Viajes por América del Sur
Capítulo 2
 
 

Provincia de Buenos Aires. — Límites y extensión. — Clima. — Enfermedades. — Ríos. — Minerales. — Fauna y Flora. — Pájaros. —Huesos de megaterio. — Agricultura, ganado, industria, comercio. — La yerba del Paraguay. — Comercio interior.



La hermosa región de la América del Sur que se conoce con el nombre de Provincia de Buenos Aires, limita al este con el río Paraná y el de la Plata que es la continuación de aquél; por el norte, el pequeño arroyo del Medio la separa de la provincia de Santa Fe; por el oeste puede considerarse como límite el río Salado que desemboca en la bahía de San Borombón. últimamente, se han hecho algunos intentos para extender el límite meridional y en ciertas épocas los campos de pastoreo han llegado hasta el grado 37 de latitud sur. Pero parece difícil que los indios, alarmados ya con ese avance, hayan de sancionar el hecho prestándose a un convenio. En el año 1740, fue trazada una línea que atravesaba todo el continente en latitud de 35° y se creyó que los indios habrían de mantenerse al sur de ese límite. La población blanca ha encontrado mucho menos dificultad para extender sus posesiones a lo largo de la costa del mar que hacia el centro de la región. Se calcula que este último territorio comprende unas mil quinientas leguas cuadradas de llanura muy abundante en pastos de la mejor calidad.


El clima del país es inmejorable; la línea del termómetro durante el verano oscila entre los 75° a 84° Fahrenheit. El 21 de febrero de 1821, el mercurio se mantuvo por varias horas en los 91° a la sombra. La temperatura media en los tres meses de verano de 1822, fue de 71°,9. En los meses de invierno el termómetro varía entre 55° a 60°. Cuando se considera la situación tan descubierta de esta comarca, fácilmente se explica que la temperatura esté sujeta a variaciones repentinas. Con bastante frecuencia una corriente de aire frío que viene de las montañas hace descender el termómetro en forma extraordinaria. Estos ventarrones que bajan con mucha densidad de la cordillera, llegan a Buenos Aires muy dispersos. A veces son causa de reumatismos en los brazos y otras partes del cuerpo y los mantienen afectados por algunos días. Rara vez cae nieve y sólo en pequeña cantidad.


El barómetro suele mostrarse muy variable, sobre todo antes de que comiencen los vientos del suroeste. En verano prevalece el viento norte por la mañana temprano y durante el día sopla del este. En invierno los vientos vienen comúnmente del sur. Los del oeste y suroeste, son de naturaleza muy seca; por el contrario los del norte y del noreste son húmedos. Muy raramente el tiempo está en completa calma. Visitando en cierta oportunidad el Molino Inglés, a fin de gozar de un amplio panorama de la campaña, me dijo el molinero que el viento soplaba en forma tan constante, que no le daba un momento de reposo para arreglar los aparejos; solamente de noche, cuando la brisa era más moderada, podía examinarlos.


Las lluvias más abundantes caen durante el invierno, en julio, agosto y septiembre, pero rara vez llueve más de veinticuatro horas; en el verano las lluvias son muy irregulares, más bien se reducen a tronadas y chubascos; las granizadas también son comunes en esta época del año. Los españoles consideraron siempre de clima muy sano a este país y los varios casos de longevidad que he podido observar en las listas necrológicas mensuales, acreditarían aquella aserción. Las enfermedades más comunes son: la tisis, producida como es de imaginarse por los enfriamientos repentinos a que me he referido, y las fiebres intestinales causadas por el agua del río de la Plata. La gota y las enfermedades del hígado son raras. Debe entenderse que estas observaciones se refieren a la ciudad y sus alrededores inmediatos, porque a una corta distancia, los gauchos o gente de la campaña, parecen verse libres en absoluto de toda enfermedad. En el viaje que realicé más tarde, me acerqué cierta vez a un rancho donde había un niño enfermo; habían mandado a buscar el médico y tuve con éste una larga conversación; me informó que él atendía a pobladores de ocho leguas a la redonda de su casa y a pesar del poco precio que costaban sus remedios —porque sólo se manejaba con dos plantas medicinales— no podía vivir exclusivamente de su profesión.


