Historia Constitucional Argentina
CAPITULO 6 | 1. Coexistencia de la Confederación y Buenos Aires
Sumario: Coexistencia de Urquiza, que había asumido como presidente constitucional de Buenos Aires, que en julio de 1853 designara como gobernador provisorio a Pastor Obligado, se manejó como un Estado soberano, con administración, ejército, tesoro y diplomacia propios. Sólo le faltaba una Constitución que reglara su vida política, y esto lo obtuvo en abril de 1854. Por ella, se atribuyó casi la mitad del territorio argentino como jurisdicción propia, pues incluía dentro de sus límites la actual provincia de Con la sanción de esta carta. Buenos Aires, que por ella se autotitulaba «Estado», en los hechos proclamaba prácticamente su independencia, aunque afirmara que no era su propósito segregarse. El país estaba ante una nueva posible amputación, circunstancia ésta que, al parecer, el mismo Mitre temió; por ello se opuso a la redacción del artículo mencionado 374. Mientras tanto acontecen hechos bélicos. Hilario Lagos, a pesar de su primer fracaso375, y Jerónimo Costa, incursionan en la provincia de Buenos Aires. Derrotados en El Tala por el general Hornos, se retiran. Esto ocurre en noviembre de 1854. Se duda que detrás de Lagos y Costa estuviera Urquiza, pero existía una conjura, al menos de hecho, entre Paraná, dirigentes federales expatriados en Rosario, Gualeguay y Montevideo, como Antonio Reyes, y adictos federales de la campaña y ciudad de Buenos Aires, contra los autores del movimiento del 11 de septiembre de 1852. La posibilidad de un grave y decisivo enfrentamiento entre En virtud de la última cláusula, el Estado de Buenos Aires y Poco duraría la vigencia de este Tratado de convivencia. A fines de 1855, el general José María Flores invadió la provincia de Buenos Aires; Mitre le salió al encuentro, utilizando para ello, entre otras, una división de indios, con las que penetró en territorio santafesino. Un grupo de federales, al mando del general Jerónimo Costa, emigrados de Buenos Aires, en connivencia con la operación fallida de Flores, preparaba desde la costa uruguaya una invasión. Desembarcada la expedición en Zárate, Mitre y Conesa la coparon y deshicieron el cuerpo compuesto por 140 hombres, fusilando a casi todos los prisioneros, sin distinción de jerarquías, inclusive al general Costa, que dieciocho años atrás se había batido bizarramente contra los franceses, defendiendo la soberanía argentina sobre la isla Martín García. Este hecho conocido con el nombre de matanza de Villamayor, se produjo a pesar de haberse abolido desde 1852 la pena de muerte por causas políticas. Tan poco edificante acontecimiento era saludado con alborozo por Sarmiento desde la prensa porteña376, y por su deplorable actuación, Mitre se hizo acreedor a un banquete en el Club del Progreso377. Las relaciones entre La élite porteña comenzó a dar muestras de impaciencia dada la imposibilidad transitoria de eliminar a Urquiza del escenario político nacional. La postergación que sufrían las pretensiones de imponer su hegemonía sobre el resto del país, la llevó a caer en actitudes reprochables. Fue así cómo en un artículo aparecido el 9 de diciembre de 1856 en «El Nacional», diario dirigido por Sarmiento, el entonces coronel Mitre proponía segregar a Buenos Aires y formar con ella un ente independiente, « Las circunstancias empeoraron más aún, cuando fue elegido gobernador de Buenos Aires, en mayo de 1857, el duro ex-unitario rivadaviano Valentín Alsina, después de un proceso electoral bochornoso. Los «progresistas» o «pandilleros» de Mitre, Sarmiento, Vélez Sarsfield, Rufino de Elizalde, etc., le hicieron un fraude escandaloso a los «conservadores» o «chupandinos» de Félix Frías, Irineo Portela, Carlos Tejedor, Miguel Navarro Viola, etc. 380. Y mientras sucedían estos acontecimientos en el orden político, ¿qué pasaba en el campo económico financiero? Buenos Aires permitió la salida del oro y la plata, con lo que comenzó a escasear el metálico y el peso papel se desvalorizó notoriamente. El metal acumulado durante quince años salió del país absorbido por el comercio exterior. También estableció el librecambio en Como la aduana