Citas
(81) SIERRA, Vicente D., Historia de las ideas políticas en Argentina (Buenos Aires, 1950), pág. 331.

(82) Ibídem.

(83) Ibídem, págs. 332/3.

(84) RAVIGNANI, Emilio, Asambleas Constituyentes Argentinas, t° II, págs. 699 y 783.

(85) DE PAOLI, Pedro, Facundo (Buenos Aires, 1952), pág. 115.

(86) CUCCORESE, Horacio Juan y PANETTIERI, José, op. cit., págs. 241/3.

(87) RAVIGNANI, Emilio, Op. cit., t° III, pág. 497.

(88) SAMPAY, Arturo Enrique, Las constituciones de la Argentina (1810-1972) (Buenos Aires, 1975), t° I, págs. 306/7.

(89) Cit. por SIERRA, Vicente D., Historia de la Argentina, t° VII, pág. 577

(90) En carta de San Martín a 0'Higgins del 20 de octubre de 1827, en LÁZARO, Orlando, San Martín y Rosas (Tucumán, 1951), pág. 31.

(91) LÓPEZ, Vicente Fidel, Historia de la República Argentina (Buenos Aires, 1893), tº X, pág. 362.

(92) Sierra ha descripto así a estos los grupos Porteños: "Debe considerarse a la Buenos Aires de enton­ces. Constituía una comunidad dividida por un profundo drama social...: en el centro, alrededor de la Plaza de la Victoria (actual Plaza de Mayo) vivían, en mansiones solariegas, los rentistas, los co­merciantes, los que se habían enriquecido con las operaciones del Banco de Descuentos y con el contrabando. Con los letrados y funcionarios formaban el grupo más culto del país. El segundo gru­po lo constituía el resto de la población, desde los artesanos a los esclavos. Al primero se lo conocía con el nombre de "gente decente". Entre ambas clases figuraban muchos hacendados, los cuales, aun­que formando en el grupo de la "gente decente", por la índole de sus Intereses vinculados a las acti­vidades ganaderas, comprendían al segundo grupo, no lo despreciaban y gozaban en él de prestigio. La vida de la estancia obligaba a una connivencia con los peones, y muchas veces unos y otros, uni­dos. habían tenido que defenderse de ataques indígenas. Por eso mismo no consideraban desdorosas sus relaciones con el bajo pueblo, la "chusma" en la opinión de la "gente decente". Esta se caracterizaba por su espíritu burgués, por su descreimiento, su egoísmo y el convencimiento que alentaban sobre su superioridad y sobre el poder del dinero: carentes de un muy profundo espíritu nacional, ninguno de sacrificio, mantenían una devoción pueril por todo lo que viniera de Europa. Aquel Rivadavia que amue­blaba con lujo la residencia del gobierno, aunque mantenía desnudos a los soldados en el frente de guerra, fue para ellos el hombre local. Cuando las luchas políticas tomaron forma en los dos partidos: unitario y federal, la "gente decente" formó en el unitarismo, mientras la masa popular, y con ella los hacendados más auténticos, se enroló en el federalismo" (SIERRA, Vicente D., Historia de la Argentina, tº VII, pág. 623).

(93) GALVEZ. Manuel, Vida de Juan Manuel de Rosas (Buenos Aires, 1949), pág. 67.

(94) Cit. por IBARGUREN, Carlos. Juan Manuel de Rosas. Su vida, su drama, su tiempo (Buenos Aires. 1948), pág. 130.