Los estragos de la viruela han sido detenidos en gran parte, debido a la vacuna introducida por el Dr. Segurola, hombre que ha sido muy útil a su país por diversos motivos. Por iniciativa del actual Secretario de Estado don Bernardino Rivadavia, se organizó un establecimiento para la difusión de la vacuna que hoy es atendido por el Estado.


La superficie de los terrenos en los alrededores de Buenos Aires, es de una materia ligera semejante a la greda. Cubre un subsuelo de arcilla dura que los habitantes del país llaman tosca. Según mis observaciones, la estructura de estos terrenos no se extiende a muchas millas fuera de la ciudad. Expondré ahora cuáles son las ventajas naturales que ofrece esta provincia, y cuáles sus inconvenientes. Aunque solamente una porción muy pequeña de su territorio se halla bañada por el mar, el río de la Plata debe considerarse más bien como un gran golfo, que como un verdadero río. Pero el Estado de Buenos Aires no está ahora en condiciones de obtener las ventajas ofrecidas por esa configuración. El río de la Plata así como el Paraná ofrecen inmensas facilidades para el comercio, pero, con todo, los barcos de mucho calado no pueden proseguir arriba de Buenos Aires, a causa de los muchos bancos del río y por lo difícil de la navegación en algunos puntos de la costa de Santa Fe y Corrientes. Aun los barcos pequeños corren el peligro de ser apresados en dichas provincias cuando éstas se encuentran en guerra con Buenos Aires. Las embarcaciones remontan el Paraná y el Paraguay hasta la Asunción, en 15 días. El río tiene en esa ciudad una milla y media de ancho. El viaje de vuelta a Buenos Aires lleva casi el mismo tiempo, porque el declive del río, en distancia de varios grados de latitud, no excede de un pie por cada mil pies de curso. El río Uruguay también es muy largo pero ofrece como el Paraguay muy pocas facilidades para la navegación a causa de sus numerosos saltos. Uno de sus afluentes, el río Negro puede navegarse hasta cuarenta millas de su desembocadura, aproximadamente.


El río Tercero, que desagua en el Paraná con el nombre del río Carcarañá, podría hacerse navegable con poco gasto; nace en las montañas al oeste de Córdoba y dejando esta ciudad unas treinta leguas al norte, sigue después en dirección al este. Fue reconocido en 1811 por un Capitán Peña, con el fin de comprobar si era navegable y el informe presentado creo que fue favorable. Si el plan se llevara a efecto, las provincias de Córdoba, Santiago, Mendoza y San Juan tendrían salida para exportar sus productos.


Estos grandes ríos absorben, al parecer, todos los arroyos que vienen del norte y del noroeste. Ninguna de las corrientes de agua que descienden de la Cordillera llega hasta el mar; el país es tan llano que se derraman en una superficie muy extensa o forman lagunas o se secan, debido al calor. La falta de agua se deja sentir severamente en una gran extensión de la pampa. Esta particularidad en la formación geográfica del país hará impracticable la construcción de canales, aun cuando el aumento de población aconsejara proyectar esas obras.