recaudaba ingentes sumas que se invertían exclusivamente en el Estado de Buenos Aires, la situación financiera de éste fue próspera, a pesar de que se erogaban fuertes cantidades en la compra de armamentos en previsión de una guerra con Urquiza, mientras tanto, en Se intentó recurrir al expediente de Buenos Aires, creando un banco emisor de papel moneda, cosa que se realizó según vimos en el capítulo anterior, a fines de 1853. El nuevo instituto bancario, denominado de El derrumbe de la iniciativa oficial, le hizo optar a Urquiza por conceder a un particular la fundación de una casa bancaria. Recurrió al Barón de Mauá, famoso capitalista brasileño que ya poseía un banco en Montevideo y que había jugado un papel financiero de relevancia en el proceso de la caída de Rosas 385. En 1857 se decidió la instalación de una sucursal del Banco Mauá en Rosario; tendría un capital de 800.000 pesos que podía ser aumentado a 2.000.000; estaba facultado para emitir billetes convertibles hasta el triple del encaje efectivo, gozaba de exención impositiva total, monopolio bancario absoluto por 15 años, y por ende facultad excluyente para conceder créditos, pudiendo acuñar monedas metálicas y establecer sucursales. Hansen considera que éstos derechos eran exorbitantes 386. El Banco fue otro fracaso para La situación mientras tanto hace crisis. Los presupuestos de Urquiza dan déficit y sigue apelando al crédito. El catalán Esteban Rams y Rubert le facilitó $250.000 plata boliviana a cambio de $300.000 en bonos 387. Lanzando bonos y billetes de tesorería dotados de intereses usuarios no se hacía sino empeorar la situación financiera de Por otra parte, los gastos militares absorbían el 40% de las entradas del presupuesto 388. Hubo cosas aun más graves. Coetáneamente con la fundación del Banco Mauá en Rosario, Brasil otorgó un préstamo de 300.000 patacones más, que se sumaban a los 400.000 ya otorgados con motivo de la coalición que urdió la caída del Dictador. A cambio de este nuevo préstamo, el emisario brasileño José María de Silva Paranhos, obtuvo para su país varias concesiones. En primer término, la más contundente libertad de navegación de los ríos argentinos, incluso por buques de guerra brasileños. Luego se firmó un tratado de límites por el que Urquiza había creído que los puertos ubicados a orillas de los río Paraná y Uruguay producirían en concepto de derechos aduaneros, lo necesario para sostener el erario; a este efecto se habían habilitado catorce puertos sobre el Paraná y cinco sobre el Uruguay. Mas lo real resultó ser que los buques de ultramar llegaron hasta ellos en ínfima proporción. Entonces, los diputados Lucero y Rueda, propusieron que se sancionara una ley, que luego se haría famosa con el nombre de ley de derechos diferenciales y cuyo principal sostenedor fue Alberdi. Luego de dos años de debate se sancionó, pues el Congreso resistió mucho el proyecto. Corría el año 1856. Por ella, si los buques que traían mercaderías del exterior las descargaban directamente en puertos de El sistema no dio todos los resultados esperados; los puertos de La ley produjo efectos contrarios: paralizó el cabotaje, pues no se fue a buscar más el trasbordo de los productos desembarcados en el puerto de Buenos Aires con el objeto de introducirlos en El socorrido expediente de las emisiones de papel moneda y las entradas de su aduana, le permitieron a Buenos Aires proveerse del medio indispensable para enfrentar a Urquiza. éste recurrió nuevamente al crédito. Buschental compró un millón y medio de pesos fuertes en bonos al 75% y 1 y 1/2% de interés mensual, los que serían de recibo en las aduanas en pago de derechos. Poco después se emitieron bonos al 2% mensual. Pero no se pararía aquí, en 1859 se arrendaron las aduanas de la provincia de Santa Fe a Buschental, por dos años. El arrendatario debía pagar, por la aduana de Rosario $90.000 mensuales, y por las otras en proporción de su producto. Todos los empleados pasaron a depender del contratista 393. Al endeudamiento financiero le sucedió un intento que podría haber costado muy caro a la integridad de El argumento de que estas enormidades se justificaban por no haber