momento nuestras desgracias, debilitando los esfuerzos que deberían escarmentarla? De suerte que V. E. puede gloriarse no de haber servido á la patria sino de haber apurado mi constancia hasta tocar el extremo de la desesperación. He sufrido ¿y V. E. ha tenido la osadía de acriminar mi comportamiento en público y en secreto? ¿Soy yo por ventura como V. E. que necesita vindicarse con el público y asalariar á apologistas? Hechos incontrastables son el mejor garante de mi conducta ¿y los de V. E.? Los que refiere el cronista argentino y otros tantos que deben esperarse. A mí toca expresar uno sólo. V. E. no ha perdonado afectación por manifestar sus deseos así á nuestra reconciliación, yo haciendo un paréntesis á nuestras disenciones, invite a V. E. por el deber de sellarla, ó al menos la sanción de un ajuste preciso para multiplicar nuestros esfuerzos contra el poder de Portugal, tal fue mi propuesta en junio de este año: pedí al efecto diputados á V. E. adornados con plenos poderes para estrechar mas y más los vínculos de la Unión. V. E. no pudo desconocer su importancia y se comprometió á remitir los diputados. Obra en mi poder la respuesta de V. E. datada en 10 del mismo junio; en consecuencia anuncié á los pueblos el feliz resultado de mi proposición. Todos esperábamos con ansias ese iris de paz y de la concordia ¿ni cómo era posible esperarse que V. E. dejase desairado el objeto de mis votos? pero es un hecho, sin que hasta el presente otro haya sido el resultado, que un desmayo vergonzoso con que se cubre de ignominia el nombre de V. E. contra las tentativas del pueblo de Buenos Aires. De aquí la vulgaridad que yo había ofertado á V. E. diputados, que se esperaban con el propio fin, es muy poca dignidad en V. E. negarse tan abiertamente á los intereses de una conciliación, y después calumniarme es el último insulto con que V. E. me provoca. ¿Y quiere V. E. que calle? Tal impostura es perjudicialísima á los intereses de la reciprosidad; V. E. negándose á conciliar los intereses de una y otra banda es un criminal, é indigno de la menor consideración. Pesará á V. E. el oír estas verdades, pero debe pesarle mucho más haber dado los motivos bastantes á su esclarecimiento. Ellas van estampadas con los caracteres de la sinceridad y de la justicia: V. E. no ha cesado de irritar mi moderación y mi honor reclama por su vindicación. Hablaré esta vez, y hablaré para siempre: V. E. es responsable ante las aras de la patria por su inacción ó su malicia contra los intereses comunes; algún día se levantará ese tribunal severo de la nación, y él administrará justicia. Entretanto desafío á V. E. al frente de los enemigos para combatir con energía y ostentar todas las virtudes que harán glorioso el nombre americano.

Tengo el honor de saludar á V. E. y reiterarle con toda cordialidad mis afectuosas consideraciones.

Purificación, 13 de noviembre de 1817.

José Artigas”.


1819

Misiva enviada por el Director Supremo José Rondeau al Excmo. Sr. Barón de la Laguna (General en Jefe de las Tropas portuguesas que estaban invadiendo, a la sazón, la Banda Oriental del Uruguay), en la que se documenta la traición puesta en marcha sigilosamente por el Directorio porteño, contra la causa revolucionaria de las “Provincias Unidas de Sud América”.

