La diplomacia en los archivos europeos
Nuestra historia contemporánea en los archivos diplomáticos europeos
 
 
En los repositorios documentales de los ministerios de Asuntos Exteriores de Madrid, París, y en el Public Record Office (Foreign Office) de Londres, se guardan numerosos, importantes y medulares documentos sobre nuestra historia nacional. Aún esperan la labor continuada, paciente y prolongada de nuestros investigadores. Siempre recuerdo aquella explosión que hace muchos años escuché del P. Furlong: “Conocemos tal vez el 40 por ciento de la documentación histórica argentina, en particular de la época de Rosas. Por eso —agregaba— nuestra historia no hay que revisarla, hay que escribirla”.

Todos aquellos informes diplomáticos reflejan —siempre a juicio del observador extranjero y en función del interés nacional que representa— cuál es la situación política, social, económica, cultural y hasta espiritual de nuestro país. Los sucesos previos y posteriores a Caseros, las vicisitudes políticas sobrevinientes, la situación en la Banda Oriental con motivo de las pretensiones brasileñas, la guerra del Paraguay, las revoluciones internas, las crisis económicas, los conflictos internacionales con nuestros vecinos, estadísticas económicas y comerciales, las agitaciones obreras, la situación de la Iglesia, etcétera.


La documentación francesa

Trabajaba yo en París en Archives Diplomatiques du Ministčre des Affaires Etrangčres, cuando me encontré con unos sugestivos informes reservados del representante francés en la Argentina. Desde junio de 1890 comienza hablar sobre la crisis de nuestro país y el tenso clima político que se respira. Sucesivamente se refiere a “la situación financiera y política de este país [que] empeora cada día”. Eleva en doce fojas un despacho donde describe los acontecimientos del 27 al 29 de julio. Siguen después otros sobre el mismo tema en los cuales explica las relaciones entre la banca inglesa y la crisis argentina.

Recuérdese que Roca suscribió tal volumen de créditos con casas europeas, especialmente inglesas, que dejó una deuda de gran magnitud a su sucesor Juárez Celman. En esa compleja trama de acreedores, éstos hicieron recaer sobre el nuevo presidente el peso de los compromisos contraídos por Roca. De modo que cuando Roca, al entregar el mando a Juárez Celman el 12 de octubre de 1886, dijo que lo hacía “en medio de una situación próspera y floreciente, sin incertidumbres ni zozobras”, sus palabras no respondían a la situación real y verdadera del país. Los hechos posteriores demostrarían lo contrario.

La Baring había creado una subsidiaria para el arrendamiento de las Obras Sanitarias de Buenos Aires, dispuesto por Juárez Celman en 1887. Aquella casa inglesa entró en graves problemas financieros y para evitar la quiebra solicitó a la Argentina el pago de la deuda pendiente y la exención de la cuota del arrendamiento de las Obras Sanitarias. Juárez Celman intentó pagar a los ingleses en papel moneda y con las próximas cosechas para no comprometer nuevos empréstitos. Esto alarmó y retrajo a los inversionistas británicos. En realidad, la Baring transfería su crisis a nuestro país.

Por este tiempo, Roca visita Inglaterra y los altos banqueros y comerciantes, en grande y selecto número (Baring, Murrieta, Morton Rose, Morgan, Banco de Londres, Ferrocarriles Central y Sur, y otras empresas ferroviarias y de servicios públicos) le ofrecieron una demostración de simpatía como nunca se la habían tributado antes a ningún extranjero (9-VII-1887). Los banqueros elogiaron a Roca y a su gobierno por el aprecio que siempre había hecho del capital británico. El representante de Baring destacó la “reputación intachable” de la empresa y abogó por que la Argentina mantuviera “incólumes su nombre y su crédito”. Parish aludió al mismo tema en forma más precisa: “Dios quiera que el actual presidente Juárez Celman cumpla su misión y continúe prestando su apoyo a las empresas extranjeras y a los capitalistas”. Roca al agradecer señaló que en la Argentina “no se olvidará jamás” que su progreso y prosperidad “se debe en gran parte al capital inglés”. Como destacaba un comentario de “La Tribuna Nacional”, “la City tenía puestos en nosotros sus ojos grandes y penetrantes, siguiendo los contornos de sus montañas de oro”25.