capitales en La política internacional durante la presidencia de Urquiza fue un retroceso constante. Se ha visto que por su colaboración para derrocar a Rosas, Brasil obtuvo ventajas indudables. Recibió el apoyo del Encargado de las Relaciones Exteriores, para obligar al gobierno oriental de Giró a cumplir con los leoninos tratados del 12 de octubre de 1851, los que significaban avances territoriales del imperio con la consiguiente pérdida de nuestras Misiones Orientales. Se reconoció la independencia del Paraguay como resultado de la misión de Derqui a Asunción, en 1852, por la que el diplomático firmó un tratado de límites con ese país que establecía al río Bermejo como linde entre ambos Estados, con la consiguiente pérdida de la actual provincia de Formosa. Argentina finalmente se salvó de esta pérdida porque el Congreso de Se concedió la libertad de navegación de nuestros ríos interiores a buques de todas las banderas, remachada con una disposición constitucional y la firma de tratados internacionales con Francia, Inglaterra y Estados Unidos, en 1853. Se permitió la intromisión de Brasil en la política interna uruguaya, país al que contribuyó a anarquizar apoyando ora a blancos contra colorados, ora a colorados contra blancos, con lo que intentaría justificar ante la comunidad europea, en especial Inglaterra, que el estado Oriental era ingobernable y que lo mejor que le podía ocurrir era incorporarse al Imperio. A partir de la asunción de Urquiza como presidente constitucional, en 1854, la política internacional no cambió. En 1856 se firmó un tratado con el propio Brasil, otorgándole la libre navegación de nuestros ríos interiores no solamente a buques mercantes de su bandera, sino también a buques de guerra. Por el artículo 18° se neutralizó la isla Martín García, llave del dominio de la cuenca del Plata; esto significaba la pérdida del derecho que le competía a Argentina, como dueña de dicha isla, de fortificarla y hacerla servir a sus intereses en caso de guerra. Esta inicua neutralización, ya había sido concedida a Inglaterra, Francia y Estados Unidos en los tratados de 1853. En 1857, Urquiza firmó tratados con Brasil, ratificando la libertad de navegación de los ríos Paraná y Uruguay aun por buques de guerra, y concediéndole la extradición de los esclavos que huyeran de su territorio al nuestro. Pero hubo más: por un tercer tratado de límites, en Misiones se consignaban como tales los ríos Pepirí Guazú y San Antonio, nombres con que los brasileños designaban a dos ríos situados al oeste de donde en realidad se hallaban. Vicente G. Quesada expresó: «Temo que el tratado... haya cedido parte del territorio argentino de Misiones. No sé que ideas cerradas hacen que celebremos tratados de límites cuando se ignora todo y no se tienen conocimientos especiales, geográficos e históricos». Y el diputado Bouquet denunció que se nos despojaba de «cuatro mil quinientas leguas de territorio»396. Efectivamente; al establecerse en el artículo 2º del tratado que «los ríos Pepirí Guazú y San Antonio... son los que fueron reconocidos en 1759 por los demarcadores del tratado del 13 de enero de 1750 celebrado entre Portugal y España», se le daba así pie a Brasil para que, como lo hizo victoriosamente a fines de ese siglo, engrosara su dilatado haber territorial con un área de una dimensión análoga a la de la provincia de Tucumán 397. Debemos aclarar que este país no esperó se le concediera la libertad de navegación del río Paraná por buques de guerra, pues su escuadra lo utilizó con fines bélicos antes. Planteado un conflicto con Paraguay, a principios de 1855, veinte buques de guerra brasileños se dirigieron por el Plata y el Paraná, sin encontrar obstáculos ni pedir autorización a los gobiernos de Paraná y Buenos Aires, a imponer condiciones a López. Este antecedente servirá para que, años más tarde, el Paraguay exigiera el paso de sus tropas por territorio argentino para atacar a Brasil, hecho que posteriormente nos llevó a la guerra con aquel Estado 400. Nuestras relaciones con Hispanoamérica fueron de indiferencia. Cuando Chile, Ecuador y Perú, con la adhesión de Bolivia, Costa Rica, Honduras, México, Nicaragua y