Malvinas
Invasión (la ley de la fuerza)
 
 

Sólo en base a un acto de fuerza arbitrario y unilateral, Inglaterra se encuentra hoy en las Islas Malvinas. Las autoridades argentinas afincadas en las Islas, fueron expulsadas por la armada británica. Jurídicamente esta acción de fuerza no puede generar o crear derecho alguno y, públicamente, los acontecimientos de 1833 fueron un reflejo más de la política imperialista que las potencias europeas desarrollaron durante el siglo XIX en América, Asia y áfrica. Malvinas es quizás uno de los símbolos más evidentes de esta política felizmente perimida.


Al piloto Esteban Gómez de la Expedición de Magallanes, en 1520, es a quién debe atribuirse el descubrimiento del Archipiélago.


En 1748, a sugerencia del almirante Anson, Gran Bretaña decidió enviar una expedición a “descubrir” y poblar las Islas Malvinas y Pepys (a las que confundían).


Gran Bretaña consultó a España y ante la resistencia de Madrid (cuyos pilotos habían navegado hacia el Estrecho de Magallanes, descubierto también por España y una de las bases de sus derechos sobre las Islas como adyacentes a dicho Estrecho, y las instrucciones que recibió el representante británico para informar a la Corte de Madrid fueron las siguientes:


“Como no hay intención de hacer ningún asiento en algunas de dichas islas y como las corbetas de Su Majestad no quieren ni recalar ni tocar en parte alguna de la cosa española, el Rey no alcanza a comprender en manera alguna cómo este proyecto puede causar resentimiento en Madrid”.


Estos actos de consulta de 1749 a la Corte Española son una demostración categórica del reconocimiento de Inglaterra a los derechos de España sobre las Islas y las costas de América del Sur, ubicadas en una zona en que no podían navegar ni comerciar los arcos británicos, ni menos ser objeto de ocupación”.


En 1774 se produce el primer intento de colonización por parte de Luis Antonio de Bouganville, francés, que fundó el Puerto Luis en la Malvina Oriental, a nombre del Rey de Francia.


España protestó formalmente ante el Gobierno Francés, obteniendo el reconocimiento de sus derechos de dominio. La entrega se cumplió formalmente el 1 de abril de 1767, guardando los ingleses total silencio ante esta transferencia de la soberanía.


El 4 de octubre de 1766 el Gobierno dictó una Cédula Real que declaraba a las Islas dependientes de la Capitanía General de Buenos Aires y se nombró a Don Felipe Ruiz Puente como Gobernador, quedando los españoles ocupando Puerto Luis con pobladores españoles y con un establecimiento militar cambiándosele el nombre por el de Puerto Soledad.


Los ingleses jamás habían poseído efectivamente la totalidad del Archipiélago de Malvinas, antes de 1833. Sólo fundaron en 1766, en una isleta llamada Saunders, el fuerte de Puerto Egmont lo que hicieron mediante una “expedición clandestina”, en un lugar que Bouganvielle había anteriormente llamado “Port de la Croisade”.


En 1770, (10 de junio) las fuerzas españolas, al mando del Gobernador de Buenos Aires, Bucarelli, retiraron a los ingleses de Puerto Egmont y recién 59 años más tarde se presentaron para desalojar, en forma violenta, a la población argentina, estableciendo así su único título (el de la violencia).


Ante una protesta británica, el Príncipe de Masserano (22 enero 1771), declaró que "su Monarca desaprueba la susodicha empresa violenta y se compromete a restablecer las cosas al estado en que se hallaban antes del episodio” agregando que "la restitución a su Majestad Británica del Puerto y Fuerte llamado Egmont no puede afectar en modo alguno la cuestión del derecho anterior de soberanía de las Islas Malvinas...”.


La “aceptación” inglesa de estas palabras no contiene ningún rechazo de la expresa reserva hispánica de soberanía de las Islas.


El 22 de mayo de 1774 los británicos abandonaron voluntariamente el islote Saunders, llamado por entonces Isla de Falkland, en singular, demostrativo ello de que las pretensiones inglesas estuvieron limitadas en aquella época a Puerto Egmonto y no a todo el Archipiélago.


En 1776 se creó el Virreinao del Río de la Plata, incluyendo las mencionadas islas e Inglaterra no dijo nada.


Entre 1774 y 1811 el Gobierno Español nombró numerosos y sucesivos Gobernadores de las Islas, que ejercieron su autoridad en forma ininterrumpida sobre las islas y mares vecinos, sin que Inglaterra nada objetara.


En 1790 se suscribió entre Canadá y Gran Bretaña el Acuerdo de Nootka Sound mediante el cual se decidió que los "súbditos respectivos no formarán en lo venidero ningún establecimiento en las partes de estas costas situadas al Sur de las partes de las mismas costas y de las Islas adyacentes ya ocupadas por España”.