Dada la situación de la ciudad, circundada por grandes ríos de escasa corriente y expuesta a vientos peligrosos por su violencia. Buenos Aires parece más a propósito para el fomento de la navegación de cabotaje con barcos pequeños a vapor destinados a remontar con mercancías la cuenca central hasta sus más remotas regiones y bajar desde ellas con sus productos naturales. Inglaterra estaría llamada a proporcionar sus maquinarias y también —con muchas probabilidades— el carbón de piedra, porque los gastos de transporte desde Liverpool, trayéndolo en lastre, serían menores o iguales que los que se pagaran adquiriéndolo en Concepción, donde existen yacimientos importantes. La naturaleza llana del terreno excluye la posibilidad de encontrar manantiales de agua. Los pozos de Buenos Aires, son, necesariamente, muy profundos y se hace menester perforar la capa de greda. No pude obtener información sobre la naturaleza del terreno inferior a esa capa, pero con todas probabilidades, ha de estar formado de arena.


Como puede suponerse, la provincia es muy pobre en minerales. El antiguo Virreinato era muy abundante en minas de plata como las de Potosí, La Paz y otras muy célebres por su riqueza extraordinaria. Antes que se produjera la separación de las provincias, la mina del Famatina en el valle del mismo nombre, al norte de San Juan, estaba dentro de la jurisdicción de Buenos Aires. Algunos comerciantes ingleses, en 1814, tuvieron el proyecto de arrendarla, pero después de madurado el plan renunciaron a él, creyendo que no existía un Estado capaz de garantizar la propiedad. Sin duda obraron con prudencia al abandonar el proyecto en aquella época. Difícil hubiera sido en verdad, tratar con un gobierno que diera leyes arbitrarias e impusiera tasas a los productos de la mina después de haber estipulado lo contrario. Actualmente no puede decirse lo mismo de la provincia a que nos referimos, pero sí de las que se encuentran más al norte. La mina de Famatina era singularmente rica; la plata se presentaba libre de ganga y ésta se hallaba formada por un carbonato de cal.


En la Fábrica de Armas, tuve el placer de examinar una gran masa de aerolito traída del Chaco. El gobierno de Buenos Aires ha mandado hacer un par de pistolas y un trabuco con ese material para obsequiar al Presidente de los Estados 'Unidos. Se trata de un hierro cristalizado en octaedros y difiere del aerolito de Siberia en que no tiene mineral terroso y en esto se parece a una masa semejante encontrada cerca de Bahía. La superficie no era tan manchada pero muy irregular y los obreros se quejaban de su dureza. Como otras masas semejantes descubiertas en varias partes del mundo, contenía una porción de níquel.


Las llanuras del sur, más conocidas con el nombre de pampas se hallan cubiertas con aflorescencias de sal que podría ser utilizada en escala importante, dado el comercio de carne salada que se hace con el Brasil. En otra época, llegado el mes de septiembre, salía una expedición hacia el sur, previas muchas ceremonias, para recoger sal. Debía ser ésta muy inferior porque no servía para salar el charque; lo ponía muy duro y le daba gusto desagradable. Los indios mantienen un pequeño tráfico de sal y la traen en sacos. Por su aspecto me pareció que era sal recogida en las lagunas porque estaba cristalizada en cubos. El consumo en los usos domésticos es muy limitado debido a los prejuicios existentes.