Exmo. Señor: Las resultas de nuestras expediciones al éntrenos de que V. E. debe tener partes circunstanciadas, han dejado sin efecto los planes sobre aquella provincia combinados con V. E. por el Director propietario D. Juan Martín Pueyrredón, en comunicaciones reservadas de 7 y 25 de agosto del ano de 17. Mas haciéndose cada día más urgente la necesidad de acabar los enemigos comunes, y que las tropas Portuguesas ocupen el Entrerios para destruir el anarquismo, cuyos efectos comienzan á sentirse en esta banda, y obviar de esta manera los inconvenientes que han de oponer José Artigas y demás caudillos al proyecto de la pacificación de este Virreinato, sobre las condiciones del tratado secreto del Rio Janeiro; conviene sobre todas las cosas, que V. E. so pretextos políticos, cierre el comercio del Uruguay, y toda comunicación a los orientales, apurándolos en esa banda, y llamándoles la atención, interín se verifica la venida del Sr. Capitán General D. José San Martín 1, y el ejército del Perú para ocupar á Sta Fe y la bajada, las cuales fuerzas, dispersando las reuniones de los Montoneros que alienta la malignidad de Artigas y sus cómplices, caerán precipitadamente sobre el Entrerios, y con el auxilio de la gente de Ereñú, que tenemos ganada, acabaremos con López, Ramírez, y demás cabecillas, para facilitar así la tranquilidad de estas provincias, y á las tropas de V. E. la segura posesión de la banda oriental, hasta que mas adelante, asegurado este Gobierno de sus enemigos interiores pueda hacer efectivo el GRAN PLAN de la agregación tratada. Muchos genios inquietos en esta trabajan sin cesar contra nuestros planes, divulgando especie malignas contra este Gobierno: pero yo estoy seguro de conservar la opinión pública, si V. E. enfrenta por su parte á los que desde ese pueblo pretenden saciar sus resentimientos acalorando los partidos; lo que resulta en mucho daño á los fines propuestos. — Dios gre á V. E. m.s a.s. — Buenos Aires 2 de febrero de 1819. — José Rondeau — Exmo. Sr. Barón de la Laguna, General en Jefe de las tropas Portuguesas”.


1819

Carta de Artigas al Director Rondeau solicitándole una rápida y definitiva ayuda moral y militar contra los invasores portugueses en apoyo de la causa de mayo; y “Post-Data” redactada al pié de la misma por el destinatario Rondeau, dirigida al enviado especial en Río de Janeiro don Manuel José García, conteniendo la prueba documentada de las traidoras maquinaciones antinacionales ejecutadas por los “legistas” del Directorio; enemigos de los pueblos, que obraban, así, farisaicamente (aliados —bajo cuerda— con el enemigo brasileño, por odio a Artigas).

I)

“Señor D. José Rondeau”.

“Mi siempre apreciable compadre, tocayo y amigo: Cuatro renglones habrían bastado á firmar la Unión deseada cuando ella sea medida por la cordialidad de las notas que deben expresarla. Usted me conoce y sabe que por mi parte nada es increpable para su realización. Usted anima mis sentimientos por este deber; yo estoy resuelto á llenarlo. ¿Qué falta, pues, para dar al mundo entero una lección de virtud y que nuestros comunes votos se hallan reanimados por la destrucción de los enemigos comunes? Usted lo sabe, lo penetra y es muy extraño no haya usted adelantado el paso preciso á esa dulce satisfacción. Obviaré reflexiones que se dejan traslucir al primer golpe de vista. Empiece usted á desmentir esas ideas mezquinas de su predecesor y á inspirar la confianza pública; empiece usted con el rompimiento con los portugueses y este paso afianzará la seguridad de los otros.

Entonces aparecerá el iris de paz que inspirando terror á los enemigos comunes será la reseña general de la felicidad de los americanos del Sur. La patria exige de nosotros tan interesante medida. Desmentirla será formar nuevas dudas sobre principios justificados.

Córrase el velo á los misterios y la simple verdad bastará á confundir ese germen de iniquidad.

Yo he hablado demasiado confidencialmente con el señor don Domingo French. El regresa y él impondrá á usted de la vehemencia de mis votos por obviar nuevas dificultades. Por mi parte todo es concluido. Mi influjo será reglado por el nivel de su conducta y la uniformidad de operaciones nos conducirá á una jornada gloriosa.

Por más que los enemigos se multipliquen, eso sólo servirá para aumentar nuestra gloria.

Nuestra unión es el mejor escudo contra toda y cualquiera especie de coalición. Demos el ejemplo y deje usted que se desplome el universo sobre nosotros, y nuestra decisión superará sus esfuerzos. Empecemos por el que tenemos al frente, y la expedición española hallará en la ruina de los portugueses el mérito de su desengaño. Ostentarlo es nuestro deber. Espero verlo realizado sobre el testimonio de su palabra de honor. A ello me suscribo con toda cordialidad de un amigo y apasionado servidor.

José Artigas.

Cuartel general, 18 de Julio de 1819”.