Paraguay, firmaron el Pacto Continental de ayuda mutua frente a cualquier agresión, Argentina estuvo ausente, argumentando Urquiza que «los países americanos no están lo suficientemente maduros para emprender tan ardua empresa»401. Otro episodio revelador de la falta de firmeza en las relaciones exteriores, fue la concesión de indemnizaciones a los franceses, ingleses y sardos por los perjuicios sufridos en nuestras guerras civiles, según ley de septiembre de 1859. Ninguna norma de derecho internacional estipulaba este tipo de reparaciones, llegando las cortes europeas a exigir intereses. Como Alberdi solicitara en Francia e Inglaterra ciertas franquicias para el pago, ésta «rechazó bruscamente toda modificación»402. El momento abierto para el país con Caseros daba para todo. Como fondo de toda esta blandura, estaba la lucha diplomática entre Brasil acreditó un encargado de negocios en Buenos Aires hacia abril de 1855, y asistía expectante al proceso de la división argentina, al que favorecía bajo cuerda 405. La situación de Alberdi está signada por sus reiterados consejos para que se concediera a capitales europeos la construcción de ferrocarriles y el transporte fluvial, a obtener empréstitos en aquellas plazas y a implantar la libertad absoluta de inmigración. Hace también lo que en su momento hiciera Florencio Várela: solicitar la intervención de Francia e Inglaterra, ahora contra el Estado de Buenos Aires, lo dice él mismo en carta a Urquiza: «He puesto en manos de Lord Clarendon un memorándum de mucha trascendencia, sobre la urgencia, la necesidad y los medios de intervenir en la reinstalación de la unión argentina, de parte del gobierno nacional argentino y de parte de Cepeda El general Nazario Benavídez, caudillo federal, había gobernado San Juan por largo espacio de tiempo. Hacia 1857 se desempeñaba como jefe militar de la zona oeste de Al asesinato de Benavídez uníase un nuevo factor que acrecía las discordias. La proximidad de la expiración del mandato presidencial de Urquiza, hacía que los aspirantes a la primera magistratura fueran preparando su camino. Estos candidatos eran Salvador M. del Carril, muchas veces vicepresidente en ejercicio de la presidencia, y Santiago Derqui, ministro del Interior. Ellos dificultaron cuanto pudieron un posible acuerdo con Buenos Aires, teniendo en cuenta que el arreglo podía dar por tierra con sus ambiciones si surgía un candidato porteño 408. En mayo de 1858, el gobierno de Paraná organizó un monumental desfile militar, con lo que trató de intimidar al gobierno rebelde de Buenos Aires 409. Pero todo fue inútil, pues los porteños no se amedrentaron, mientras Urquiza no se sentía seguro de triunfar. Por ello buscó la alianza con Brasil y Paraguay, y hasta con Uruguay, mezclando a los países limítrofes, en el caso de Brasil una potencia claramente expansionista, en nuestros problemas domésticos. Estas coaliciones con las potencias extranjeras, al uso de las llevadas a cabo contra Rosas, no podían sino significar mayores desgracias para el patrimonio y la soberanía nacionales, como lo pone de relieve Cárcano 410. Afortunadamente, ni Brasil ni Paraguay ayudaron a Urquiza. En estas circunstancias, intervino como mediador el ministro de los Estados Unidos, Benjamín Yancey. Buenos Aires puso como condiciones para llegar a un acuerdo, el abandono de la vida pública por parte de Urquiza durante 6 años, la disolución del Congreso de Paraná y el dictado de una nueva Constitución. El propio Yancey consideró inaceptables estas exigencias, en especial la primera. También se frustraron mediaciones de Brasil, Inglaterra, Francia y Paraguay. Las tropas de Pacto de San José de Flores Así se llegó al Pacto de San José de Flores, rubricado el 11 de noviembre de 1859, y cuyas cláusulas fundamentales pueden sintetizarse así: a) Buenos Aires se reintegraba al seno de Inexplicable resultaba el respeto que Urquiza hacía de sus enemigos liberales, más incomprensible resultó para sus aliados los federales porteños, que le habían acompañado en Cepeda y que aspiraban a una mutación total de la situación política de Buenos Aires. |
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