(95) "Hablo de la fusilación de Dorrego: hemos estado de acuerdo en ella, antes da ahora. Ha llegado el momento de ejecutarla... La energía es necesaria en la ocasión... Entre los que han combatido por el poder ninguno ha sido sacrificado hasta ahora". Los términos de las cartas de del Carril, hombre de la civiliza­ción, son elocuentes; "General, prescindamos del corazón en este caso"; "La ley es que una revolu­ción es un juego da azar donde se gana hasta la vida de los vencidos cuando se cree necesario disponer da ella... cortar la primera cabeza de la hidra..". Otro civilizado, Juan Cruz Varela, no es mas piadoso en sus consejos; "Después de la sangre que se ha derramado en Navarro, el proceso del que la ha hecho co­rrer está formado... Cartas como éstas se rompen..." Del Carril nos da la pista sobre otros Inspiradores de esa vileza: "El Sr. D.J.A. (¿don Julián Agüero?) y don B.R. (¿Bernardino Rivadavia?) son de esta opi­nión y creen, que lo que se ha hecho, no se completa si no se hace triunfar en todas partes la causa de la civilización contra el salvajismo" (Citadas por CARRANZA, Ángel Justiniano, El general Lavalle ante la Justicia póstuma (Buenos Aires, 1886), págs. 41, 45, 27, 25 y 55/6). En cambio el salvaje o bárbaro Dorrego, escribía a su esposa esta conmovedora carta cuando se entera que va a ser sacrificado; "Mi querida Angelita: en esto momento me intiman que dentro de una hora debo morir; Ignoro por qué, mas la Providen­cia Divina, en la cual confío, así lo ha querido. Perdono a todos mis enemigos y suplico a mis amigos que no den paso en desagravio de lo recibido por mí. Mi vida, educa a esas amables criaturas: sé feliz, ya que no has podido serlo en compañía del desgraciado Manuel Dorrego". A López le escribe también pidiéndole que su muerte no sea causa de más derramamiento de sangre y asevera que perdona a sus ene­migos (Citadas por PAVÓN PEREYRA, Enrique, Pasión y muerte de Dorrego (Buenos Aires, 1970), pág. 413). En realidad unos pertenecían a la anti-cultura del despotismo ilustrado; Dorrego fue un fiel exponente de la cultura cristiana, desconocida y perseguida aquí también, en el Río de la Plata, pero que no morirá porque ella es capaz de generar hombres de este fuste.

(96) Dice Elíseo Lestrade: "El año de gobierno de los unitarios militares se caracteriza, para la demografía, como el año aciago, pues no se vuelve a producir en lo sucesivo el hecho de morir mayor número que el de nacidos". En 1829 murieron en Buenos Aires 883 personas más que las nacidas (LESTRADE, Elíseo F., Rosas. Estudio sobre la demografía de su época en diario "La Prensa" del 15 de noviembre de 1919, Cit. por EZCURRA MEDRANO, Alberto, Las otras tablas de sangre (Buenos Aires, 1952), pág. 39).

(97) Cit. por LÁZARO, Orlando, op. cit., pág. 37.

(98) Carta a Manuel R. García del 18 de Enero de 1866, cit por GALVEZ, Manuel, Vida de Sarmiento (Buenos Aires, 1952, pág. 280.

(99) ALBERDI, Juan Bautista, Bases y puntos de partida para la organización política de la República Argen­tina en Obras completas, t° III (Buenos Aires, 1886), pág. 512.

(100) Cit. por LÁZARO, Orlando, op. cit., págs. 140/1.

(101) GALVEZ, Manuel, Vida de Don Juan Manuel de Rosas (Buenos Aires, 1949), pág. 6.

(102) Ibídem.

(103) IBARGUREN, Carlos, op. cit., págs. 18/9.

(104)Ver al respecto GALVEZ, Jaime, Rosas y la navegación de nuestros ríos (Buenos Aires, 1955).

(104 bis) Galletti reconoce: "El Pacto Federal, preexistente por antonomasia, tuvo decisiva Importancia en el proceso constitucional argentino. Con muy breves disposiciones, algunas repitiendo cláusulas de anteriores pactos o tratados, otras de dudosa originalidad, cercenado y con variantes impuestas sobre la mar­cha ante acontecimientos que ponían en jaque tanto a las provincias litorales como a la de Buenos Aires. Aunque entrambas con diferencias nada sutiles, nacido como texto provisional a la espera de un Con­greso constituyente cada vez más demorado, sin embargo y pese a todo, llega a regir durante veintiún años. En ese tiempo se constituye en algo así como ley fundamental. Si bien cada provincia se segui­ría rigiendo por sus propias instituciones (todas, menos Buenos Aires, que lo hiciera mediante leyes) demarcadas por estatutos o constituciones, el Pacto resulta el elemento jurídico-político ordenador. De esta manera se da la paradoja que durante el periodo denominado de "inconstitución" exista un texto que permita la subsistencia del Estado aun por sobre los estados particulares". (GALLETTI, Alfredo, Historia Constitucional Argentina (Buenos Aires, 1974), tº II, págs. 79/80).

(105) Cit. por GALVEZ, Jaime, Revisionismo histórico constitucional 1810-1967 (Buenos Aires, 1967), pág. 97.