Este Acuerdo y este acto constituye “la prueba jurídica de la falta absoluta de derechos de Gran Bretaña para fundar en las Malvinas ningún establecimiento permanente”, y “es también una de las bases de los derechos argentinos en las Islas del Sur”, (pues) el “compromiso era no poblar lo ya ocupado por España, además de no navegar a una distancia menor de 10 leguas de sus costas”.


Estos fueron los derechos que heredó la república argentina en 1810.


En 1820 la Fragata “Heroína” de la República Argentina, en solemne ceremonia tomó posesión de las Islas, como heredera de España, y notificó a los buques que se hallaban en la zona que nuestro país regulaba la caza y la pesca en la zona.


En 1823 el Gobierno Patrio designó Gobernador de las Islas Malvinas a don Pablo Areguatí, y en el mismo año concedió tierras como derechos para explotar ganado salvaje existente a don Jorge Pacheco y a don Luis Vernet.


Por segunda vez los concesionarios volvieron a llevar grupos de nuevas familias en 1823.


En 1825 se firmó un Tratado de Amistad, Comercio y Navegación con Gran Bretaña sin ninguna reserva sobre la soberanía en Malvinas por parte de este último.


En 10 junio de 1829, Buenos Aires creó la Comandancia Política y Militar de las Islas Malvinas con sede en la puerto Soledad, con competencia sobre las isals adyacentes al Cabo de Hornos en la Zona Atlántica, designando Comandante al mismo señor Luis Vernet.


Las intenciones imperiales de Gran Bretaña, en ebullición a comienzos de 1800 la llevaron a invadir Buenos Aires en 1806 y 1807, siendo repelidas valientemente por la población.


También Francia comenzó a merodear por nuestras Islas y así apareció la Corbeta Norteamericana Lexington, con pedidos de prácticos que le facilitaron el acceso al muelle, enarbolando pabellón francés, donde marinos norteamericanos desembarcaron y depredaron las instalaciones.


Los documentos de esa época acreditan fehacientemente la unión de las dos potencias, la inglesa y la norteamericana.


El 3 de enero de 1833, la Corbeta británica Clio se presentó frente a Puerto Soledad donde estaba anclado el pequeño buque argentino “Sarandí”, exigiendo el retiro del destacamento argentino.


Como la comparación de fuerzas no admitía posibilidades de lucha el jefe argentino respondió a la intimación que “se retiraría haciendo responsable a la Gran Bretaña del insulto y de la violación de los respetos debidos a la República y a sus derechos que a la fuerza eran atropellados, tan sin consecuencia ni miramiento” destacando que “iba por todo a retirarse pero que el pabellón de tierra no lo arriaba”.


Los ingleses arriaron el pabellón argentino, ocupando así por la fuerza Puerto Soledad y así quedó consumado mediante el despojo un capítulo más de la historia colonial.


En las Islas el resto de los pobladores que resistían al invasor, fueron enviados a Londres para ser juzgados bajo distintos pretextos y jamás retornaron.


El 15 de enero del mismo año 1833 el Gobierno de Buenos Aires reclamó ante el Encargado de Negocios Inglés en Buenos Aires, nota reiterada en 22 de enero, manifestando el mencionado Encargado británico que “carecía de instrucciones”.


Argentina circularizó la protesta ante todas las Cancillerías Americanas.


En 24 de abril de 1833, el representante argentino en Londres don Manuel Moreno, presentó otra nota de protesta ante el Gobierno de Su Majestad Británica, reiterada el 17 de junio, en una extensa y documentada memoria de protesta.


El Vizconde de Palmerston contestó el 8 de enero de 1834, sosteniendo que los derechos de Gran Bretaña estaban fundados en el descubrimiento y la subsiguiente ocupación de aquellas Islas, argumentos rechazados por Moreno en 29 de diciembre de 1834.


Esta ocupación inglesa fue ilícita (violó tratados vigentes); clandestina, tardía, contestada y parcial.


Los argumentos ingleses encubren un hecho claro, el uso de las armas contra un país nuevo que estaba en posesión de las Islas, en virtud de derechos que como sucesor de España le era indiscutibles 1.



Breve conclusión


Cuando se cumplió el Centenario de la Revolución, el 25 de mayo de 1910, el Bibliotecario del Foreign Office, Gastón de Bernhardt, a pedido del Jefe del Departamento Americano del F.O. presentó un estudio histórico detallado de la disputa, que fue presentado con un análisis de 49 páginas elaborado a base de los archivos oficiales y otras importantes fuentes cuya conclusión rezaba así:


“Un mero examen de este memorandum hace concluir que la actitud del Gobierno argentino no está del todo injustificada y que nuestra acción ha sido de algún modo un golpe de mano”.


Un sucesor de Spicer en la Jefatura del Departamento Americano, John Troubeck, observaba en 1936 que:


La dificultad de nuestra posición es que la ocupación de las Falkland en 1833 fue un procedimiento muy arbitrario” y “no sería fácil exponer nuestra posición sin presentarnos a nosotros mismos como bandidos nternacionales”.4