¿Pueblo para una constitución o constitución para un pueblo?
Castañeda y San Martín
 
 
Parecía haberse oído a Fray Francisco de Paula Castañeda en su admonición de 1820: “Eche V. una ojeada rápida sobre la conducta de nuestros políticos en la década anterior, y verá que en vez de fomentarlo todo lo han destruido, todo no más que porque no está como en Francia, en Londres, en Norteamérica o en Flandes”. “¿Cómo hemos de tener espíritu nacional si en lo que menos pensamos es en ser lo que somos?” (40 bis).

Parecía aquello la encarnación de la concepción sanmartiniana respecto al problema de la forma de gobierno y demás aspectos organizativos, que el Libertador brindó en juicios como éstos: “Yo estoy firmemente convencido, que los males que afligen a los nuevos Estados de América no dependen tanto de sus habitantes como de las constituciones que los rigen. Si los que se llaman legisladores en América hubieran tenido presente que a los pueblos no se les debe dar las mejores leyes, pero sí las mejores que sean apropiadas a su carácter,.la situación de nuestro país sería diferente”. (41). “Como usted debe suponer, yo no soy de los que creen que es necesario dar azotes para gobernar; pero sí el que las constituciones que se den a los pueblos estén en aptitudes, género de vida, etc.” (42). “Grandes y terribles males ha sufrido el Bajo Perú después de la terminación de la guerra de la independencia: desgraciadamente estas calamidades le han cabido en suerte a todos los nuevos Estados de América, lo que demuestra que son unas mismas las causas que influyen en sus agitaciones; varias pueden asignarse, pero puede asegurarse sin temor, de que la principal es que sus instituciones no están en armonía con el carácter, educación, castas, religión, ignorancia, etc., de nuestros pueblos. Esto demuestra que un buen gobierno no está asegurado sobre la liberalidad de sus principios, pero sí por la influencia que tiene en la felicidad de los que obedecen” (43).

Cuando cae la Dictadura en 1852, el principio de autoridad nacional se había restaurado. Lo reconoció el propio Alberdi cuando escribió: “Un hecho importante, base de la organización definitiva de la República, ha prosperado al través de sus guerras, recibiendo servicios importantes hasta de sus adversarios. Ese hecho es la centralización del poder. Rivadavia la proclamó; Rosas ha contribuido, a su pesar, a realizarla. Del seno de la guerra de formas ha salido preparado el poder, sin el cual es irrealizable la sociedad y la libertad imposible” (44). San Martín, en repetidas oportunidades, especificó que la República exigía como prioridad uno restablecer el orden, y para ello, arraigar una potestad política que fuera obedecida. Ejemplificaremos con párrafos de la carta que el Libertador le escribiera al general Guido en diciembre de 1835:

“Hace cerca de dos años escribí a V. que yo no encontraba otro arbitrio para cortar los males que por tanto tiempo han afligido a nuestra desgraciada Tierra que el establecimiento de un Gobierno, fuerte o más claro. Absoluto, que enseñase a nuestros compatriotas a obedecer. Yo estoy convencido que cuando los hombres no quieren obedecer a la Ley, no hay otro arbitrio que el de la fuerza: 25 años en busca de una Libertad que no sólo no ha existido sino que en este largo Período la opresión, la inseguridad individual, la destrucción de fortunas. Desenfreno, Venalidad, Corrupción y Guerra Civil, ha sido el fruto que la Patria ha recogido después de tantos sacrificios. Ya era tiempo de poner término a males de tal tamaño, y para conseguir tan loable objeto yo miro como bueno y legal todo Gobierno que establezca el orden de un modo sólido y estable; y no dudo que su opinión y la de todos los hombres que amen a su País, pensarán como yo” (45).

San Martín entendió que no puede haber arquitectura institucional sin los cimientos sólidos de una sociedad subordinada por la obediencia a la autoridad legítima. Se trataba de reinstalar estos cimientos, cosa que en 1850 él afirmó se había logrado pues en la postrer carta a Rosas del 6 de mayo de ese año, estampó estos conceptos: “como argentino me llena de un verdadero orgullo, al ver la prosperidad, la paz interior, el orden y el honor restablecidos en nuestra querida patria; y todos estos progresos, efectuados en medio de circunstancias tan difíciles, en que pocos Estados se habrán hallado. Por tantos bienes realizados, yo felicito a usted muy sinceramente, como igualmente a toda la Confederación Argentina” (46).