Historia Constitucional Argentina
3. Primer gobierno de Rosas
Sumario:Primer gobierno de Rosas. Las facultades extraordinarias. Diferencias en el partido federal. La liga del interior. Pacto Federal. La Comisión Representativa. Las ideas políticas de Rosas. Llegaba al poder, en 1829, quien es sin duda el personaje más controvertido de nuestra historia, que ha dado origen a una extensa bibliografía, en general polémica. Rosas fue un protagonista de excepción para una época no normal. Por ello debe ser juzgado ubicándonos en su circunstancia, como primera medida, como debe ser sopesado cualquier proceso, hecho o figura del pasado. La investigación histórica ha avanzado lo suficiente, como para que sea posible reconstruir con fidelidad la etapa en que actuó el «Restaurador de las Leyes», según el título que le dieron sus fieles, que lo amaron tanto como lo aborrecieron sus enemigos políticos. Facilita también la objetividad en las apreciaciones sobre su obra, el enfriamiento de las pasiones que rodearon su gestión, y que lo acompañaron rencorosas en su exilio y aun después de su muerte. A veces los estudiosos y los estudiantes se preguntan porqué los juicios sobre Rosas son tan disímiles. Ellos fueron por mucho tiempo negativos, porque debe comprenderse que en Caseros, con más nitidez en Pavón, triunfó el partido cerradamente opositor a lo que Rosas representaba, y que esa victoria logró sepultar en la abominación a la fracción enemiga, algo que Rosas no había logrado con los unitarios liberales. Así se cumplió la profecía de San Martín en la carta a O’Higgins de 1829, cuyos párrafos transcribimos precedentemente. Era de la lógica tremenda del proceso político rioplatense, que un partido venciera y destruyera al otro para que le fuera posible imponer un orden determinado en el país. San Martín vio claro, que el odio existente no habría de permitir la coexistencia de ambas fuerzas, una casada con la tradición vernácula y otra iluminista advenediza. Esas fuerzas protagonizaron en todo Occidente un vibrante enfrentamiento, que entre nosotros, al fin y al cabo latinos, hijos de españoles, tuvo ribetes impresionantes de crueldad y violencia capaz de destruir al mismo Estado central. Cuando uno trata de explicarse porqué Rosas queda tan desmedrado en el juicio histórico del siglo pasado, y de buena parte del presente, debe tener en cuenta que le tocó remar contra la corriente en una época en que el liberalismo estaba de rigurosa moda. Para salvar a Nuestro juicio sobre Rosas, pretende valorar el saldo de toda una política realizada a lo largo de dos décadas, en que se sintió su brazo fuerte sosteniendo la lucha por dos objetivos prioritarios: la reconstrucción del Estado central como cimiento indispensable de la futura organización nacional, y la defensa de la soberanía, esto es, de la dignidad e integridad de la personalidad de derecho público internacional de San Martín expuso en carta al propio Rosas, del 6 de mayo de 1850, meses antes de morir: «como argentino me llena de un verdadero orgullo, al ver la prosperidad, la paz interior, el orden y el honor restablecidos en nuestra querida patria; y todos estos progresos, efectuados en medio de circunstancias tan difíciles, en que pocos Estados se habrán hallado. Por tantos bienes realizados, yo felicito a usted muy sinceramente, como igualmente a toda Nos hacemos eco de estas palabras de Manuel Gálvez, que completan nuestro pensamiento: «Nadie, absolutamente nadie, quiere actualmente una tiranía. No sé de ningún admirador de Rosas que anhele para nuestra patria un gobierno como el que, obligado por las circunstancias, debió realizar el dictador. Los que admiramos a Rosas, y me cuento entre ellos, lo admiramos por su defensa formidable de doce años contra las pretensiones de Inglaterra y de Francia»101. También acompañamos a Gálvez cuando manifiesta que él no admira a Rosas «por los fusilamientos de San Nicolás, ni por tener bufones, ni por el rigor tremendo con que trató a los unitarios, ni porque llevó al patíbulo a Camila O’Gorman. Lo admiramos, lo dije y lo repito, por haber defendido con uñas y dientes la soberanía y la independencia de Es que Rosas no fue un ángel, ni tampoco un demonio, sino un hombre, un hombre con defectos