Aprovechándose del malestar político existente en el país, nuestros acreedores introdujeron sus personeros para contribuir al derrocamiento de Juárez Celman. Su caída creaba la posibilidad de un arreglo con los inquietos financistas ingleses que tenían el 40 % de sus inversiones en la Argentina y las cuales duplicaban a las aplicadas en Brasil y México. Por ese motivo había que presentar a nuestro país como un gran pueblo que ofrecía óptimas condiciones para las empresas. El derrocamiento de Juárez Ciernan era el único recurso para resolver la preocupación de los inversionistas ingleses. John Baring estuvo de incógnito en Buenos Aires a fines de 1888.

Decía el diplomático francés en el despacho enviado a su Cancillería:

“Inglaterra está comprometida a fondo en este país por numerosas empresas comerciales e industriales; pero más que cualquier otra, la plaza de Londres está colmada de valores argentinos; también el importante órgano de los intereses de la ciudad el 'Times' estaba inspirado políticamente y no era desinteresado, como lo destaca S. E. el señor Waddington, protegiendo al mercado del peligro de las novedades alarmantes: propagadas, ellas habrían producido rápidamente un irremediable pánico y un 'crash' en Londres, como puede ser en París, en Berlín y en Roma.”

Es por estas consideraciones de naturaleza mercantil, que la joven República americana tiene que merecer la indulgencia y la absolución de un país donde el principio de autoridad tiene tan fuertes raíces”26.

De ahí que el informe del diplomático francés en Buenos Aires contiene, pues, con notable perspicacia, un diagnóstico que confirma las apreciaciones de nuestros modernos historiadores.


El Public Record Office

Pueden mostrarse las sorpresas que nos descubren los papeles del Public Record Office en todos los aspectos imaginables acerca de la vida completa de nuestro país, transmitidos por los informes del ministro inglés en Buenos Aires, de los empresarios británicos, comerciantes radicados o simples agentes informativos. Yendo a los documentos del siglo XX (en el Public Record Office se pueden consultar los documentos hasta 30 años de la fecha actual), es notable la precisión de datos sobre la realidad nacional. Yo he leído informes muy confiables de los tiempos de la Segunda Guerra Mundial, referidos a las presiones ejercidas sobre la prensa o personalidades de nuestro país para la publicación o difusión de artículos y documentos pro ingleses o pro aliados, así como las actividades del espionaje alemán, italiano e inglés y del estado de las Fuerzas Armadas argentinas.

Pero uno de los hallazgos que más sorprendieron mi atención fue el recibo con que el embajador inglés en Buenos Aires acompañaba uno de sus despachos al Foreign Office. Estaba escrito en un papel especial, de fina factura, con un membrete que reproducía el escudo real, mientras que el informe del diplomático era de un papel inferior y sólo tenía estampado el nombre de la representación. El documento en cuestión tenía un breve texto que consignaba el recibo de una suma en libras esterlinas “por servicios prestados a Su Majestad” y estaba firmado por un tal “Jacob”. Yo no dudé sobre el motivo de tanto sigilo: se trataba de un agente que percibía su sueldo en Buenos Aires. La diversidad del papel y de su impresión se debía quizá al hecho de que la rendición debía canalizarse en función de fondos especiales de la Corona y no del Foreign Office. Inmediatamente vino a mi memoria la afirmación que Henry S. Ferns hizo en una conferencia pronunciada en 1966, en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional de Cuyo. En esa oportunidad, el autor de Great Britain and Argentine in the nineteenth century afirmó que hasta 1926 Gran Bretaña mantenía un espía en el Ministerio de Relaciones Exteriores de la Argentina.


Un ejemplo de elaboración histórica: Caseros

Puedo proponer como ejemplo del aprovechamiento de la documentación diplomática por un historiador el caso concreto del trabajo que realicé cuando tuve que elaborar la conferencia de mi incorporación a la Academia Nacional de la Historia. El tema elegido tuvo por título Caseros, las tropas extranjeras y la política internacional rioplatense.

La bibliografía sobre Rosas y el aspecto particular de Caseros es de notable abundancia y obligaría a un análisis muy extenso. Por otra parte, muchos historiadores trabajaron en ella y era necesario proponer referencias documentales e interpretativas que constituyeran alguna aportación. Investigué un tiempo en los archivos diplomáticos de los ministerios de Asuntos Exteriores de Madrid, París y Londres, a los cuales me he referido anteriormente. Me dediqué a leer, copiar y sistematizar los informes públicos y reservados de los representantes de esos países en Buenos Aires.