(106) En QUESADA, Ernesto, La época de Rosas (Buenos Aires, 1959), págs. 246/7.

(107) Cit. por CORVALAN LIMA, Héctor, op. cit,, págs. 28/9.

(108) Ibídem, pág. 26.

(109) Ibídem.

(110) Ibídem, págs. 33/4.

(111) Ibídem, pág. 24

(112) Ibídem, pág. 25.

(113) Cit. por IRAZUSTA, Julio, Vida política de Juan Manuel de Rosas a través da su correspondencia (Bue­nos Aires. 1943), t° I, 2a. parte. 1830-1835, págs. 244/5.

(114) El texto de la carta a Quiroga escrita en la Hacienda de Figueroa lo hemos tomado de IRAZUSTA, Julio, op. cit., págs. 237 y sigs.

(115) SAN MARTÍN - Su correspondencia (1823-1850), Editorial Assandri (Córdoba, 1950), pág. 42.

(116) Transcribimos algunos pasajes de la carta de Sarratea: "¿Si nosotros no hemos hecho una Constitución parecida a la de España, será quizás porque esta obra no hay quien pueda desempeñarla en el país?... Caracas hizo su Constitución, y lo mismo se ha visto en Santa Fe, Cartagena y Cundinamarca... Parece, pues, que no será mucha vanidad, el decir que aquí también se habría podido hacer una Constitución co­mo las citadas si se ocurría al cuño de cuya marca se resienten todas, Incluso la de España; tales son las diversas Constituciones que se han sucedido en Francia desde 1791... Sustituir Instantáneamente a las Instituciones de un país, cualesquiera que ellas sean, un orden de cosas enteramente nuevo y distinto de aquél con que se han criado, y que por consiguiente está identificado con su modo de vivir, con sus gustos, costumbres y aun preocupaciones, es lo mismo que derribar en un día todos los edificios de una población, para que sus habitantes, quedándose al raso, los sustituyan otros más perfectos. Consi­dérese cual sería la situación de un vecindario en semejante caso, y en mi juicio en la misma situación se encuentra política y moralmente cualesquiera pueblo a quien se le da una Constitución acabada en un bufet... Partiendo de estos principios, creemos que sólo abren raíces y adquieren aquel grado de durabilidad necesaria las Constituciones que van formándose los pueblos de un modo insensible, por decirlo así, y al paso que se forman, que crecen y se sucedan las generaciones. Tales instituciones están niveladas con la naturaleza de la sociedad que las forma, varían según sus relaciones políticas, sus opi­niones e ideas, su riqueza, luces, comercio, artes, etc., y se van inoculando en las generaciones que se educan con ellas a medida que crecen" (Cit. por SIERRA, Vicente D., Historia de la Argentina, t° VI, pág. 57).

(117) Ver al respecto PUENTES, Gabriel A., El gobierno de Balcarce. División del Partido Federal (1832 - 1833), (Buenos Aires, 1946), págs. 81 y sigs., 156 y sigs.

(118) Cit. por IRAZUSTA, Julio, op. cit., t° II, 1835-1840 (Buenos Aires, 1943), págs. 7/8.

(119) Cit. por LÁZARO. Orlando, op. cit., págs. 49/51. En cartas posteriores San Martín aprueba el establecimiento de la dictadura en Buenos Aires. Así en las enviadas a Tomás Guido el 17 de diciembre de 1835, a Pedro Molina el 27 de abril de 1836 y al mismo Guido el 26 de octubre de 1836 (Ver Ibídem, págs. 52/5). En esta última dice claramente: "Veo con placer la marcha que sigue nuestra Patria: desengañé­monos, nuestros países no pueden (a lo menos por muchos años) regirse de otro modo que por gobiernos vigorosos, más claro, despóticos" (pág. 55).

(120) SARMIENTO, Domingo F., Facundo (Buenos Aires, 1944), pág. 253.