notorios, pero que fue llamado para practicarle una cirugía urgente a una Argentina que se encontraba destrozada, acosada por su anarquía y por la apetencia de las grandes potencias que pretendían sacar partido de su evidente debilidad. Rosas nació en Buenos Aires, en 1793, educado en la escuela de Francisco Javier de Argerich, participó en las jornadas de La crisis de 1820 lo sacó de la vida privada y de los negocios, y empezó a despertarse en él, elevado por los sucesos de la década del veinte, su vocación por la política. Hombre pues formado junto a los gauchos, peones de sus estancias, a través de ellos se puso en contacto con los más puros valores de nuestra cultura vernácula; de esos paisanos que miraban de reojo los devaneos extranjerizantes divorciados de nuestra realidad, de nuestros principios, de nuestra índole y de nuestros intereses, de los hombres de Con Dorrego habían llegado al poder los orilleros porteños, con Rosas se plegaría a éstos el gauchaje de la pampa bonaerense, pero también lo harían estancieros y vecinos, que ante el espectáculo de una sociedad anarquizada por el credo y la conducta de los unitarios, se adhirieron a la solución que Rosas podía traer restaurando un orden político y social perdido. El federalismo fue policlasista, como lo fueron los posteriores grandes movimientos nacionales, el radicalismo y el peronismo. Lo que explica que entre nosotros en líneas generales, prevalecieran las conveniencias nacionales a los crudos intereses de los sectores sociales, cuando esas corrientes predominaron. Las facultades extraordinarias. Diferencias en el partido federal Como que se lo había buscado para restaurar el orden perdido, en el comienzo de su primer gobierno Rosas fue provisto de facultades extraordinarias. Según expresan estos términos, ellas eran prerrogativas excepcionales con que se dotaba al poder ejecutivo para tiempos singulares, en que el poder del Estado debe hacerse sentir con rapidez y eficacia. No es propio del poder ejecutivo clausurar un periódico o detener a una persona, sino función de la justicia. Pero los miramientos de ésta, su lentitud congénita, admisibles en épocas normales, resultan inoperantes en circunstancias en que el cumplimiento pausado de las formalidades, puede llevar a que se vea comprometido el éxito de la acción de gobierno. Por eso, para esas coyunturas inusitadas, son necesarios procedimientos expeditivos, que en aquellos tiempos se lograban con las facultades extraordinarias, hoy con el estado de sitio, que es una institución análoga a aquella. En ambas se suspenden las garantías constitucionales en homenaje al efectivo logro del mantenimiento del orden, que es objetivo básico del Estado. Las facultades extraordinarias también implicaban la concesión de ciertas prerrogativas legislativas al Poder ejecutivo por la legislatura, para que aquel pudiera expedirse con mayor rapidez. Rosas tuvo oportunidad de aplicar las facultades extraordinarias. El coronel Smith y el mayor Montero han intentado sublevar la guarnición del Salto, constando en el sumario su propósito de plegar a los indios a su intentona, delito de los más serios que podían perpetrarse. Rosas hace fusilar a Montero. También manda encarcelar unitarios en el pontón «Cacique». Pero hay libertad de prensa. En mayo de 1830, ante el peligro que significaba la presencia del general Paz en Córdoba, se le prorrogaron las facultades extraordinarias, y se las extiende «a todas las medidas que considere conducentes a salvar la provincia de los peligros que amagan su existencia pública y libertad civil», con la sola excepción de «no celebrar en forma definitiva tratados o convenciones». A principios de 1831, dos periódicos porteños, «El Clasificador» y «El Cometa», se manifestaron en una campaña contra las facultades extraordinarias y contra provincias a las que se acusaba de retardar la organización nacional. El 1 de febrero de ese año, Rosas hace uso de las facultades mencionadas ordenando la suspensión de ambas publicaciones y decretando que «nadie pudiese establecer imprenta ni ser administrador de ella, ni publicarse impreso periódico alguno sin expreso previo permiso del gobierno». Rosas explicó a Quiroga que su finalidad era el respeto del