La política internacional en el pensamiento de Juan Perón /1947-1948
Los paises americanos: opinión y relaciones
 
 
En varios de sus Despachos, el embajador español reproduce conceptos que el Presidente Perón le había manifestado sobre su política exterior en relación a la situación de los paises hispanoamericanos y con los EE.UU.


1. Brasil

Con alusión a este país, en la entrevista ya citada del 27 de setiembre mantenida con el Presidente, éste le dijo al español que tenía esperanzas en la elección de Lusardo (ex embajador en la Argentina), “gran amigo suyo” y quien podría reunir las fuerzas políticas que había tenido Getulio Vargas. Pero consideraba posible que el caudillo comunista Prestes “se entendiera bajo cuerda con Lusardo para una acción común”, porque “Lusardo daría un paso considerable en el sentido de la revolución social y Prestes abdicaría de las ideas internacionalistas del comunismo” (6).

Según Perón, el Partido Comunista que dirigía Prestes, estaba “dispuesto a llevar adelante la insurrección en momento oportuno”. Por otra parte, en ese país su “difícil situación económica (...) y el abandono en que han quedado por parte de los Estados Unidos en el terreno económico (...) hace que la situación sea más grave” (7).


2. Bolivia

Afirma el embajador que para nuestro Presidente, Bolivia “es el problema que más interesa en estos momentos a la política exterior argentina”. Estaba muy satisfecho “por el Tratado firmado recientemente, que prácticamente ponía en sus manos la economía minera de aquel país”. Ese Tratado fue suscripto en 1947 y su ratificación se formalizó en la entrevista Perón-Herzog del 23 de febrero de 1947. Por este Convenio el gobierno argentino facilitaba fondos que ascendía a 750 millones de pesos destinados a la construcción de obras públicas, ferroviarias, agropecuarias, de regadío, obras sanitarias, etc., que el país vecino devolvería con un interés entre el 3,5% y el 4% anual (8). Nuestro Presidente no estaba convencido que la política de Herzog fuera “la que más conviene al pueblo boliviano, al cual considera en un infame estado de nivel social”. Aunque mantenía contactos con partidarios de Villarroel refugiados en Buenos Aires, apoyaba al “Gobierno existente con ánimo de infiltrarse (... ) en la economía y en la política” de este país (9).


3. Perú

Afirma Areilza que Perón deseaba hacer acto de presencia en Perú, tanto en el terreno económico como en el político. A tales efectos mantiene contactos con su Gobierno y el Partido Aprista de Haya de la Torre, “al que quiere apartar de todo contacto comunista y traer al sendero de una política nacional de reformas sociales” (10).


4. Ecuador

También se interesa el Presidente por este país, con el que espera firmar un Tratado comercial “de bastante interés”, y cree “tener entre los elementos universitarios de derechas un gran ambiente favorable” (11).


5. Chile

En cuanto a la República vecina tiene una opinión pesimista “respecto a las posibilidades de González Videla de mantenerse”. Lo considera “completamente desacreditado y es un arribista”. Por ello “suponía que no estaba lejano el día en que el Ejército tuviera que intervenir para establecer una dictadura” y consideraba el Gral. Begoño como el más adecuado para ese fin. El Tratado convenido con Chile seguía sin ratificarse (12).

Refiere que aquél Presidente, después de realizar un viaje a la Antártida “al llegar a Bogotá el representante chileno pidió sencillamente la orden a los Estados Unidos, y se negó (...) a mantener una línea de conducta común y solidaria con la Argentina para no disgustar a la Cancillería de Washington, que no quiere en estos momentos pleitos con la Gran Bretaña en este Continente” (13).


6. Paraguay

Perón inició un acercamiento al Paraguay en 1947 y este año mantuvo una entrevista con el presidente paraguayo Higinio Morínigo frente a la ciudad de Goya (28 de mayo de 1947) (14). En cuanto a este país, piensa que el Gral. Morínigo es “dueño de la situación”, pero debe haber “una cierta reconciliación de los grupos que han luchado en la última guerra civil”. Afirmó que él se proponía fomentarla “dada su gran autoridad tanto en el orden financiero como en el terreno político” (15).


