evolución política
ideas monárquicas
 
 
Después de declarar la independencia de España, comenzaban a presentarse al Congreso otras cuestiones a resolver, entre ellas, debía establecerse la forma de gobierno que debía adoptar la nueva nación. Entre las soluciones propuestas a esta cuestión, estuvo la de instaurar el sistema monárquico.

Las ideas monárquicas obedecían a las tendencias de la época y a los graves peligros que acechaban a la joven nación. Uno de sus máximos precursores de la monarquía en aquellas horas fue Manuel Belgrano, quien a raíz de la misión que lo había llevado a Europa, pudo allá apreciar los problemas políticos que aquejaban a ese continente, y valorar las opiniones que sobre nuestra revolución circulaban por las cortes europeas.

El creador de la bandera, proponía una monarquía atemperada, como la forma de gobierno más conveniente para estas Provincias, en la que se coronara a un Inca como rey. Expresaba que en Europa estaban cambiando las ideas, pues si años atrás la república había sido considerada la mejor forma de gobierno, hacia 1816 lo era la monarquía, y mencionaba a Inglaterra, que poseía una monarquía constitucional, como un ejemplo a seguir, como lo estaban siguiendo otros países europeos.

Belgrano tuvo oportunidad de exponer a los congresales, que aunque la revolución en América había sido bien vista al principio por muchos países europeos, el desorden y la anarquía que había en esos momentos en el Río de la Plata la habían llevado al desprestigio. Creía por eso, que un gobierno monárquico traería orden a estos lugares y sería vista con agrado por los reyes europeos, lo que resultaría decisivo para un inmediato reconocimiento de nuestra independencia.

La moción de Manuel Belgrano fue apoyada en el Congreso de Tucumán, con excepción de algunas voces aisladas, como la de fray Justo Santa María de Oro, quien proponía llamar a una consulta para que escuchar la opinión de los pueblos. También se escuchó la de Tomás Manuel de Anchorena, quien decididamente abogaba por la república como forma de gobierno.

Esta aventura de las ideas monárquicas concluiría pocos años después, cuando las provincias bajo la influencia de los caudillos federales rechazaron la Constitución de neto tinte unitario y monárquico dictada por el Congreso en 1819.