el federalismo
unitarios y federales

Cuando estalló la revolución de Mayo en 1810, los hombres de Buenos Aires reclamaron para esta ciudad la sede de una autoridad general que debía sustituir al desaparecido Virrey.


Los pueblos del interior se opusieron pues no aceptaban su subordinación, querían ser tratados como iguales, exigiendo su lugar en las decisiones del futuro gobierno nacional. Por eso hablaron prontamente de Federación o Confederación de provincias.


Es así que, al poco tiempo dos modelos de nación comenzaban a enfrentarse en el escenario político del país.


Uno de ellos, el que defendía los intereses políticos y económicos de la ciudad de Buenos Aires, intentaba establecer una organización nacional sobre la base de una constitución centralista que estableciera la supremacía de esta ciudad sobre el resto de los pueblos del interior del ex-virreinato del Río de la Plata. Sostenía el libre comercio que enriquecía a los habitantes de la ciudad-puerto, y arruinaba paulatinamente a las industrias provinciales. Sus propulsores, los unitarios, eran legalistas y grandes imitadores de todo lo europeo.


Eran una minoría, quizás bien intencionada en sus comienzos, que terminó más tarde por perder el contacto con la realidad del país, y cometió grandes errores políticos.


El otro modelo de país, lo proponían los pueblos del interior, que acompañaron entusiasmados el nacimiento del primer gobierno patrio, deseaban participar en la obra de diseñar un destino común, sobre la base de un país real, con identidad nacional propia y sin desconocer la herencia recibida. Se llamaban federales, y conformaban un movimiento que nació en todos los pueblos del Río de la Plata. Sus principales intérpretes eran los caudillos, quienes comprenden que a la hegemonía española se la pretendía suplantar por otra hegemonía, la porteña.


Los desaciertos de los primeros gobiernos, que acentuaron el centralismo político, y los continuos cambios de gobierno que se iban sucediendo -Primera Junta, Junta Grande, Primer y Segundo Triunvirato, y el Directorio- terminaron por irritar al pueblo de las provincias.


Estas circunstancias contribuyeron para que las provincias se fueran proclamando autónomas y surgieran los caudillos que llevaban adelante las aspiraciones y reclamos provinciales.


¿Qué deseaban las provincias? En primer lugar, aspiraban a organizarse bajo la responsabilidad de sus propios habitantes. No admitían que desde Buenos Aires se le designara un gobernador, por eso rechazaron todas las constituciones o estatutos que desconocieran este principio.


Aceptaban un gobierno general siempre que respetara las autonomías provinciales.


En segundo lugar, con el fin sanear sus arruinadas economías, reclamaban la adopción de medidas que protegieran sus productos y manufacturas regionales contra la competencia de las mercaderías extranjeras que entraban libremente por el puerto de Buenos Aires.