Un inconveniente muy serio con que debe lucharse en esta provincia es la falta casi absoluta de madera. Entre los pocos árboles de la región, está el solitario ombú, que puede verse únicamente en las cercanías de la ciudad. Varias especies de cactus, el cardo de flores azules y algunos otros, forman la parte principal de la flora nativa. En las islas del Paraná existe vegetación más abundante. La situación tan abierta de la campaña y la violencia de los vientos que barren la llanura, puede explicar en mucho la escasa vegetación y sería también causa de la inmensa extensión de tierra cubierta por el trébol y por el cardo ya mencionado. De los árboles introducidos por los españoles, poco son los que han prosperado, si exceptuamos el duraznero común y el olivo. Estos últimos se reproducen muy ligero y tan pronto como uno o dos de ellos han crecido lo bastante para dar abrigo a los demás. Y como el duraznero crece muy pronto, ahora se cultiva para consumir su leña. El árbol del cerezo es también común pero no da frutos porque los botones son siempre destruidos por el viento. El sauce se encuentra a veces en la orilla de las lagunas. últimamente el gobierno ha prestado atención a esta rama de la economía con la formación de parques públicos donde se proporcionan plantas a los cultivadores, mediante un precio moderado. En pocos años más, estos bosques serán una considerable fuente de riqueza nacional. Las uvas se desarrollan bien; el melón y la manzana crecen en abundancia pero son de calidad inferior. Quizás el clima no sea lo suficientemente cálido para el melón y es muy caliente para el cultivo de la manzana. La escasez general de vegetación ha sido atribuida por algunos al espesor de la capa arcillosa de los terrenos. Las hortalizas de Europa fueron introducidas con bastante éxito y son consumidas principalmente por los europeos; los gauchos las consideran como alimento ridículo y miran a quien las come como apenas superior a las bestias del campo. El zapallo es el único vegetal que puede verse en su mesa. Sobre la orilla izquierda del río de la Plata los terrenos son muy diferentes; la vegetación es más abundante y aumenta a medida que uno avanza hacia el norte.


Poco podría decir sobre la fauna de la provincia. La vizcacha (lepusbiscaa) abunda mucho en todo el territorio. Es un animal pequeño, parecido al conejo. A la puerta de su cueva se ven montículos de tierra donde está siempre posada una lechuza. Alrededor de las cuevas aparecen siempre huesos de animales. También es común en las pampas el armadillo y una especie de ciervo que tiene un olor desagradable. Los jaguares u onzas, cuyas pieles se ven en los comercios de Buenos Aires, no llegan a las proximidades de la ciudad y parece dudoso que, de cruzar el Paraná, encontrarán escondrijos suficientes en su margen derecha.


Los pájaros de la región son, proporcionalmente, más numerosos que los cuadrúpedos. El cisne del Río de la Plata, es un ave muy elegante; tiene el cuerpo blanco y la cabeza negra. Abunda mucho y se hace comercio de su piel y de sus plumas. La caza del cisne se hace de la manera siguiente: entra un hombre en el agua con tres grandes bolas de madera; dos de ellas atadas al extremo de una larga correa; la tercera que mantiene en la mano, está sujeta al otro extremo; aproximándose cautelosamente arroja las bolas al ave con tal destreza, que se las arrolla en el cuello; como las bolas son de madera, se mantienen a flote y el ave no puede zambullirse; los cazadores entonces la siguen para atraparla. El avestruz (ñandú) abunda también mucho en la pampa; alcanza la mitad, más o menos, del tamaño del avestruz africano y el plumaje se utiliza muy poco. He oído decir que varias hembras ponen huevos de un color amarillento en un mismo nido y que el macho se ocupa de incubarlos. Son muy rápidos en la carrera y los gauchos los cazan con las boleadoras 1.


Me parece haber visto dos clases de perdices en la pampa: una pequeña semejante a la codorniz de Europa y otra más grande. Abundan mucho y los gauchos las cazan de diversas maneras. La manera más común consiste en galoparles alrededor manteniendo siempre los ojos fijos en ellas y cerrando el círculo; así se dejan cazar por medio de un lazo colocado al extremo de una caña. En las orillas de los ríos hay gran variedad de aves acuáticas que se alimentan de peces.


No parece que haya gran variedad de insectos. El mosquito abunda mucho en la ciudad pero no es tan molesto como en Río de Janeiro. Hay muchas pulgas y parece, según lo afirmado con fundamento por Dobrizhoffer que este insecto vive entre la hierba; en efecto, recostándose uno en el suelo, en ciertos lugares, sale cubierto de pulgas. Los reptiles no son muy abundantes. En mi viaje a Mendoza, encontré una sola víbora; era casi blanca, y pequeña.