7. Conferencia de Bogotá

Le preocupaba al Presidente la próxima Conferencia de Bogotá (1948). La Argentina estaba dispuesta a participar en la ayuda a Europa, pero el Plan Marshall la excluyó quitándole sus tradicionales mercados. Con ese motivo se enervaron nuevamente s relaciones con los vecinos el Norte (16). Las instrucciones a nuestros representantes le mandaban que en la Carta Orgánica no se aceptara la creación de un superestado, ni normas o atribuciones políticas o militares. Bramuglia se opuso a que institución se llamara unión, asociación o comunidad y sostuvo el nombre de organización. Triunfó la tesis argentina porque la nueva entidad se llamó Organización de los Estados Americanos (O.E.A.). También se opuso a una acción colectiva porque revestía el carácter de un superestado. Como a juicio de nuestra delegación el Consejo no debía asumir actividades militares, se separó de la O.E.A el Consejo Interamericano de Defensa. En definitiva, en Bogotá la Argentina volvió a su actitud crítica y desafiante respecto al sistema. Era una posición diferente a la de buena vecindad y acuerdo interamericano manifestada en Río de Janeiro (17).

Entre los temas que se abordarían en esa reunión figuraba principalmente “la militar que es la decisiva y de la que todos temen que se hable por su vidriosidad y delicadeza”, dijo Perón. Con tal motivo, el Gral. norteamericano Crittenberger había llegado a Buenos Aires después de recorrer otros países americanos para realizar “una importante labor confidencial de unificación técnica y normas de racionalización militar en todos los órdenes”. Como resultado parece haberse convenido terminantes disposiciones “de unificación de toda clase de armamentos y pertrechos, así como de entrenamiento de las tropas y táctica de unidades”. Para Perón, el Secretario de Estado norteamericano Marshall, llevaba a Bogotá “preocupaciones de carácter extra-americano y completamente ideológico, buscando ligar a los países en una alianza militar anticomunista” (18).

Cuatro meses después de esta Conferencia la Argentina ocupó la Presidencia rotativa del Consejo de Seguridad y tuvo oportunidad de lucirse oficiando de mediadora entre la Unión Soviética y los países occidentales para solucionar el bloqueo ruso a Berlín (setiembre, 1948). Ese mismo año se produjeron golpes militares en algunos países americanos, acusándose a nuestro país de empeñarse en asumir el dominio político y económico de América del Sur contra los EE.UU. Los grupos de izquierda presionaron al Departamento de Estado para que se resucitaran la políticas de Hull y Braden. Pero el Presidente del Brasil -Osvaldo Aranha- hizo una advertencia muy significativa negando que Perón, los argentinos y los brasileños tuvieran algún plan de perturbación en las Américas (19).


8. Congreso Obrero de Lima

Sostiene el diplomático español que Perón no quería enviar representación a ese Congreso porque se derrumbaría su posición de “jefe de un gran movimiento obrero equidistante del capitalismo y comunismo” y daría a los comunistas una gran “oportunidad para acusarle de vendido a la oligarquía de Wall Street”. Por ese motivo ordenó a la Confederación Obrera Argentina de abstenerse participar en ese Congreso, como lo habían hecho otras naciones del continente para no enemistarse con la política yanqui y mantenerse “fiel al sentido de 'tercera posición'”, que él había definido (20).


9. Guerras civiles

Areilza destaca la habilidad del peronismo y de su Jefe para captarse sectores proletarios de suramérica porque “entienden mejor esta postura argentina que el simple socialismo soviético, que les convierte en instrumentos ciegos de la política de Moscú”. Esta situación, le lleva a “realizar propagandas (...) entre los obreros de los países suramericanos, tal como ocurre en Brasil, Uruguay, Paraguay, Bolivia y Perú (...) que son fomentadas por los agregados obreros de las Embajadas argentinas”. Esta actitud de Perón obedece a su presunción de que “una tercera guerra mundial sería el estallido unánime y simultáneo de una serie de guerras civiles en todos los países de este Continente” (21).