José Miguel Carrera 1820-1821
Carrera marcha hacia Santa Fe
 
 
[Carrera recibe despachos de Ramírez. Marcha hacia la frontera de Santa Fe. Ataca a Bustos en el Sauce. Entrada hacia la Sierra. Sitio de Córdoba. Ramírez pide auxilios a Carrera].

En ese lugar recibió Carrera despachos de Ramírez y supo por ellos que se disponía a cruzar el Paraná con cuatro mil hombres. Ramírez destacaba en su nota el peligro que correríamos presentándonos ante un enemigo numeroso con tan escasas fuerzas e incitaba al general a que le acompañara en su nueva campaña contra Buenos Aires y Santa Fe, asegurándole que una vez terminada pondría a su disposición todos los escuadrones de caballería necesarios para que le acompañaran a Chile. 1

En esto supimos por nuestros espías y corresponsales que Bustos marchaba con un ejército de refuerzo a incorporarse a los mendocinos, sanjuaninos y púntanos en la provincia de San Luis. En pocos días más debían unirse todas las fuerzas que sumaban hasta cinco mil hombres. Nuestros soldados se creían invencibles y su espíritu se mantenía inquebrantable, pero su número se había reducido considerablemente por las bajas sufridas en los dos últimos combates. Llegaban apenas a cien los hombres aptos para el servicio y hubiera sido absurdo imaginar que con fuerza tan insignificante podíamos acometer con éxito la empresa de vencer a un enemigo cuyos efectivos eran cada día más numerosos. En tal situación, Carrera llamó a consejo de oficiales y estos opinaron unánimemente que el mejor medio de asegurar las ventajas obtenidas y preparar el terreno para futuros éxitos, era el retirarnos hacia la frontera de Santa Fe o Buenos Aires y esperar allí la llegada de Ramírez.

Así se resolvió y nos pusimos nuevamente en marcha en esa dirección.2 Al día siguiente tomamos prisionero al oficial que Carrera había puesto en libertad en la mañana del combate con los puntanos. Iba acompañado por un alcalde de apellido Ortiz, y ambos eran espías. Sin embargo, Carrera lo dejó libre una vez más y lo recomendó a la consideración de los oficiales.

En las vecindades de Loboy 3, el general se adelantó con una escolta hasta Melincué para efectuar un reconocimiento en la frontera y averiguar si Ramírez había cruzado el Paraná. Mientras esto ocurría nosotros dispersamos una división de Bustos que nos sorprendió cerca de Las Tunas. Desde allí, Bustos se retiró a Punta del Sauce, un pueblo sobre el Río 3° 4 donde se encerró fortificando la plaza. Es de saber que los indios, sin noticias de nosotros desde que salimos de los toldos, y deseosos de conocer nuestra suerte, habían enviado en busca nuestra cuatrocientos hombres que nos encontraron en la frontera de Buenos Aires cuando intentábamos sorprender a La Madrid. 5

Al general Carrera le interesaba más atraerse la voluntad de los paisanos de la región que alarmarlos con la presencia de los indios, por lo que obsequió a esos con algunas manadas de yeguas y los despidió del campamento asegurándoles que los tendría al tanto de lo que ocurriera y demandaría sus auxilios cuando la ocasión lo exigiese. Tres de los capitanes se quedaron con nosotros como baquianos para el caso en que tuviéramos que volver al desierto o nos viéramos obligados a pedir refuerzos a los indígenas.

Ramírez no estaba por el momento en condiciones de cruzar el Paraná debido a la presencia de la escuadra porteña en el río. Fue así que Carrera se determinó a entrar en la provincia de Córdoba y provocar a Bustos que nos había seguido en un principio con tanto empeño. Bustos conocía por experiencia los peligros de un combate a campo abierto y por eso resolvió atrincherarse y emplazar baterías. Le encontramos en las fortificaciones del Sauce, con quinientos hombres y allí le tuvimos sitiado durante catorce días con doscientos soldados entre los que formaban los cordobeses prisioneros del Chajá. 6 Habíamos acampado muy cerca del pueblo y nuestras guerrillas hostilizaron de continuo al enemigo sobre las mismas trincheras, no obstante las ventajas de su artillería de la que se servían por los más fútiles motivos. Por fin nos convencimos de que era imposible sacar a Bustos de las fortificaciones o tomarlas por asalto y le dejamos en posesión de ese pueblo, decididos a invadir toda la provincia y apoderarnos de las ciudades, lo que al fin conseguimos, con excepción de Córdoba, la capital. Fuimos aumentando en forma considerable nuestro regimiento, alistando nuevos reclutas hasta completar quinientos soldados regulares, aparte los ochocientos milicianos que se nos unieron bajo el comando del coronel Felipe Alvarez.

Las sierras y montañas de Córdoba se consideran impenetrables para un ejército y sobre todo de caballería; pero como las mejores fuerzas de Bustos se habían acantonado en diversos lugares de la montaña, nos proponíamos descubrirlas y batirlas. Los paisanos nos mostraban el camino y así marchamos a Salto 7, donde fuimos sorprendidos mientras cenábamos dentro de un monte. La guardia pudo contener al enemigo hasta que se formó la división y acometimos, alcanzando una nueva victoria. Les hicimos muchas bajas y tomamos algunos prisioneros. Los cordobeses se retiraron a la montaña perseguidos muy de cerca, produciéndose algunas escaramuzas. Todo terminó con la dispersión y destrucción del enemigo sin mayores pérdidas para nosotros.

Las últimas tropas regulares de Bustos que andaban en la sierra y fueron testigos de la victoria, comprendieron el peligro que corrían en caso de oponerse y se pasaron a nosotros con los sargentos y cabos, dejando en libertad a sus oficiales, que escaparon. Toda la sierra quedó sometida. Se nombró comandante militar a don Manuel Arias, que levantó una división de trescientos milicianos, destinada a vigilar esa región. Entretanto, nosotros volvimos a la villa de Concepción, desde donde marchamos a Córdoba para unirnos a la división del coronel Pintos que acampaba en la parte norte de la ciudad.

Mantuvimos sitiada a Córdoba durante varios días con las milicias del coronel Pintos por el norte y la división del coronel Alvarez por el sur 8. Las guerrillas y avanzadas enemigas sufrieron derrotas dentro de la misma ciudad, y Bedoya, que estaba de gobernador intendente y comandante en jefe de Córdoba, replegó todas sus fuerzas a la plaza, dejando el resto de la ciudad indefensa 9.

Los vecinos de más significación se pronunciaron en favor nuestro y hubiéramos tomado la ciudad, de no haber llegado la noticia de un suceso importante: el cruce del Paraná por Ramírez. En efecto, llegó un expreso suyo comunicando al general que los enemigos le tenían en difícil situación y pidiéndole que saliera en su auxilio. Así que supo Carrera la situación de su amigo se puso en marcha para prestarle ayuda. El coronel Pintos y algunos oficiales quedaron encargados de mantener el sitio de Córdoba, pero no contaban sino con milicianos y estas fuerzas resultaron ineficaces. En una salida que hicieron los sitiados, las sorprendieron y derrotaron completamente.