En diversas épocas han sido descubiertos en las vecindades de Buenos Aires huesos de megaterio. El Marqués de Loreto, cuando era Virrey, envió a España, en 1789, el primero y quizás más perfecto specimen de este enorme animal, que ahora está en el Museo de Madrid. Fue descubierto mientras se hacían excavaciones en el río Lujan, a unas quince leguas de Buenos Aires. En estos últimos años, un soldado encontró un diente de Megaterio en Areco, a dieciséis leguas, en la misma dirección. Sin duda alguna, podrían hacerse muchos descubrimientos de la misma naturaleza si se realizaran excavaciones o trabajos públicos con ese fin. Según las investigaciones científicas realizadas sobre los hábitos de este animal, las pampas debieron ser un medio admirable para su desarrollo. Estos son los caracteres más notables que he observado en las diferentes ramas de la historia natural. Por lo que se ve, no se ha prestado mucha atención a los caminos, tanto en la época del Virreinato como después de declarada la independencia. Existen caminos hasta muy escasa distancia de la ciudad. El tráfico por el interior se realiza con arrias de mulas o por medio de grandes carretas cuyas ruedas tienen tamaño extraordinario para poder atravesar los pantanos. Estos vehículos viajan en grupos y atraviesan las llanuras del país hasta el pie de los Andes. Una de ellas va siempre ocupada por el conductor y su familia y como están bien recubiertas, con techo de paja, resultan una verdadera habitación. Si el conductor tiene que hacer alguna estada cerca de la ciudad, generalmente saca las ruedas a la carreta para mayor comodidad. No se pagan derechos de portazgo, excepto en los puentes cercanos a la ciudad.


El único dominio que tiene la provincia de Buenos Aires, es la Patagonia que cuenta con un diputado en la Cámara de Representantes. No hay más que una fundación en Río Negro, aunque, de un tiempo a esta parte, la atención del gobierno se dirige a esos territorios y se han dictado varios decretos para favorecer a sus pobladores y fomentar la cría de ganado en los puntos de la costa que se consideran más favorables. En algunos de esos lugares se desarrolla mejor el trigo y otros cereales europeos, que en los mismos terrenos de las cercanías de Buenos Aires.


El trigo se desarrolla mejor que ningún otro cereal, y da lo bastante no sólo para el consumo de la provincia sino para exportarlo en cantidad considerable al Brasil y a las provincias del litoral del Paraná. Antiguamente se importaba trigo de Chile en gran cantidad. Este cereal es de grano pequeño, barbado, y contiene mucha harina; se hacen dos cosechas en el año, en septiembre y en febrero. Para su cultivo se construye un pequeño cercado temporario y remueven la tierra muy superficialmente con un arado rústico o valiéndose de un hueso grande de buey. Para trillar, colocan el trigo dentro de un espacio cercado y hacen galopar adentro cierto número de caballos que pisan el cereal. Tal es el sistema de agricultura que prevalece. Los labradores se hallan sujetos a grandes pérdidas en la cosecha de trigo a causa de los insectos y de las lluvias abundantes. La cebada se cultiva mucho pero no así el maíz. De este último se desarrollan, sin embargo, dos variedades: una de grano perfectamente blanco y tierno; la otra de grano muy amarillo y duro.