artículo 6° del Pacto Federal que se terminaba de firmar, y que ordenaba «no tolerar que persona alguna de su territorio ofenda a cualquiera de las otras dos provincias, o sus gobiernos, y guardar la mejor armonía posible». Además, eran objetivos de esa medida, obstaculizar los manejos de los unitarios promovedores del motín del 1 de diciembre, sujetar el influjo de los extranjeros y debilitar la acción de las logias secretas con motivo de la guerra contra Impuso destierros, encarcelamientos y fusilamientos, el más famoso de todos y el más injusto, el ocurrido en San Nicolás de los nueve prisioneros enviados desde Córdoba por el caudillo Manuel López, a quienes éste había prometido la vida. Terminada la guerra con la prisión de Paz en mayo de 1831, y la definitiva derrota de Lamadrid en Durante su primer gobierno, Rosas realizó una discreta labor administrativa, en la medida de las dificultades internas que tuvo que sortear. Fue su preocupación constante sanear las finanzas de la provincia, cuyo déficit había alcanzado alta cifra. Reorganizó el ejército, ayudando eficientemente a Quiroga en su lucha contra el despotismo instaurado por el general Paz en Córdoba y adyacencias. Su preocupación por la educación pública es remarcable, contando en este sentido con la colaboración eficiente del canónigo Segurola: crea colegios, pone en condiciones edificios escolares, provee de material de enseñanza, nombra maestros y preceptores y llega a visitar personalmente las escuelas. Pero no se limita a esto, sino que atiende al espíritu de la enseñanza, tratando de extirpar la influencia extranjerizante que había tomado alas durante la gestión de Rivadavia. Reacciona contra la tendencia regalista en materia de relaciones con Estableció la conscripción obligatoria indiscriminada, esto es, sin prerrogativas fundadas en la posición social, elevando la tropa a diez mil hombres. En el ámbito internacional, se negó a conceder el plácet al cónsul general con funciones de encargado de negocios franceses en Buenos Aires, de Como en diciembre de 1829 llegara un rumor de que España preparaba una escuadra para recolonizar a Méjico, Rosas, en una circular denunció esta actitud públicamente. También, durante los prolegómenos de la usurpación inglesa a. las Malvinas, cuando durante 1832 el cónsul norteamericano Jorge W. Slacum ordenó represalias a la corbeta de guerra «Lexington», debido a que nuestro gobierno de las Islas apresó a balleneros yanquis que se resistían a pagar impuestos establecidos, la actitud de nuestra cancillería fue firme y ejemplar. Como los tripulantes de dicha corbeta secuestraron al comandante delegado y a los colonos que no alcanzaron a huir, destruyeron armas, quemaron la pólvora y devastaron las propiedades, nuestro gobierno reclamó airadamente ante Washington, pidiendo se desautorizara a los autores de este atropello y se indemnizara convenientemente. El ministro norteamericano en Buenos Aires, Francis Bailies, se defendió invocando la soberanía inglesa sobre las islas. Rosas fue drástico: canceló la patente del cónsul Slacum y expulsó del país a Bailies. La liga del interior Sin lugar a dudas que el más grave problema que se le presentó a Rosas durante su primer gobierno fue la actividad desplegada por el general José María Paz en el interior. Este, a su vuelta del frente de guerra brasileño, pudo formar un cuerpo de ejército y con habilidad logró desalojar a Bustos del gobierno de Córdoba (abril de 1829). Reaccionó Quiroga, pero la estrategia de Paz derrotó el empuje de Facundo, primero en Con las nueve provincias dominadas. Córdoba, Mendoza, San Luis, San Juan, Santiago del Estero, Tucumán, Catamarca, Ante el peligro que significaba Pacto Federal En julio se reúnen los comisionados de las cuatro provincias en Santa Fe. Ferré presentó un borrador con un proyecto de pacto que incluía estos puntos fundamentales: 1°) Creación de una comisión representativa de las cuatro provincias, que convocaría a un congreso que dictaría una constitución federal; 2°) Proteccionismo de las industrias a través de la elevación de los aranceles de aduana; 3°) Reparto de lo recaudado por las aduanas, incluso la de Buenos Aires, entre las provincias, en proporción al consumo y producción de