(121) Cit., por ROSA, José Mana, Historia argentina, t° IV, pág. 222. Con respecto a la concesión de la suma del poder publico, Lafont puntualiza: "Esta reconsideración en sala plena y este plebiscito son un antecedente singularísimo en la historia de los gobiernos fuertes que se han entronizado en el mundo por el despotismo o por el triunfo de las armas; éste, por el contrario, se Inició bajo los auspicios de la verdadera opinión pública, del elemento dirigente como de la masa de la población. Corresponde hacer notar que la Legislatura porteña, al otorgar a Rosas la suma del poder público, Investía un doble carácter: el de Legislatura extraordinaria y el de Constituyente, por ley de 3 de agosto de 1821 este último, dictado a Indicación de Rivadavia. Esto la facultaba para hacer aquella delegación" (LAFONT, Julio B., Historia de la Constitución Argentina (Buenos Aires. 1953). t° II, págs. 139/40). A su vez, José Sartorio escribe: "El plebiscito de Rosas reunió tas más formales apa­riencias: 1°) su legalidad, pues fue sancionado por una legislatura constituyente; 2°) el sufragio universal para nacionales y extranjeros; 3°) el control de las mesas por los Jueces de paz y vecinos de crédito; 4°) la sencillez categórica del voto afirmativo o negativo y su constancia escrita en re­gistros especiales; 5°) la rapidez del escrutinio; 6°) el examen final por la Sala de Representantes" (SARTORIO, José, El plebiscito de Rosas (Buenos Aires, 1934), pág. 37, cit. por Ibídem, pág. 141).

(122) Cit. por IRAZUSTA, Julio, El pronunciamiento de Urquiza (Buenos Aires. 1952), pág. 86. Tau Anzoátegui rastrea el surgimiento de la Institución Encargado de las Relaciones Exteriores desde 1820 en adelante y a partir de 1827, oportunidades en que con motivo de la desaparición del Estado cen­tral, fue necesario que el gobernador de Buenos Aires representara a todas las provincias ante el con­cierto Internacional (Ver TAU ANZOÁTEGUI, Víctor, Formación del Estado Federal Argentino (1820-1852) (Buenos Aires, 1965), págs. 17 en adelante). Pero es con Rosas que el Encargado va ampliando su esfera de atribuciones transformándose en un verdadero Jefe de estado nacional, como lo reconoce el mismo autor a lo largo de la obra citada.

(123) IRAZUSTA, Julio, Estudios histórico-políticos (Buenos Aires, 1974), pág. 233.

(124) TAU ANZOATEGUI, Víctor y MARTIRE, Eduardo, Manual de historia de las Instituciones argentinas, págs. 431/2.

(125) IRAZUSTA, Julio, Estudios histórico-políticos, pág. 256. Se ha visto páginas atrás que Artigas pensó co­mo Rosas una Confederación con amplia base autonómica para las provincias miembros. Esto que puede criticarse en aquél, pues Influido por el pensamiento norteamericano lo puso sobre el tapete en 1813 cuando aun la unidad primitiva era un hecho, nos parece sensato en el último, dado que formula su pro­puesta a partir de 1830 tomando como base la realidad del desquiciamiento de esa unidad provocado por el iluminismo y el despotismo autóctonos. De modo que una Confederación en que el manejo unitivo de los Intereses generales, se diera la mano con una respetuosa actitud frente a la libre conducción por parte de las provincias de sus administraciones locales, parecía ser lo único viable. Así se fundiría la unidad na­cional por un lado, y por el otro se haría factible que las desconfiadas provincias convivieran dentro del marco confederal, y quizás lograrse que preciados girones del ser argentino volvieran al seno primitivo, como Paraguay por ejemplo.

(126) González Calderón ha manifestado refiriéndose al momento del gobierno de Rosas: "Confederación y Dictadura. Parecerá, prima facie, que hay una contradicción flagrante entre estos dos conceptos, con los que pretendo sintetizar el régimen político argentino de la época de Rosas, esto es, desde el año 1831 hasta 1852. Pero yo quiero significar que las provincias, en ese período histórico, encontráronse en un estado perfectamente definido de Confederación, ejerciendo sus gobiernos particulares todas las funcio­nes Inherentes a su autonomía política; y además, que existió un poder central Investido con las atribu­ciones correspondientes a los negocios de carácter general o nacional. Fue éste un poder fuerte, una dic­tadura, en todo lo que interesaba a la Confederación; mas las provincias se reservaron el derecho de go­bernarse a sí mismas" (GONZÁLEZ CALDERÓN, Juan A., Derecho constitucional argentino) (Buenos Aires, 1930), t° I, págs. 188/9).