Las grandes estancias están dedicadas casi por entero a la cría de ganado. Algunos criadores poseen hasta seis mil cabezas de ganado caballar solamente, aparte de un inmenso número de vacas. Los campos de pastoreo tienen muchas millas de circunferencia y como están cubiertos de pastos muy buenos, los animales se hallan siempre gordos. A los caballos se les marca muy jóvenes y al venderlos deben ser contramarcados; sin esta precaución, pueden ser reclamados por el dueño primitivo en cualquier circunstancia. Ha sido costumbre desde muy antiguo hablar de los caballos salvajes de Buenos Aires, pero en realidad tales caballos no existen porque todos tienen dueño y no se encuentran en estado realmente salvaje. Antes de la revolución de independencia, y en un día prefijado, agentes de la administración designados al efecto recorrían la campaña y arreaban todos los caballos que carecían de marca, les cortaban las orejas y se incautaban de ellos, en nombre del Rey 1. Hace poco tiempo ha sido adoptada una medida semejante. La mayor parte de los caballos y todas las yeguas, han sido expropiadas por el Estado a un precio que no excede al valor del cuero. Existe un prejuicio muy arraigado contra el empleo de las yeguas para el trabajo. Un caballero inglés de Buenos Aires se propuso desafiar esta general opinión y durante algunos días se paseó por las calles de la ciudad montado en una yegua. Pero hubo de sufrir tales burlas —y además le arrojaban piedras— que al final se dio por vencido. El precio de un caballo depende principalmente del lugar donde se le compre. Un caballo traído a Buenos Aires puede venderse en la ciudad por dieciocho o veinte pesos. Pero en la campaña, a cierta distancia del mercado, puede obtenerse por cuatro o cinco pesos. En 1821, el gobierno pagó a tres pesos los caballos para los regimientos de caballería. En esta provincia no se presta mucha atención a la cría de mulas; por el contrario, en las provincias más cercanas a la cordillera, la cría de mulas constituye la industria principal. Mendoza, Córdoba y Tucumán, antes de la revolución de independencia, hacían mucho dinero con la exportación de mulas a Chile y al Perú.


La cantidad de ganado vacuno existente y la consecuente baratura de la carne, es objeto de asombro para todos los extranjeros. Difícil sería determinar cuánto vale una libra de carne, cuando todo un novillo —con el cuero, el sebo y las astas, únicas partes que tienen valor— puede comprarse por cinco o seis pesos, y éste se considera un precio alto cuando el cuero solamente vale tres pesos y medio. No es de sorprender entonces, que las aves de corral sean alimentadas con carne. Esta superabundancia de ganado debe de influir en el carácter y en los hábitos de la gente del campo 2.


Aunque al presente la cantidad de ganado parece siempre enorme, sin duda no alcanza a la mitad de lo que existía con anterioridad a la guerra de la independencia. En aquella época el ganado no tenía salida, y poco provecho podía sacarse de él; pero asimismo era un objeto de orgullo y ambición el poseer enormes rodeos de ganado.


Ahora bien, cuando dieron comienzo las guerras entre las provincias y los ataques de las vecinas a Buenos Aires, amén de las incautaciones del propio gobierno, aquel sentimiento desapareció, y los estancieros empezaron a mostrarse indiferentes y apáticos para cuidar animales de cuya conservación nunca podían estar seguros.


Estos son los motivos de que haya disminuido considerablemente la existencia de toda clase de ganado en los campos. Cuando últimamente los comerciantes ingleses hicieron pedidos de cueros de toda especie y mandaron acopladores a recorrer la campaña y ofrecer dinero o artículos manufacturados a los estancieros a fin de despertar su interés e incitarlos a matar vacas, pudo comprobarse que éstas había disminuido en gran escala. Rivadavia, cuyo nombre no puede citarse sin elogio, al observar lo que ocurría, dio un decreto por el cual quedaba prohibida la matanza de vacas y sólo era permitida en los distritos de la frontera con los indios, es decir en aquellos distritos desde donde se hace imposible el arreo en caso de un malón repentino. Si la campaña se mantiene tranquila por algún tiempo y se recobra de las devastaciones cometidas por los indios y por otros invasores, no hay duda —considerada la calidad y abundancia de los pastos— que el número de animales ha de alcanzar su límite primitivo.


Por el momento no hay ninguna especie de manufacturas en Buenos Aires. Los indios fabrican algunos pocos artículos insignificantes, hechos con el cuero del avestruz y sus plumas. Otros artículos, como ponchos y mantas rústicas, se traen del interior. No sería raro que en pocos años más, algún artículo de fabricación inglesa viniera a reemplazar el poncho, aunque hasta hoy no hemos podido hacer nada que lo iguale.