cada una de ellas; 4°) Habilitación al comercio exterior del puerto de Santa Fe, además del de Buenos Aires. Rosas, momentáneamente se negó a establecer el proteccionismo aduanero, aunque veremos que en su segundo gobierno advirtió la razón que les asistía a las provincias y dio vuelta sobre sus pasos. En cuanto al tercer reclamo, fue siempre inflexible: las rentas de aduana, como luego quedó definitivamente establecido en Otra negativa cerrada lo fue en relación a la habilitación de puertos interiores, algo que parece más discutible. En principio no admitió la exigencia del comercio exterior de Santa Fe, pero luego cedió ante los requerimientos de Estanislao López. Observándolo bien, permitir la libre comunicación de los puertos del interior con el exterior, contribuía a la disgregación nacional, en una etapa en que los lazos entre las provincias no eran lo suficientemente firmes. Tal había acontecido con Montevideo y la independencia de La postura de Rosas llevó a que Corrientes no firmara primitivamente el Pacto Federal el 4 de enero de 1831; lo hicieron solamente Buenos Aires, Santa Fe y Entre Ríos, aunque Corrientes se adhirió poco después. Analizaremos seguidamente esta importantísima pieza documental fundadora del derecho público argentino vigente 104 bis: 1°) Declara que «la mayor parte de los pueblos de Luego de la retahíla de reglamentos, estatutos y constituciones dictadas desde 1810 que sólo fueron tiras de papel casi sin vigencia, un instrumento, en buena medida forjado por Rosas en 1831, el Pacto Federal, emergió como el primer texto aplicado efectivamente. Fue una verdadera constitución, no acaso en la acepción que le ha dado la doctrina moderna en general, sino en el sentido lato de instrumento que otorga finalidad y juridicidad a la vida de un Estado. Rosas lo usó, al lograr paulatinamente la adhesión a él del total de las catorce provincias primitivas, para sellar en forma definitiva la unidad nacional. El propio Mitre hubo de reconocer en 1862: «Ese tratado es la única Ley Fundamental de En efecto, la liga defensiva creada entre las provincias por el Pacto había permitido derrotar la agresión de las dos primeras potencias de la tierra, a la sazón Francia e Inglaterra, mantener a raya la insidia brasilera y lograr la restauración del orden interior dislocado por el clima subversivo que se había vivido, patente y vigoroso, hasta 1841. Destruido hacia 1830 casi todo rastro de instituciones nacionales, el Pacto debió comenzar por sentar las bases de lo que es el objeto más elemental de toda colectividad política: la defensa común Finalidad especificada en los artículos 2° y 3° e instrumentada en cuanto a tropas, armamento y conducción operativa en los artículos 13, 14 y 16. En 1852 En lo referente a aspectos comerciales, no se observa cláusula o referencia alguna que pudiera comprometer, directa o indirectamente, el señorío de los argentinos sobre sus fuentes de riqueza, porvenir material o resortes financieros, como así correspondía al proyecto nacional que se echaba a andar con humildad pero también con dignidad. Por obra de los triunfos federales, las provincias fueron sumándose a Terminada la guerra, de acuerdo al artículo 15° del Pacto Federal, Cartas de los miembros de Las ideas políticas de Rosas La controvertida personalidad que surgiría en medio del caos de aquellos años, Juan Manuel de Rosas –hombre de lecturas, sin duda, pero sobre todo atento y frío observador de la realidad circundante, que fue su maestra– dejó estampados juicios sorprendentes en su profuso epistolario respecto al tema de la organización nacional. Lo caracterizaron apreciaciones que sostuvo a lo largo de toda su vida, incluso en el exilio, como estas reflexiones que al final de ella, en 1873, hiciera a Vicente G. Quesada y a su hijo Ernesto, que ocasionalmente lo visitaron: «...una constitución no debe ser el producto de un iluso soñador sino el reflejo exacto de la situación de un país. Siempre repugné a la farsa de las leyes pomposas en el papel y que no podían llevarse a la práctica...»; «Nunca pude comprender ese fetichismo por el texto escrito de una constitución, que no se quiere buscar en la vida práctica sino en el gabinete de los doctrinarios: si tal constitución no