La bibliografía conocida y más novedosa siempre aludía a la participación de Brasil en el derrocamiento de Rosas. Los informes diplomáticos confirmaron esa intervención, pero proporcionaban vinculaciones desconocidas entre nosotros. Por ese motivo leí los despachos reservados de los diplomáticos y agentes que España, Francia e Inglaterra tenían acreditados no sólo en Buenos Aires, sino también en Montevideo, Río de Janeiro, La Paz, Asunción, Santiago de Chile, Lima y Quito. Entonces pude tener clara conciencia de la amplia conjura que Brasil había urdido contra la Confederación Argentina, a la que se unió el clima favorable que había creado la oposición política a Rosas. Para los objetivos geopolíticos de Itamaraty era importante la neutralización de la cada vez más influyente posición argentina en Sudamérica. Los opositores políticos de Rosas pensaron que la generosidad de nuestros vecinos venía en ayuda de su lucha contra la dictadura y no tuvieron inconvenientes en unirse a los planes brasileños.

Leyendo esos documentos diplomáticos se advierten los recaudos adoptados por Brasil para llevar la guerra contra la Argentina. Aparecen el reclutamiento de mercenarios en Francia, Alemania e Italia para hacer frente a esta contienda que, debido a su inmensa cantidad de esclavos. Brasil no podía sobrellevar por sí sola; el almirante inglés que contrató para dirigir su escuadra en el Río de la Plata; las actividades de ingleses y franceses; también la de los españoles, cuyo gobierno condecoró con la Orden de Carlos III al catalán Cuyas y Sampe, agente de Urquiza; los empréstitos leoninos que los brasileños convinieron con los financistas internacionales (Gomes y Paiva les impuso el 86 %); las voluntades que doblegó en la Argentina; las gestiones realizadas para obtener la alianza o neutralidad de países que rodeaban al nuestro.

En fin, el enigma del Arcano puesto al descubierto. Puedo asegurar que quedé estupefacto, pues resultaba posible establecer cómo se enlazaron los eslabones de la cadena que puso el cerco a nuestro país para estrangularlo. A las potencias mundiales poco les interesó nuestro destino. Siempre fue así y con cualquier pretexto: o porque el gobierno era dictatorial, o porque ponía condiciones a sus avances, o porque se le acusaba de no respetar los derechos humanos. En vísperas de Caseros, y conociendo la casi segura derrota argentina, Palmerston cambió de destino a todos los representantes ingleses en el área. Los agentes franceses informaban a su gobierno que Palmerston había dicho al embajador francés Walewski: “Poco importa que uno u otro sea vencido, con tal de que eso termine y la paz sea restablecida”. Esta desaprensión sobrevive hasta nuestros días.

Omito los detalles de nuestro trabajo porque se encuentra publicado en el “Boletín de la Academia Nacional de la Historia” 27.

Como resultado de esa investigación puede sostenerse que en Caseros triunfó Brasil sobre la Confederación Argentina y con esta victoria consolidó su situación interna y la hegemonía en el área. Al día siguiente de Caseros “se acentúan —sostiene Ramón J. Cárcano— las controversias y conflictos del Imperio con las repúblicas del Plata”. Esa derrota contenía el germen de los sucesos que después conmovieron a los países rioplatenses: la guerra civil oriental y la invasión Flores (1862), el convenio de las Puntas del Rosario (1864) que conduciría al tratado de la Triple Alianza y a la guerra contra el Paraguay (1865-1870). Siempre la misma tendencia geopolítica del Imperio, porque la política exterior “del Brasil, colonia, reino o imperio —afirma Cárcano— se halla concentrada en la región del Plata” 28.

Con el pronunciamiento de Urquiza y la derrota de la Confederación se inicia “un proceso decisivo en la historia de las relaciones exteriores argentinas, hasta fijar el destino de la Nación”, y “significó para el país argentino la pérdida de una ocasión que ya no se repetiría en su historia” 29. Ello es posible apreciarlo en los sucesos contemporáneos que, como también se ha visto, llevan en forma evidente la impronta de los acontecimientos históricos que hemos explicado. Por lo tanto, la coyuntura histórica que culminó en Caseros fue tan prolongada y significativa que todavía vivimos sus efectos 30.

Como ha podido apreciarse en el transcurso de esta exposición, la historia argentina de los últimos cien años no puede estudiarse exclusivamente con la información que tenemos en el país. También es necesario acudir a las fuentes extranjeras, especialmente las que se encuentran contenidas en los archivos diplomáticos. La importante documentación que contienen esos repositorios no puede ser ignorada y constituyen hoy un desafío para el historiador argentino que quiera abordar la investigación de nuestra vida contemporánea. Tienen vigencia todavía las luminosas palabras del P. Guillermo Furlong: la historia argentina no hay que revisarla; hay que escribirla. Y en eso estamos.