Reseña histórica sobre la capital y el proceso de centralización
La influencia de la economía
 
 

En el campo económico, los autores que se han manejado con pautas ecuánimes y modernas, han hecho ver que el régimen del monopolio implantado por España en esta época, no sólo era lógico, sino conveniente. El mercantilismo era practicado por toda Europa, y ello se traducía en un proteccionismo que hubiese sido suicida no lo ejercitase también España. Mas ésta estaba en condiciones poco propicias para surtir a sus dominios americanos, pues amén de la poca disponibilidad de bodegas para el transporte, especialmente después de la derrota de la armada invencible en 1588, su desarrollo industrial no era brillante; la afluencia del oro americano hizo elevar los precios de las mercaderías en la península, lo que llevó a los economistas metropolitanos a recetar, como remedio para evitar la suba, el retacear la exportación al Nuevo Mundo.


Los dominios americanos tuvieron por ello que autoabastecerse, siendo por ejemplo el desarrollo de la industria textil en Méjico y Perú, durante el siglo XVII, realmente notable 9. En el Río de la Plata el proceso se agudizó, pues la escasa llegada de manufacturas a América, a través de las flotas anuales de galeones que debían viajar en convoy para evitar el ataque de la piratería inglesa y holandesa, y cuyo arribo se efectuaba a Puerto Bello, América Central, se hizo prácticamente nula para el actual litoral argentino. Ello se debía al largo trayecto que esos productos debían hacer desde la región del Caribe hasta nuestros lares, causa de encarecimiento sin límite, lo que unido a la propia demanda de zonas mejor ubicadas, hacía ilusorio que pudieran satisfacerse las urgencias rioplatenses en paños y otros productos industriales. Se produjo entonces un doble efecto. Primeramente un desarrollo de la industria artesanal, especialmente en el Tucumán y Cuyo, ciertamente llamativo 10. Por otra parte, la tentación de surtirse ilegalmente a través del puerto de Buenos Aires utilizando el expediente del contrabando. Buques ingleses y flamencos ofertaban sus manufacturas y esclavos a desaprensivos mercaderes que permanentemente actuaron con la connivencia de funcionarios venales, desde regidores a gobernadores. Esto sucedió ya entre fines del siglo XVI y comienzos del XVII, prácticamente pues desde la fundación de Buenos Aires y hasta la terminación del dominio español, y en la primera época la figura del probo Hernandarias cobró relieve en su lucha contra los contrabandistas. Los contraventores organizaron su delito adquiriendo poderosa influencia burocrática, fruto de la riqueza mal habida, y se les llamó “confederados”. Rodearon al gran gobernante criollo para enfrentarlos, los denominados “beneméritos”, conscientes del daño que provocaban los burladores del tesoro. Por un lado creaban ruinosa competencia al artesanado del interior. Por el otro, pagando como pagaban las introducciones con plata de Potosí, ocasionaban un drenaje permanente de numerario que contribuía a empobrecer el fisco imperial frente a otras potencias europeas, que siendo sus enemigas, eran las que precisamente se beneficiaban con el comercio ilícito. Es que con la certera frase de Levillier podemos decir que “Buenos Aires estuvo frente al país desde el nacer” 11, enriqueciéndose y adquiriendo predominio a expensas de sus hermanas rioplatenses y del aparato imperial que sustentaba su aprovechada adolescencia.


Esta circunstancia anómala obligó a la Corona a establecer la aduana seca de Córdoba en el año 1622, luego llevada a Jujuy a fin de evitar tales deterioros. Pero ni este arbitrio, ni la acción de otros celosos gobernadores que combatieron las maniobras fraudulentas, lograron erradicarlas. Sí atenuarlas. Por la boca falsa porteña siguió evadiéndose el metálico y los cueros proporcionados por el ganado cimarrón, mientras las bodegas de los buques extranjeros arrojaban a nuestras playas su contenido en paños, bebidas o sangre africana.