responde a la vida real de un pueblo, será siempre inútil lo que sancione cualquier asamblea o decrete cualquier gobierno. El grito de constitución, prescindiendo del estado del país, es una palabra hueca»106. El realismo de Rosas, patente en toda su correspondencia, merece algunas otras transcripciones. Así en la carta del 16 de diciembre de 1832, escrita al caudillo santiagueño Felipe Ibarra, le dice: «Si me dejara arrastrar por las inspiraciones de mi corazón sería el primero en clamar por una asamblea que, ocupándose de nuestros destinos y necesidades comunes, estableciese un sistema conforme a las opiniones de la mayoría de Atender a la experiencia, los desengaños, la razón y la prudencia, estudio práctico de las cosas, marchar con las circunstancias y con los sucesos, son presupuestos permanentes en la concepción del pragmático caudillo en materia organizativa. A Quiroga, en carta del 4 de octubre de 1831, le explica: «lo que principalmente importa es que cada provincia se arregle, se tranquilice interiormente y se presente marchando de un modo propio hacia el término que le indique la naturaleza de sus elementos y recursos de prosperidad. Son muchísimos y absolutamente indispensables los embarazos actuales para entrar ya en una organización general». «Lo que haya de hacerse después, lo indicará el tiempo, la marcha de los sucesos y la posición que vayan tomando los pueblos por su buena organización y verdadero patriotismo»108. Y en la carta del 28 de febrero de 1832: «Las provincias serán despedazadas tal vez, pero jamás domadas. Por estos mismos principios es que he creído que A los apuros constitucionales de Estanislao López contesta en misiva del 6 de marzo de 1836, instándolo a «guardar el orden lento, progresivo y gradual con que obra la naturaleza, ciñéndose para cada cosa a las oportunidades que presentan las diversas estaciones del tiempo y el concurso más o menos eficaz de las demás causas influyentes»110. Respecto del método para el logro de una organización que responda al ser y a la voluntad de Todas estas ideas las reafirma en la famosa carta del 20 de diciembre de 1834 al mismo Quiroga escrita en Proponía los pactos como medio de alcanzar una sólida unidad nacional que salvase lo que había quedado de la primitiva herencia territorial, algo más que diezmada por la pérdida de la mitad de su superficie, teniendo en cuenta que ese saldo estaba a punto de llegar al paroxismo de la disolución en catorce republiquetas independientes. El Congreso como coronación del proceso organizativo y no como prefacio, pues varios congresos y asambleas ya habían fracasado estrepitosamente desde 1810 en esa misión. Obra lenta, en que el tiempo debía hacer su parte, serenando los espíritus, brindando a la inteligencia argentina la posibilidad de captar la índole y la voluntad de un pueblo en la tarea de darle organismos políticos; obra que a veces es tan lenta que insume siglos. Acomodamiento de los intereses de todas las partes involucradas, esto es, las provincias. La paz como elemento primordial; paz nacida de la concordia, del acuerdo de los corazones de los argentinos, factor esencial para el logro del consenso político que importa la organización de un país. El párrafo final trascripto: «es lo único que creo posible entre nosotros después de haberlo destruido todo, y tener que formarnos del seno de la nada», merece una breve consideración. ¿Qué era en el concepto de Rosas lo que se había destruido totalmente, a punto tal que ahora darse instituciones significaba «formarnos del seno de la nada»? Evidentemente se refiere a las instituciones españolas, implantadas durante cerca de trescientos años de ensayos que importaban otros muchos siglos de experiencia ibérica-europea, y que el vendaval del iluminismo había arrasado de cuajo, dejándonos a la intemperie de la que hablaba Sarratea en carta que glosaremos. En la carta de 1°) Rosas entendía que para organizar eficientemente un estado confederal primero debían estar debidamente constituidas u ordenadas las partes, esto es, las provincias: «¿Quién para formar un todo ordenado, y compacto, no arregla, y solicita, primeramente, bajo una forma regular, y permanente, las partes que deben componerlo?». Especialmente una