El tratado entre Inglaterra y Buenos Aires (1825), ha sido de mucha importancia para los dos países. En el año 1817, embarcamos para Buenos Aires artículos por valor de 388.487 libras esterlinas, mientras que en 1823, ese valor era de 1.164.745 libras, lo que significa un aumento sin precedentes conocidos. Durante el año 1822, salieron de varios puertos ingleses para Buenos Aires, 167 barcos, llevando toda clase de artículos manufacturados, cerveza, etcétera.


Las principales exportaciones consisten en sebo, astas, cerda, tasajo, lana, lana de vicuña (que se usa para hacer sombreros), chinchillas y pieles de nutria, traídas de las provincias interiores. En 1822, llegaron a Inglaterra 957.600 cueros de vacunos y caballares; si se agregan a éstos los que han ido directamente a Amberes y otros puertos de Europa, puede formarse una idea de la enorme cantidad de cueros que se exporta de esta parte de América.


En el año 1821 fueron despachados en Buenos Aires 322 buques, de los cuales 114 eran ingleses. En el año 1822, salieron 304; de estos buques eran ingleses 160.


El comercio se verifica principalmente por el intercambio de productos; en los últimos años ha salido muy poca moneda del Río de la Plata; quizás no alcance a los cien mil pesos en los últimos cinco años. Fuera de Inglaterra, poco es el comercio que se mantiene con los demás países. Los Estados Unidos hacen algún tráfico, lo mismo que el Brasil; este país importa azúcar y alcohol, cambiándolos por granos y tasajo. Francia hace comercio de aceite que se extrae de caballos y mulas, aunque no podría decir qué aplicación se le da. Algunas mulas se exportan también a la Isla de Francia.


Las guerras civiles han conspirado contra el aumento de la riqueza. También han obstado a que se desarrolle el gusto por el confort y los artículos de lujo. En verdad, si se tiene en cuenta el estado de anarquía en que ha vivido el país de algunos años a esta parte, sorprende el incremento acusado por el comercio. Actualmente los ingresos de aduana, son, comparativamente, apenas inferiores a los de Río de Janeiro.


En cuanto al comercio interior, no es todavía lo que habrá de ser con el correr del tiempo. El tráfico más lucrativo lo constituía la yerba del Paraguay, pero desde el año 1816, el Dictador Francia no permite su exportación y apenas si han salido desde esa fecha unos pocos fardos en circunstancias especiales. En 1814 salieron del Paraguay, río abajo, veinte mil fardos de yerba; estos fardos eran de siete, ocho y nueve arrobas cada uno, es decir de doscientos diez, doscientos cuarenta y doscientos setenta libras. Según cálculo moderado importaban un millón de esterlinas. El uso de la yerba es tan general como el té de la China entre nosotros. Se la recomienda para muchas cosas considerándosela como uno de los mejores remedios que puedan darse. Una señora me decía en Buenos Aires que su médico le había recetado diez mates diarios. El sabor es agradable, aun sin azúcar, como se le prepara generalmente. De ordinario se le prepara poniendo una pequeña cantidad de hojas en una calabacilla, en la que se introduce un tubo de plata llamado bombilla; después se echa dentro agua caliente y la infusión se sorbe a través del tubo. El mate posee, sin duda, excelentes propiedades estomacales. Debo decir que cuando abandoné el país, echaba de menos el mate constantemente. Hemos dicho ya que ha sido determinado el género de esta planta. Las semillas se asemejan a la pimienta negra; de las que yo traje conmigo, ninguna germinó. Pero ahora se cree que la planta podrá ser cultivada con éxito en Inglaterra. De Termeyer, que residió algunos años entre los guaraníes, dice que cuando volvió a Italia, no pudo hacer germinar una sola planta de yerba. Toda la yerba consumida en estos momentos en las Provincias Unidas y en Chile, es yerba de palo o yerba portuguesa, que se compone en su mayor parte de tallos y tiene poco sabor. La manera más común de verificar su bondad consiste en colocar cierta cantidad en la palma de la mano, y soplarla; cuando vuela toda, se considera vieja y desprovista de sabor. Los indios guaraníes fueron quienes iniciaron a los españoles en la afición a esta bebida.