(127) Cuando entre 1850 y 1851 Sarmiento clamaba por la organización de la República a través de un con­greso constituyente, Federico Pinedo, desde la "Gaceta Mercantil", lo refutó manifestando que la Con­federación ya poseía una organización con el poder electoral detentado por el pueblo, la facultad de le­gislar en poder de las legislaturas provinciales y el ejecutivo nacional en manos de Rosas (En TAU ANZOATEGUI, Víctor, Formación del Estado Federal Argentino, págs. 156/7).

(128) PALACIO, Ernesto, Historia de la Argentina (Buenos Aires, 1954), pág. 325.

(129) Cit. por LÁZARO, Orlando, op. cit., pág. 64.

(130) Ver al respecto EZCURRA MEDRANO, Alberto, La independencia del Paraguay (Buenos Aires, 1941), págs. 28 y sigs.

(131) En sus "Memorias póstumas" Paz escribió refiriéndose a una conversación mantenida con Varela antes de la partida de éste a Europa: "...me preguntó si aprobaba el pensamiento de la separación de Entre Ríos y Corrientes para que formasen un Estado independiente. Mi contestación fue terminante y negativa... me persuado de que hizo uso de la Idea... lo que se creía que halagaría mucho a los gobiernos europeos, particularmente al Inglés" (PAZ, José Mana, Memorias póstumas (Buenos Aires, 1917), t° III, pág. 280). En "El Comercio del Plata", escribió el 20 de junio de 1846: "Nada Importa que (Entre Ríos y Corrien­tes) sean provincias argentinas o un Estado independiente" (Cit. por ROSA, José María. Historia Argen­tina, t° V. pág. 84).

(132) En los diarios chilenos "El Progreso", año 1842, y "La Crónica", año 1849, como lo expresó el propio Sarmiento: "la ocupación de Magallanes ha salido de los trabajos de "El Progreso", como la reivindica­ción de los títulos de posesión de Chile, salió después de las investigaciones de "La Crónica" (Cit. por SUAREZ, Matías E., Sarmiento ese desconocido (Buenos Aires, 1964), pág. 170).

(133) En "La Crónica" del 11 de marzo de 1849, Sarmiento escribió: "Un territorio limítrofe pertenecerá a aquel de los dos Estados a quien aproveche su ocupación, sin dañar ni menoscabar los intereses del otro... Quedaría por saber aún, si el título de erección del Virreynato de Buenos Aires expresa que las tierras del sud de Mendoza y poseídas aún hoy por chilenos, entraron en la demarcación del virreynato, que a no hacerlo, Chile pudiera reclamar todo el territorio que media entre Magallanes y las provincias de Cuyo" (cit. por FONT EZCURRA, Ricardo, La unidad nacional (Buenos Aires, 1961, págs. 49/50).

(134) Cit. por ROSA, José María, Historia Argentina, t° V, pág. 166.

(135) Cit. por CADY, John F., La Intervención extranjera en el Río de la Plata, 1838-1850 (Buenos Aires, 1943), pág. 173.

(136) En IBARGUREN, Carlos, San Martín íntimo (Buenos Aires, 1950), pág. 232.

(137) Ibídem, pág. 340.

(138) Ibídem, pág. 227. Rosas sondeó a la cancillería británica respecto de trocar la posesión de las Islas Malvi­nas por la condonación del pago del empréstito Baring. Si ese fue su real propósito lo consideramos un error. Debió haber evaluado la importancia estratégica de las Islas.

(139) CUCCORESE, Horacio Juan y PANETTIERI, José. op. cit., pág. 330.

(140) Ibídem. pág. 335.

(141) BURGIN, Mirón, Aspectos económicos del federalismo argentino (Buenos Aires. 1960), pág. 312.

(142) Cit. por NICOLAU, Juan Carlos, Industria argentina y aduana, 1835-1854 (Buenos Aires, 1975), págs. 47/8.

(143) CIt. por SIERRA. Vicente D., Historia de la Argentina, t° IX, pág. 639.                

(144) BURGIN. Mirón, op. cit., págs. 241 y sigs.