república federal seria «lo más quimérico y desastroso que pueda imaginarse, toda vez que no se componga de testados bien organizados en sí mismos, porque conservando cada uno su soberanía e independencia, la fuerza del poder general con respecto al interior de 2°) De estos conceptos surge que Rosas es más partidario de una confederación que de una federación, en la que cada componente provincial se reserva un grado de autonomía mayor que en la federación; 3°) La necesidad de contar con una clase dirigente con capacidad suficiente, era condición sine qua non para que rigiera los destinos del país a partir de su organización: «Fuera de que si en la actualidad apenas se encuentran hombres para el gobierno particular de cada provincia, ¿de dónde sacaremos los que hayan de dirigir toda 4°) En cuanto a la ciudad donde habría de reunirse el congreso y el lugar donde funcionaría la futura capital de la, Confederación, siguiendo a Artigas y a San Martín, considera que no debe ser Buenos Aires y parece sugerir una solución similar a la de Estados Unidos: «Si se me preguntase dónde está hoy ese lugar diré que no sé, y si alguno contestase que en Buenos Aires, yo diría que tal elección sería el anuncio cierto del desenlace más desgraciado y funesto a esta ciudad, y a toda 5°) Dice Rosas: «Después de convenida la organización que ha de tener el Gobierno, sus atribuciones, residencia y modo de erigirlo, debe tratarse de crear un fondo nacional permanente que sufrague a todos los gastos generales, ordinarios y extraordinarios, y al pago de la deuda nacional... Después de establecidos estos puntos, y el modo como pueda cada Estado Federado crearse sus rentas particulares sin perjudicar los intereses generales de Los choques con Ferré, respecto de aspectos económicos y financieros, recientes en el tiempo, habían llevado al futuro Dictador a la convicción que antes de erigir autoridad nacional alguna, las provincias debían estar de acuerdo sobre esos puntos esenciales. El planteo de Rosas, pues, respecto de la organización nacional, está totalmente divorciado de las ideas iluministas en boga, que la elucubraban como producto de un Congreso donde doctores más o menos enterados del articulado de tal o cual constitución, adoptaban disposiciones de una y de otra armando un texto condensado en un pequeño código a su gusto y paladar académico. Rosas la veía como la vieron los británicos: producto de la costumbre y de leyes que van dictándose los pueblos a medida que transcurre el tiempo, adaptándolas a las circunstancias e intereses reales de esos pueblos, retocándolas década a década y siglo a siglo según variaran esas circunstancias e intereses. En esto Rosas acompañó en el pensamiento a San Martín quien escribió; «Yo estoy firmemente convencido, que los males que afligen a los nuevos Estados de América no dependen tanto de sus habitantes como de las constituciones que los rigen. Si los que se llaman legisladores en América hubieran tenido presente que a los pueblos no se les debe dar las mejores leyes, pero sí las mejores que sean apropiadas a su carácter, la situación de nuestro país sería diferente»115; conceptos que abundan en la correspondencia del Libertador y sobre los que machaca reiteradamente. También el representante del Dictador en Francia, el ex-triunviro Manuel de Sarratea, estando en Londres en 1815, escribió párrafos sesudos a Manuel José García, producto de su fina percepción de las instituciones británicas que muchos admiraban y por ello plagiaban. Sarratea advirtió que si se quería tener instituciones adecuadas como las inglesas, se debía comenzar por no copiarlas, sino adoptar la metodología que los británicos usaron para tener sólidas y útiles instituciones: hacerlas respetuosas de la realidad, flexibles y fácilmente adaptables al cambiante mundo de las circunstancias políticas y económico-sociales, teniendo presente que una constitución no es algo así como un símbolo patrio que se debe venerar, sino un mero instrumento o herramienta de trabajo, en este caso, de labor política 116. Luego veremos que nada menos que Facundo Zuviría, presidente del Congreso Constituyente de Santa Fe, coincidió con esta postura realista. |
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