Las diversas provincias del Río de la Plata, ofrecen climas y productos tan distintos, que siempre será considerable el comercio interprovincial. Las provincias del norte producen algodón y tabaco, y si el Paraguay estuviera abierto al comercio, exportaría mucha yerba, artículo que, al igual que los anteriores, tiene mucha demanda en Buenos Aires. En caso de terminar la guerra de independencia, Tucumán y las provincias del Alto Perú, mandarán hacia el Río de la Plata muchas de sus riquezas minerales. Las provincias situadas al pie de los Andes, tienen clima muy favorable para el cultivo de la viña; los vinos y aguardientes de Mendoza y San Juan —12.000 barriles por año— encuentran salida en el Río de la Plata y son cambiados por manufacturas inglesas. Estas no se conocían hasta ahora. Hoy son cambiadas por artículos que antes permanecían abandonados en la puerta del rancho y considerados como de ningún valor. En algunos lugares visitados por mí —no visitados hasta hoy por ningún otro extranjero— y donde el individuo nacido en España era considerado como el único europeo existente, tuve ocasión de observar diversos artículos de fabricación inglesa usados cotidianamente. Es verdad que en algunos casos no se aplicaban precisamente al destino que les había dado el fabricante de Birmingham. De ahí que pueda suponerse que, en pocos años más el comercio inglés al Río de la Plata duplicará su valor actual. Es de esperarse también que las provincias terminen sus conflictos y a la anarquía en que han vivido por largos años, se siga un sistema más adecuado. Entonces estarán en condiciones de adquirir otras manufacturas nuestras, traídas a sus puertas para ofrecerlas a precios in-competibles. La población blanca no es muy numerosa, es verdad, y de ahí que la cantidad de géneros y mercancías consumidas no podrá ser muy considerable pero debe recordarse que las tribus indias —cuyo número no podemos apreciar— andan todas a caballo y disponen de cueros de animales, artículo éste muy codiciado por los europeos. Su afición a las bebidas alcohólicas —por otra parte— es bien conocida y dejarán de fabricar sus chichas o bebidas espesas para adoptar el aguardiente que consumen los criollos. Muchos indios de las vecindades de La Paz realizan viajes a pie que duran hasta ocho meses, vendiendo en pequeña escala gomas medicinales, mates de plata y otros artículos de escaso volumen.


En estos momentos, la administración de la Aduana, en poder de la provincia de Buenos Aires, se ve con notorio descontento por las otras provincias, pero con el tiempo se hará la clasificación de las rentas, algunas serán modificadas y desaparecerá este motivo de queja. El 9 de agosto ha sido creada una Junta de Comercio y es de esperarse que muchos otros principios liberales que se han llevado a la práctica en Europa, llegarán también hasta este lejano rincón del globo.


Al poco tiempo de efectuada la revolución de independencia, aumentó con rapidez el grado de prosperidad en el país, pero desde entonces y debido a una serie de circunstancias, se ha mantenido muy fluctuante. En 1814, hubo un movimiento de 20.00 toneladas de carga marítima pero durante los años 1819 y 1820, han sido tales las calamidades que el comercio descendió a ocho mil toneladas.


De entonces en adelante, el aumento ha ido afirmándose. Las mismas causas han incidido en el precio de la tierra, que ha fluctuado en idéntica forma 2.


No hay que esperar que los criollos acumulen grandes capitales. El tipo del interés, como depende por entero de la naturaleza de la fianza, varía entre dos y tres por ciento mensual. En 1821 se ha establecido un Banco Nacional.