La política internacional en el pensamiento de Juan Perón /1947-1948
Relaciones con los EE. UU.
 
 
1. Política de acercamiento

Siempre Perón observó con gran reserva la política de EE.UU. en el resto de América. En 1947 le dijo al representante español que mantenía contactos con el Partido Republicano cuyo triunfo esperaba en la próximas elecciones y que ello “le favorecería extraordinariamente”. Cuando en 1947 fue designado George Marshall nuevo Secretario de Estado existía gran presión de los países latinoamericanos sobre los EE.UU. y ello determinó que el Presidente Truman anunciara un Pacto de Defensa Mutua para el hemisferio incluyendo a la Argentina (3 de junio de 1947). Esta medida se interpretó como una intención de reconciliarse con Perón. Dos días después renunció Spruile Braden. En consecuencia, cuando se realizó la Conferencia de Río de Janeiro (1947) ya no había graves problemas entre nuestro país y los EE.UU.

En virtud de lo pactado en Chapultepec hubo que realizar acuerdos para organizar la defensa continental y nuestro país necesitaba equiparse con armamento moderno. Perón envío al Gral. von der Becke para gestionarlo. Mientras nuestro Presidente se abrazaba con el embajador soviético en Buenos Aires, von der Becke hacía lo mismo en Washington con el presidente Eisenhower, a quien le solicitó armas para las fuerzas armadas argentinas. Pero el gobierno yanqui condicionó su ayuda a la ratificación de las disposiciones de Chapultepec, que la Argentina no pudo dilatar por más tiempo. Perón así lo solicitó al Congreso, que lo aprobó en agosto de 1947 (22).

Desde finales de la Segunda Guerra Mundial, los EE.UU. se preocuparon en uniformar equipos, así como adiestrar y organizar los ejércitos latinoamericanos para la defensa del hemisferio. Con el objeto de acordar las medidas necesarias se convocó la Conferencia Interamericana para el Mantenimiento de la Paz y la Seguridad del Continente, que se realizó en Río de Janeiro (25 de agosto-15 de setiembre de 1947), donde se acordó una zona de seguridad y el Tratado interamericano de Asistencia Recíproca. Aunque nuestra delegación aceptó lo convenido, retrasó casi tres años la aprobación del Pacto (23).


2. La omnipotencia yanqui

Perón comentó al embajador Areilza, que en Río de Janeiro el canciller Bramuglia le había pedido al canciller norteamericano, Gral. Marshall, que aclarase en forma terminante su actitud frente a Rusia, proponiéndole incluso “una formal alianza si los objetivos eran inmediatos y concretos”. Pero aquél le respondió “con evasivas”. Por ello. Perón estima que todavía es vacilante la actitud de EE.UU. “de enfrentarse con el comunismo”. En cambio la Marina y la Aviación de ese país manifiestan públicamente su opinión, pero el Departamento de Estado “tan minado como siempre, no acaba de hacer una política clara, ni en lo que se refiere a las relaciones con Rusia ni a las que mantiene con la República Argentina” (24). Tampoco ocultó Perón al representante español, su “actitud de temor y preocupación hacia la omnipotencia yanqui”. En un informe de 1948, Areilza escribe que el Presidente argentino estima que en una tercera guerra mundial triunfarían los norteamericanos, cuya omnipotencia “harían sentir sobre estos países de un modo insoportable” (25). Su actitud ante los EE.UU. volvió a transmitírsela el 3 de abril de 1948 al español, quien escribe: “tiene arraigada la convicción de que lo fundamental de la política exterior argentina debe ser siempre el no perder la iniciativa propia, como país diferenciado frente a la política exterior de Washington” e insiste en que Argentina, “a pesar de estar en muy buenas relaciones con Washington, no está dispuesta a secundar ciegamente sus directivas” (26).

En la Conferencia de Río de Janeiro el Gral. Marshall había declarado “que era deseo de Washington que el problema comunista quedase relegado exclusivamente a cada Gobierno para que éstos buscaran (...) las fórmulas más convenientes” de combatirlo. Al año siguiente, en Bogotá, el canciller Bramuglia le recordó estas expresiones a Marshall, diciéndole que nuestro país se atenía a ese concepto. Su “actitud de aparente discrepancia con la unanimidad ideológica que se quiere conseguir en Bogotá se debe a que esa unanimidad es exclusivamente una maniobra destinada a proteger el frente compacto que los Estados Unidos quieren crear en el continente, aprovechando el clima de tensión del mundo”. Agregó Areilza: “El Presidente (...) no cree que la Argentina deba hacer juego ciegamente sin condiciones a este propósito”. Por ello el diplomático español reflexiona que esa actitud independiente y las relaciones que continúa manteniendo con Rusia, “hacen que sea evidentemente el gobernante más respetado por Estados Unidos de todos los de América del Sur, y hacia el cual se dirigen constantemente las más solícitas atenciones e invitaciones (...) aunque en el fondo Washington lo deteste”. Con ello da una “lección de equilibrio político internacional que le reputa de sagaz, gobernante y hábil estadista” (27). Para Areilza pudiera parecer extraño que un gobernante anticomunista como Perón y “que tiene además perfectamente controlado al Partido Comunista en la Argentina (...) no se sume a la declaración ideológica que los Estados Unidos desean obtener en Bogotá” (28).