II)

“Reservado”

“Ya está apurado el sufrimiento de este Gobierno con respecto á los anarquistas.

No hay medio de conciliación para con unas fieras á quienes no animan otras ideas que las de horror, sangre y desolación. Se han tentado todas vías para inducir á la concordia á esos monstruos del suelo americano, especialmente desde que se anunció la grande expedición española contra estas playas. Todo ha sido inútil, y sólo ha producido el efecto de aumentar su saña y disponerlos á quebrantar con descaro toda clase de derechos aun los más sagrados entre las Naciones.

Fuimos incitados por ellos mismos para suspender la guerra con Santa Fe, celebrar un armisticio y nombrar diputados que con los de su parte acordasen las condiciones de una paz perpetua, de unión y fraternidad. Se celebró el armisticio, se mandaron retirar inmediatamente las tropas y nuestros diputados después de más de tres meses de espera tuvieron que regresar sin haber alcanzado otra cosa que la ratificación del armisticio por parte de López, gobernador de Santa Fe, su allanamiento á que las cosas quedasen en el estado que tenían, y su comprometimiento á no hacer novedad, mientras que venciendo algunas dificultades podía disponer el envío de sus diputados. Luego que tomé el mando de estas provincias, provoqué á don José Artigas á la unión y concordia por medio de una carta amistosa que condujo el coronel don Domingo French, con el fin de que reunidas nuestras fuerzas pudiésemos burlar más fácilmente los designios de esa expedición española que amagaba.

¿Y cuáles han sido los resultados de estos pasos que en todo tiempo harán honra al Gobierno de Buenos Aires? Pedir Artigas por condición esencial y precisa el rompimiento con los portugueses; hacer pasar tropas de la Banda Oriental y Entre Ríos á Santa Fe con las que los pérfidos santafecinos, pendiente el armisticio y su comprometimiento, han burlado nuestra fe, han sorprendido á varios pasajeros, entre ellos á don Marcos Balcarce y á los diputados del Congreso Dr. Castro y Dr. Serrano; se han apoderado de las propiedades de Buenos Aires existentes allí, han tomado otras que venían del Paraguay y han apresado tres tropas de carretas que marchaban al interior con crecidos caudales en efecto. Después de todo se ponen en movimiento con gruesas divisiones contra nuestra campaña dirigiéndose, según avisos, hasta la villa de Lujan; de tal modo, que mañana mismo me pongo en marcha con las tropas de la guarnición á contener á esos vándalos, mientras cargan las fuerzas reunidas de los ejércitos del Perú y de los Andes.

Es ya llegado el caso de no perdonar arbitrio para concluir con esta gente que no trabaja sino en la ruina de todo buen Gobierno y en inducir el anarquismo y el desorden por todas partes. He propuesto de palabra por medio del coronel Pinto al barón de la Laguna que acometa con sus fuerzas y persiga al enemigo común hasta el Entre Ríos y Paraná, obrando en combinación con nosotros. No se ha recibido hasta ahora contestación, y temo que el barón no se preste á esta medida, ya por las órdenes que tiene de su corte para no traspasar la línea del Uruguay, ya porque su conducta con relación á nosotros no se ha presentado la mejor, habiendo entre otras infinitas cosas dado lugar para que don José Miguel Carreras se haya trasladado al Entre Ríos con su imprenta, donde está publicando papeles los más incendiarios y activando las operaciones contra este territorio.

Bajo este concepto es de necesidad absoluta que trate V. S. de obtener de ese Gabinete órdenes terminantes al barón, para que cargue con sus tropas y aun la escuadrilla sobre el Entre Ríos, Paraná y obre en combinación con nuestras fuerzas; debiéndose, sí, guardar la condición precisa de que sólo hayan de ocupar aquellos puntos mientras este Gobierno se pone en aptitud de hacerlo, ó más bien que habrán de dejarlos libres luego que se les pidan por el Gobierno. Contraiga V. S. su dedicación, sus relaciones y conocimientos á este negocio importante, y no omita diligencia para conseguirlo bajo el principio indudable de recíproco interés y conveniencia común.

Dios guarde á V. S. muchos años. Buenos Aires, Octubre 31 de 1819.

Firmado: José Rondeau.

Señor diputado don, Manuel José García”.