(145) Los derechos de aduana y puerto en 1845 antes del bloqueo, producían $27.871.184, durante el blo­queo, en 1840 bajaron a $6.036.121; en 1850, después del bloqueo, llegaron $57.944.483 (CUCCORESE. Horacio Juan y PANETTIERI, José. Op. Cit., pág. 360). Rosas tomó el gobierno estando vigente el empréstito Baring, y al caer en 1852, el mismo empréstito era nuestra única deuda con el exterior, no Intentó siquiera, contraer un peso más de deuda en el mercado financiero europeo. Por otra parte renunció al cobro de sueldos como gobernador; luego de Caseros, habiendo $ 4.000.000 en el Tesoro, que su vencedor repartió entre sus allegados, él solo llevó a Inglaterra onzas de su propiedad, y eso sí, también el archivo. Era de la escuela de Belgrano y de San Martín, cuidadoso de su honor. El reparto lo denunciaron Antonio Díaz, Enrique Barba, Ramón J. Cárcano y José luis Busaniche (SIERRA, Vicente D., op. cit., págs. 618/9).

(146) MOUSSY. Martín de, Description de la Confederación Argentina, t° II, pág. 519 cit. por ROSA, José Ma­ría, Defensa y pérdida de nuestra independencia económica, pág. 127.

(147) NICOLAU, Juan Carlos, op. cit., pág. 160.

(148) Ibídem, págs. 79 y sigs.

(149) ALBERDI, Juan Bautista, La República Argentina 37 años después de su Revolución de Mayo, en "Obras Completas" (Buenos Aires, 1886), t° III, pág. 222.

(150) Cit. por ROSA, José María, Historia Argentina, t° V, pág. 360.

(151) Ibídem.

(152) Escribió Saldías: "El cabotaje cosmopolita se interna en el último puerto, que todos están habilitados para él en la vasta extensión de la República. La bandera nacional va brillando cada vez más por su ausencia hasta casi desaparecer, como que las extranjeras usan de la regalía que corresponde a aquélla. Los estados que arrojaban en el año 1845 una entrada de 2.000 buques de cabotaje nacional en el puerto de Buenos Aires, y de más de 3.000 de los mismos en 1851, no se reproducen en nuestros días, a pesar del desenvolvimiento prodigioso del comercio actual con relación al comercio de aquellos días" (SALDIAS, Adolfo, Historia de la Confederación Argentina (Buenos Aires. 1951), t° III, pág. 57).

(153) CUCCORESE, Horacio Juan y PANETTIERI, José, op. cit., pág. 385. Es de dejar constancia que la ola emigratoria europea hacia América se inicia en la década del 60, dados los bajos salarlos y desocupación provocados por el maquinismo.

(154) HORTELANO, Benito, Memorias (parte argentina) 1849-1860 (Buenos Aires, 1973), págs. 52/3.

(155) Al respecto dice Oliver que el romanticismo "se caracterizó así por su amor a la Historia, por cultivar las leyendas y tradiciones vivas en el alma popular y por su apego al cristianismo, repeliendo al paganismo grecolatino y al Iluminismo en boga. Fue un retorno a las raíces medioevales de la nacionalidad, a sus baladas, leyendas, sagas, a los viejos romances, de ahí su nombre, glorificando a las Cruzadas y al arte gótico y exaltando las creencias y cualidades innatas del pueblo, en primer lugar el amor a la tierra o heroísmo patrio" (OLIVER, Juan Pablo, El verdadero Alberdi (Buenos Aires, 1977), pág. 64).

(155 bis) SIERRA, Vicente D., Historia de la Argentina, tº VIII, pág. 430.

(156) ALBERDI, Juan Bautista, Fragmento preliminar al estudio del derecho en "Obras Completas" (Buenos Aires, 1886) tº I, págs. 125 y 116. Escribe Oliver: "los jóvenes del 37, en cambio, renegaron de todo cuanto caracteriza a un verdadero romanticismo: renegaron de la tradición nacional al punto de prohijar el abandono de la lengua propia para adaptarla a la francesa... Hicieron escarnio del pasado secular al que debían su ser, motejándolo según la "leyenda negra" de los enciclopedistas del XVIII; renegaron del catolicismo tradicional para alentar, Echeverría en primer termino, un difuso "neocristianismo del porvenir" de algunos divagadores franceses; cultivaron y exageraron un racionalismo liberal y dogmático, antítesis de un romanticismo veráz; condenaron los sentimientos e idiosincrasia del pueblo al que calificaron de "bárbaro", según lo hacían los franceses respecto a los pueblos en tren de conquista colonial; despreciaron las expresiones de tipo popular a las que calificaron de "guasas", cuando cualquier romance de tierra adentro o cielito contiene mas belleza que los tres farragosos volúmenes de poesías de don Esteban, imposibles de soportar" (OLIVER, Juan Pablo, op. cit., págs. 66/7).

(157) Echeverría subió un escalón más: cantó las glorias de la agresión:

"¡Nobles hijos de Francia! Llegó para vosotros

El día grande y bello de rehabilitación,

El día que esperabais, a fin que viese el mundo

Brillar puro en el Plata vuestro Inmortal blasón.

Caiga la Infamia, caiga, sobre los que villanos

Pusieron en problemas el pundonor francés;

Sobre los que debiendo por él sacrificarse

Cobardes lo arrojaron de un tirano a los pies.

El símbolo mas alto lleváis de la victoria

El que flameó en Marengo, Jemmapes y Austerlitz,

Y os cubre con sus alas el águila que un lustro

se paseó por Europa vencedora y feliz".

(ECHEVERRÍA, Esteban, A la legión francesa en "Obras completas", tº III, págs. 229/30).

(158) GUTIÉRREZ, Juan María, Noticias biográficas sobre don Esteban Echeverría en ECHEVERRÍA, Esteban, Obras completas (Buenos Aires, 1973), tº V, págs. III a V.

(159) PALCOS, Alberto, Echeverría y la democracia argentina (Buenos Aires. 1941), pág. 16.

(160) Cfr. GUTIÉRREZ. Juan María, op. cit., págs. V y XXIV; FURLONG, Guillermo, Nacimiento y desarrollo de la filosofía en el Río de la Plata (Buenos Aires, 1947), págs. 569 y sigs.; INGENIEROS, José, La evolución de las ideas argentinas en "Obras Completas" (Buenos Aires. 1037), tº XVI, págs. 245/6; NOROA ZUMARRAGA, Horacio J., Las sociedades porteñas y su acción revolucionarla (Buenos Aires, 1939), págs. 141/5.

(161) ECHEVERRÍA, Esteban, Argument que j’ai posé á un spiritualiste partisan outré des doctrines de Laromiguiére, en "Obras completas", tº V, pág. 421.

(162) Ibídem. pág. 420.

(163) ECHEVERRÍA, Esteban, Dogma Socialista (Buenos Aires, 1907), pág. 24.

(164) ECHEVERRÍA. Esteban, Manual de enseñanza moral en "Obras completas", tº V, pág. 308.

(165) ESTRADA, José Manuel, La política liberal bajo la tiranía de Rosas (Buenos Aires, 1942), pág. 61.

(166) ECHEVERRÍA, Esteban, Dogma Socialista, pág. 39.

(167) ROMERO CARRANZA, Ambrosio, Félix Frías y las ideas sociales del núcleo Intelectual del treinta y siete, en "Criterio" (Buenos Aires, 8 de Julio de 1954), pág. 494.

(168) Ibídem, págs. 495/6.

(169) ECHEVERRÍA, Esteban, Exposiciones hechas en el seno de la Asociación de Mayo en "Obras completas", tº V, págs. 364/6.

(170) ECHEVERRÍA, Esteban, Dogma Socialista, págs. 45/6.

(171) Ibídem, pág. 46.

(172) ECHEVERRÍA, Esteban, Cartas a don Pedro de Angelis en "Obras Completas", tº IV, pág. 290.

(173) ECHEVERRÍA, Esteban, Dogma Socialista, pág. 52.

(174) ECHEVERRÍA, Esteban, Cartas a don Pedro de Angelis, págs. 312/3.

(175) ECHEVERRÍA, Esteban, Exposiciones hechas en el seno de la Asociación de Mayo en "Obras completas", tº V, pág. 367.

(176) ECHEVERRÍA, Esteban. Dogma Socialista, pág. 36.

(177) Ibídem, pág. 37.

(178) ECHEVERRÍA, Esteban, Dogma Socialista en "Obras Completas", tº IV, pág. 163.

(179) Ibidem, pág. 159.

(180) Ibídem, pág. 161.

(181) ECHEVERRÍA, Esteban, La Cautiva - El matadero (Buenos Aires. 1940), pág. 72.

(182) ECHEVERRÍA, Esteban, Antecedentes y primeros pasos de la Revolución de Mayo en "Obras completas", tº V, pág. 244.

(183) Ibídem, pág. 246.

(184) ECHEVERRÍA, Esteban, Dogma Socialista (Buenos Aires. 1907). pág. 46.

(185) ECHEVERRÍA, Esteban. Cartas a don Pedro de Angelis, pág. 302.

(186) Ibídem, pág. 303.

(187) Ibídem, pág. 304.

(188) ECHEVERRÍA. Esteban, Dogma Socialista, pág. 46.

(189) Ibídem,

(190) ECHEVERRÍA, Esteban, Cartas a don Pedro de Angelis. pág. 302.

(191) ECHEVERRÍA, Esteban, La Cautiva - El matadero, pág. 70.

(192) ECHEVERRÍA, Esteban, Manual de enseñanza moral en "Obras Completas", tº IV, pág. 334.

(193) ECHEVERRÍA, Esteban, Antecedentes y primeros pasos de la Revolución de Mayo, en "Obras Completas", tº V, pág. 244.

(194) ECHEVERRÍA, Esteban, Dogma Socialista, pág. 21.

(195) Ibídem, pág. 22.

(196) ECHEVERRÍA, Esteban, Dogma Socialista en "Obras completas", tº IV, pág. 192.

(197) ECHEVERRÍA, Esteban, Dogma Socialista (Buenos Aires, 1907), pág. 44.

(198) ECHEVERRÍA, Esteban, Manual de enseñanza moral en "Obras completas", tº IV, pág. 388.

(199) SIERRA, Vicente D., Las doctrinas sociológicas de Echeverría en "Revista de Filosofía" (Buenos Aires, septbre. de 1915), año I, no V, pág. 259.

(200) PALCOS, Alberto, op. cit., pág. 65.

(201) SÁNCHEZ VIAMONTE, Carlos, Historia Institucional argentina (Buenos Aires, 1948), págs. 17 y 210.

(202) BARREIRO, José P., El espíritu de Mayo y el revisionismo histórico (Buenos Aires, 1951), pág. 125.

(203) BRAVO, Mario, Organización, programa y desarrollo del Partido Socialista en la Argentina en "Revista Argentina de Cs. Polit." (Bs. As., mayo 1915), pág. 119.

(204) PALACIOS, Alfredo L., Esteban Echeverría, albacea del pensamiento de Mayo (Buenos Aires, 1951), págs. 679 y 710.

(205) ALBERDI, Juan Bautista, Don Esteban Echeverría en ECHEVERRÍA, Esteban, Obras completas, tº V, págs. XCI, XCII.

(206) INGENIEROS, José, Los sansimonianos argentinos en "Revista de Filosofía" (Buenos Aires, sepbre. de 1915), año I, no V, pág. 283.

(207) PALCOS, Alberto, op. cit., pág. 61.

(208) Ibídem, pág. 144.

(209) ROJAS, Ricardo, Historia de la literatura argentina. Los proscriptos (Buenos Aires, 1948), tº I, pág. 230.

(210) GIDE, Carlos y RIST, Carlos, Historia de las doctrinas económicas (Madrid, s/f.), pág. 333.

(211) ECHEVERRÍA, Esteban, Pensamientos en "Obras completas", tº V, pág. 44.

(212) ECHEVERRÍA, Esteban, Introducción al "Dogma", en "Obras completas", tº V, pág. 445.

(213) ECHEVERRÍA, Esteban, Dogma Socialista en "Obras completas", tº IV. pág. 126.

(214) ECHEVERRÍA. Esteban, Manual de enseñanza moral en "Obras completas", tº IV, pág. 334.

(215) ECHEVERRÍA, Esteban, Ojeada retrospectiva sobre el movimiento intelectual en el Plata desde el año 37 en "Obras completas", tº IV, pág. 47.

(216) Ibídem.

(217) ECHEVERRÍA, Esteban, Dogma Socialista (Buenos Aires, 1907). pág. 38.

(218) ECHEVERRÍA, Esteban, Antecedentes y primeros pasos de la Revolución de Mayo en "Obras completas", tº V, págs. 244/5.

(219) Ibídem, pág. 243.

(220) Ibídem, págs. 244/5.

(221) Ibídem.

(222) Ibídem, pág. 246.

(223) Ibídem.

(224) Ibídem, pág. 248.

(225) ECHEVERRÍA, Esteban, Dogma Socialista en "Obras completas", tº IV. pág. 159.

(226) ECHEVERRÍA, Esteban, Dogma